Revista Periscopio
18.08.1970 |
CASOS ARGENTINOS
¡Fantasmas!, se asustaron los vecinos. No era para menos: la casa
—Riobamba 1058, Rosario— está vacía y durante varias noches se
oyeron ruidos extraños. Un comerciante, en fin, llamó a la Policía;
el martes, cuando los agentes ya estaban dentro, llegó Eduardo
Oliva, amigo del dueño y cuidador honorario. Naturalmente, en las
habitaciones abandonadas no vivían fantasmas: los ruidos, sin duda,
eran de algunos ladrones que se aventuraron. Pero una historia
increíble aguardaba a todos, a todos menos a Eduardo Oliva.
Katsusaburo Miyamoto gustaba calificarse de "argentino y rosarino"';
nació en Ibaraki, Japón, hace 78 años, y las Ciencias Naturales
encontraron en él a un paciente estudioso. Empleado del Ministerio
de Agricultura de Santa Fe, pudo salvar de la extinción al histórico
pino de San Lorenzo. Sus experimentos con árboles enanos
(nanodendros, según los llamaba, le ganaron fama; también se tuvo
noticia de sus investigaciones sobre la conservación de cuerpos
(eonosomía). Jamás reveló sus secretos; pobre de recursos, nunca
aceptó cargos ni dádivas, fueran locales o del exterior.
Su amor por Carolina Colombo, una italiana viuda, merece la lira de
un poeta. Sin embargo, Katsusaburo nunca escribió versos: una vez
casados, los dos se aislaron del mundo en la finca de Riobamba, él
entregado a sus labores, ella sufriendo penurias económicas. Doña
Carolina murió en 1958, y el pobre marido sintió que la tierra se
abría bajo sus pies. ¿Qué mejor tributo que embalsamarla, impedir
que el tiempo destruyera carne y huesos?
Clandestinamente, retira el cadáver del sanatorio, obtiene un
permiso judicial, y durante dos años —día y noche, a veces sin
comer, a veces sin dormir—- trabaja en su obra definitiva.
Finalmente, extiende el cuerpo en la cama, lo cubre con una sábana;
quienes lo vieron, señalan que Katsusaburo logró cristalizar la
sangre, mantener la porosidad de la piel, las vísceras, el cabello,
las uñas. En 1967 lo derriba un infarto, del que convalece en lo de
Oliva; su familia lo invita a ir al Japón, y allá se marcha en mayo
del 68, con su amigo.
Antes de regresar, los médicos le ordenan que no viaje; Oliva vuelve
solo, Katsusaburo se queda en Tokio. Le ha pedido que le envíe el
cadáver de su mujer; ahora desea exponerlo nada menos que en la
Feria de Osaka.
JUSTICIA
UNA MUJER EN LA CORTE
La Corte Suprema de Justicia de la Nación está por cumplir
(diciembre 15) el 108º aniversario de su nacimiento; ha de recordar
esa fecha con una novedad: la inclusión de una mujer en su elenco.
El jueves pasado, el Gobierno anunciaba el nombramiento de Margarita
Argúas, 65, soltera, para cubrir la vacante de José Francisco Bidau,
muerto el 25 de julio último.
Es la cuarta vez que la elegante doctora Argúas protagoniza un
antecedente similar. Juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Civil desde 1958, fue la primera mujer en desempeñar un cargo de ese
nivel; la primera, también, en acceder a la presidencia de la
International Law Association, entidad con un siglo de vida (agosto
de 1968, mandato por dos años), y en ingresar a la Academia de
Derecho y Ciencias Sociales (octubre, 1968).
La señorita Argúas se recibió de doctora en Leyes y Jurisprudencia,
con diploma de honor, en 1926, e inició sus tareas profesionales en
el estudio de Pablo Calatayud, luego Ministro del régimen de
Uriburu. Un lustro más tarde es designada profesora adjunta en la
Facultad de Derecho, funciones que abandona en los albores del
peronismo. Reincorporada en 1955, obtiene en 1966 la cátedra de
Derecho Internacional Privado, mediante concurso; pero renuncia en
mayo de 1969, por disidencias internas, si bien ella fundamenta su
resolución en la absorbente labor que le demanda la Magistratura.
El viernes 14, a la tarde, desalentaba a un periodista en su
despacho del cuarto piso de Tribunales, sobre Lavalle: "Lo lamento
mucho. Ya en las jornadas de la International Law me negué a los
reportajes. Es mi norma". A esa hora, ya había recibido las
felicitaciones de Camaristas y Jueces; también se presentaron tres
de sus cuatro colegas (los Ministros Chute, Risolía y Cabral), amén
del Procurador General de la Nación, Marquardt.
Había llegado hasta su oficina en su Peugeot 505, color verde oliva,
desde su casa en Callao 765, sexto piso, donde vive con una hermana
y dos criadas. Vestía tapado azul turquesa, semilargo, zapatos del
mismo tono; las empleadas de la Cámara Civil hicieron una colecta
(doscientos pesos por cabeza) y le enviaron un ramo de rosas
bordeaux. Este fin de semana no pudo descansar en su quinta de
Ingeniero Maschwitz: el domingo viajaba a Holanda, para participar
en la asamblea de la International Law Association.
Días atrás se mencionaba a la doctora Argúas como posible
Subsecretaría de Cultura y Educación; es que, al parecer, el
Presidente desea que también allí trabaje una mujer.
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Katsusaburo y el cuerpo de su mujer: Dos años
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Doctora Argúas |
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