Revista Periscopio
21.07.1970 |
El dilema es más serio de lo que parece. Los grandes diarios de las
metrópolis se ven obligados a caer en la despersonalización para
satisfacer a un público cada vez más numeroso, heterogéneo y
anónimo. La concentración de la prensa en manos de una elite
minoritaria es simplemente el efecto obligado de la competencia y el
periodismo de masas. Obligados a incluir en sus páginas toda la
actividad nacional e internacional, los grandes medios de noticias
tienen que relegar la información procedente de ciudades de segunda
categoría o de pequeños pueblos.
Los diarios de nivel nacional se ven amenazados, así, de convertirse
en una fría reseña de hechos cuya magnitud no les confiere mayor
interés para los lectores. Muchos prefieren enterarse de lo que
ocurre en el club del barrio, en la sociedad de fomento o aun en las
municipalidades, antes que descifrar las claves de los
enfrentamientos religiosos en Irlanda del Norte.
De ahí que en los últimos años haya resurgido de entre las cenizas
otro tipo de periódicos, pequeños, cálidos, a veces hasta humanos,
que llegan a competir con medios de comunicación infinitamente más
desarrollados. Es el pasquín, como lo llaman sus detractores, o la
pequeña prensa regional, según el respetuoso bautismo de quienes
viven del chisme.
Aunque no son explotados convenientemente en el aspecto comercial
responden a una exigencia indiscutible. La pugna por el aviso de la
inmobiliaria en auge, los ataques al Intendente, los chantajes para
silenciar quejas a cambio de publicidad bajo cuerda, las
alcahueterías lugareñas en letras de molde y los ataques cruzados
con la competencia, son la sal y pimienta de esta peculiar
especialidad.
Un inmejorable caldo de cultivo para el miniperiodismo pareciera ser
el conurbano bonaerense. Sin embargo, pese a la proliferación de
importantes centros comerciales sólo se editan actualmente tres
diarios regionales de alguna envergadura: La Unión, de Lomas de
Zamora, y los quilmeños El Sol y Enfoques. Aparte de ellos
centenares de publicaciones, algunas diarias, otras semanales, pero
la mayoría casi sin avisos, suelen convertirse en panfletos
políticos al servicio de algún alcalde o de la oposición.
CUANDO SALE EL SOL
Si el medio millón de quilmeños careciera de él no habría de qué
hablar en peluquerías, bares y clubes. El diario fundado hace más de
cuatro décadas por José Antonio Blanco, un gallego de 74 años que
sigue dirigiéndolo, es como el sol: rara vez dejó de salir. La
identificación de Blanco con su empresa es simbiótica. Llegó a la
Argentina al empezar el siglo y ancló en Rosario, donde deambuló por
ignotas imprentas. Una vez en Quilmes creó la revista El Plata, de
efímera vida, hasta inventar El Sol.
Desde el vamos lo acompañaron los conflictos políticos. Ya en el 30,
el 7 de setiembre, partidarios de la contrarrevolución radical
estuvieron a punto de
incendiar las instalaciones. Los indignó la prédica antiyrigoyenista
destilada con el pretexto de una campaña contra el aumento de las
tarifas del transporte.
Cuando la crisis económica lo envolvió en sus garras, Blanco sostuvo
una lucha sin cuartel por sobrevivir: hasta llegó a empeñar un
Longines de tres tapas por 14 pesos para conformar a los gráficos y
conseguir papel.
Las presiones de los así llamados intereses creados, análogas a las
que sufre a veces la prensa grande pero mucho más evidentes, lo
pusieron más de una vez entre la espada y la pared. Una compañía de
electricidad le hizo un ofrecimiento crudamente monetario que
triplicaba el capital de la publicación; no lo aceptó. Hace poco
hubo otro interesado. Era el entonces Obispo de Avellaneda y vocero
del peronismo, monseñor Jerónimo Podestá. Un Intendente radical
quiso sobornarlo con un contrato de publicidad por novecientos mil
pesos: los que llevaron la propuesta, empleados del diario, se
quedaron sin trabajo.
"Hace tres años Dante Ferrero, entonces Intendente de Quilmes, llamó
a Blanco a su despacho para pedirle que eliminara de la redacción a
uno de los periodistas, de militancia radical en la zona. Se cuenta
que El gallego, antes de irse, tuvo tiempo de decir: «Yo nunca
vendría a la Municipalidad para pedirle la cabeza de algún
funcionario; en su casa manda usted y en la mía mando yo»", relata
un amigo.
Es que así como La Prensa es el diario de Paz y La Nación el de
Mitre. El Sol es —salvando las distancias— el diario de Blanco. Le
ha impreso su criterio personal, su manera de ser, y lo ha
convertido en una costumbre, como concurrir a misa en la parroquia
de la Inmaculada. Cada movimiento contra algún edil significa un
viaje hasta La Plata y la exhibición ante las autoridades
provinciales de voluminosas carpetas de recortes.
En los últimos años El Sol se ganó fama de opositor. El anterior
Intendente cayó después de una de sus escaladas periodísticas. Entre
las notas que alcanzaron mayor repercusión se cuentan las que
originaron un levantamiento popular por la instalación de una quema
de basura en Ezpeleta. Jorge Ignacio Cichero, el actual alcalde,
también suele desayunar con el temible periódico a mano.
Porque ocuparse del municipio es más una necesidad que una manía. La
Comuna constituye, sin duda, el tema noticiable de mayor magnitud en
la zona. Junto a él interesan también los baches, los baldíos, las
edificantes reuniones de los clubes rotarios, los partidos de fútbol
y la Iglesia. Así se conforma la materia prima que degluten
cotidianamente los habitantes de Quilmes, Berazategui, Avellaneda y
Florencio Varela. Se editan unos veinte mil ejemplares para
abastecer a un mercado potencial de un millón y medio de lectores;
de aquéllos el cuarenta por ciento se vende por suscripciones y el
resto en los quioscos o a través de los canillitas. En los buenos
tiempos llega hasta las 16 páginas pero cuando baja la publicidad
apenas tiene 12. Diez periodistas y dos fotógrafos se bastan para
llenarlas.
El Sol transita a medio camino entre la información nacional y la
excesivamente local. Tanto puede titular con "Aramburu: nuevas
versiones en torno a su extraño secuestro", a seis columnas cuerpo
60, como abrir la primera plana con "paraliza un decreto la
construcción en Quilmes", también a seis columnas, cuerpo 72. Lo
mismo da ocuparse de la agitación estudiantil en Córdoba o de un
subsidio para una sociedad de fomento local. Lo único que jamás se
encontrará en sus páginas es información internacional.
A las familias tradicionales de Quilmes parece tenerlas sin cuidado
la guerra de Vietnam o la situación de Berlín, porque lo reciben por
correo aunque vivan a veinte metros. Funcionarios, dirigentes de las
denominadas fuerzas vivas, hinchas de Quilmes y desocupados son los
mejores clientes. Para algunos. como Delia Ofredi, que adquirió un
ejemplar en la estación, "es interesante porque habla de cosas que
le ocurren a gente conocida". En cambio, Jorge Pardo, de 23 años,
buscaba algo más: "Lo compro porque estoy sin trabajo y trae muchos
pedidos; leo algo de deportes y después lo tiro". Lo cierto es que
El Sol se vende y brinda, además, un servicio único en el mundo a
sus suscriptores; junto con el primer ejemplar traído por el cartero
reciben un seguro de vida absolutamente gratis con una prima de un
millón de pesos viejos.
"La situación es muy difícil —suele jactarse Blanco— pero yo no
puedo cerrar una fuente de trabajo: el diario no es mío, sino de
Quilmes, de la comunidad."
OTROS ENFOQUES
No tiene ni dos años y ya compite en toda la zona Sur. Cuando un
grupo de discípulos de El Sol (Domingo Costa, Tomás Antonio Aguilar,
Rodolfo Imperiale, David Tolzes, Federico Sívori, Marcos González,
Oscar Bousiguez, Luis Brizuela y Omar 'Clavelito' Andragnez)
decidieron en agosto de 1968 lanzar a la calle el bisemanario
Enfoques todos vaticinaron un fiasco. Los primeros meses fueron
azarosos, hasta el punto de que los fundadores tuvieron que
refugiarse en los favores del Intendente, a quien defendían contra
las vituperaciones de la contra. Así fue como empezó a aparecer
diariamente. El pasado 29 de junio se despidió por un tiempo, debido
—dijeron— a la necesidad de montar una imprenta propia (hasta ahora
cerraba a las 19.30, porque se imprimía en los talleres de El Día,
en La Plata).
A comienzos del corriente año la situación de Enfoques cambió
drásticamente. Todo se debió a la incorporación como director de
Tomás Giráldez, un quilmeño que heredó mil millones de pesos. De
director pasó a accionista y luego a único propietario, según se
susurra como si fuera un secreto. Su objetivo: crear una gran
empresa periodística.
La floreciente situación personal por que atraviesa le permite ser
indulgente con la competencia: "El Sol —explica— es un diario
definitivamente impuesto entre el público local porque tanto en la
época en que fue oficialista como cuando se pasó a la oposición,
mantuvo una cierta equidistancia y reflejó toda la actividad de la
ciudad". Y añade: "Nosotros salimos con visión de futuro, sin
ataduras políticas aunque encuadrados dentro de la Constitución
Nacional y de la religión católica, apostólica y romana". En
realidad, desde los lectores comunes hasta los funcionarios
municipales concuerdan en catalogar a Enfoques como oficialista y al
diario de Blanco como opositor. Los últimos dos intendentes reciben
con frecuencia los halagos del primero, mientras que el veterano
suele caerles pesado. Las críticas, sin embargo, nunca son tales;
rara vez superan la categoría de simples sermones.
"Todo el personal tendrá participación en la empresa, los empleados
serán accionistas", promete Giráldez, mientras evoca a su bisabuelo,
uno de los forjadores de Quilmes, y habla de la biblioteca de
cuarenta mil volúmenes que dice tener. El nuevo taller, que entrará
en funciones a mediados del mes próximo, consta de una rotativa,
cuatro linotipos, grabadoras y las demás máquinas necesarias. Aparte
del matutino, editará un vespertino y una revista.
El ímpetu de su rival inquieta a los directivos de El Sol. El
contador José Miguel Gaita puso en duda la suerte futura de
Enfoques: "Un diario puede tener, por circunstancias que no es del
caso analizar ahora, una mayor o menor aceptación —razona—; pero
ello dista mucho de que se consolide como empresa periodística; para
lograrlo hacen falta grandes capitales a invertirse en una actividad
sin renta inmediata, como no sea el orgullo de una límpida
trayectoria profesional".
Habrá que esperar. Si Giráldez cumple con su palabra Quilmes
asistirá a un duelo periodístico que desde hace décadas no se da en
la Argentina.
LA UNION DE LOMAS
Uno de los diarios más viejos del país (se fundó en 1897), se
conforma con mantener al tanto de los sucesos locales a los tres mil
quinientos habitantes de Lomas de Zamora. Don Filemón Naón y
Victorio Reynoso Cabral, sus fundadores, naufragaron en medio de la
crisis financiera y la publicación pasó a manos del dirigente
conservador Manuel Castro, cacique político del lugar. Tampoco tuvo
suerte y un empleado suyo, Luis Siciliano, terminó adueñándose del
periódico e inauguró una nueva etapa. La adquisición de rotaplanas,
linotipos y otras maquinarias le dio un nuevo rostro.
Hacia 1937 un nieto homónimo del viejo Castro volvió como un
espectro familiar y retomó para los suyos el control de la empresa,
hasta que diez años más tarde se hizo cargo un triunvirato integrado
por David Wosco, Juan Ángel Gritta y Luis Vigo. El último falleció y
los otros son hoy los únicos propietarios. Juan Carlos Fortassie, su
actual secretario de redacción, comenzó hace tres años, como
corrector, una carrera meteórica.
La Unión dejó de aparecer en dos oportunidades. En 1943 fue víctima
de sus dificultades económicas y entre 1950 y 1955 el peronismo se
hizo cargo de la empresa sustituyéndolo con El Regional. Tira unos
quince mil ejemplares de los que un diez por ciento se distribuye a
suscriptores, generalmente viejos vecinos, y emplea a cincuenta
personas, entre ellas ocho redactores. Está en plena construcción un
nuevo edificio para el taller, donde se instalará una rotativa Goss
Unitube recientemente adquirida en Estados Unidos y tres linotipos
automáticas, toda una revolución. Pronto será posible ampliar a 16
el número de páginas y acabar con una tortura: el rechazo de
publicidad por falta de lugar.
A diferencia de otros órganos análogos, La Unión se distingue por
proveer abundante información nacional y mundial, algo insólito si
se considera que rara vez un diario local se anima a publicar
noticias que excedan su zona de influencia. Como es obvio, la lucha
con los enormes periódicos porteños es desigual y el estancamiento,
inevitable. El descenso de la venta coincide, más o menos, con los
índices de morbilidad de la Comuna.
"Queremos dar al lector todo aquello que resulte de interés general,
en cualquier plano —se defiende Fortassie—; nuestro orden de
prioridades es: información local ante todo, luego la argentina y
después la internacional."
En cuanto a la relación con los sucesivos intendentes prefiere la
cautela: "Siempre mantuvimos una posición equidistante con las
autoridades y nos reservamos el derecho de formular críticas
constructivas sin quebrar la objetividad en lo que se refiere a la
gestión municipal".
Como El Sol, La Unión es un órgano alimentado por el paso de los
años. Sin embargo, se diferencia de los demás porque no intenta
modificar su estructura y se obstina en vegetar. Llena sus páginas
con información abundantemente suministrada por diarios más grandes
y mejor hechos y regla las noticias locales a un escueto diez por
ciento. Como carece de grabados es lo más parecido a una pesada masa
de plomo. Lo único que lo salva es que se vende, en gran parte, en
la estación de Lomas, adonde todavía llega antes que los matutinos
porteños.
Tanto La Unión, como El Sol y Enfoques integran el grupo de notables
del periodismo regional. Disponen de una capacidad económica
respetable y una tradición que asegura su permanencia pese a
eventuales contratiempos. Pero pende sobre su futuro la amenaza del
aburrimiento. Más que para nadie, renovarse es para ellos cuestión
de vida o muerte. Todo consiste en saber manejar la renuncia de un
funcionario municipal, la renovación de autoridades en la sociedad
vecinal, los entretelones del club de fútbol, las actividades del
cura o el bache de la esquina. Son cosas que interesan a mucha gente
que no se anima a enterarse de lo que ocurre en el mundo y se
conforma con desmenuzar las vicisitudes de la escuelita de la
esquina.
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El rostro de la miniprensa: todos son iguales a los ojos de
Dios |
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Tomás Giráldez, director de Enfoques, y José Gaita, contador
de El Sol
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