Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


ARTES Y ESPECTACULOS
VEINTE AÑOS EN EL AIRE
Revista Periscopio
07.07.1970

En 1922, el Intendente Municipal de Buenos Aires, Juan B. Barnetche, firmó el acta de bautismo de la radio al conceder a Federico del Ponte el derecho de habilitar la primera emisora, Radio Cultura.
Durante algunos años, su sede fue un vetusto caserón de la entonces Avenida Alvear. Desde allí, con los aparatos fabricados por el concesionario (un ingeniero, hijo del pianista Clementino del Ponte, sobrino de Margarita Aguirre, la viuda del compositor y, a su vez, suegra de Juan José Castro), los primeros programas musicales comenzaron a revolotear por el barrio Norte, anunciados por el barítono Aldo Rossi. También fueron lanzados los primeros avisos comerciales: una fábrica de medias de mujer elogiaba las virtudes de su mercadería, pero en forma pudorosa y recatada.
Otros entusiasmos habían contribuido al nacimiento de la radio argentina: instalados en los techos del Teatro Coliseo, Los locos de la azotea, como llamaban a Enrique Telémaco Susini, Miguel Mujica, Pepe Guerrico y Luis Romero, batieron un record dos años antes: transmitir para los fanáticos de la galena, por primera vez en el mundo, Parsifal, de Wagner, el 26 de agosto de 1920.
La pasión por el chiche mágico, que tanto llegó a asustar a las abuelas de entonces, acarició el frenesí. En pocos años, las estaciones se multiplicaron. LOZ Broadcasting La Nación, llamada luego Radio Mitre, diseminó por el aire, en 1924, dos acontecimientos: la pelea entre Luis Ángel Firpo y Harry Wills desde Pittsburgh, Estados Unidos, y el mensaje del Presidente francés Poincaré al pueblo argentino.
El crecimiento de la radio modificó muchas manías y abrió las puertas a otras. La competencia entre las emisoras no tardó en desencadenarse. En la década del 30, el tango y el radioteatro acaparaban los oídos. Si Ada Falcón, acompañada por Julio De Caro, sollozaba traiciones y rencores, Gloria Ferrandiz y Carmen Valdez, todas las tardes, exprimían los lagrimales de las señoras, que aún se quedaban en casa.

ALGO DIFERENTE
Cuando el folletín creía haberse apoderado del público, surgió algo inesperado : un radioteatro distinto, puesto bajo la advocación de Paul de Saint Victor, y creado por José Ramón Mayo, director de LRA. El 9 de julio de 1950 —esta semana se cumplirán veinte años— apareció en el aire Las Dos Carátulas, como teatro vocacional de Radio del Estado, cuando los independientes eran un verdadero sarpullido.
La consigna, mantenida con tesón durante las dos décadas, era hacer teatro radial y no radioteatro, un eufemismo utilizado ya para designar a la sensiblería. Si bien el nuevo programa fue, en sus primeros tramos, algo más que teatro leído, pronto se transformó en una brecha que aprovecharon los graduados del Conservatorio de Música y Arte Escénico: el profesionalismo, por ese entonces, les bloqueaba las puertas de la calle Corrientes.
La primera audición de aquella "aventura" fue Canción de primavera, un engendro cursi de don José de Maturana que volverá a escucharse el día del vigésimo aniversario para provocar efusivas nostalgias. La primera versión de teatro integral fue conducida por Alberto Vaccarezza, hijo. En el elenco figuraban algunos párvulos desconocidos: Norma Aleandro, Violeta Antier, Adriana Dané, Eva Dongé, Dora Prince, Hilda Suárez, Carlos Carella, Osvaldo Terranova y Julio Vier, entre otros.
El tiempo ha demostrado que el intento era válido: en veinte años Las Dos Carátulas se convirtió en un verdadero taller actoral, tal vez el único que haya proporcionado tantos y tan buenos nombres a la escena argentina en estos últimos años.
"Como suele ocurrir con las grandes escuelas teatrales —memoró la semana pasada Fermín Frejeiro, uno de los directivos de Radio Nacional que más fe ha puesto en el programa—, no hubo y tampoco sigue habiendo un lugar para el divismo. El actor cumple su función teniendo en cuenta cada obra. Por eso, tampoco existen pequeños papeles."
Durante sus primeros veinte años, Las Dos Carátulas ofreció más de 700 obras del repertorio nacional y universal. Los micrófonos filtraron desde Antígona de Sófocles hasta 'Un caso clínico' de Dino Buzzati, dramas de capa y espada del acervo español, las más emplumadas piezas de Goethe, Shakespeare, Moliére y Racine y los sinsentidos contemporáneos de Ionesco, pasando, claro está, por rarezas como 'Cuatro épocas' de Bartolomé Mitre, y 'El estanque de los nenúfares' de Victoria Ocampo, más las fatalidades de Florencio Sánchez. También hizo conocer a los autores argentinos que prometían: Juan Carlos Ghiano, Marco Denevi, Sergio De Cecco y Atilio Betti.
En las 806 audiciones se estrenaron 175 obras: 85 fueron premieres mundiales y 108 primicias absolutas para América, toda una razón para que APTRA le adjudicara el 8 de junio un Martín Fierro "por su labor de difusión cultural sin precedentes en la radiofonía del continente". Tal difusión supera los alcances de una emisora común: Radio Nacional cuenta con quince filiales en todo el territorio argentino, desde LRA 16 Radio La Quiaca, hasta LRA 10 Radio Ushuaia e Islas Malvinas, cuyos tentáculos sobrepasan largamente las fronteras.
A los tres meses de salir al aire, el elenco de Las Dos Carátulas se encaramó en el escenario del Teatro Odeón para corporizar los desvaríos imaginados por Gregorio de Laferrere en 'Locos de verano'. Al año siguiente —esta vez en el Cervantes— repitió la experiencia y más tarde ambuló por Mendoza y Salta. Pero tales prácticas no se tornaron un hábito: el atril y el micrófono siguieron siendo sus instrumentos habituales.
A partir de 1951, los cuadros se vieron reforzados por nuevos desconocidos: Alfredo Alcón, Blanca Lagrotta, Guillermo Bredeston, Luis Tasca, Fernando Vegal, Carlos Estrada y Alicia Berdaxagar. "Entre ensayo y ensayo —recordó Alcón la semana pasada— tomábamos café en el Splendid, un boliche de Ayacucho y Las Heras, que la piqueta ha demolido. Entonces, nadie nos pedía autógrafos."

 

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