Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

NACIONALISMO
LOS MANES DE DON JUAN MANUEL

Revista Periscopio
23-12-1969

El sábado pasado, dos centenares de eufóricos rosistas se reunieron en La Corona, un campo que Manuel de Anchorena posee cerca de Buenos Aires, convocados para evaluar los primeros resultados de su campaña pro repatriación de los inexistentes restos del Restaurador. Unas 300.000 adhesiones recibidas en un mes —no controladas por nadie, desde luego— superaron las más optimistas previsiones y los alentó a lanzarse, desde el trampolín del revisionismo histórico, a la pileta política.
Los rosistas despliegan intensa actividad. En algunos homenajes al Brigadier General, confraternizaron con ellos tres ex Gobernadores bonaerenses (Manuel Fresco, Carlos V. Aloe y Oscar Alende) que, cuando podían hacerlo, se guardaron muy bien de derogar el mezquino decreto de la Legislatura contra el muerto. También se detectó la presencia de dos generales que este año pasaron a retiro: Eduardo J. Uriburu y Eduardo R. Labanca.
No es probable que los dos generales ni los tres ex Gobernadores adopten el sesgo político a que los convida Anchorena, un abogado de 32 años para quien "la realidad del país es nacionalista-peronista" y que reclama la conducción del Movimiento Nacional para una nueva hornada, dejando en disponibilidad a los dirigentes del nacionalismo oligárquico (de 1930), a los de la Alianza (años 40) y a los que, después de la caída de Perón, emigraron hacia el socialcristianismo, el frondicismo y otras tiendas "respetables".
Es una operación que se ha repetido innumerables veces, con hombres e ideas más valiosos que este nacionalismo folklórico y necrófilo. Anchorena intenta montar, a mediados del año próximo, un Movimiento Federal que agruparía no sólo a nacionalistas y peronistas, sino también a elementos tan claramente incompatibles como el radicalismo alendista y el fresquismo.
Cualquiera sea la suerte del nuevo empeño, los nacionalistas tienen una imagen cristalizada, la de un ambicioso grupo político de elevados quilates intelectuales —dotado de "voluntad de estilo", como decía José Antonio Primo de Rivera—, cuyo aporte fue asimilado y desvirtuado por Perón.
En 1966, los nacionalistas creyeron que se abría una nueva etapa de su Revolución Nacional: pronto se desengañaron. Unos aceptaron cargos oscuros en el Gobierno: leguleyos ultra-clericales, fueron a dar con sus huesos a la Dirección de Provincias del Ministerio del Interior, un gesto piadoso de Guillermo Borda. Otros pasaron a la oposición, conocieron cárcel y persecuciones: el caso obvio es el de Marcelo Sánchez Sorondo, eterno animador del periódico Azul y Blanco, quien "organizó el MNR (Movimiento de la Revolución Nacional). Los nacionalistas "puros" entienden que así incurrió en heterodoxia: su lema —"unidad en la diversidad"— protegería una pecaminosa incursión por los barrios bajos de la democracia liberal.
Quizá la crítica más precisa al pasado y al presente del nacionalismo es la de Jaime María de Mahieu, 52 años, de origen francés, miembro de las brigadas de asalto de la División Carlomagno, que combatió en Rusia. Prácticamente disueltos los últimos remedos de Alianza (Tacuara y la Guardia Restauradora Nacionalista), una juventud estudiosa escucha sus incitaciones en favor de un Estado autoritario que, superando el sindicalismo, inaugure formas de propiedad comunitaria.
"Hay —explica Mahieu— nacional-capitalistas que se creen nacionalistas; hay también marxistas que se dicen nacionalistas; están los que consideran que el nacionalismo consiste en hacer llegar los trenes a horario, poniendo en vereda a los obreros sucios y haraganes; en cantar folklore o soñar con una nueva Edad Media, mística y artesanal. Todo esto no tiene nada que ver con el nacionalismo auténtico."
"En el campo de la acción —añade—, el nacionalismo fue eficaz cuando se realizó, del año 1943 al 46, la síntesis de una minoría política —organizada en la Alianza— y una mayoría operante sindicalista. En ese movimiento, los nacionalistas se socializaron y los sindicalistas se nacionalizaron. Pero las circunstancias eran desfavorables. La Revolución Nacional se hizo a contrapelo de la historia mundial y tuvo que sufrir la presión internacional de los Aliados, liberales y marxistas. Durante el primer Gobierno de Perón, no se pudo, por ese motivo, cambiar profundamente las estructuras; en el segundo, fallas internas impidieron hacerlo. Los nacionalistas se dividieron: unos han defendido el movimiento popular, a pesar de sus errores, y otros, sin quererlo, «tiraron el niño en el agua sucia del baño», como dicen los alemanes."
Desde entonces, según él, el fracaso nacional e internacional del liberalismo y del marxismo crea circunstancias favorables para un nuevo nacionalismo, "socialista, pero no marxista": su doctrina está perfectamente a punto y ha penetrado ya en la población.
La aciaga suerte de los nacionalistas consiste en fecundar ideológicamente a sus adversarios, sin organizarse jamás. Eso se debe a su mesianismo, a su culto de los héroes. No hacen sino esperar la llegada de un Conductor, que compense su incapacidad para actuar juntos, como los radicales, los conservadores, los peronistas y los marxistas. En razón de esa incapacidad, no son políticos, sino aficionados a la política.
"El nacionalismo pierde todas sus batallas", concluye Mahieu. "Pero tal vez, al conquistar la opinión pública, va ganando la guerra."
Emilio Abras


SIN NOVEDAD EN EL FRENTE

No es fácil obtener de los nacionalistas definiciones claras y concretas: sobre la forma de representación que preconizan en el momento actual, sobre su concepción del partido político y su reacción si se llama a elecciones según el método tradicional, poco se sabe.
Guillermo Patricio Kelly, hombre de acción que ya dobló el codo de los 40, declaró a Periscopio: "No he cambiado de trinchera: siempre postularé la salida política que permita un paso adelante en pro de nuestra autodeterminación nacional". Para Manuel Anchorena, a cuyo toque de somatén responde el nonato Movimiento Federal, "las formas de representación están subordinadas a las necesidades del país y al momento histórico. La partidocracia liberal, que nos llevó al sometimiento y la frustración, está perimida. Lo demás son teorías para los manuales de Derecho Político de nuestras escleróticas universidades".
"Cuidado con las trampas", advierte Marcelo Sánchez Sorondo. "Nada de injertos ortopédicos en el sistema. ¿Para qué serviría modificar la composición del Congreso introduciendo elementos corporativistas, si llegarían allí, como obreros o empresarios, los mismos personajes que hoy utiliza el oficialismo en esta parodia de Revolución?"
"Uno de los nacionalistas más eminentes que conocí, Roberto de Laferrere [fundador de la Liga Republicana, en 1929], me decía: «Necesitamos nacionalistas en todos los partidos políticos»", recuerda Serrano. Por su parte, él se siente miembro de socialcristianismo (otra fuerza sin organizar, todavía): "No tengo conflicto alguno de conciencia con mi nacionalismo", añadió.
Anchorena promete: "Libraremos combate en cualquier terreno. El Partido Federal (de Rosas), del cual nos consideramos herederos, subió al poder a través de las primeras elecciones realizadas en el país, y con amplia mayoría. Pero debe quedar en claro que constituimos un movimiento, no un partido: los partidos son, actualmente, signos de sectorización, de parcialidad".
No es ésa la concepción de Kelly. "Jamás podrá darse la posibilidad de un partido nacionalista en la Argentina, porque el nacionalismo no es sino el pueblo en marcha hacia su autodeterminación nacional", afirma el Jefe de la Alianza. "No consiste en la formalidad patriotera que canta La Malvinera, sectariza las cenizas de don Juan Manuel y reza farisaicamente, mientras el pueblo se apresta a levantarse, desde los cuatro puntos cardinales, contra la humillación y las vejaciones que le impone una línea económica de entrega total."
Para Serrano, "los nacionalistas de todo matiz sentimos al pueblo como lo más importante y las libertades patrias como un deber irrenunciable; sólo algunos aristocratizantes no estarían dispuestos a aceptar un estatuto que siente las bases de una democracia de participación". Especialistas en ciencias sociales, deberían analizar la realidad argentina y concebir un esquema institucional; después de batirlo el pueblo, elegir una Asamblea Constituyente para "elaborar el proyecto nacional que los argentinos necesitamos, a la luz del año 2000". En cuanto al método apto para esa convocatoria, "no creo en el de los partidos preexistentes", acotó.
Sánchez Sorondo manifestó: "En un mundo en que las formas del Estado se parecen y aproximan cada día más, el cambio se opera en el área de los contenidos espirituales y en el de las valoraciones políticas e influencias económicas, en torno de la realidad de los factores de poder. No se trata de inventar otras formas de Gobierno, sino de desplazar los usos, los grupos y los esquemas mentales que las han fosilizado o convertido en mera abstracción". Por lo demás, "la Revolución Nacional no rechaza la existencia de los partidos; pero los hechos han probado que los partidos no están en condiciones de salvar el vacío de poder, y que su falta de vigencia favorece las divisiones y genera las crisis.
Tal como están las cosas, Kelly no supone que el formalismo electoral, "con sus malandrines de comité", permita realizar la Revolución Nacional, "ésa que no puede o no sabe concretar el general Onganía, si bien tiene el poder total". Su fórmula: "Unidad del pueblo y las Fuerzas Armadas para enfrentar a los monopolios y sus agentes nativos".
Anchorena rechaza los "esquemas leguleyos": históricamente, toda legislación ha sido "impuesta por la fuerza". Lo que importa saber es "a qué intereses responde el nuevo régimen jurídico a crearse".
"El nacionalismo —según Sánchez Sorondo— gravitó sobre el proceso de los movimientos populares, a los que puso la impronta de su doctrina, de su visión del país; cumplida esa revolución cultural, debe coronarse, ahora sí, en una empresa política, que no será obra de facciosos o sectarios: se trata de integrar en unidad de tendencia esa diversidad representativa de las bases sociales de nuestro pueblo."

 

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