Lanusse: Inventario de amigos y adversarios

Alejandro Lanusse soportó una dura semana. En la noche del martes 8, durante una comida íntima en la quinta de Olivos, su amigo Francisco Manrique decidió renunciar al Ministerio de Bienestar Social; el jueves 10, su par Carlos Alberto Rey avivó la fogata naciopopulista al atacar, en la arenga del Día de la Fuerza Aérea, los lineamientos económicos liberales. Ese jueves, una tempestad de rumores informaba sobre presuntas actitudes rebeldes en las guarniciones de Córdoba y Corrientes, al tiempo que se acuartelaban —en actitud leal al comandante en Jefe del Ejército— los efectivos de la Décima Brigada de Infantería y de otras unidades de combate del Primer Cuerpo con sede en Palermo.
El más leve de esos alborotos derivó de la renuncia de Manrique. Dos conjeturas habían ganado altura sobre el alejamiento del ministro "más dinámico y político" del gabinete central. La primera: que al evaporarse la posibilidad de la candidatura de Lanusse, el gobierno tentaba suerte con la de Manrique para encauzar a los partidos provinciales sin caudillo nacional y, tácticamente, para evitar que el radicalismo aparezca frente a la oposición frentista como la opción electoral del ministro del Interior. Dicho en otros términos, la disidencia entre Lanusse y Manrique habría sido acordada. La segunda: que el ex ministro de Bienestar Social, tentado por sus amigos, habría decidido quebrar su compromiso ante Lanusse de quedarse en el puesto hasta el 26 de agosto próximo, o sea un día después de haber expirado el plazo que fijó el gobierno para las renuncias de todos los funcionarios que se postulen en las elecciones de marzo venidero.
Ambas conjeturas tienen asidero y habría que buscar, tanto en la cabeza de Lanusse como en la de Manrique, los motivos reales de la supuesta ruptura; sea como fuere, el porvenir político de Manrique es incierto. En las giras por el interior agotó un arsenal de promesas que, seguramente, caerán como proyectiles sobre Oscar Puiggrós, su sucesor, designado por Lanusse el domingo 13. Básicamente, Manrique cuenta con apoyos políticos en Formosa, Santa Fe, Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero y Mendoza, pero que se sepa, no logró establecer bases en la Capital, Buenos Aires y Córdoba, distritos que dan los escalones para llegar al poder. Manrique, que es capaz. de decir "cosas fuertes", contará con un diario de viejo arrastre popular como espolón de su campaña. La meta consistiría en menguar el poder del peronismo; quizá los radicales estén contentos.
Si la actitud de Manrique agitó levemente las aguas, el discurso de Rey levantó olas de considerable altura. Frente a Lanusse, en la base de El Palomar, el comandante de la Fuerza Aérea dijo que los aviadores estaban preocupados por "el agobio económico desatado por la inflación y que se extiende sobre los sectores más necesitados del país. Es la consecuencia de una economía liberal indiferente al interés nacional, egoísta y mezquina que todavía carcome el cuerpo social de la Nación. Creemos en la necesidad urgente de renovar las estructuras productivas para multiplicar nuestra riqueza y para que su distribución alcance generosamente a su ilegítima dueño: el pueblo argentino".
En la tarde del jueves 10, el eco de las palabras de Rey recorrió todos los cuarteles del país y los despachos de los altos mandos. Muchos generales, almirantes, coroneles y capitanes de navío no llegaban a comprender el alcance de la arenga del comandante de los aviadores porque, en esencia, la Fuerza Aérea fue y sigue siendo responsable de la conducción política y económica del gobierno militar. Lanusse optó por mantener silencio, pero se supo que un general comentó: "Rey y Coda cogobiernan, de modo que si alguno de ellos no comparte el criterio de Lanusse puede negarse a firmar cualquier medida de gobierno. Por otra parte, todos los días se publica un cuadernillo con los proyectos que están a la firma del presidente para que los comandantes y los ministros se informen; ese procedimiento revela que no hay un manejo discrecional del gobierno".
Al día siguiente, el viernes 11, se insinuó que el almirantazgo habría recomendado a Coda que formalizara una queja ante Lanusse por los conceptos de Rey, en tanto la versión de la arenga anticipada a los mandos de la Armada difería de la registrada en El Palomar. No se pudo establecer si Coda llegó a quejarse, pero lo cierto fue que en la tarde de ese viernes Rey citó a los periodistas para informar que su discurso original decía: "Es la consecuencia de una economía liberal indiferente al interés nacional, egoísta y mezquina que carcome el cuerpo social de la República, y que tratamos de modificarla".
LOS APRESTOS. Mientras Arturo Frondizi elogiaba la opinión de Rey, la Cámara Argentina de Comercio y el Instituto de Economía Social de Mercado lanzaban la réplica en torno al argumento de que el deterioro económico y financiero de la Argentina deriva del creciente estatismo y de la demagogia populista. Los expertos del Instituto ofrecieron a Rey sus argumentos y soluciones, al tiempo que la Cámara de Comercio preguntaba qué planificación económica ofrece el comandante de la Fuerza Aérea para detener la avalancha de la inflación.
Si se recuerda que los cuadros bajos e intermedios de la Fuerza Aérea se agitan desde la caída de Juan Carlos Onganía y particularmente desde que Lanusse orientó al proceso militar hacia el objetivo de las elecciones, no es arduo deducir que los ¡aviadores se oponen a la perspectiva política trazada por los altos mandos del Ejército y de la Armada. En esa agitación habría encontrado Rey el apoyo de su discurso del jueves 10, aunque se sospeche que no todos los comodoros, vicecomodoros, capitanes y primeros tenientes convaliden los pasos políticos del comandante. Es difícil acertar con la propuesta de los aviadores. En septiembre del año pasado, cuando los oficiales de la Primera Brigada Blindada trataron de conseguir el apoyo de los Sabre y Douglas A4B de las brigadas de El Plumerillo y Villa Reynolds para tumbar a Lanusse, la mayoría de los aviadores escuchó con atención la propuesta de los tanquistas y llegó a decirse que la alianza para la conspiración era indestructible.
La realidad, empero, demostró que aquel vínculo no era demasiado sólido. Dos semanas antes del estallido del 8 de octubre se sabía que el comodoro González Castro, de la base de El Plumerillo, había barrido toda sospecha de golpe y que los jefes de grupos de los A4B desechaban su participación en el complot; esas decisiones fueron ratificadas al teniente coronel Florentino Díaz Loza, jefe del C-2 de Olavarría, por un piloto que sobrevoló a la columna rebelde en su marcha a Azul.
En su mayoría, los aviadores son católicos, nacionalistas y partidarios de los gobiernos autoritarios; ven con malos ojos a los políticos liberales, creen que existe un poder secreto en manos de la sinarquía y repudian a los marxistas. Pero esa mayoría no es peronista y llegaría a lanzar bombas y cohetes para impedir el retorno del caudillo desterrado; por eso a Rey no le conviene que Perón elogie sus palabras y su posición independiente en la Junta de Comandantes.
Desde hace dos meses, sin embargo, volvió a reverdecer la posibilidad de un pronunciamiento de los aviadores, y, como hace un año, en apoyo de los capitanes, mayores y tenientes coroneles nacionalistas. Según los indicios más serios, los centros de la rebelión estarían en Córdoba, Mendoza y algunas guarniciones del Segundo Cuerpo de Ejército, en el litoral, donde los cuadros intermedios repudiarían la salida política y se inclinarían a una solución peruanista. Pudo establecerse que la agitación en Córdoba fue alentada por un sacerdote católico de vocación ultraderechista, quien habría formado brigadas de choque con civiles de las más diversas procedencias políticas: ex comandos antiperonistas, duros del peronismo y católicos combatientes. También se afirma que en esas brigadas militarían legionarios extranjeros, pero la confusión habría cundido al conocerse el texto de la supuesta proclama: se requiere la nacionalización de los depósitos bancarios, el control del comercio exterior y la reforma agraria, prometiéndose justicia mediante la ejecución de los traidores a la patria.
En la noche del jueves 10, luego de conocerse la posición de Rey, los jefes y oficiales de la Décima Brigada de Infantería decidieron acuartelarse sin que fuese necesaria la orden del Comando en Jefe del Ejército. Un teniente coronel de infantería dijo: "Nosotros, con sólo mirarnos, sabemos qué hacer. No hace falta que nos envíen un radio". La prevención, sin embargo, quedó sin efecto el sábado y domingo cuando en las agencias noticiosas extranjeras se hablaba de un complot "en la Escuela de Suboficiales de Aeronáutica, en Córdoba, con apoyo en la Gendarmería y en la guarnición de blindados del litoral".
Sobre la espuma del rumor se estableció que los coroneles Osvaldo Ortiz, Guillermo Suárez Mason, Fernando Urdapilleta, Alberto Arrechea, Federico Pedernera, Juan Carlos Colombo, Luciano Jáuregui y Ricardo Ramírez, jefes del 1 de Infantería, de la Escuela de Caballería, de la Escuela de Suboficiales, del 3 de Infantería, del 7 de Infantería, de la Escuela Lemos, del C-8 y del 6 de Infantería estaban subordinados al Comando en Jefe y apoyaban el plan político sobre la base de elecciones libres y sin proscripciones. Esas adhesiones no integraban un bando: a Lanusse, Tomás Sánchez de Bustamante, Alcides López Aufranc, Jorge Cáceres Monié y Manuel Ceretti les consta que muchos jefes y oficiales están decididos a enfrentar las tentativas continuistas. En la Armada no hay problemas: los mandos están subordinados a Coda, quien interpreta al almirantazgo y a los mandos inferiores.
LOS CANDIDATOS. Entre tanto, se crea o no en el proceso normalizador, sobre el horizonte de marzo se van dibujando las siluetas de los candidatos. Ya asomó la cabeza de Manrique, se vislumbra la de Osiris Villegas como caudillo en cierne de una coalición popular, la de Raúl Alfonsín y Agustín Tosco por la UCR y la de Julio Alsogaray por Nueva Fuerza. Con el correr de los días, en la dolorosa marcha hacia el cuarto oscuro, quizá se manifiesten otras caras y los verdaderos personajes que clausurarán el último acto del drama político que empezó el 28 de junio de 1966.
Hace siglos, Jenófanes sostenía que las estrellas se quemaban al alba y que, al anochecer una nueva serie de estrellas se formaba con las exhalaciones del universo; el tiempo y los telescopios demostraron que las estrellas se gastan pero no mueren. Hace seis años, los autoritarios decretaron la muerte civil de los políticos y cantaron un responso a la democracia; la vida demostró que los políticos gozan de buena salud y están dispuestos a presenciar el funeral de dictaduras.
Jorge Lozano
Revista Panorama
17 de agosto de1972

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Julio Alsogaray - Francisco Manrique - Agustín Tosco - Isabel Perón - Rogelio Frigerio - Raúl Alfonsín - Osiris Villegas
Julio Alsogaray - Francisco Manrique - Agustín Tosco - Isabel Perón - Rogelio Frigerio - Raúl Alfonsín - Osiris Villegas

 


 

 

 

 

 

 

Lanusse y Rey en el día de la Fuerza Aérea
Lanusse y Rey en el día de la Fuerza Aérea

Francisco Manrique
Francisco Manrique

 

 

 

 

 

 

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