Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

OVNI: Una pasión argentina

"Ya están aquí" Si el titular hubiera adornado, como estaba previsto, la primera página de un vespertino —el miércoles de la semana pasada—, sus efectos sobre la población serian parecidos, nadie lo duda, al pánico colectivo que desató Orson Welles, en octubre de 1938, al anunciar por radio la invasión marciana a Nueva York. Es que ese día la "psicosis del OVNI" alcanzaba su pico más agudo en la Argentina desde principios de junio, cuando se dio noticia de un supuesto periplo Chascomús-México, protagonizado —vía plato volador— por un acaudalado matrimonio de Maipú (Nº 286 http://www.magicasruinas.com.ar/revistero/argentina/ovni-platos-voladores.htm ).
Una confidencia anónima al diario La Razón —telefoneada a las 10 de la mañana de ese miércoles— explicaba que un OVNI, volando muy bajo por defectos mecánicos, había embestido en la avenida General Paz a un terráqueo automóvil. Dos atribulados enanitos —hubo versiones contradictorias sobre el color— emergieron al exterior para comprobar los daños; vencida la primera impresión, los vecinos no tardaron en atraparlos. De inmediato, periodistas y fotógrafos se lanzaron hacia la noticia del siglo mientras las llamadas telefónicas acribillaban las redacciones de diarios y agencias exigiendo detalles sobre la invasión.
La especie llegó hasta el vespertino rival, Crónica, con el inquietante agregado de que La Razón no sólo se había adelantado: también contaba con una generosa colección de fotografías de humanoides, vecinos, OVNI y el automóvil chocado. Dominando los nervios, en Crónica decidieron confirmar los hechos: las bases militares aeronáuticas de Morón y El Palomar se mostraron tan sorprendidas como la Policía. Para entonces, una caravana de curiosos recorría anhelante la avenida General Paz, rastreando el plato volador; hacia el mediodía, un funcionario policial destruyó todas las ilusiones con una irónica desmentida: "No tenemos conocimiento de que se haya producido un accidente de esa naturaleza".

Los visitantes de la noche
Por supuesto, se trataba de una broma; pero que semejante disparate haya levitado a media ciudad revela hasta qué punto los inquietantes platillos se han transformado en una pasión argentina capaz de concitar más fervores que el fútbol o la situación política. Sin embargo, hay que conceder por la hazaña tanto mérito a los revoloteantes artefactos como a la vocación sensacionalista de un sector de la prensa y a los dos empleados del Casino de Mendoza cuya epopeya sensibilizó a la opinión pública, que aguardaba impaciente otra visita-primicia.
En la madrugada del sábado 31 de agosto,. Fernando Villegas,. 29, y Juan Carlos Peccinetti, 26, pagadores de la casa de juego mendocina, treparon a un vetusto Chevrolet 1929 y se encaminaron hacia su destino. "Manejaba por la calle Suipacha —relató Villegas— y, sin saber por qué (jamás tomo ese camino), doblé por la calle Neuquén hacia el Norte." Sólo habían avanzado tres cuadras en la oscuridad cuando las luces y el motor se apagaron y los amigos descendieron rezongando para inspeccionar el coche. De pronto observaron que, en un baldío cercano, reposaba suspendido a unos dos metros del suelo un platillo, despidiendo el' consabido resplandor.
"Vimos entonces —confía Villegas— que se nos acercaban cinco enanitos de forma muy parecida a la humana, pero con una cabeza enorme y completamente calva."' Los macrocéfalos lucían un overoll gris claro o celeste; tres de ellos se aproximaron a los estupefactos mientras otros dos permanecían junto a la nave espacial. Una comunicación reservada —verdadero incunable— elevada por el inspector policial Roberto Palomo Albornoz al director de Seguridad mendocino sobre el caso, relata que Peccinetti declaró haber escuchado "en su cerebro" esta amistosa exhortación: "No temer; no temer. Hemos dado tres vueltas al Sol. Agua, agua. Las matemáticas son el idioma universal". Mientras tanto, uno de los enanos se afanaba frente al automóvil inscribiendo signos sobre la carrocería en medio de un vaho de azufre. Otros humanoides acarrearon ante los terrícolas una pantalla que exhibía, en colores, un show donde alternaban cascadas (con y sin agua) y un hongo nuclear. "Acto seguido —detalla el oficial Palomo Albornoz en su informe— se fueron con la pantalla en dirección a la nave quedándose los otros dos que estaban al frente del relator y su compañero, los cuales tomaron suavemente su mano izquierda (respectivamente), notando el contacto de una mano normal, y luego le aplicaron unas punzadas en dos dedos de la mano izquierda, agregando al retirarse: Volveremos". Poco después la nave se perdía en el espacio atronando la noche de Mendoza con una fortísima explosión.
Despavoridos, Villegas y Peccinetti corrieron a la guardia del Liceo Militar General Espejo, distante trescientos metros, donde un incrédulo oficial les administró un vaso de agua, remitiéndolos luego hacia el hospital Lagomaggiore.
Los médicos verificaron el shock nervioso y los pinchazos: "Cuando llegaron al hospital tenían una cara de espanto como jamás he visto", vociferó '—según el sumariante Albornoz— un enfermero "de talla baja entrado en años, que si se considera de valor localizaré". Un agente de policía notificó del episodio a la seccional 3ª, cuyo oficial de servicio, precisamente el inspector Palomo Albornoz, partió de inmediato hacia el hospital. En el camino se topó con Villegas, que le relató la historia. "El infrascripto —continúa el policía—:, obtenido este relato, se trasladó al nosocomio en asocio del oficial Carloni", para entrevistar a Peccinetti; que confirmó la aventura.
También entregó su reloj, detenida a las 3.42, hora del encuentro estelar. Albornoz se lanzó a una pericia: "Al no funcionar, fue movido en distintas formas y no arrojaba sonido alguno, pasándoselo al oficial Carioni a su pedido, quien lo retuvo también examinándolo y en un momento dado me fue llamada la atención por el oficial Carioni, quien, mostrándome el citado reloj destapado, me exhibía la máquina del mismo al tiempo que con una punta de metal blanco revolvía la máquina en busca del pelito que le faltaba".
Este hurgueteo en la maquinaria del reloj desató las iras de Albornoz: "Ante ello dispuse que lo cerrara y me fuera entregado, luego de la recomendación de que no debía haberlo destapado, demostrando este oficial encontrarse escéptico del hecho, pero en cuanto al informante en este caso no hizo una opinión del mismo puesto que el deber era lograr obtener un procedimiento funcional y luego se vería el grado de veracidad que tuviese el caso".
Las inscripciones y unas extrañas bolitas de mercurio terminaron por convencer al policía, que considera "pese a ser profano en interpretar estos casos y no haber presenciado tal entrevista extraterrestre, que los causantes Villegas y Peccinetti son veraces en sus exposiciones".
Por la mañana, el baldío de la aparición era una romería de curiosos que recolectaban evidencias y souvenirs; sin embargo, los contadores geiger de la Comisión de Energía Atómica no denunciaron restos radiactivos de los comunicativos humanoides. El automóvil de Villegas era la vedette, escrutado por todos: los creyentes están seguros de que el mensaje grabado a soplete esconde la clave para determinar el origen de los OVNI. Los dibujos equivalen a la representación de dos sistemas planetarios, cada uno con un sol y tres satélites, "Uno podría ser Júpiter, cuya tercera luna es Ganímedes; el otro nuestro Sol, Mercurio, Venus y la Tierra", teorizo Victorio Corradi, del Centro de Investigaciones Espaciales de Mendoza. "En ese caso podemos observar flechas que vinculan las órbitas terceras. Quizá traten de decirnos que Ganímedes es su lugar de origen o su escala para llegar a la Tierra desde lejanas galaxias."
Se trata, en realidad, de dibujos geométricos primitivos, indignos de una civilización capaz de pergeñar artefactos que circulan por el espacio y atemorizan a los seres humanos, desde la posguerra.
No es éste el único indicio que robustece la hipótesis de una patraña imaginada por dos oscuros empleados ansiosos de notoriedad. Al llegar a la zona, el oficial sumariante Albornoz declara haber percibido un fuerte olor parecido al azufre; resultaría fácil truco haber utilizado este elemento, mezclado con clorato de potasio, para provocar la explosión y el resplandor que se atribuye al despegue. Además, algunas versiones insisten en que Peccinetti y Villegas militan en una secta esotérica, que profesa una delirante admiración por los platillos y sus tripulantes. El episodio resultaría, entonces, una forma espectacular de proselitismo.
Estos recelos enfrentaron a los croupiers con una desconfiada Junta Médica que los abrumó a preguntas y tests durante más de cuatro horas. "Fueron todos contra uno", lamentó Peccinetti a la salida. "La próxima vez que vea un OVNI no se lo cuento ni a mamá", proclamó a su vez Villegas, jaqueado por coleccionistas dispuestos a comprar el Chevrolet-testimonio a cualquier precio. Pero, en el fondo, ambos están contentos del alboroto que los lanzó a la fama; el viernes pasado exhibieron su aventura en el programa televisivo Séptima Edición, como invitados; los periodistas, además, no dejan de acosarlos.
Tanto éxito provocó, también, una epidemia de espontáneas presentaciones en los diarios, de ex tímidos dispuestos a confesar pasados encuentros con OVNI y marcianos, hasta ahora prolijamente ocultos por temor a ser sospechados de lunáticos. Quizás esta manía explica que cada provincia exhiba un extenso surtido de apariciones más o menos terroríficas. Mendoza trata de imponer seriedad encomendando por medio de su Corte Suprema un sumario al Juez Jorge Mazari Céspedes.
Mientras tanto, se organizan ya excursiones al Cerro de las Lapas, en la precordillera, una zona muy apreciada por los seres galácticos según sus pobladores, hoteleros y taxistas. Un potencial santuario turístico que quizá desplace al Cerro de la Gloria.
El jueves 4, la policía mendocina desdeñó las conclusiones de su oficial Palomo Albornoz y fulminó a quiénes alardean protagonizar diálogos estelares y apariciones. Un tajante comunicado sentencia que sé trata "de fenómenos alucinatorios de individuos con tendencias mitómanas, a veces concurrente con su bajo nivel cultural; en otros, el propósito es la publicidad con fines no confesados". Luego de asegurar que las investigaciones revelaron el carácter estrictamente natural de muchos fenómenos presuntamente galácticos, el bando recuerda que el delito de intimidación pública se castiga con penas de 6 meses a 4 años de prisión; un anticipo claro de que Peccinetti, Villegas y sus epígonos pueden concluir su aventura espacial en una celda bien terrena.
Primera Plana
10 de setiembre de 1968

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OVNI, mendocinos Villegas y Peccinetti


 

 

 

 

 

 



Chevrolet
Chevrolet 1929

 

 

 

 

 

 

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