Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Los peregrinos de Itatí
Revista Periscopio
28.07.1970

Celestino Maidana, un paisano enjuto que bordea los 80, juntó los últimos copos de algodón y los llevó a la desmotadora; como él, otros centenares de pequeños chacreros de los remotos parajes de Sanjhú Rincón, Esquivel Cué, Lomas de González y Ramones, transitaron hasta el poblado para vender el fruto de la cosecha y armarse de unos pesos; así podrían costear la peregrinación que saldría el lunes 13 desde la plaza de San Luis del Palmar, unos treinta kilómetros de Corrientes, hasta el santuario colmado de milagros y leyendas de la Virgen de Itatí.
Desde que comenzó el siglo, llueva o truene, los promeseros sanluiseños consumen las veinte leguas que los separan de la Basílica de la Virgen guaraní: llevan en andas a su Patrono, San Luis Rey de Francia, uno de los más populares de una provincia ubérrima de santos, cuyo manto de terciopelo rojo han recorrido miles de enfermos con sus dedos temblorosos, solteronas, engualichaos y políticos ansiosos; desde hace tiempo los más devotos son los caudillos del Partido Autonomista, que siempre ganaron las elecciones en El Palmar; sus campañas tuvieron la apelación subliminal de la divisa punzó.
Al grupo tradicional de peregrinos se suman los que vienen desde Corrientes, de los departamentos de Bella Vista, Goya, Empedrado, Saladas, Mburucuyá y aun desde más lejos: este año, unos 56 emprendieron su caminata en Puerto Tirol (Chaco) para desembocar, después de 170 kilómetros, en el Santuario de Itatí "y cumplir una promesa que hizo el pueblo"; unos 70 llegaron desde Santa Fe, Formosa, Misiones y hasta de Asunción del Paraguay.
En el pueblito de San Cosme los fieles del Santo 'Rojo' ya no hacen postas como antes. Felisa Moyano, una anciana arrebujada en un poncho remendado, explica a Darwy Berti, de Periscopio: "Es que los santos están peleados".
Y no es extraño, porque al fin los santos comparten las miserias, rencores y pleitos de los hombres, que marchan a pie, a caballo, en carros y carretas destartalados; en el camino hacen postas para comer y dormir, charlan hasta la madrugada, se emborrachan y ventilan su rabia con los cuchillos. En medio de la trenzada, que tiene algo de festiva, las mujeres corean estribillos: "Venid y vamos todos con flores a María". Entre la hilera de campesinos pasan autos lujosos de oligarcas de San Luis; ellos entran por el ojo de la aguja, ellos apuran la promesa.
Los caminantes son acogidos por los influyentes portadores de la Cruz Procesional, rodeada de sus altos candelabros lustrosos y capitaneados por un cura con toda la pompa; él los acompaña hasta la Basílica engalanada para recibir al Patrono; luego, se oye a los feligreses, como en una letanía: "¡Viva San Luis Rey. Viva la Virgen de Itatí, Viva Corrientes!"
La ceremonia de cada año es un calco de la anterior; es que la tradición, implacable, ha derrotado las veleidades del tiempo. Durante la Colonia y hasta fines de 1825 el pueblo de Itatí era una comunidad en la que los vecinos se repartían la riqueza común, pero una ley de ese año abolió la estructura social y creó un nuevo trazado del pueblo; ya en algunos títulos de propiedad urbana se consigna una mensura realizada por Narciso Parchape, hacia 1826. Hoy, en los 780 kilómetros cuadrados del Departamento, conviven apenas 7.440 habitantes y 1.600 alumnos se reparten en dos escuelas, una de ellas regenteada por la Parroquia. La plaza ostenta el nombre de Fray Luis de Bolaños, el fundador (Bolaños la erigió en 1615, en un lugar conocido por La Calería); en el transcurso de siglos, el pueblo se arremolinó junto a la Iglesia, destruida nueve veces por los indios o los temporales.
Todavía la mayor convocatoria es la del templo, pero ahora los italianos se jactan de la gigantesca cúpula de treinta metros de diámetro, que se divisa desde unos 10 kilómetros de distancia, y de la imagen de la Virgen, de siete metros. Tanta opulencia contrasta con una iglesia vieja, apretujada al costado, reliquia del siglo pasado que debe apuntalarse.

EL PECADO DE LOS POBRES
Con todo, el enorme santuario no alcanzó nunca, y menos este año, para albergar a más de 15.000 fieles que se dieron cita el jueves 16, la fecha convenida para los festejos, aunque en realidad, de acuerdo con el Santoral, deben desplegarse el 9. No se ha querido coincidir con la efemérides patria.
Las misas se suceden desde la madrugada del 16 y a todos los oficios asisten los peregrinos que han hecho noche en la plaza, porque jamás alcanzan los hoteles ni las casas de los vecinos para albergar a tanta gente; por la mañana se vuelcan sobre la calle principal camiones, ómnibus, cientos de autos, motonetas y bicicletas.
Alrededor del templo se levantaron miles de tiendas colmadas de banderines, baratijas y colorinches; en muchas de las carpas la gente se amontona y por entre las cabezas que casi tocan el suelo, corre el par de dados, con el impulso de los jugadores, con sus manos anilladas de billetes. Allí, a la vera de las partidas de Paso Inglés, una ceremonia secreta a la que la Policía tiene acceso, de las jugadas de Monte y Bojo y las más inofensivas pero conversadas del Truco, los peregrinos dejan sus últimos pesos.
Al borde de la ancha calle de tierra, recién regada, que rodea el templo, pululan centenares de puestos y quioscos que exhiben de todo: una pistola provista de proyectiles de plástico Made in USA y una estampita del Niño Jesús enganchada del gatillo, con un broche; un libro de fotos pornográficas y una decena de ediciones, en rústica y lujo, del Evangelio; colgantes de chícharo, chicharrón cuí y chipá comulgan con cigarrillos importados.
Sobre un tablado se amontonan fotos de artistas; entre un desteñido Alain Delon y una restallante Libertad Leblanc sonríe, como siempre, un ex Presidente: Juan Domingo Perón; él y Evita están en el centro de una constelación recorrida por Palito Ortega, Ramona Galarza, Joan Manuel Serrat y otro inmortal: Carlitos Gardel.
Cerca de la Santería administrada por la Parroquia, entre un mar de velas, un enorme cartel incita: "Compre adentro, no afuera"; un cura bendice un brillante Ford Falcon que se ofrece con una rifa. "Que los ángeles te protejan de todo peligro", musita en una accesible fórmula litúrgica.
El esmirriado Carlos Vázquez, 13, da manija a un organillo con unos querubines despintados; encima de la caja, dos cotorras se mueven, inquietas. "¿Te adivinó la suerte, che?", repite, en una seguidilla, el chico.
Vázquez cobra 40 pesos viejos por cada adivinanza (la cotorra picotea un pequeño rollo de papel que contiene el verso de marras con la buenaventura), pero sólo los días de fiestas tiene clientela; el resto del año poco y nada.

CIEN AÑOS DE SOLEDAD
Desde los altavoces metidos en los árboles que circundan la iglesia, los más jóvenes se dedican canciones que apenas disimulan una declaración amorosa. "Dedico esta canción a Rosa Maidana", se oye por el parlante; para esa comunicación hay que pagar 200 pesos. Luego, se hilvanan los compases de la Polca o el Chamamé y las parejas bailan, serias; ni se miran, como si rezaran.
Hay otras dedicatorias en las que juega la chispa correntina: "A Teófila Cardozo, muy especialmente", enseguida arranca la música de la Guampada, o aquella otra, a Nicanora: "Quedate piola en tu Curuzú Cuatiá ..." Como en el tango, acaso Nicanora estaba encandilada por las luces de Buenos Aires.
Por la tarde, una vez que regresaron las autoridades a Corrientes (el Gobernador, Adolfo Navajas Artaza, el elenco ministerial y el Obispo, Francisco Vicentín), la procesión empezó a recorrer las calles de Itatí. "Prometí durante toda mi vida venir cada año a ver a la Virgen y he cumplido, desde 1900, cuando tenía diez", cuenta Plácida Correa, de San Cosme. La madre y la abuela solían recordar una avalancha de indios alzados que desde Ramada Paso cayeron a galope tendido sobre Itatí, los pobladores eran casi todos mujeres y chicos y fueron a implorar ayuda a la Virgencita; ella hizo el milagro: abrió un cauce profundo y torrentoso entre el Yaguarí y el San José y los infieles, aterrorizados, huyeron. "Ese es el Atajo de la Virgen; todos se salvaron", dice la Correa, con sus ojos pequeños y distantes.
En cambio. León Farías, 54, que tiene algunas lecturas, no cree en milagros. "Este pueblo no adelanta desde hace siglos por culpa de los frailes, éste es el reino del fracaso; aquí no tienen ni qué comer y muchos no saben leer ni escribir. Los chicos nacen y mueren enseguida y las mujeres los entierran detrás del rancho. Los curas son dueños de todo, pero a la gente no se la arregla con medallitas", perora el librepensador Farías. La respuesta la ofrece la estructura atrasada de una provincia en la que sólo se cultiva un tres por ciento de la superficie, con una ganadería estancada desde hace unos veinte años (4 millones de vacunos); con todo, la plaga es la falta de caminos pavimentados (menos de 100 kilómetros) y un sinfín de vías intransitables que alejan a las poblaciones, las sumergen en la pobreza, aisladas de la civilización.
Con la ignorancia, el culto se tiñe de leyendas y supersticiones que movilizan todavía la credulidad de los provincianos, que abonan sus pasiones y pretenden alienarlos en el conformismo.
Es que en Corrientes la gente hace suyas las leyendas que transitan a lo largo de los siglos y que se renuevan y recrean en cada festividad religiosa. Precisamente, uno de los festejos más memorables es el de mayo, en la ciudad capital con sus 140.000 habitantes que se congregan para evocar la fundación (Juan de Torres de Vera y Aragón, 1588) y el Milagro de la Cruz.
La historia del milagro se recogió a través de una versión que llegó al sabio Félix de Azara, quien se encargaría de transmitirla al estudiar la geografía de las provincias del Paraguay y las misiones jesuíticas. Treinta y seis españoles, infantes, fueron atacados por los indios en las Barrancas del Paraná; para defenderse cortaron con sus alfanjes los espinillos y formaron una trinchera detrás de la cual resistieron durante dos días, pero en la víspera del Domingo de Ramos enarbolaron una cruz y las flechas retrocedieron; los indios quisieron poner fuego al baluarte y no consiguieron quemarlo: en vez de llamas salían rayos de luz; así, no les quedó más remedio que rendirse y de ese modo los caciques Mbirity, Guará y Mandariyú fueron llevados a Yaguarí y con ellos se formó la primera reducción. Como ésa, otras leyendas están mezcladas a la historia, a la vida cotidiana del pueblo.

 

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Virgen de Itatí
Virgen de Itatí
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