Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

Misceláneas
1969-1970

Revista Periscopio
16-12-1969

EDIFICIOS
LA TORRE DEL STATUS
Un reinado caerá: el edificio Atlas. 44 pisos en la esquina de Viamonte y Alem, el más alto de Buenos Aires hasta ahora, perderá su cetro. El sucesor, bautizado Europa, remontará 66 pisos muy cerca de allí, en el rectángulo delimitado por Lavalle y las avenidas Corrientes y Leandro Alem.
Todo comenzó hace tres meses, cuando la firma Calvet —propietaria del vetusto solar donde se elevará el monstruo— llamó, por invitación, a concurso privado de anteproyectos y antecedentes. Al fin, la semana pasada, se anunció el triunfo de los arquitectos Luis Caffarini y Alberto y Carlos Ricur.
"En razón de las características excepcionales del terreno (103 metros sobre Alem; 46 sobre las laterales), su emplazamiento en pleno corazón comercial y su altura poco común —razonan los elegidos—, la propietaria decidió que se proyectara un edificio de gran interés plástico y alta calidad de ejecución." En realidad, se trata de tres torres —dos laterales de 46 plantas cada una y la central, el nuevo record— que demandarán tres años y otras tantas etapas de trabajo. "Pero tuvimos que terminar el proyecto en 50 días —resuella Caffarini, 38—. Fueron casi dos meses de café, sandwiches y cigarrillos."
El costo, 9.800 millones de pesos, será financiado por un consorcio reclutado entre las firmas interesadas. Aunque la superficie —141 mil metros cuadrados— podría absorber unas cinco mil oficinas de tamaño convencional, los productores no disimulan su intención de repartir las instalaciones entre "no más de veinte grandes empresas". No les va mal: una firma —se reservan el nombre— ya pidió veinte pisos, algo así como 15 mil metros cuadrados.
En la obra se utilizarán materiales comunes, de los que pueden conseguirse en el mercado argentino. "El único requisito para que la obra salga bien —estima Carlos Ricur, 30— es una buena organización del programa de trabajo."
Pero ¿vale la pena invertir casi diez mil millones de pesos en semejante edificio? "Si —responde Caffarini—. En primer lugar, se amortiza un terreno valioso; por otro lado, hay que tener presente que se espera instalar a firmas que son cuidadosas de su prestigio institucional y no irían a otra parte." Aunque no hay certeza —ni declaración oficial alguna—, los iniciados deslizaron que Air France, Citröen y hasta algunos servicios de la Embajada de Francia posarían allí sus plantas.
Cada piso costará alrededor de 70 millones de pesos; los incrementos de altura deberán pagarse a razón del 2 por ciento por planta. Abajo se instalarán bancos, un cine, un teatro, sala de conferencias y comercios; en las alturas, un mirador panorámico con restaurante, bar, confitería y pista para helicópteros. Los pisos 65 y 66 serán más exclusivos: habrá un comedor para el personal jerárquico de las compañías y "jaulas de golf y demás servicios que hagan a su vida de relación", explican los arquitectos. No hay dudas: llegar allí será el sueño dorado de cualquier ejecutivo en ascenso.
Para la ciudad, en cambio, se trata de un monstruo gigantesco, cuya figura no parece demasiado estética. "Es una malformación arquitectónica", se quejó, furioso, un joven estudiante que analizaba la silueta del futuro edificio, la tarde en que se conocieron los planos.
16/XII/69 • PERISCOPIO 13

FESTIVALES
DE LOS MEJORES EN EL PAÍS
El espectáculo estuvo dentro y fuera del espléndido anfiteatro —obra de Héctor Dauguet— levantado especialmente para alojar al III Festival del Canto Argentino, en Balcarce. Enclavado al pie del Cerro El Triunfo, facilitó —quizá por casual analogía con el nombre orográfico— el acceso a un meritorio, equilibrado balance final de la muestra. En momentos en que la rutinaria organización de otros 120 encuentros similares prolifera a lo largo y a lo ancho de cuanta región turística se desea promocionar, las expectativas no eran demasiadas. Sin embargo, público, organizadores y participantes se comportaron en forma tal que la municipalidad balcarceña a estas horas todavía debe estar recreando sus alternativas.
Contratado con varios meses de anticipación, Alberto Olmedo incurrió en comentada deserción. Según se supo más tarde, un reciente premio a su labor (¡rucucu!) le habría insuflado ánimos para exigir cachet suplementario. La estropeada laringe (acusó a la baja casi invernal temperatura ambiente) de Héctor Larrea, sorteó con altibajos la tarea de presentar a los participantes. La elección de los invitados, por una vez, supo conciliar —aparentemente sin conflictos— el barómetro de la popularidad con módicas, aceptables dosis de profesionalismo. Así, desfilaron en estoica cabalgata contra el imprevisto frío, Mercedes Sosa, José Larralde, Jorge Cafrune, Los Chalchaleros, Daniel Toro, Horacio Guarany, Hernán Figueroa Reyes, Marián Farías Gómez, Ginette Azevedo, Astor Piazzolla, Amelita Baltar, Roberto Goyeneche, el requerido Osvaldo Piro, la expectante Julia Elena Dávalos, el Cuarteto Vocal Zupay, las destrezas lúdicras de Los Bombos Tehuelches, y la imaginación casi norteamericana con que habitualmente se descuelga en sus presentaciones el ballet — supuestamente "folklórico"— de El Chúcaro.
A todos ellos se agregó (imposible no gratificar con los best sellers de la temporada) Sandro, y también la alicaída, reincidente histeria de Leonardo Favio. Entre estos últimos se concretó, quizás, el único torneo del festival por obtener las muestras de adhesión de las teenagers locales (ambos cobraron lo mismo, 700 mil pesos viejos por ocho canciones). En lo que bien podría haber sido una réplica de las apariciones de Alain Delon, el electrizante Sandro debió aceptar la asistencia de sus guardaespaldas personales para escapar sin averías del lugar. A todo esto, las reuniones de prensa conducidas por Rubén Benítez, director del Festival, permitían todo tipo de teorías, siempre a propósito de la música popular argentina. La experiencia teatral de Benítez (supo dirigir 'El cepillo de dientes, Hamlet') le permitió sortear la imposibilidad del mentado diálogo, y arribar a conciliatorios lugares comunes, obra y mérito de los circunstanciales protagonistas de la polémica. Nada mejor en estos casos. Sobre todo, cuando todavía se discuten las bondades coreográficas de El Chúcaro, al extremo de requerirse la siempre sospechosa, compulsiva adhesión de firmas y solicitadas. O cuando enfrentada Mercedes Sosa con Hernán Figueroa Reyes (además de intérprete, asesor folklórico del sello CBS Columbia) aquélla no tuvo reparos en achacar el estancamiento y falta de difusión de la producción discográfica autóctona "a los gringos que tienen la manija en las grabadoras".

SHOW PLUS
Lo que bien podría considerarse un anexo del festival estuvo, como de costumbre, en manos del mal gusto o la demagogia de algunos intérpretes. El insólito, casi cinematográfico rendez-vous de Jorge Cafrune —de a caballo y perseguido por indómita tropilla— con la estatua de Balcarce, en pleno centro cívico, produjo no poca conmoción. También la muy próxima maternidad de Julia Elena Dávalos originó cuidadosas, gentiles maniobras entre los organizadores, a las que se agregó el histrionismo de Favio, reforzado, otra vez, por la vistosa, complicada artesanía de sus sastres. Pero que se sepa todo esto es casi inevitable: pasa en las mejores familias artísticas. En el mejor de los casos, no hace sino complacer las especulaciones de cualquier organizador que se precie. Y Benítez bien puede ostentar ese título. Después de Balcarce, se apresta a asumir idénticas funciones en Cosquín y Río Ceballos.
PERISCOPIO
20/1/70

 

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Edificio
La esquina (1969)

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