Julio 29 de 1963
Nace Crónica

"Muchachos, vamos a sacar un diario. Se llamará Última Hora y si en 29 días no camina lo cierro; ustedes cobrarán el sueldo." Los veinte periodistas, convocados a principios de julio de 1963 por Héctor Ricardo García, trataron de disimular su escepticismo. Es que las dificultades se alargaban hasta el fastidio; La Razón dominaba el mercado de la tarde, nadie sabía dónde imprimir el nuevo vespertino y desde el año anterior el gremio gemía ante la avalancha de diarios clausurados (Democracia), extinguidos (Crítica) o en rápido derrumbe (Noticias Gráficas, Correo de la Tarde).
Pronto se agregó otro percance: la marca prevista estaba registrada y hubo que optar por otra, Crónica, cuyo logotipo, dibujado en una agencia de publicidad, copiaba la legendaria marca de Crítica, confesada musa inspiradora de García. Cinco años después, los cinco mil ejemplares iniciales de venta que desesperaban al distribuidor José Ayerbe, se han convertido en 550 mil, repartidos en tres ediciones; aquellos veinte pioneros también crecieron: ahora son 850 y pronto poblarán el nuevo edificio de diez pisos que construye la editorial.
Tanta prosperidad es sólo un aspecto, el más espectacular, del aporte de Crónica: "Movilizamos un periodismo que dormía la siesta", se ufana el ex chasirete García (35 años, una hija) en su cuartel general de Riobamba 280. "Destacamos enviados especiales a todo el mundo, no nos asustó dar cualquier noticia e ilustrarla con esplendor gráfico, jamás hicimos depender la información del gusto de los avisadores", enumera. Además, siete agencias noticiosas extranjeras (API, AFP, Reuters, ANSA, DPA, EFE y DAN) alimentan una masa de noticias internacionales que ilustra el costoso servicio de radiofotos.
Este gigantesco aparato periodístico se moviliza constantemente en una decena de vehículos y dos aviones —el último: un bimotor Aerocommander que costó 88 millones de pesos—, piloteados por Miguel Fitzgerald, quien el 8 de setiembre de 1964 protagonizó un arriesgado viaje a las Islas Malvinas.
No imaginaba semejante hazaña García cuando pergeñó, a los once años, su opera prima: El Estudiante, que informaba sobre el mundillo del colegio primario (el Julio Roca) donde cursaba quinto grado. "Lo único que me entretiene, antes y ahora, es el periodismo. A los doce años me escapaba de casa y en vez de ir a jugar a la pelota me colaba en la redacción de El Nacional para ver cómo funcionaba. Todo a escondidas de mi madre; al final me tomaron de ordenanza."
Dos años después, García entró de ayudante de fotógrafo en el matutino Democracia; todavía de pantalón corto logró una nota excelente deslizándose en los calabozos del Departamento de Policía y retratando una banda de fascinerosos que reposaba sobre los camastros. "Después me llamaron de Clarín y la revista Ahora; trabajaba doce horas por día y como era pibe me tiraban todas las notas a mí. A veces hasta dormí sobre la mesa del laboratorio".
Para entonces "le había ganado por cansancio a mi madre, que se resignó a que abandonara la escuela secundaria". Este éxodo le permitió frecuentar el archivo de Crítica y husmear las colecciones. "Me encantaba el dinamismo que le impartió Natalio Botana (su fundador) en la buena época del diario, y las fotos de despliegue." Un estilo del que carecían los burocratizados diarios y revistas en la década del 50; para sacudir esa modorra, García se lanzó, a los 18 años, a publicar Sucedió, una revista de actualidad que naufragaría a los cuatro números.
El traspié sumergió a García en el semanario Boca; cuando esta intentona fracasó, tentó suerte con Mundo Boquense; "allí conocí a Mario Ruzza y Manuel Giménez". Cuando la nueva experiencia se agotó, los tres se animaron a otra aventura. El director de orquesta Francisco Rotundo aportó los fondos necesarios: nació entonces Así es Boca que, amparada en el triunfo xeneixe de 1954, inició la meteórica carrera empresaria de García.
Fue un vértigo al que, en octubre de 1955, se sumó Así, imaginada como revista de actualidad, después que el bombardeo a Plaza de Mayo y un famoso descuartizamiento (el caso Burgos) multiplicaron las ventas de algunos semanarios de escándalo y orientaron a García hacia el rubro. Un reportaje a Perón —exilado en Paraguay— agotó en horas los primeros 40 mil ejemplares; "al cuarto número vendíamos 116 mil copias y entraba tanto dinero por la reventa que había que reunirlo en grandes paquetes".
Pasada la manía por Perón, que facilitaba sin descanso las ventas, Así decayó; "el gran problema era que nadie interpretaba mi gusto, la manera de titular que prefería". Un periodista argentino que regenteaba Vea, la revista chilena de mayor éxito, Marcos de la Fuente, lo adoctrinó con cambios de tipografía y formato: "No pongas fotos macabras ni demasiado sexy", añadió. Los resultados —el semanario pasó de 40 a 150 mil ejemplares de venta— instalaron a De la Fuente en la dirección de Así.
"Entonces se me ocurrió sacar un diario que combinara los elementos que tenían éxito en todo el mundo." Pero cuando Crónica salió a la calle, su escasa venta hizo temer a García que los 15 millones invertidos en la aventura corrieran el camino de Sucedió. "Pero se me ocurrió publicar las respuestas del concurso de Pepsi-Cola y el diario repuntó, auxiliado también por el caso de Norma Penjerek."
El boom obligó a ocupar los viejos talleres de Noticias Gráficas, propiedad de Damonte Taborda; desde enero de 1964, Crónica se edita en sus máquinas, cuatro reliquias fabricadas en 1879. Con Oscar Ruiz dirigiendo el vespertino y Juan Carlos Petrone —una institución periodística desde la era de Crítica— como jefe de Redacción, García se zambulló en una nueva audacia: era una edición matutina; herejía inédita que encrespó a los distribuidores, y los primeros números —apareció el 1º de abril de 1964— justificaron la aprensión: los lectores consumían escasos cinco mil ejemplares.
Cuando las ventas se empinaron —ahora rozan los 300 mil el ejemplares cotidianos—, García juró obedecer sólo a su propia intuición. Falló: un nuevo vespertino, Ultima Hora (compró la marca a Jerónimo Remorino a cambio de un flamante automóvil), se convirtió en el peor fracaso de su vida. "En un año perdí 250 millones de pesos", lamenta.
Su mejor noticia espera lograrla a fines del "año próximo, cuando se inaugure el edificio de diez pisos (en Azopardo y Garay) donde instalará el emporio periodístico. El elefante costará unos 700 millones de pesos, cifra que se duplica al computar el costo de las maquinarias adquiridas en USA.
Instalado diez horas por día en su feudo, director de CW1 Radio Colonia junto con el locutor Ariel Delgado, García conduce también dos programas de televisión. Ahora sólo le falta comprarse un canal: y en el nuevo edificio hay suficiente espacio. 
30 de junio de 1968 - Nº 212
PRIMERA PLANA

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Héctor Ricardo García


 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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