Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Mar del Plata
El boulevard del ruido
Revista Periscopio
10 de febrero de 1970

El pasado sábado 7 las playas marplatenses volvieron a cubrirse de eternos adoradores del sol. Renovaron así masivamente su fervor que este año, más que nunca, pareció desinflarse.
La alicaída ciudad cobró, entonces, algo de sus anteriores esplendores a expensas del Carnaval, una festividad que entusiasma a contingentes de jóvenes. Sucede que Mar del Plata sigue reinando en materia de ruido, ya que recluta más de cuarenta locales bailables. La lista crece y se renueva año tras año y la avenida Constitución perdura con el boulevard clave para la noche. Allí se concentra la mayor actividad nocturna desplegada en un rosario de bulliciosos reductos. Este año brillaron tres locales: Enterprise, Banana y Afrika.
La arteria tiene lunga historia y Nelson Mosteiro, 36, fundador de Pancho Fredy (hoy Pancho solamente) la conoce al detalle: "En el año 46 aparecieron los primeros boliches. Tajamanos, propiedad de Fresedo, y Mocambo significaron por entonces algo así como el resurgimiento de los roalling twentys. Brillaron por un tiempo, pero ese apogeo no duró mucho. Cuando comenzó la década del 50, Constitución volvió a ser un desierto. Recién en el 56 con dos amigos de Buenos Aires se nos ocurrió rescatar la zona para el bullicio. La intención era crear aquí un lugar equivalente a Olivos. Así nació Pancho Fredy, que de inmediato se constituyó en un boom. Claro —prosigue Mosteiro—, teníamos cosas insólitas para esa época: dos tocadiscos con mezclador, luces de teatro, música importada. También incluimos bongoceros, tan en boga en esa época". Aquellas peripecias pioneras reportaron a los asociados pingües ganancias durante la década en que se mantuvo en el pináculo. Ahora Pancho es nada más ni nada menos que un lugar tradicional.
A aquel suceso se acopió la sucesiva aparición de Los Robles, Los Aromos, Sunset Street, Bungalow, Carousel, Bossa Nova y otros santuarios. Trocaron su celebridad unos por otros. Compitieron con tenacidad por acaparar adhesiones permanentes. En 1967, por ejemplo, Ye Ye y Kokeche fueron las elegidas de la juventud. En el 68 prefirieron a Jake y finalmente el año pasado las predilecciones recayeron en Zum-Zum.
Que los noctámbulos buscan renovarse permanentemente lo demuestra su inclinación hacia la novedad: Enterprise, Banana y Afrika fueron este año los templos elegidos.
Enterprise es una babilonia de hormigón con formas de plato volador y capacidad para seiscientas personas. El sábado los neófitos pudieron sobrecogerse con los efectos espectaculares lanzados desde las cajas de sonoridad, los vitrales y las luces, un conjunto que, aunque de dudoso gusto, brinda una aparatosidad de mamut irresistible. Los feligreses deben abonar entre 10 y 12 pesos nuevos por copa.
En Banana las pretensiones aparecen más módicas, aunque la clientela accede por un tobogán (es un subsuelo) y la excentricidad concluye allí porque la decoración se prodiga con mesura. Coronado por un jardín que tapiza el techo del local, el albergue resulta muy íntimo.
Un fosforescente mural verde con reminiscencias egipcias (imputable a Nicolás García Uriburu) presidió las noches en Afrika. En realidad se trata del antiguo Llao-Llao pero que rebautizado congrega un público "de Rolex y vestido en La Solderie" como conjeturó un asistente. También allí la copa cuesta 12 pesos nuevos.
El furor carnavalesco se desató al ritmo de temas cantados en castellano por Donald, El trío Galleta, La Joven Guardia, Trocha Angosta y Los Náufragos. Las preferencias xenófilas se volcaron por Johnny Mathis, Tom Jones, y obviamente Los Beatles. De todos modos los contoneos de la avenida Constitución peligran. La amenaza municipal de cumplimentar la Ordenanza 1516/52 hacía peligrar las ansias de bailotear más allá de las cuatro de la madrugada.

 

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Boliches en Mar del Plata


 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

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