Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Misceláneas
1970

Revista Periscopio

COLIQUEOS
LOS HERMANOS SEAN UNIDOS
Hace siete años quiso ser Diputada al Congreso. Al abortar el entonces Frente Nacional de Lima-Begnis, tuvo que conformarse con proseguir su anónima tarea de enfermera en la Capital Federal, a 270 kilómetros al Este del lugar que habitaba su gente desde 1861.
Ahora, la representatividad llegó por vía distinta, pero llegó al fin: Magdalena Elena Cayuqueo, hija del octogenario Cacique pampa fallecido hace tres meses (Periscopio, Nº 25), acaba de ser elegida para regir los destinos de la tribu de Coliqueo. Su batalla no ha de ser como las de sus antepasados (los que junto a Urquiza habían batido a Mitre en Cepeda, y que luego —noblesse oblige?— junto a Mitre vencieron a Urquiza en Pavón, lo cual les valió que el Gobierno de "don Bartolo" les regalase seis leguas de tierra): no la librará con lanzas sino con escritos, fotocopias y papeles sellados.
Magdalena está dispuesta a lograr los títulos legales definitivos de los campos que los Coliqueo recibieron hace más de un siglo en lo que hoy es Los Toldos. Es claro que hoy día los seis o siete mil pobladores rurales —a esta altura el mestizaje y las nuevas formas de vida ya no permiten hablar de "indios"— que aún quedan de la "tribu" están divididos por cuestiones personales, de intereses y hasta políticas. Pero puede ser que la presencia femenina ponga ahora orden y unidad en la casa. Será la primera inyección de sangre que aplicará la enfermera-Cacique.
Revista Periscopio Nº 37
Junio 2, 1970

Córdoba

CORDOBA
Y SE MOVIERON "POR OTRO 29"

"Mañana será un día peronista", confió a Periscopio el jueves, sombrío de nubarrones, el Negro Elpidio Torres, instalado en su sede de SMATA, nuevamente en compañía del Gringo Agustín Tosco. A pocas cuadras, esa misma tarde, el Jefe de la Policía cordobesa, coronel Héctor Romanutti, confirmaba un deseo opuesto de las autoridades provinciales: "Si llueve, el problema se habrá resuelto". Los estudiantes, concentrados en el comedor estudiantil, también especulaban con el tiempo: "Lo que más nos conviene —se dijo en una asamblea de 400 activistas— es que haya mucho sol y mucho viento: los gases se diluyen con más rapidez".
La discrepancia meteorológica velaba los últimos aprestos de la batalla que debía librarse el viernes 29, aniversario del cordobazo: estudiantes y obreros, profesionales y empleados se disponían a recordar los acontecimientos que conmovieron la Argentina un año atrás. Las primeras escaramuzas comenzaron veinte días antes, cuando trabajadores de las plantas IKA-Renault y Fiat ocuparon sus fábricas. La agitación estudiantil en homenaje a los universitarios caídos en Corrientes y Rosario, en mayo de 1969, desembocó en la penosa lección del viernes 22, cuando los estudiantes —después de mantener ocupada la Facultad de Ingeniería por doce horas— fueron desalojados en la forma más violenta que recuerde la bravía ciudad. La indignación general ardió la misma noche, en barricadas y fogatas repartidas por las calles del centro, y aseguró la "semana de agitación y lucha" preparada por la regional de la CGT a instancias de Elpidio Torres, descolocado en el conflicto de la planta de matricería de Perdriel.
Sin embargo, rondó el fantasma del temor; temor a una nueva, brutal represión, y también al previsible desborde de la furia popular. El lunes, Córdoba se había alarmado con los anuncios de dos robos: el de un camión de dinamita y el de 100 armas largas, en una conocida armería.
El viernes, humorísticamente, fue un día veraniego, de sol radiante. A las 10, ocuparon el centro los trabajadores de Luz y Fuerza, quienes, encolumnados, avanzaron por General Paz hasta la antigua plaza Vélez Sársfield, a la que últimamente le quitaron el "doutor". Casi no había Policía. En Kaiser, en Fiat, ocurrió otro tanto. El primero de estos talleres echó a la calle 2.500 obreros; llegados al centro, superaron los 3.000, a medida que se sumaba gente de los barrios. Iban delante unos 300 mecánicos en motocicletas; detrás la columna, con sus cartelones y estribillos peronistas. Torres, que aún cojea, enarbolaba su bastón.
La plaza —donde murió el año pasado el obrero Máximo Mena— fue el lugar del encuentro: 1.500 estudiantes, más de 3.000 obreros y el contingente de SMATA hacían un total de 8.000 presentes. Allí se vio con claridad la estrategia policial: todas las calles, hasta la distancia de diez cuadras, estaban totalmente cubiertas por los hombres de Romanutti. Hablaron Torres, Tosco y el estudiante integralista Juan Schiaretti, 20 años, delegado por la Interfacultades.
Terminado el acto, se vislumbraba una marcha hacia la CGT; pero Torres, con un numeroso grupo, desapareció por una callejuela, rumbo a Kaiser. La multitud, desorientada, inició una tremenda pedrea; los agentes tenían miedo, pero no claudicaron. Los manifestantes llegaron a 10 metros de distancia y ellos, aún, no podían disparar sus gases. El oficial gritaba por el trasmisor: "¡Déme la orden, que me comen!"
Después del desbande, se erigieron barricadas por todos los barrios, se incendiaron automóviles y se quebraron vidrieras. Los fugitivos se hicieron fuertes en Barrio Güemes, pero el dispositivo policial también los desalojó de allí, con rapidez. Resultado: 103 detenidos, 3 autos incendiados, un policía herido, el arresto momentáneo del dirigente gremial Alejo Simó. Un grupo que tomó el barrio Bella Vista se mantuvo hasta la madrugada.
JORGE NEDER
2/VI/70 • PERISCOPIO N° 37 • 19

 

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Cayuqueo
 
 

 

 

 

 

 

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