Revista Siete Días Ilustrados
29.12.1974 |
Escribe Armando Alonso Piñeiro: el
hecho más importante de la historia cristiana.
Entre los investigadores y científicos que revisaron los hechos
bíblicos sobre la vida de Jesús, el alemán Hans Heinz Konig sostiene
que el nacimiento se produjo el 25 de mayo. Los pesebres evocativos
se estilaron a partir del siglo XIII. En Buenos Aires, el primer
árbol de Navidad lo armó un expedicionario de la Segunda Invasión
Inglesa
Para algunos estudiosos el significado de la Navidad se estaría
desvirtuando. Tal la teoría, por ejemplo, del presbítero Francisco
Filas, presidente del Departamento de Teología de la universidad
norteamericana de Loyola, quien puntualizó hace pocos años la serie
de mitos que rodea a la Sagrada Familia. "Si se estudian los
aspectos de la primera Navidad —expresa textualmente este sacerdote—
el significado del nacimiento de Cristo es acentuado de una manera
que la imaginación legendaria jamás podría igualar". Porque para el
padre Filas, José y María no hicieron el viaje a Belén justo antes
del nacimiento de Cristo. Tampoco sería cierto que un cruel
individuo les hubiera negado alojamiento. Con un lenguaje que sería
irreverente si se tratara de otro estudioso, Filas sostiene: "José
habría sido increíblemente cruel si hubiese esperado a último
momento para acompañar a su esposa encinta en un viaje de cuatro
días, y María habría sido una madre notoriamente irresponsable si
hubiese realizado dicho viaje. Lo cierto es que María y José vivían
en Belén antes del nacimiento de Cristo".
Las modernas investigaciones religiosas se apoyan ahora en la
rigidez de la ciencia para sentar sus premisas, revisar algunas
leyendas y confirmar los textos bíblicos. Hace unas décadas se
argüía con excesiva frecuencia que la Biblia no podía coordinarse
con los datos suministrados por ciencias como la paleontología, la
cronología y la historia. Pero actualmente la ciencia, en vez de
encontrar antecedentes adversos a la Biblia, descubre día a día
elementos que confirman intrincados aspectos de las Sagradas
Escrituras. El Evangelio de San Juan, por ejemplo, que originó
muchas discusiones porque asegura la divinidad de Jesús, ha
conseguido un apoyo histórico de incalculable valor: un papiro,
hallado junto a una momia en El Cairo, contiene versículos de este
Evangelio y es datado por la paleografía en torno al año 125 después
de Cristo. O sea que el original resulta anterior por lo menos en 25
años. Eso prueba que el evangelista San Juan lo escribió hacia el
final del siglo I, como lo señalaba la tradición. Ante tal
verificación los científicos que sostenían la pertenencia de este
Evangelio a la segunda mitad del siglo II o del siglo III, han
debido rectificar su aserto.
También se sabe ahora que Jesucristo utilizaba un dialecto
galilaico; esto es, una de las muchas lenguas menores que se hablaba
en Galilea. Además, daba a sus sentencias una rima final, con un
estilo parecido al que más tarde emplearía Mahoma.
De los numerosos estudios modernos que tratan de ahondar en los
orígenes de la cristiandad se destaca también un sesudo trabajo del
alemán Hans Heinz Konig, quien sostiene que el nacimiento de Jesús
se produjo el 25 de mayo y no el 25 de diciembre. "Es imposible que
la Navidad fuera en diciembre —es su tesis—, puesto que ocurrió
durante un viaje de la Sagrada Familia para cumplir el censo de
población ordenado por las autoridades. En diciembre es invierno, y
las autoridades no dictaminarían un censo en el período más frío del
año:
Ajeno a estas especulaciones científicas, el mundo cristiano celebra
desde los comienzos mismos de nuestra era el nacimiento de Jesús. El
primer país europeo que comenzó a conmemorar anualmente el hecho fue
España. El último, Noruega, en el siglo X. Con el trascurso de los
siglos, los festejos fueron adquiriendo distinto y cada vez más
devoto carácter. Primero apareció el pesebre —que dio nacimiento al
llamado "movimiento pesebrista", importante posteriormente en la
Argentina—, gracias a San Francisco de Asís, quien en 1223 armó un
establo y revivió el suceso de Belén con seres vivos. Luego se fue
extendiendo la vieja costumbre celta y sajona de las guirnaldas de
acebo y el muérdago, vistosos elementos decorativos, y la
institución del árbol de Navidad, que sentó sus reales con vigor
hacia el siglo XVI. El origen pagano de este tipo de conmemoraciones
hizo que durante un tiempo la Iglesia tratara de desalentarlas, pero
la fuerza del hábito y la tradición tuvo más poder que el criterio
ordenancista. No se debe olvidar que la celebración a través del
árbol tiene una connotación fuertemente vegetal, algo enraizado con
los orígenes mismos del hombre y sus estrechos lazos con la
Naturaleza.
En cambio, la tradición del pan dulce nació por auténtico azar
gracias a la casual experiencia de un panadero italiano del
Renacimiento —milanés por más señas—, a quien se le ocurrió mezclar
pasas de uva con azúcar, dentro de una masa común de pan. Y como el
sabroso ensayo ocurrió en víspera de Navidad, la familia aprovechó
para rendirle un práctico homenaje, que a poco se extendió por todo
el mundo.
LA NAVIDAD EN EL PASADO ARGENTINO
Desde siempre la Navidad se celebró con honda devoción en Buenos
Aires, y naturalmente en todo el territorio de la Colonia. El
Cabildo suspendía toda actividad en víspera de Nochebuena, no
reanudando sus labores hasta después del primero de enero. Los
pesebres (también llamados "belenes") eran parte común de las
conmemoraciones, lo mismo que las imágenes del Niño Jesús. Refiere
Luis Soler Cañas en su estudio sobre Viejas navidades porteñas que
"la cena de Nochebuena servía para que en la casa de los señores
mayores se reuniesen ellos, sus hijos y sus nietos. Era una cena
abundante y provista de los primores más exquisitos de la cocina
vernácula. Oíanse risas, exclamaciones, bromas. Reinaba la alegría y
si algún hijo, ya casado, no asistía a la cena tradicional, ello
considerábase falta. En aquellos tiempos (por lo menos hasta fines
de siglo) la Navidad era tenida por una de las fiestas familiares
más importantes. A nadie se le ocurría, como sucede hoy, celebrar la
cena de Nochebuena en clubes, hoteles o restaurantes, es decir,
fuera del ámbito hogareño. Y tanto el 24 como el 25 de cada
diciembre se observaba un regocijo y una animación extraordinaria en
las calles porteñas, ornadas con gallardetes y faroles de color".
En su interesante trabajo. Soler Cañas recuerda una crónica
periodística de donde se deduce que hacia fines del siglo pasado
comenzó a difundirse el Árbol de Navidad en las navidades
argentinas. Ya venía de antaño. en realidad el primer árbol de
Navidad se conoció en Buenos Aires a comienzos de la centuria
anterior, como producto indirecto de las Invasiones Inglesas
Ocurrió que un tal Miguel Hines se enroló en la Segunda Expedición
británica al Río de la Plata. En la capital del Virreinato cayó
seriamente herido en la calle de La Piedad, pero fue recogido por
Jorge Terrada, quien lo atendió solícitamente y lo curó. Hines se
quedó ya en estas tierras, como ocurriera también con muchos hijos
invasores de la rubia Albión, seducidos por la ciudad y sus
espigadas niñas. Finalmente se casó con una tal María González. Una
vieja tradición asegura que Miguel Hines era en realidad hijo
natural del Rey Jorge IV de Inglaterra.
Lo cierto fue que un día —recuerda el desaparecido historiador Raúl
A. Molina—, "su casa se ilumina y todo el barrio del Alto se alarma.
Un abedul con decenas de candelas encendidas ardían entre sus ramas
y millares de estrellas plateadas parecían desprendidas del cielo.
Juguetes en profusión: muñecas, cornetines, soldaditos, cañones,
tambores, pendían de sus ramas reflejando rutilantes los mil colores
del arco iris. Debajo, montones de caramelos, chocolatines,
mazapanes y turrones. Sentado a su vera, oculto el rostro en luengas
barbas y envuelto en larga capa, el propio míster Hines".
Había nacido el árbol de Navidad porteño, y simultáneamente el Santa
Claus de estas tierras, es decir, el San Nicolás, a su vez originado
en la tradición del Asia Menor hace varios siglos.
VILLANCICOS DEL VIEJO BUENOS AIRES
Algunos autores (Romero Sosa, Enrique Larreta, Agustín Zapata
Gollán) suponen que en la primera Navidad celebrada en la fugaz
Buenos Aires de Don Pedro de Mendoza pudo haberse cantado aquel
villancico que decía: "Buena es la que va ... / Mejor es la que
viene: / ¡Bendita sea la hora / en que Dios nació! / ¡Bendita la
Madre / que virgen lo dio!".
No obstante, Guillermo Furlong ha sostenido que el primer libro de
villancicos llegó a América ya bien entrado el siglo XVI. ¿Se habrá
extraído de esta obra el cantado trescientos años después?
Nos referimos a aquel reproducido por el ya citado Soler Cañas: "¡A
Belén, zagales, / que ha nacido el sol! / ¡Quedito, que llora, /
pasito, que ríe humanado Dios!". Tan hispanas las estrofas como
estas otras: "A Belén, zagales, / que allí dicen que ha nacido / en
un pesebre metido, / envuelto en unos pañales".
Siempre con tierna ingenuidad, los villancicos variaban su letra:
"En el portal de Belén, / hay un arca chiquitita / donde se viste el
Señor / para salir de visita". Obviamente, la selección de estrofas
puede ser interminable.
Revista Siete Días Ilustrados
29.12.1974
Más sobre el autor de la crónica en
http://www.fundacionkonex.com.ar/b9-armando_alonso_piñeiro
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