Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

MUJERES DELINCUENTES
LAS DIABÓLICAS

 

Revista Siete Días
13 de octubre de 1966

El "peligro femenino": otra de las variantes del mundo del hampa.

Hace pocos días, la policía de la Provincia libró una inusitada y cruenta batalla contra el hampa. Sólidamente pertrechados en una antigua residencia del Gran Buenos Aires, un grupo de temidos maleantes resistió durante una hora el cerrado fuego policial.
Una tras otra las armas se fueron silenciando, señalando el inapelable fin de sus pulsadores. Por último, en medio del silencio que siguió al impetuoso tiroteo, el único sobreviviente de la banda surgió con los brazos en alto junto a la acribillada puerta de la mansión. A pocos pasos de los agentes y coincidiendo con todas las descripciones, los aguardaba uno de los jefes de la diezmada organización. Cuando los brazos se alejaron de aquel rostro interrogante y congestionado por la violencia, los policías se estremecieron. El temido delincuente, el inaprensible asesino, no era un hombre, sino una mujer.

Nuevamente el delito volvía a mostrar su inacabable margen de posibilidades. La participación de la mujer en el tumultuoso mundo del crimen, sacudía una vez más la opinión pública reabriendo una intrincada y ardorosa polémica.
Dueña de una astucia trabajosamente elaborada, la mujer delincuente aplica sigilosamente sus renovadas y desconcertantes técnicas. El engaño premeditado o la violencia más intempestiva pueden ser sus armas más eficaces. Las mismas armas que en cada "golpe" las sumergen en ese despiadado y frío coqueteo con la muerte.

Obreras del hampa
Su verdadero nombre era Ágata Gallifi, pero el convulsionado país de la década del 30 penetró en sus andanzas a través de "La flor de la mafia"; el insólito apodo con que la rebautizó el delito. A partir de su paso por la siniestra organización de Chicho Grande —su padre—, hasta el presente, innumerables mujeres aportaron su matiz indeleble en la historia del crimen.
Desde el estrepitoso proceso de Carmen Guillot de Livingstone, quien urdió una hábil maniobra que culminó en el asesinato de su esposo en 1914, hasta 30 años más tarde, en que por primera vez en la Argentina es condenada una mujer a cadena perpetua —"Chiquita" Martínez, famosa vedette del Tabarís acusada de ultimar a su amante y posteriormente indultada en un discutido y espinoso proceso—, la participación femenina en el delito se manifestó en todos los órdenes imaginables. Mediando, prestando subrepticias colaboraciones y hasta comandando audaces organizaciones delictivas, la mujer asumió uno de sus roles más contradictorios y audaces. Así, en 1949, la sorprendente maniobra de Pastora Veríssimo —una estafadora boliviana radicada en el país— sacudió las viejas concepciones de la habilidad criminal. Sus insospechadas dotes embaucadoras la llevaron a fraguar, con impresionante maestría, el nacimiento de un hijo natural con un conocido y acaudalado estanciero del sur de la Provincia de Buenos Aires. La cuidadosa impostura casi conduce a la ruina al desconcertado y falso padre de la criatura.
A medida que el delito perdía su atávica exclusividad varonil, la participación de la mujer crecía en oleadas incontenibles y persistentes. En los últimos 20 años, la criminalidad femenina no ha experimentado variaciones: 20.000 mujeres fueron condenadas en un promedio—sostenido en la actualidad— de 1.000 por año.
El comisario Carlos Barlaro, Jefe de la División Delitos y Vigilancia de la Policía Federal, explica: "La mujer ocupa siempre un papel fundamental en todo hecho delictivo: cumple un papel de obrera. Sin ella resultaría imposible la consumación de muchos delitos. Ella transporta armas sin despertar sospechas; realiza contactos; averigua datos decisivos; pasa contraseñas... Si el delincuente está preso, es ella quien gestiona su libertad y transmite órdenes a la banda. Cuando el delincuente muere —añade—, ella suele unirse a otro hombre de actividades similares, a quien traspasa los conocimientos y experiencias de su ex-compañero. Es, en una palabra, la paciente heredera del delito".

Por amor
A pesar de que el diario contacto con la violencia transforme a la mujer, su presencia en el sombrío mundo del delito opera como un estímulo esencialmente femenino que lo humaniza en cierto sentido. "Es que difiriendo fundamentalmente del hombre —afirma Sofía Esclair, asistenta social del Consejo Nacional de Protección al Menor-—, la mujer delinque impulsada por motivaciones generalmente afectivas. Es por eso que incluso en las clases altas, se advierte la existencia de delincuencia femenina. Hace poco tiempo —comenta—, tuve que tratar a una joven de acaudalada familia quien se hallaba perdidamente enamorada de un pistolero de alta escuela. Esta joven se había introducido en el delito acompañando, en el automóvil de su padre, al maleante mientras éste buscaba interesados en reducir el producto de sus atracos."
El activo e interminable tránsito de la mujer por el delito, posee en nuestro país ejemplos de ribetes poco comunes. El mismo comisario Barlaro cita el caso de la madre de un peligroso asesino, muerto en los últimos desórdenes de la Cárcel de Caseros, quien continuando la modalidad de su hijo organizó una peligrosa banda que logró consumar un audaz robo alzándose con 5.000.000 de pesos. Luego de este golpe exitoso, la mujer se dispuso a llevar a cabo su deliberada obra maestra. Armó a una segunda banda y consumó lo que en el léxico criminal se conoce como una "mejicaneada", o sea robarle a otros ladrones. De esta manera asaltó a sus antiguos compañeros, los despojó del dinero robado junto a ellos y se fugó con el botín sin que hasta el momento la policía haya podido atraparla.

Sin fronteras en el crimen
Ya no hay barreras que impidan a la mujer delincuente habitar todos los encuadres del crimen. A pesar de que —según afirman los funcionarios policiales— no existan técnicas esencialmente nuevas es posible apreciar un mayor perfeccionamiento en determinados márgenes del delito. Una de las actividades que delatan la creciente dedicación de delincuentes femeninos es la del juego clandestino. Otro de los campos operativos femeninos es el del "contrabando hormiga", tipo viajero, que realizado sistemáticamente por muchas mujeres rinde excelentes dividendos. El tráfico de alcaloides, por otra parte, ofrece una amplia perspectiva de acción. La dinámica de dos traficantes, conocidas y apresadas por la policía, demuestra que, incluso desde la prisión, es posible operar siempre que se disponga de la habilidad suficiente. María Hercn, (a) "Laucha", y su sobrina Elena Saavedra comandan un grupo de incansables traficantes de drogas de proyecciones internacionales, Sus secuaces son reclutadas entre mujeres de escasos recursos a quienes entregan un porcentaje de dinero que varía según la cantidad de droga transportada. Muchas de sus "lugartenientes" sumadas a la banda en la Cárcel Correccional de Mujeres, se encargan de dirigir la organización mientras sus jefas cumplen las múltiples y renovadas condenas en que concluyen sus audaces operaciones.
En 1965, 320 robos, 120 defraudaciones y estafas, 20 homicidios y 15 contrabandos fueron cometidos por mujeres, y señalan los rubros en que se desempeñan con mayor asiduidad los delincuentes femeninos. Aun así estas actividades representan sólo el 7 por ciento del total de hechos delictivos registrados en toda la Capital Federal.

Las inadaptadas
Los rudimentarios e ineficaces sistemas de rehabilitación existentes en el país no consiguen reintegrar a la mujer delincuente a la comunidad a la que pertenece. "En las cárceles argentinas -—asegura el criminólogo Enrique Bacigalupo— no se aplican verdaderas técnicas de rehabilitación. El único sistema empleado consiste en el aprendizaje de tareas como tejer, bordar, coser... lo que sólo indica una educación para el hogar que no coincide con las reales necesidades de readaptación de la reclusa. Una empleada que estafó a una compañía—añade—, no logrará rehabilitarse por el solo hecho de haber aprendido artes culinarias."
La gran mayoría de los especialistas modernos coinciden en afirmar que la única posibilidad de readaptar a la mujer delincuente reside en la aplicación de técnicas psicoterapéuticas que implican el análisis individual y de grupo de las delincuentes.
La imposibilidad de concretar una auténtica batalla contra el crimen es recalcada por el comisario Horacio Simari, Jefe del Servicio de Asistencia Social de la Policía. "En nuestro país —asegura—, no hay un solo edificio que se aboque a la rehabilitación de la mujer con sentido científico adecuado. La imposibilidad de readaptar al delincuente repercute invariablemente en el grado de reincidencia del mismo.
Mientras ningún indicio hace presumir cambios en la situación carcelaria argentina, los pronósticos aportan datos alarmantes. Según las declaraciones de varios psicólogos, ya es posible percibir una tendencia al aumento de la delincuencia femenina debido al mayor acercamiento a tareas realizadas por el hombre. Esta tendencia —afirman— se acrecentará aún más en los próximos años.
"Paulatinamente —afirma el especialista en criminología Bernardo Beiderman— las características femeninas en el crimen se van diluyendo. Los hechos nos permiten comprobar que cada vez más, el delito femenino se parece, hasta confundirse, al del hombre, para ello basta comparar a le mujer envenenadora del Renacimiento florentino con la mujer gángster de hoy, para que la similitud resulte más nítida." Mientras la Cárcel de Mujeres alberga en la actualidad más condenadas que lo que su capacidad le permite, la situación se mantiene estática y amenazante. Frente a las irrebatibles estadísticas que detentan un progresivo aumento de la delincuencia femenina, los entendidos aseguran que "el conflicto sigue siendo considerado como hace siglos".
Hasta el momento, la mujer delincuente ocupa un reducido marco de atención, una suerte de sombra junto al hampa auténtica. Quienes se abocan de lleno a su problemática vuelven una y otra vez sobre el mismo planteo: "Mientras no se le brinden las oportunidades que la reintegren dignamente a la comunidad, el peligro continuará agravándose. Mientras los viejos esquemas faciliten la expansión del delito, mil mujeres volverán anualmente a transitar la delgada cuerda que las precipita inexorablemente en el crimen".

 

 

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