Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


LOS NOVICIOS REBELDES
Revista Periscopio
17-02-1970

Sucedió hace dos semanas en el Barrio de Caballito. Exactamente el domingo 1º de febrero pasado, cuando la parroquia Santa Isabel se inundó de una curiosa solemnidad: la del compromiso enunciado por diez jóvenes universitarios que trocaron sus estudios científicos o técnicos por la carrera sacerdotal.
Sergio Schaub, Ernesto Sánchez, Jorge Kelly, Roberto Killmeate, Hugo Bonafina, Daniel Irigoyen, Enrique Guastavino, Gustavo Sapere, Oscar Toccalino y Luis Alberto D'Elía adoptaron tamaño compromiso ante tres jerarcas de la Sociedad del Apostolado Católico. La promesa la cumplimentaron frente a unos pocos familiares y dos centenas de compañeros y jovencitas, testigos de la decisión. La ceremonia apenas significó el sésamo de una prolongada trayectoria que iniciaron de inmediato: trajinaron hasta San Antonio de Areco —un antiguo pueblo bonaerense—, los 120 kilómetros que dista de Buenos Aires, dispuestos a consumir todo un año de meditaciones y ejercicios espirituales. Así estrenarán el noviciado, la primera y tradicionalmente dura etapa de instrucción sacerdotal.
Resulta insólita la determinación colectiva del grupo en momentos que la Iglesia Argentina padece la más grave crisis de vocaciones sacerdotales. La falta de postulantes y las sucesivas deserciones vació los seminarios a tal punto, que algunos dejaron prácticamente de funcionar. En medio de tanta magritud, el juvenil alistamiento apareció en los medios religiosos como una hazaña que de alguna manera hay que imputar a la orden de los sacerdotes palotinos.
Unas cinco decenas de ellos evangelizan en lugares tan alejados como Guatraché, en La Pampa, o en Añatuya (Santiago del Estero). Pero el resto de sus esfuerzos los prodigan en localidades bonaerenses densamente pobladas como Munro, Castelar, Turdera; en lugares como Mercedes, Suipacha, Lobos, Moreno, Rawson. También se aquerenciaron en ciudades tan tumultuosas como Córdoba y la Capital Federal.
En realidad, los palotinos ingresaron silenciosamente en el país hacia 1886. Importaron las ideas de Vicente Pallottin (1795-1860), un cura romano que revolucionó la Iglesia Católica de principios del siglo XIX. Sus postulados pretendían que el apostolado competía a todos los cristianos por igual por el solo hecho de ser bautizados. Esas teorías lo enfrentaron contra las formulaciones supeditadas a la verticalidad jerárquica.
Sin embargo, tanto enfrentamiento con la autoridad eclesiástica culminó por decisión del Papa Juan XXIII: lo canonizó en enero de 1963. Fue así que la orden de los palotinos recibió el espaldarazo. Desde entonces, el sacerdote Guillermo Möhler comanda desde Roma a las diversas comunidades (especialmente irlandesa y alemana) como jerarca máximo de la Sociedad.
Lo que nunca imaginaron los palotinos es que en medio de tanta anemia vocacional irrumpieran los fervores de 10 iniciados. Sólo recuerdan un reclutamiento masivo en Chile, una década atrás. En esa oportunidad ganaron 8 adeptos.
Esta vez terminaron por ser nueve los que concretaron la promesa. El juramento de D'Elía —menor de edad— no contó con la autorización paterna. De todos modos, sus compañeros viajaron al mismo tiempo que el padre Alfredo Leaden, 48, convocado para oficiar de Maestro de Novicios. Juntos compartieron la experiencia de los primeros días en los pagos de Areco.
A quince cuadras de la plaza se alza la parroquia de San Patricio, donde se ha improvisado el seminario que crece con fiebre edilicia. "Recién estamos buscando la forma de integrarnos humanamente. Siempre resulta difícil acostumbrarse a la vida en comunidad", confesó Leaden. Por ahora no han tenido problemas entre sí y no padecen ningún tipo de tensiones. Para Oscar Alfredo Toccalino, el único veterano del grupo —43 años—, que abandonó sus corretajes de artículos del hogar, "todavía estamos en luna de miel —bromeó, entre las chanzas de sus compañeros—. Ojalá lleguemos todos a fin de año con el compañerismo actual".
Por ahora viven a una cuadra de su sede futura, comen en viandas y conviven a la manera de cualquier pensión universitaria. Allí se despedaza la imagen tradicional de clausura y vida monástica. "El noviciado era antes —exclusivamente— una prueba puesta a la fe y decisión de quienes querían ser sacerdotes —explicó Ernesto Sánchez, 23, ex aspirante a contador y empleado metalúrgico—. Hoy, a través de la reflexión, se buscan además otras cosas." El mercedino Juan Killmeate, 22, ex estudiante de Derecho, cree "que nadie puede dar lo que no tiene." Es necesario echar las bases firmes de la vida espiritual. Aprender a vivir comunitariamente".
Este año lo dedicarán a la oración y la espiritualidad. Estudiarán los estatutos y la visión de la Sociedad Palotina. Recién entonces viajarán a Brasil, donde funciona el Seminario Mayor de la Orden, para encarar los cuatro años de Filosofía y Teología.
Claro que el primer año estará matizado con las características especiales del noviciado palotino: cursillos intensivos sobre metodología bíblica, sociología e historia argentina, dictados por laicos, "para estar capacitados a afrontar la realidad donde deberán actuar", según explica Kevin O'Neill, otro de los sacerdotes asentado en los pagos de Don Segundo Sombra. Con idéntico criterio, los novicios viajarán siete veces a Añatuya, Santiago del Estero, donde la Asociación del Apostolado Católico —denominación por la que se la conoce— destacó una misión "para levantar la región. Allí la pobreza es tan grande que la gente se ha retraído sobre sí misma perdiendo la fe", como lo supone el párroco de San Patricio, Alfredo Kelly.
Agrega, a la labor tradicional, la formación de grupos juveniles a través de los cuales "se impulsa el compromiso de los laicos con la realidad (social, gremial o política), realizando comunitariamente la reflexión religiosa". Fueron esos grupos los que acercaron a la orden nuevos adeptos.
Enrique Guastavino, 19 —antes aspirante a médico, nativo de Gualeguaychú—, explicó que "en los grupos juveniles se buscó que cada uno descubriera su lugar en el mundo, qué hacer, hacia dónde dirigirse, cómo comprometerse. Luego ubicar su misión". Daniel Irigoyen, 21, apunta: "Nosotros hemos encontrado la nuestra".

VIVIR SU VIDA
En verano, a las 6.45 de la mañana, apenas se ha levantado el Sol, San Antonio de Areco todavía se despereza teñido de bermellones lanzados del horizonte. "Nos levantamos a esa hora ("nos levantan", protesta Hugo Bonafina, 18, mercedino), y realizamos la oración de la mañana. Oímos misa, desayunamos. Luego emprendemos el aprendizaje, la meditación. El tiempo libre llega con la siesta. Aprovechamos para escribir o leer, también jugamos al fútbol en la canchita de la parroquia. Por la tarde se desarrollan los ejercicios espirituales."
Casi siempre con alegría se lanzan a las tareas rotativas: servir el desayuno, la limpieza, la preparación de los ritos cotidianos, la búsqueda de la vianda. "Sin embargo, odiamos oficiar de campaneros, el encargado de despertar a los demás, con gratificación de protestas e insultos", se divierte Gustavo Adolfo Sapere, 17, de Munro.
Desafectados de todo clima de austeridad o disciplina, "todo el noviciado y nuestra convivencia están asentados en la responsabilidad individual. Cada uno sabe lo que quiere y cómo lo tiene que hacer. Además, semanalmente hacemos una reunión evaluativa", se enorgullece Sergio Schaub, 27, el único porteño del equipo. Como él, sus compañeros reconocen que no se les oponen trabas para ir al cine —por ejemplo—, cuando se les ocurre. "Pero si se encuentran a gusto no van a tener necesidad de ir a menudo", prevé el conductor Leaden. Igual criterio existe para la lectura. Leen el debatido Catecismo holandés, pero también repasan El banquete de Severo Arcángelo, de Leopoldo Marechal, o El extranjero, de Albert Camus.
Hay coincidencia en algunos rubros, como sucede con los dibujos de Mafalda (Quino) ; otros casos resultan obligatorios: en la victrola giran 4 únicos discos (cuarteto Zupay, Bach, Beethoven, y música brasileña).

¿CURAS CELIBES?
La semana pasada —en torno de la mesa parroquial de San Antonio de Areco—, Periscopio pulsó el ideario de los 9 novicios, los indagó sobre temas de actualidad. La más relevante de las coincidencias —o la más curiosa quizá— fue con respecto al celibato. Argumentaron que no debe ser necesariamente obligatorio para los sacerdotes. "No está explícitamente impuesto en la Biblia, aunque sí hay recomendaciones", aseguró Ernesto Sánchez. "Nosotros —completó Hugo Bonafina— hacemos promesa, pero no voto de castidad. Estamos comprometidos y dispuestos a cumplir. Nuestro caso no es el de la mayoría de los curas que se han casado. Que entraron al seminario de chicos. Lo pensamos mucho, y creemos que ésta es la mejor manera de realizarnos."
Consideran que la violencia está "en contra del mensaje evangélico". "Sin embargo —dijo Schaub—, la Iglesia tiene el derecho y el deber de evidenciar con su denuncia la injusticia." "Como lo hizo el Obispo de La Rioja, monseñor Angelelli", acotó Jorge Kelly, 20, aprendiz de filósofo. "O como lo hicieron los sacerdotes del tercer mundo cuando sacaron esa carta pública después de la discutida consagración del país a la Virgen de Luján", prefirió Enrique Guastavino.
Reconocieron —eso sí— no estar de acuerdo con los incidentes obreros estudiantiles del año pasado, fundamentalmente por la forma en que operaron. "Aunque si hubiéramos estado, no seríamos indiferentes."
"Yo pienso —disiente en parte Irigoyen— que la salida de los obreros fue justa. Ellos son el torrente que hace la historia, y no les quedaba otra opción."
—¿Los curas deben trabajar?
—¿Y no trabajan? —contesta Hugo Bonafina.
—El sacerdote es como un gremialista —acota el maestro de novicios—, es necesario que se lo libere en este sentido.
—Sin embargo —imagina Sánchez—, queremos superar a los curas que viven para la administración de los sacramentos.
—¿Deben hacer política?
—Creo que sí —dijo Sergio Schaub.
—Los laicos están obligados a comprometerse políticamente y el sacerdote debe clarificar en ese sentido, ser orientador, pero no debe comprometerse con tal o cual partido o grupo —concluyen Sapere, Sánchez y Bonafina.
Aceptan el diálogo con el marxismo, aunque concuerdan en desconocerle una visión totalizadora del hombre. "No creemos que sea positivo eso de que el fin justifica los medios", expresa Sánchez. Para Kelly, "el marxismo ha copiado de la revisión de la vida aconsejada por San Agustín su metodología de crítica y autocrítica".
"Como dice Marcuse —interrumpe nuevamente Sánchez—, el hombre no debe ser un simple tornillo de la sociedad de consumo." Escandalizados con Biafra, consideran a Vietnam "un horror donde hay intereses en juego —afirman—, con los que los pobres vietnamitas no tienen nada que ver". "¡Que los dejen en paz!", protesta el novicio Kelly.
"¿Mao?, es un líder carismático", propone Sapere. Guastavino prefiere no opinar porque "Oriente es otro mundo". Sánchez en cambio supone que la teoría maoísta no "respeta la dignidad humana, no puede realizar al hombre en la tierra".
En cambio lanzaron loas a Kennedy, Luther King y Gandhi. Entre los personajes históricos argentinos eligieron a Rosas, San Martín y Saavedra. Guastavino prefirió a Perón. Sus compañeros entienden que fue positivo para el país. Daniel Irigoyen cree que "fue la mejor respuesta para su tiempo, dio un mensaje, aunque hoy debe desmitificárselo", se lamentó. Sergio lo analiza como "una realidad de América latina, donde nunca existieron Gobiernos populares". Bonafina se muestra aún más entusiasta: "Perón y el peronismo son una realidad candente. Seguro trascenderá. Es lo que más se adapta a la idiosincrasia de los argentinos".
Ataviados con blue-jeans norteamericanos, remeras de colores vivos y zapatillas de medio básquet, los novicios rebeldes emprenden con vertiginosidad el diálogo. Juegan con Chom y Diky (un perro y un gato), y admiten que son "fanáticos del baile". Reconocen valores en Los Beatles, "porque Mafalda está con ellos, y eso basta", chanceó Guastavino. Al pelilargo Rimoldi Fraga lo consideran poco sincero. Prefieren a Sandro y Favio en música popular, aunque sus pretensiones musicales apuntan más alto.
Para ellos, los hippies son una respuesta equivocada. "Hay que transformar la sociedad desde adentro", proclama Sánchez. También reconocen que tiene algunos valores, lo mismo que Silo, el seudoprofeta que campeó por todas partes durante el 69. "Representa un problema social —según Schaub—. En los tiempos actuales, dominados por las técnicas, surgen estos tipos que pueden liderar. Lo que dice tiene indudable valor cristiano."
Finalmente todos suponen que una vez alcanzado el sacerdocio aceptarán el destino que la orden les indique: trabajar en barrios o en villas precarias. Se lamentan —eso sí— de no poder detenerse a especializar su evangelización debido a la urgente necesidad de sacerdotes. Comprenden —claro— la deserción de los seminarios: "La juventud no vive la religión", admite Kelly. "Hispanoamérica fue abandonada por la Iglesia Universal", sentencia Schaub. "La imagen que daba el sacerdote no captaba las inquietudes de la juventud", pretende Sánchez.
Concluido el diálogo, Sánchez se asombró de que no se les hubiera formulado una pregunta.
—¿Cuál?
—Qué pensamos de las mujeres argentinas.
—¿Y?
—Son muy lindas. Además tienen mucho zucundum.
A. Z.

 

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