CARDIN
Un socialista de moda

Usaba un traje color beige —de saco largo y semientallado— que armonizaba con la camisa verde nilo, una corbata ancha y un pañuelo llameante en el bolsillo izquierdo. Vestido de pies a cabeza por él mismo, Pierre Cardin soportaba con estoicismo los embates de una desordenada conferencia de prensa. El jueves pasado, los salones del hotel Alvear se atiborraron con medio centenar de periodistas que pugnaban —casi inútilmente— por vencer la valla que le oponían una decena de modelos locales y una miríada de propietarias de boutiques. El activo 'couturier' permaneció en Buenos Aires tres días. En ese lapso celebró otros tantos desfiles, contestó millares de preguntas y concretó la venta de licencias a confeccionistas argentinos.
"El éxito —filosofó— exige muchos sacrificios. El peor es, sin dudas, la pérdida de la libertad." Una ausencia colmada, seguramente, por los 600 mil dólares que factura anualmente la firma Cardin. Hace una década, este hijo de venecianos vislumbró que "la 'haute couture' se había muerto. Ya no era posible seguir creando para un puñado de millonarias que odian pagar los modelos exclusivos". Por eso, el fervoroso gaullista oculta "un defensor del socialismo cuando se habla de moda. Hay que salir a la calle, quiero vender mi ropa en los supermercados, en las tiendas, donde sea".
Mientras saboreaba un abundante plato de tallarines, este hombre de mirada lánguida y pelo plateado insistió ante Primera Plana: "La moda debe ser actual. No creo en la recreación del pasado; la moda 1930 estaba bien para la época. Las mujeres que se visten así en 1968 son un mamarracho" En la mesa, las nueve mannequins y André Olliver —su brazo derecho— festejaban el próximo casamiento de Francoise con un arquitecto argentino. Cardin vigila de cerca su negocio. En su cuartel general del faubourg Saint Honoré, el empecinado creador imagina sus modelos; también los confecciona él mismo, discute con los ayudantes, presencia las pruebas y ensaya las luces antes del desfile. Fuera de los meses de colecciones (julio y agosto), la mitad del equipo viaja. Buenos Aires fue sólo un puerto del periplo que, esta vez, abarcará Portugal, Hong Kong, Nueva Delhi, Japón y Australia. "Cada vez —suspira— pienso que será la última ocasión, que no tendré fuerzas para tanta fatiga. Pero ya soy un poco gitano y en el fondo empieza a gustarme esta vida trashumante." Un ejercicio que lo obliga "a dormir pocas horas y a estar en todo".
Auspiciados por la Embajada de Francia y a beneficio de Fundaleu, los entretelones del desfile del jueves no estuvieron desprovistos de cierta dosis de color local. Las ansiosas modelos que se pavoneaban delante de Cardin para ser "descubiertas" deben haber palidecido de envidia cuando se enteraron de que sólo María Larreta fue contratada para ingresar en la troupe. "Esa chica —se admiró el melancólico Pierre— tiene un tipo fantástico; si viene a París la contrato inmediatamente." Un entusiasmo que ya había merecido Blanca Alvarez de Toledo de García Uriburu: trabajó chez Cardin durante toda su estada en Francia. Ahora, Blanca —una de las promotoras de la llegada del couturier— se reencontró con sus compañeros y se convirtió en algo así como la cicerone del grupo. La entrada al desfile —en los salones de la Embajada— costaba dos mil pesos. A cambio de esa suma, las organizadoras entregaban un ticket que no sólo había que mostrar a la entrada: también era necesario exhibirlo si se quería obtener alguna bebida. Sin ticket era posible hacerse acreedor a modestos sandwiches de miga (simples). La vicepresidenta de Fundaleu, Celia Sommer de Balcarce, protegía la entrada de un modo violento: "Sin entrada —vociferaba— no hay nada que hacer; si son periodistas no me importa, vengan otro día o que se arreglen como puedan".
Ajenos a tantas suspicacias, los integrantes de la cabine, bajo la batuta de Cardin, lui même, se cambiaban los zapatos mientras las vestidoras subían cierres y prendían botones y las ayudantas acomodaban pieles de marabú. En la colección presentada hubo dos estilos: la ropa de calle sobria, de corte geométrico y con reminiscencias espaciales, convertía a las modelos en fascinantes seres de otro planeta. Pero Cardin les devolvía la femineidad y la dulzura en las creaciones para noche: gasas etéreas, plumas y pieles envolvían a sus portadoras en nubes de colores. 
27 de agosto de 1968
PRIMERA PLANA

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Pierre Cardin y modelos

 


 

 

 

 

 

 



 

 

 

 

 

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