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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


El plan Marshall
Catita hace memoria.

un aporte de Riqui de Ituzaingó


Catita

 

 

 

De Pedro, su padre, tiene recuerdos de recuerdos: "Murió dos meses después de mi nacimiento —cuenta para SOMOS Marina Traverso/Niní Marshall—. Dicen que era muy buen mozo y muy inteligente". De su madre, María Ángela Pérez, heredó el hábito de cantar, registro de soprano y afinación perfecta. De su infancia y su adolescencia (tres hermanos, casona en Defensa 219, bachillerato desganado), redondea: "Fui muy feliz." Tres casamientos: con Felipe Edelman, padre de su hija AngeIita, con Marcelo Salcedo y con el cineasta mexicano Carmelo Santiago. Primera actividad artística: cancionista internacional. Segunda y definitiva: actriz. Éxito, premios. Un exilio en 1950 que la llevó a México. Autodefiniciones: "Soy perfeccionista." "Soy sólo una buena observadora, con sentido del humor desde chica." Gustos: la ropa de buen corte (modista preferido: Luis Bocú), las antigüedades, la radio, pintar y la pintura figurativa (con énfasis en Goya) el nuevo cine español, la escuela italiana (Gassmann, Magnani, Sordi). Un moderado disgusto: "Los que me plagian sin tener la cortesía de citar fuentes." Profesional (dócil con el fotógrafo, atenta a retratar su mejor perfil). No hace chistes: el genio aparece cuando se escapa alguno de sus personajes ("Premiso. Voy a usar el taléfano pr' hablar con mi amija Dolores", Cándida. "¡Ay, de los narvios me agarró una picazón en todo el cuerpo humano!" Catita. El porsu de Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardos Sunsuet Croston. Y otras locuras de Belarmina, el Mingo, la niña Jovita y Doña Caterina).
Reciente autora de Mis memorias —de puro tímida se diría que las escribió para que nunca más la torturen con preguntas—, Nini Marshall lleva un largo idilio con la literatura. Leyó y lee mucho y desordenadamente. Escribió Alfilerazos (revista Sintonía, 1933/34), unas columnas divertidísimas donde ironizaba gaffes, tics e idiotismos radiales. Y escribió, siempre -"en parte porque soy desconfiada"- los libretos para sus personajes. ("Los preferidos, simplemente porque el público se identificaba afectivamente con ellos, pasaron al cine: entre mis 26 filmes argentinos, hice 9 como Catita y 6 como Cándida"). Sobre otros gajes de su largo oficio, Niní Marshall dijo cosas como éstas.
• "Mi primera macchietta fue Cándida, que nació, hecha para la radio, en 1937. Tenía un antecedente inmediato, Francisca, la sirvienta gallega que tuvimos en mi casa paterna. En la misma audición (Radio El Mundo, mi partenaire de entonces, Juan Carlos Thorry) surgió, primero como, broma mía para mis compañeros y después ya como personaje, Catalina Pizzafrolla, Catita. Catita tuvo como modelos a las chicas -algunas ya no lo eran tanto- que esperaban pacientemente la salida de Thorry para pedirle un utógrafo. Chismosas, enredadoras y meteretas, muy cercana la infancia en casas de inquilinato, espejos, del quiero y no puedo. Retuve algunos de sus dichos (ese increíble "Desde hoy, una amiga más" con que remataban las presentaciones), observé que se comían las eses finales, otras consonantes y a veces sílabas enteras (¿se acuerda del saludo de Catita?,"As noches, muchachos"). Les hice la radiografía y acentué sus defectos: las caricaturicé.
• También corrió por mi cuenta vestir a los personajes. Las audiciones, por entonces, se hacían con público presente en el estudio. Por lo tanto, yo tenía que caracterizarme de cada personaje. Elegí para Catita telas estampadas con motivos extravagantes -compradas en la tienda La piedad-, de colores vivos, profusión de bordados en canutillos y lentejuelas. Le puse sombreros que remataban en aigrettes, más flores más moños. Y un zorro de cuarto pelo —ni de medio era-, aminículo indispensable para Catita, para que rabeen sus vecinas. Y Catita lo usaba para todo hasta para ir a trabajar.
• La moda ha estandarizado ciertos gustos. Y la educación ha limado muchas de sus burradas. Pero Catitas habrá siempre.
Sabia Niní Marshall. Tanto como para haber elegido intuitivamente un recurso que emplearon grandes humoristas (Twain, Daninos, del Campo): el de la falsa ingenuidad. Poner a un novato dentro de un grupo cuyas convenciones desconoce. Verbigracia: Catita en el Colón. El resto será su desopilante informe sobre Rigoletto.
Vilma Colina 
Foto: Jorge Salto
SOMOS 23/10/85