Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Onganía: una demostración de fuerza
Revista Siete Días Ilustrados
02.09.1968

Desde el comienzo de su gestión, el presidente Onganía no había producido un hecho más demostrativo de su autoridad personal como el registrado con el relevo de los tres comandantes en jefe de las FFAA. Ahora, la personalidad de Alejandro Lanusse abre nuevos interrogantes políticos

Fueron 20 meses de sobresaltada convivencia, que los habituales desmentidos oficiales no pudieron ocultar. El martes 20, Julio Alsogaray se enteró de que iba a ser relevado de sus funciones de comandante en jefe del Ejército y la noticia, al tomar estado público, tres días más tarde, casi oscureció otros dos sucesos que acaparaban en aquel momento a la opinión argentina: la invasión a Checoslovaquia y la visita de Pablo VI a Colombia.
No obstante lo sorpresivo del anuncio, ya se sabía que la fuerza del hombre que desalojó a Arturo Illia de la Casa Rosada estaba sensiblemente deteriorada. La "cuenta descendente" para el general Alsogaray se inició el 20 de mayo último, cuando Juan Carlos Onganía reunió en Olivos a los generales y desbarató un aparente planteo del entonces comandante en jefe; en ese mismo momento, el general Alejandro 'Cano' Lanusse despuntó como el elegido por su amigo Onganía para hacerse cargo de la conducción del Ejército.
Casi no importa que, simultáneamente, fueran pasados a retiro los comandantes de la Armada (Benigno I. Varela) y de la Fuerza Aérea (Adolfo T. Álvarez). Los observadores coinciden en señalar que Onganía quiso, de ese modo, diluir su objetivo principal —el desplazamiento de Alsogaray— y, de paso, conformar a las otras dos armas, presumiblemente descontentas con sus jefes máximos. En todo caso, Varela no dejará de pertenecer al gobierno: su próximo destino sería la embajada en España.
Pero lo más notorio de este proceso fue la evidente demostración de fuerza desplegada por Onganía. Este hecho fue un duro golpe para los opositores de todas las tendencias políticas y obligó a muchos a revisar la imagen que se habían formado del presidente. Algunos, más sutiles, recordaron la táctica empleada en diversas oportunidades por el ahora jefe absoluto de la Revolución Argentina y creyeron vislumbrar una constante: el hábil, y a la vez riguroso, empleo del tiempo.

DEJAR HACER, DEJAR PASAR
El propio Onganía se ocupó de explicar su método, hace ya algunos meses, ante un auditorio de sindicalistas. Fue en aquella detonante reunión que congregó en Olivos a líderes participacionistas y vandoristas, cuando el presidente, al responder a las quejas de sus invitados contra el equipo liberal del gobierno, los tranquilizó con una coherente exposición de su estrategia. Según deslizaron después algunos de sus interlocutores, Onganía confió que podría haber tomado el poder dos años antes del 28 de junio, pero que decidió no hacerlo para que apareciera clara ante la opinión pública la ineficacia de los partidos políticos tradicionales. "Ahora —reflexionaron la semana pasada esos mismos informantes— el presidente desarrollará igual estrategia con los liberales que anidan en su gobierno. Los dejará hacer, para que el pueblo compruebe la Esencia antinacional de esa línea y esté en condiciones, entonces, de aprobar su desplazamiento".
Si eso es lo que ocurrió con el ex comandante Alsogaray y su hermano Álvaro, entonces cabría esperar nuevos cambios en el elenco gubernamental. Por lo pronto, es conocida la aversión de Lanusse hacia el ministro del Interior, Guillermo Borda. La eventual renuncia de éste no implicará, empero, que la cartera política del gobierno sea conquistada por los liberales, a manera de compensación por el alejamiento de Alsogaray: el nuevo ministro también sería un "comunitarista". La estabilidad del equipo económico, en cambio, no parece tambalear. Krieger Vasena se encargó de enfatizarlo cuando el martes último dijo rotundamente que "en absoluto los cambios registrados en las Fuerzas Armadas tendrán alguna significación en la filosofía de la actual política económica". Al mismo tiempo, KV ostentó gran seguridad cuando se refirió a los planes futuros de su cartera, entre los que figura la reforma impositiva.

¿LANUSSE, EL INQUISIDOR?
Precisamente, el tema de la recaudación tributaria fue una de las cuestiones que, dos semanas atrás, el nuevo comandante en jefe del Ejército abordó en una conversación privada con dos prestigiosos economistas íntimamente allegados al equipo económico. El carácter tempestuoso del militar que en 1963 ocupó al frente de sus tanques la base naval "colorada" de Punta Indio es bien conocido en medios castrenses y gubernamentales; menos difundida, en cambio, es su preocupación por los asuntos que hacen a la conducción del país. Los analistas políticos estiman que a partir de ahora, Lanusse vigilará atentamente la acción de los ministros y procurará mantenerse muy bien informado.
De ahí que el relevo de Alsogaray deba vincularse al deseo del presidente de ubicar a un hombre de su confianza al frente del Ejército, precisamente porque en octubre próximo la Junta de Calificaciones habrá de discutir los nuevos ascensos en el arma. Obviamente, Lanusse influirá decididamente en ese proceso y se rodeará, según los expertos, de una "élite" de caballería proclive al desarrollismo; esa "élite" incluye, entre otros, a los generales Jorge M. Díaz, Tomás Sánchez de Bustamante, Mario Jaime de Nevares y Alcides López Aufranc. Otro general que incrementaría su poder sería Mario Fonseca, quien pasaría a ocupar la secretaría general de la Presidencia, mientras que su actual titular, Héctor Repetto, comandaría la Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE). La nueva función de Fonseca sería, al parecer, más importante: se sabe que existe un plan para trasformar a la secretaría general en una especie de "superorganismo" que controle la acción del CONASE, el CONART y el CONADE, además de la Secretaría de Difusión y Turismo. Al mismo tiempo, el general Manuel Iricíbar abandonaría la Intendencia de Buenos Aires para ser reemplazado por un civil, mientras que el ahora retirado Osiris Villegas se mantendría al frente del CONASE o bien asumiría la gobernación de una provincia.
Entretanto, los núcleos opositores preferían dedicar su atención al futuro político del general Alsogaray. No descartan la posibilidad de que Alsogaray difunda una carta personal que le envió a Onganía y en la que expone francamente sus críticas al gobierno. En tal caso, Lanusse no tendría otra solución que sancionar a su antecesor y, quizá, enviarlo a alguna prisión, destino que ambos compartieron a lo largo de cuatro años durante el gobierno peronista. Esa fue la "yapa" a la que se refirió Alsogaray cuando se despidió de sus colaboradores, después de señalar los servicios que había prestado al Ejército. ¿Una manera de rendirse homenaje a sí mismo, recordando un hecho heroico, después que Onganía lo despidió sin mayores honores? O también una forma de enfatizar su posición política y proyectarse, así, hacia la jefatura de la oposición liberal al gobierno.

 

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Lanusse
En la foto, Lanusse, Alsogaray y van Peborgh