Revista Panorama
10.05.1973 |
"La política es un arte, todo de ejecución". — Juan Perón.
A quince días de la llegada de Héctor Cámpora a la Casa de Gobierno
ha quedado definidamente dibujado el tono del amanecer peronista que
presidirá el reencuentro de la vida política argentina con las
instituciones previstas por la Constitución Nacional. A mediados de
la última semana habían quedado descartadas —en los círculos
peronistas— las versiones acerca de un golpe de Estado que impidiera
el juramento presidencial del último delegado de Perón en la
Argentina.
La reunión cumbre celebrada hace diez días en Madrid precisó el
rumbo del próximo gobierno, por lo menos en su primera etapa. Más
allá del episodio donde se cuestionó la conducción impresa por Juan
Manuel Abal Medina a la marcha del Movimiento Peronista, y se relevó
a Rodolfo Galimberti de la dirección de la Juventud Peronista, las
reuniones madrileñas pusieron en el candelero la línea económica de
la que es portavoz José Gelbard, caudillo de los empresarios
nucleados en la Confederación General Económica, el mentado plan
CGE-CGT, acuerdo laboriosamente redactado entre el cacique de los
empresarios nacionales y José Ignacio Rucci, ha sido elegido por
Perón para transitar los primeros tramos del camino de la
"reconstrucción nacional".
EL RETORNO DE LA HORA. De esos conciliábulos, donde se definieron
las líneas generales de la política a implementarse a partir del 25,
estuvieron excluidos los representantes de la ortodoxia juvenil. No
sólo, por cierto, Galimberti, sino también Abal Medina.
Es de suponer que con el giro de los acontecimientos los nombres
propuestos por la JP para un conjunto de cargos ejecutivos quede
relegada. La política que ahora se dibuja supone un retorno a
ciertas fórmulas de colaboración con la Unión Cívica Radical; piloto
de esos acuerdos fue, por parte del radicalismo, Francisco Sánchez
Jáuregui. El senador suplente por la Capital, antiguo editor del
semanario El Argentino, desde donde defendió intensamente el
ministerio político de Arturo Mor Roig, viajó a Madrid, habló con
Perón, y, posteriormente, realizó gestiones económicas por varias
capitales europeas. Es oportuno recordar para entender el origen de
estas gestiones, la misión emprendida antes de la designación de
Cámpora como candidato a la presidencia por el Frente Justicialista,
por los peronistas Alberto Rocamora y Enrique Grosman. Vinculados
con Julián Sancerni Giménez, el caudillo unionista que defendiera
con tenacidad y en las peores horas la necesidad de un acuerdo con
el peronismo, buscaron la designación de Oscar Albrieu, como
delegado, para salvar las posibilidades de la coincidencia. Empero,
el líder del justicialismo sostuvo firmemente a Cámpora; como se vio
por los resultados electorales, razón no le faltaba. Sin embargo, la
idea de estructurar esa política no fue desechada. La posibilidad de
ejecución de un programa económico que, como el de la CGE, dibuja
las coincidencias programáticas de La Hora del Pueblo, tendió los
puentes para el desarrollo de esa política. No es casual que a la
hora de la designación del secretario parlamentario de la Cámara de
Diputados el nombre de Rocamora aparezca como el más firme
candidato. Su propuesta proviene de Raúl Lastiri, el titular de la
Cámara baja, yerno de José López Rega, el secretario privado de
Perón, de relevante actuación en la "cumbre borrascosa" de Madrid.
Este rumbo económico se complementa con la decisión de manejar
cuidadosamente el tema militar, no produciendo una "carnicería" de
generales. Toda la primera etapa del gobierno Cámpora estará
dirigida a lograr el apoyo masivo del 80 por ciento de la
colectividad política.
LA LUCHA INTERNA. Esta decisión política, en el nivel del gabinete
presidencial, se ligó con la crisis en la cima del Movimiento.
Aunque muchos ligan las dos decisiones de la conducción peronista,
quizá hubiera sido posible que los jóvenes peronistas contaran con
su "techo super-estructural" —es decir, Galimberti—, de no mediar el
episodio de las "milicias populares". De todos modos, el embate de
López Rega e Isabel Martínez contra Galimberti y Abal Medina,
obviamente consentido por Perón, cambia el ordenamiento de poder en
el justicialismo. Existe, de hecho, un estado de asamblea en el
peronismo, al que pondrá punto final la presencia —ya confirmada— de
Perón en la Argentina, en la primera quincena de junio. El debate no
se realiza en términos estridentes: ni Galimberti y Abal Medina, por
una parte, ni Norma Kennedy o Jorge Osinde, por la otra, se
sumergieron en declaraciones públicas al regreso de Madrid. Aquí, el
silencio oculta los verdaderos movimientos tácticos. Ese marco no se
rompió tampoco por la sucesión de declaraciones públicas de FENOUP y
la JSP, versiones en el plano universitario del denominado
Trasvasamiento Generacional que orientan Alejandro Álvarez y Roberto
Grabois. De hecho, los documentos reiteran los términos de una
polémica ya madura entre la antigua conducción oficial de la JP y
este sector, manejada en esta ocasión con inteligencia y sin
elementos estridentes.
El enfrentamiento vigente de sectores reproduce, en la práctica, el
enfrentamiento que ligara a Kennedy —vinculada estrechamente con el
grupo de juventud que orienta el diputado Alberto Britto Lima— y el
"bloque del T.G. en la puja verificada en el congreso nacional del
partido Justicialista, donde se decidiera la candidatura de Cámpora.
Allí, junto a las 62 Organizaciones orientadas por Rogelio Coria,
votaron contra la moción de Abal Medina de enviar un télex a Perón
para que ratificara su renuncia a la candidatura. Ellos mocionaron a
favor del viaje de una comisión a Asunción — donde residía entonces
Perón—, propuesta objetada por el secretario general por la
inminencia del vencimiento de los plazos. Aunque luego todos los
sectores acataron la orden de Perón —el sector sindical decidido por
Lorenzo Miguel—, el enfrentamiento entre las dos líneas se mantuvo
latente. En la decisión de la nueva política para el Movimiento, el
centro del aparato sindical peronista (la Unión Obrera Metalúrgica,
a través de Lorenzo Miguel y José Rucci) se mantuvo apartado.
Aunque, quizá, las 62 puedan sacar partido de la nueva coyuntura, no
han sido ellas las que desencadenaron la tempestad.
Los sectores que responden a la "tendencia revolucionaria" se han
dado a la política de sostener al Consejo Superior de la JP
—constituido por los delegados de las siete regionales— como órgano
directivo de la cuarta rama peronista. En tanto, otro organismo de
masas, de flamante creación —la Juventud de Trabajadores
Peronistas—, desarrollaba su planteo organizativo independientemente
del de la JP. Al frente de esta nueva entidad se ubicaba al diputado
nacional por Buenos Aires y secretario general de la UOCRA de Bahía
Blanca, Roberto Bustos. La JTP eludirá los enfrentamientos ríspidos
con otros sectores del gremialismo peronista, buscando consolidar su
organización de base, evitando caer en el error de considerar a las
62 Organizaciones como un bloque monolítico, o de caer en la
práctica del "sindicalismo de liberación" orientado por el viajero
Raimundo Ongaro.
LA AMNISTIA. Pese a las diversas versiones circulantes acerca del
carácter restringido de las libertades a los presos políticos, la
política del justicialismo al respecto continúa siendo la prometida
en la campaña electoral: liberación de todos los encausados y
condenados sin distinción de delitos cometidos o ideología
profesada. La clave de ese proceso sigue pasando por el abogado
Esteban Righi, asesor directo del presidente electo. La actividad de
los bloques de senadores y diputados frentistas, rígidamente ligada
a la conducción táctica, se orientaba a presentar el proyecto de ley
de amnistía. El recurso del indulto parece estar destinado a cubrir
los baches que por causas técnicas se produjeran en la liberación de
los inculpados.
EL TERCER MUNDO. Mientras la conformación del gabinete y las
decisiones sobre el tema militar y la amnistía acaparaban la
atención local de los flamantes titulares del futuro gobierno, en
Madrid se ponía en marcha una nueva etapa del operativo Tercer
Mundo: la entrevista Juan Domingo Perón y Mao Tse-tung. Isabel
Martínez y López Rega oficiaron de adelantados de la decisiva visita
de Perón. La llegada del caudillo justicialista se liga, amén de las
connotaciones genéricas sobre la nueva política internacional
argentina, a dos temas de inmediata dilucidación. Las novedades se
producirían en el terreno económico: China Popular se prepararía a
otorgar un préstamo de 300 millones de dólares —sin interés— al
nuevo gobierno argentino. Por otra parte, sería materia resuelta la
apertura del mercado chino al trigo argentino. El anti-comunista
campo argentino encontraría un bálsamo para su crisis en las
abundantes compras que el espartano gobierno de Pekín se dispondría
a realizar en la Argentina. Curiosamente, otro punto de coincidencia
entre radicales y peronistas: la primera intentona en ese sentido
fue resistida en 1964, cuando los negociadores chinos, que pagaban
al contado, tuvieron problemas para concretar el negocio por la
presión de los trust cerealeros.
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