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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


Primer motor cohete civil argentino
Revista Mundo Argentino
1958




 

 

 

Ser joven, tener voluntad y decisión, para algunos significa poco o nada. Sin embargo, es todo. Porque juventud significa no detenerse ante los obstáculos, no frenar el ímpetu del espíritu ni la fuerza corporal ante lo supuestamente Invencible. Es seguir siempre adelante, por más que arrecie el viento y por más fuerte que sea la marea. Es querer demostrar la capacidad, la desenvoltura con que pueden actuar las mentes nuevas. Que son mentes libres de todo subterfugio, porque tienen los pies en el suelo, pero la mirada en las estrellas. Es mirar alto, mucho más allá de lo cotidianamente vista. Es salirle al paso al progreso, antes de que éste sea visible para todos. ¿Por qué, entonces, negarles a las mentes nuevas esa visión? ¿Por qué impedirles demostrar su capacidad de realizar lo que otros no pudieron? Ser joven significa mucho más que tener pocos años...

El valor de ser joven
Precisa. Exacta. Sin poner ni quitar nada.
Esta ha sido siempre la norma invariable de MUNDO ARGENTINO, que hoy queremos hacer resaltar al referirnos a un grupo de muchachos —estudiantes de ingeniería; uno de ellos recién recibido— que sorteando toda clase de obstáculos, inconvenientes y pesimismos, han construido el primer motor cohete civil argentino. ¿Qué tenían? Mucho: juventud, voluntad y decisión. Nada más.
Empezaron en 1954. Socios de la Asociación Argentina Interplanetaria, entidad que divulga todo lo referente a la cohetería y la astronáutica, primeramente tradujeron artículos de libros y revistas, recopilaron datos, estudiaron minuciosamente la gran cantidad de propulsantes que se pueden utilizar en esta clase de experiencias y analizaron los resultados obtenidos. Llegaron a la primera conclusión: había que limitar la elección de los elementos a los de fácil adquisición en el país. Entonces, optaron por la anilina (C6 H5 NH2); como combustible y el ácido nítrico rojo fumante (N O2 H) como oxidante. Prepararon las diversas tareas a realizar para llevar a cabo el proyecto: 1. Estudio teórico del motor y la confección de planos; 2. Fabricación; 3. Ensayos hidráulicos, y 4. Ensayo estático (prueba en banco). Todo esto demandó una enorme tarea, hecha con retazos de tiempo que quedaban después del trabajo diario y el estudio.
La etapa de preparación de planos y la construcción teórica del motor estaban listas. El motor, terminado, tendría una fuerza de empuje de 150 kilos.
Pero si esta etapa había sido difícil, la que quedaba —llevar a la práctica todo lo planeado— sería la más penosa de todas. Porque ya no se trataba de trabajo personal ni de perseverancia por llevar adelante el proyecto, sino de la financiación del mismo, la que resultaba prácticamente imposible, debido a los recursos limitados que poseían los integrantes del equipo.

Visión que no convence
El jefe del equipo, Osvaldo Lazzaron, y los integrantes del mismo, ingeniero Plácido Miguel Viarnés, César Hugo Bugés, Horacio Alfredo Viarnés y Eric Pollak, hoy sonrientes y satisfechos del éxito de su obra, nos cuentan la poca o nada aceptación que tenía la idea de construir un motor cohete en las empresas comerciales: "Se visitaron muchos talleres metalúrgicos y empresas de distinta naturaleza solicitando colaboración económica o facilidades para trabajar en los respectivos talleres, Sin embargo, en esos momentos a nadie convencía lo del primer motor cohete construido por civiles en Argentina y muy posiblemente en Latinoamérica. El pesimismo se adueñó de quienes habíamos trabajado con ahínco. Pero no se cedió totalmente. Se siguió bregando. Y cuando ya casi se habían agotado todos los recursos, y con ellos las esperanzas, surgió un taller metalúrgico que posibilitó la realización del proyecto, al ceder un lugar en su local y permitir la utilización de las máquinas y herramientas de su propiedad en cualquier momento, inclusive sábados y domingos. Con esa inapreciable ayuda y algunas donaciones de particulares se reanudó el trabajo, aunque en una escala menor, para lo cual se trazó un nuevo plan de emergencia mínimo, acorde con las disponibilidades que preveían las partes técnicas del motor.
"En la construcción de las principales piezas surgieron inconvenientes de toda índole. En aquel momento el acero inoxidable, de mucho precio, que necesitábamos para la construcción de la cañería, era material «crítico». Gracias a una firma comercial, que lo donó, pudimos conseguirlo. El trabajo necesario estuvo a cargo de otra firma voluntaria."
Los primeros ensayos que se realizaron con algunas piezas no fueron satisfactorios. Se fueron adaptando así a los planos proyectados modificaciones más exactas, que al final dieron el resultado esperado. Llegó el momento en que el buen funcionamiento del motor dependía solamente del cabezal de inyección. Esto y la merma rápida de los fondos monetarios que poseía el equipo obligaron a suspender los trabajos, aproximadamente por un año. Pero, de pronto, todo tomó un nuevo enfoque, cuando el viernes 4 de octubre del año pasado los soviéticos lanzaron su primer satélite artificial

Ahora, todos convencidos
Desde el primer momento en que se lanzó la "luna roja", para este grupo de muchachos que habían tratado de encontrar una ayuda total que les permitiera llevar a cabo su proyecto las cosas anduvieron como "sobre rieles". Ahora, todos creían en los motores cohetes.
También en los miembros del equipo los ánimos estaban renovados. Decidieron empezar a trabajar nuevamente con toda energía y celeridad. Se proyectaron nuevas piezas y decidieron limitar la potencia del motor.
El 8 de diciembre del año pasado fué un gran día para estos estudiantes de ingeniería. En una quinta de la localidad de Moreno se realizaría el ensayo definitivo del primer motor cohete construido por aficionados argentinos.
Como protección personal, dado que los elementos utilizados eran sumamente peligrosos, prepararon mangueras con agua, un traje especial de película de polietileno, duchas, guantes, protectores, máscaras... y una pileta de natación llena de agua donde se Introducirían todos los miembros del equipo, para prevenirse así de una posible explosión del motor...
A las 18, hora cero para el ensayo, el motor cohete empezó a funcionar. Una larga lengua de fuego y gases fué a quemar las copas de los árboles... Fueron quince segundos —tenía combustible solamente para este tiempo—, en los que se demostró con cuánto acierto , se había trabajado; cuánto se había adelantado y cuánto quedaba por hacer. Esto, que no era trascendental para nadie, salvo para un grupo de estudiantes, tuvo la virtud y el mérito de ser una experiencia real, valiosísima como tal e irreemplazable.
La satisfacción de estos muchachos es inmensa. No es para menos. Tienen el orgullo de haber iniciado en el país un tipo de investigación positivo, práctico y eficaz. Por eso ellos formulan un deseo: que esta clase de investigación se intensifique al máximo, y que cuente con el apoyo de todos, para poner a nuestro país entre los que colaboran al brillo de esta Era del Espacio.