Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

MISCELÁNEAS 1968

 

Revista Primera Plana
19 de noviembre de 1968
28 de noviembre de 1968

Playas
Guerrero creo Cariló

Todavía es sólo un páramo silencioso, bordado, de álamos, pinos y eucaliptus que se derraman a los pies del Atlántico. Sin embargo, los escasos visitantes que se aventuran en Parque Cariló —entre Valeria del Mar y Villa Gessel— quedan atrapados en el encanto de los senderos abrumados por la vegetación y la vasta playa tranquila. Dentro de un lustro, estas 1.700 hectáreas serán, tal vez, el centro de veraneo más sofisticado del país. Entonces, Héctor y Carlos Guerrero, Eleonora Guerrero de Chindler y Beatriz Guerrero de Vivot habrán consumado los fervores de su padre, don Héctor Guerrero.
La historia se remonta a principios de siglo, cuando Guerrero, propietario de la estancia Charles —a 25 kilómetros de la costa y cuna de la célebre cabaña de Aberdeen-Angus—, adquirió Dos Montes, un terreno asolado por los médanos. Para el pionero fue un desafío: la batalla comenzó en 1920 con las primeras plantaciones. Las carretas transportaron, laboriosamente, árboles y plantas desde Charles. Guerrero se empecinó en dirigir las tareas.
En una época en que se desconocían los métodos de plantación sobre arena, el visionario alcanzó a colocar 600 mil plantas anuales; el 30 por ciento se moría, fulminadas por el viento salino. La epopeya arrastró a Guerrero, en 1935, a un viaje hasta el desierto de Sahara: de allí importó pasto para fijar médanos y un camión Renault de doce ruedas. El vehículo no le sirvió para nada: las arenas de Cariló son más finas que las de Argelia y hubo que volver a las carretas. Poco a poco, los árboles —plantados de atrás hacia adelante— comenzaban a crecer. Fue sólo el principio: Guerrero se obstinó en que los médanos subieran y bajaran para organizar declives más armoniosos.
Finalmente, en 1940, erigió una casa de piedras y cristal y se convirtió en el primer veraneante de Parque Cariló. Tres lustros más tarde, los hijos de Guerrero encargaron a los arquitectos Sánchez Elía, Peralta Ramos y Agostíni el proyecto de urbanización de 400 hectáreas, de las cuales 50 fueron destinadas a un campo de golf de 18 hoyos, 5 al centro comercial, 5 para hoteles y 10 al Country Club. La empresa The Myland, encargada de la venta de lotes, ya ha adjudicado 350 (mil pesos el metro cuadrado). Sólo hay cinco casas en construcción, cuyos habitantes gozarán de luz, teléfonos y caminos. Poco antes de abrazar la Presidencia, Juan Carlos Onganía compró un terreno. Sus vecinos serán —entre otros— el Príncipe Kinsky, el Barón von Dory, el general Manuel Laprida, Cosme Beccar Varela, Bonifacio del Carril y la polígrafa Carmen Gándara. A ellos, como a todos los habitantes de Cariló, los hermanos Guerrero le exigirán que sus casas sean un modelo de exquisitez. El primer paso para que ese bosque misterioso se metamorfosee en un exclusivo santuario para los exclusivos. 
19 de noviembre de 1968


El capitán y sus sobrinos
"Al principio se iba a hacer la exposición en un restaurante, pero los dueños tuvieron miedo de que las caricaturas resultaran demasiado obviamente políticas, y entonces los Lococo, al enterarse de nuestra orfandad, nos ofrecieron la galería de arte del Teatro Opera." Así explica Juan Carlos Colombres, Landrú, los entretelones de la muestra que él y sus 28 sobrinos (los dibujantes habituales de Tío Landrú) exhiben, desde el 15 de este mes, en el templo de la avenida Corrientes. Por allí discurren los "monos" de Félix, Off, Selbor, L. D., Aranda, Aldo Rivera, Basurto, Caloi, Ceo, Fantasio, Faruk, Góngora, Gorla, Hermán, Inos, Bofres, Irañeta, Koper, el propio Landrú, Lino Palacio, Manucho, Oscapi, Pratico, Robinot, Siulnas, Vilar, Viuti y Werffeli.
Tras tomar aliento, al cabo de semejante rol de tripulación, el capitán Colombres prosigue: "Es la primera exposición conjunta de una revista humorística; hubo una antes, pero se hizo en un carrito de la Costanera, lo cual automáticamente la convirtió en mersa". Entre las obras, que no tienen precio "porque la gente no está acostumbrada a comprar chistes para colgar", resaltan los dibujos de Gorla, una especie de manierista litoraleño que decora a los yippies como si fueran alhajas; la sátira agudísima de Ceo; y la baraja española coloreada a lápiz por Landrú himself.
28 de noviembre de 1968

Ir Arriba

 

 


 

 


 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

Búsqueda personalizada