Miscelánea 1968

PERSONAJES
Bertapelle también era una flor

"Estoy en guardia ante la muerte", susurró hace quince días, cuando lo visitó un corresponsal de Primera Plana. El miércoles pasado, su predicción se cumplió y Fernando Albiero Bertapelle dejó Córdoba, su ciudad adoptiva, definitivamente, Era pequeño, usaba anteojos y una flor sobre la solapa izquierda de su traje, impecablemente oscuro, Bertapelle (80 años) había perdido su nombre hace —por lo menos— medio siglo, para metamorfosearse en Ventanita Florida, un mito que convocaba la simpatía de toda la provincia.
Es que este italiano, oriundo de Bassano di Grappa, ejercía un curioso hábito: siempre que se cruzaba con una mujer derramaba sobre ella una nube de admiración. "Para cada una encuentro palabras distintas, los piropos que más le convienen. He dicho miles, sin faltar jamás el respeto", explicaba.
Aquella tarde estaba acostado, solo en medio del cuarto, acosado por la enfermedad que ya no lo abandonaría. "No, no sé cuál es el mejor requiebro que dije. Son todos igualmente hermosos porque la que los recibe es una mujer." Su misma definición del objeto de su ingenio, era un piropo: "La mujer no deja de ser una gran amiga, un consuelo, una virtud, un pedazo de vida para compartir las horas de angustia y de placer. La mujer es todo". Quizás él, que nunca se casó, lo sabía mejor que nadie, "Fue una promesa, una promesa que tiene sesenta años", memoró. Ella acababa de salir de la adolescencia y prefirió tomar los hábitos. Ventanita Florida —Femando en aquel entonces— le ofrendó su propio celibato; "la flor que llevo es también en recuerdo suyo".
Bertapelle llegó al país cuando tenía 10 años. Vivió con su familia en Buenos Aires, donde trabajó como litógrafo en un taller de la calle Rivadavia.
Con la Primera Guerra, "volvimos todos a Italia; mis padres murieron, yo quedé huérfano y decidí regresar a la Argentina. Me instalé en Córdoba", Allí inició una nueva profesión: fue, alternativamente, buffetero en los ferrocarriles y mayordomo en cuatro estancias, A veces rozó la prosperidad: eran momentos de gloria que le permitían renovar un vestuario impecable. La pobreza, que lo cortejaba desde una década atrás, no desmayó esa afición; tan sólo la alteró: en lugar de flores naturales, sucedáneos de plástico engalanaron el ojal de Ventanita Florida. Pálido y triste, mientras se despedía de Primera Plana, lamentó: "Cuando uno está como yo, nada tiene gusto a nada". Pero el optimismo le iluminó una sonrisa mientras recitaba un piropo postrero: "En esa alcancía de perfume se cultiva vuestra flor ardiente con el riego sublime de este pobre jardinero". Debiera ser el tierno epitafio que Córdoba dedique a este viejo memorable.
16 de julio de 1968

RESTAURACIONES
Por qué doblan las campanas

El repiqueteo atrajo la atención del Presidente Onganía, quien luego de escuchar satisfecho los primeros acordes de 'Mi bandera' se encaminó a la catedral para el Tedeum del 9 de Julio. Sacudiendo una modorra que lo inmovilizó más de 25 años, el carillón del Concejo Deliberante acompañó la comitiva con su armónico estrépito, que incluía piezas militares y folklóricas.
Fabricado por una firma alemana, las treinta campanas del carillón fueron instaladas originariamente alrededor de la torre principal; pero la mala difusión del sonido provocó una controversia que dilató la habilitación definitiva. Meses después se agruparon las piezas en una enorme construcción metálica ubicada en la terraza, pero los altos edificios circundantes refractaban los sonidos, que llegaban muy distorsionados hasta los ansiosos oyentes.
Por eso, en 1937 se proyectó el traslado de la maravilla al Parque Chacabuco, una disposición que jamás se cumplió. "Originariamente costó 173.000 pesos: ahora se cotiza en 21.625.000 pesos", aclara Luis Agthe (65 años, casado), el técnico que restauró las campanas musicales, que en total acumulan 27.350 kilogramos de cobre y estaño. Los funcionarios del Consejo acariciaban la idea de poner en funcionamiento su carillón desde 1958; el actual delegado ejecutivo, coronel Marcelo Renauld, compartió el entusiasmo y dispuso asignar una partida de 175.000 pesos para la empresa.
"Todo se hallaba en pésimo estado —memora Salvador Morelli, jefe de conservación del edificio—; los cables e instalaciones comidos por las ratas, líneas y relais en malas condiciones." Setenta días de trabajo continuado —"los muchachos se tomaron el asunto como una cosa de amor propio"— permiten que los músicos Norberto Capelli (19 años) y Carlos Morelli (25) desgranen los sones desde un teclado.
23 de julio de 1968

Primera Plana

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Ventanita Florida. Genio y figura
Técnico Agthe y el carillón

 

 

 

 

 

 

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