Miscelánea 1968
Minujin
Sexteto Tango

POWDER POWER — Miles de personas se sumergen en Exportación e Importación, la nueva kermesse ofrecida por el Instituto Di Tella hasta fin de mes: el espectáculo dura 45 minutos e incluye diapositivas de actualidad, bailes de moda y ropas extravagantes. Es el último invento de Marta Minujin, 24, y ella lo califica de "contagio de sensaciones", en tanto rutilan sus amuletos y pulseras. Para instaurar este paso de comedia, Mrs. Minujin vino de Nueva York con su hijo Facundo, 3, y todos los gastos pagos; la extravagancia ha costado 2.100.000 pesos, el sueldo anual de un Ministro. Pero nada es suficiente para Minujin y sus curiosas ideas acerca del arte y el mundo; aquél es una forma de cambiar a éste, el vehículo de participación de las mayorías. En cuanto al mundo, ella está con la paz y contra la guerra, salvo en el caso de los negros, que tienen derecho a atacar a los blancos. Estas tesis fascistas, que no condicen con su defensa de las mayorías, la llevan a militar en el Black Power y acaso a confiar en la Black Powder. Claro que "yo soy intemporal y desclasada, como todos los artistas", ¡Patapúfete!

TEMPLOS
El Parnaso canyengue
"Debe ser un conjunto uruguayo; ellos también saben hacer tango. "¡No seas bestia! Si el primer bandoneón es Ruggierito..." 'Pero, por favor, Ruggiero toca con Pugliese.' Los entendidos, pero no tanto, se callaron entonces para aplaudir frenéticamente. Era el Sexteto Tango, que suena en el Caño 14 desde hace seis meses.
A las 11 de la noche, los feligreses llegan en tropel y se prosternan ante ellos. El oficio comienza puntualmente, cuando un ritmo que nació orillero resurge en pleno Barrio Norte.
Desde 1965 el Caño gratifica a sus imagineros: Héctor Stamponi, Antonio Maida, Vicente Fiasche, Atilio Stampone y el ex futbolista Rinaldo Martino. "Emprendimos la aventura con bastante pesimismo —memora Stamponi—. A pesar de que desde los tiempos de las confiterías con palco no había lugares para el tango, nos largamos con miedo."
Ni el cálculo más optimista hubiera presagiado las multitudes fervorosas que los acompañan cada noche. Claro que el Olimpo estaba completo entonces: Troilo y Salgan; Franchini y De Lío. Y también Rivero, el sumo sacerdote. Después la cautela cedió, abrumada por la euforia," y los cinco socios —"Una delantera para el tango", como dice Martino— buscaron un templo más vasto. "El inconveniente era que debíamos mantenernos en el Norte para aprovechar el impacto en ese sector", recalca Stamponi.
Levemente restaurada, una antigua y fracasada boite, Samoa, en Talcahuano al 900, ofrece cada noche cinco horas y media de tango sin interrupciones. El programa incluye los destellos de Enrique Mario Franchini; los tanteos expresivos, prometedores, de un intérprete (Néstor Fabián) que no vacila en confesar: "Aquí estoy aprendiendo a cantar". Después, o quizás antes, porque no hay órdenes fijos, Grela y Federico arrebatan a los fieles v encandilan a los neófitos. Desde una imprecisa distancia, remarcada por su miopía, el guitarrista aporta la precisión de un lenguaje vastísimo, y Federico la exuberancia: "Al principio, la gente me comparaba con Pichuco; me juzgaba y condenaba sin oírme; ahora, con Roberto, aprendí a manejar el suspenso, a detenerme, a no arriesgar la vida en cada pieza". Según Grela, "con Troilo el juego era más íntimo; con Leopoldo no hay límites".
Se supone que el demagógico Goyeneche, con su recitación descomedida, es la étoile del espectáculo. En cambio es el Sexteto Tango el que despliega la fascinación suprema. Sus integrantes, autores de piezas memorables durante los últimos quince años —La bordona, Danzarín, Nochero soy—, estremecen con sus ataques: Ruggiero y Lavallén (bandoneones), Herrero y Balcarce (violines), Alcides Rossi (contrabajo) y Julián Piazza (piano) superaron un problema económico y un esquema agobiante.
Los seis coinciden, con personalidad diversa, en un fraseo preciso, imaginativo pero sobrio. Con trajes que recuerdan las noches con palcos-orquesta de los años 40, crean un clima propicio para su confesión.
Blandiendo su arco, Balcarce explica: "Stamponi y Fiasché, que nos conocían muy bien, oyeron un ensayo y nos invitaron al Caño. No teníamos repertorio, no nos animábamos a lanzarnos". Pero aquel día, Stamponi replicó con lucidez: "Vengan, no sean pavos; si hace falta, tocan la misma pieza todas las noches y listo". Ya suman una veintena.
30 de Julio de 1968
PRIMERA PLANA

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Marta Minujìn
Marta Minujin


Sexteto Tango


 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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