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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


iPASA EL COMETA!
La masa luminosa del cometa Pajdusakova pasó ahora inadvertida, pero en otros tiempos mucha gente creyó que llegaba el fin del mundo. En 1910 una señora distribuyó sus bienes y se suicidó.
Por ALBERTO F. RIVAS
Revista Vea y Lea
1954


Diagrama del Pajdusakova al llegar al perihelio entre los días 20 y 30 de enero de 1954

 

 

 

DEJEMOS por hoy los temas consuetudinarios, para ocuparnos de algo mas elevado, de algo celestial. Recordemos a los cometas, esos astros errantes que iluminan la imaginación infantil con su larga cabellera de zafiros y diamantes, y que han llenado de pavor a los hombres. Precisamente, acaba de pasar uno, que esta vez no fué visto; pero no porque el mundo estuviera tan embargado de pesares que obligara a sus criaturas a seguir estremeciéndose al ras de la martillada pulpa de la Tierra. Este cometa no se vio, a ojo desnudo, porque estaba aparentemente muy cerca del Sol y su visibilidad fué sólo posible mediante el telescopio.
Se trata del cometa Pajdusakova (1953h), descubierto por una muchacha así llamada, que trabaja en el observatorio de Skalnate Plaso, Checoslovaquia, el 3 de diciembre último. En el observatorio astronómico de Córdoba, este extraño habitante de los espacios interplanetarios fué visto en la noche del 22 al 23 de diciembre, en cuya oportunidad se obtuvo una fotografía. El momento del paso por el perihelio o mínima distancia del Sol se produjo el 24 de enero pasado, a las 13, hora argentina. Entonces, el andariego Pajdusakova estaba, metro más, metro menos, a 10.750.000 kilómetros del Sol. Según parece, el Pajdusakova tenía prisa, pues cuando pasó cerca del Sol lo hizo a la velocidad de unos 120 kilómetros por segundo.
Como nos es forzoso expresarnos en el limitado vocabulario terrestre, señalemos que estos cometas deben soportar las antipatías de algunos planetas, como el furente Júpiter y el tenebroso Saturno, que retardan su movimiento, haciendo disminuir el periodo de la órbita cometaria. El cometa Lexell, que se vio en 1770, fué profundamente modificado en su órbita primitiva, en su proximidad con Júpiter. Recorrió dos veces el camino impuesto por aquél, que volvió a desviarlo de la ruta, lanzándolo probablemente fuera del sistema solar.

NACE UN COMETA
Entre las muchas teorías existentes acerca de los cometas, parece la más reconocida y aceptada la del astrónomo Fred L. Whipple, del observatorio de la universidad de Harvard. El sostiene que los cometas no son sino glaciares astronómicos, impulsados por la evaporación de gases. El núcleo del cometa estaría formado por minerales absorbidos por el hielo; y éste se compondría de substancias similares al amoníaco, metano, agua y dióxido de carbono, congelados. La atracción del Sol determinaría al núcleo a describir una órbita alargada, en torno de aquél, aunque concluye por acercarse tanto que se transforma en cometa debido al enorme calor que despide el Sol. Se ha comprobado, en apoyo de tal teoría, que el núcleo de esos cuerpos alcanza de pronto un brillo extraordinario, formándose casi seguidamente una "cabeza" de varios miles de kilómetros de diámetro. La cola se forma luego por la presión de la luz sobre las partículas integrantes de la cabeza; es una suerte de desintegración del núcleo, que forma una cascada de supuestos meteoritos, una cabellera fulgurante que se pierde en la noche negra, tras una hechizada pirotecnia. Estas colas suelen abarcar grandes espacios. Y la más larga que se conoce se registró en 1843 y media, según los cálculos de la época, 320 millones de kilómetros, es decir, más del doble de la distancia entre la Tierra y el Sol, que es de 148,8.

HAY MUCHOS COMETAS
Suele creerse que los cometas han sido tres o cuatro, por ejemplo, el Halley, el de 1948 y el actual. Pero estos cuerpos celestes son muy abundantes, calculándose que los descubiertos hasta ahora pasan de 1500. Hasta hay un cometa descubierto aquí en 1947, que se llama Martínez. En los anales chinos figuran documentos relativos a los astros, en que se mencionan cometas observados veinte siglos a. de J. C. En realidad, ha habido muchos más, pero en su mayor parte han permanecido invisibles, pues sólo hace pocos siglos, con relación a la duración de los tiempos históricos, que los anteojos y telescopios permiten descubrir los astros que no pueden verse a ojo desnudo. De aquella cantidad hay unos 30 cometas cuyo regreso ha sido observado. El de Pons-Winnecke vuelve cada seis años. Apareció en 1819 y fué descubierto por Pons, en Marsella; estuvo invisible hasta 1859, en que fué observado por Winnecke. El 14 de julio de 1945 estaba sólo a 62.000.000 de kilómetros de distancia de la Tierra. El primero cuya periodicidad se descubrió fué el de Halley. Volverá en 1985; y esperamos verlo para hacer el respectivo comentario.

EDMUNDO HALLEY
Halley nació en Haggerston, cerca de Londres, el 29 de octubre de 1656; en 1673 ingresó en el Queen's College, de Oxford, donde estudió matemáticas y astronomía. A los 19 años ideó un método para determinar los elementos de las órbitas planetarias; en 1675, luego de descubrir muchos errores en las tablas astronómicas que se utilizaban entonces, partió para Santa Elena, donde estableció gran número de posiciones estelares meridionales. Registró 341 estrellas australes y en 1679 publicó en Londres un importante "Catálogo Estelar de Australia". En 1682 contrajo matrimonio con Mary Tooke, hija del auditor del Tesoro británico y en ese año individualizó el cometa que lleva su nombre como el mismo de 1531 y 1607. Valiéndose de los recientes descubrimientos de su compatriota sir Isaac Newton sobre la gravitación universal, calculó la órbita de aquel cometa y predijo con una exactitud casi total la fecha de su reaparición, atribuyéndole un período de 75,5 años. Halley murió 17 años antes de esta reaparición, que se produjo en 1759. Antes de terminar el período, Clairant calculó las perturbaciones debidas a Júpiter y Saturno. Se encargaron de los cálculos numéricos Lalande y la señora Lapaute, corroborándose así la fecha del retorno, con lo que se consiguió uno de los triunfos mayores que registra la mecánica celeste.

APARECEN UNOS SEIS POR AÑO
Se calcula que anualmente se descubren unos seis cometas, de los cuales unos dos tercios se clasifican como nuevos. Algunos vuelven cada pocos años y otros necesitan más de mil para recorrer su órbita. Hasta ahora no se ha podido predecir el retorno de ningún cometa que se aproxime a la Tierra en períodos mayores de 75 años.
Uno de los "records" de descubrimientos de cometas fué obtenido por él astrónomo D. du Toit, del observatorio que la universidad de Harvard ha instalado en Sud África. Du Toit localizó en 1945 un cometa de 7ª magnitud, cerca de la Cruz del Sur; era el tercero que descubría aquel año.
El que registró mayor número de cometas fué el francés Jean Louis Pons, que localizó 27 en el curso de su vida; y tres de ellos en 1818. En los últimos 65 años, cuatro norteamericanos y un francés localizaron entre 10 y 20 cometas cada uno. La primera mujer que descubrió un cometa fué Carolina Herschel, hermana del famoso astrónomo del siglo XIX, William Herschel. La infatigable Carolina descubrió ocho cometas. Sólo un cometa de cada cinco puede ser observado durante un día o dos a simple vista; muy pocos, tal vez dos cada cien años, pueden ser vistos a la luz del día.

LAS SUPERSTICIONES
Antiguamente los cometas eran considerados como meteoros, como la lluvia, el granizo, el relámpago y las estrellas fugaces. Tal era, al menos, la opinión de Aristóteles, que los suponía como llamaradas de emanaciones singulares. Pero otros no lo creían así. Anaxágoras y Demóstenes entendían que eran el resultado de choques entre cuerpos celestes. Diógenes tenía a los cometas por estrellas y parece que la misma opinión sustentaba Apolonio, el cual, según Séneca, recibió esta idea de los caldeos. Entre éstos debió haber también partidarios del origen telúrico, según testimonio de Epígenes. Pero quien tuvo ideas muy exactas al respecto fué Séneca; en sus "Naturales questiones" dice: "¿Por qué admirarse de que no estén los cometas sometidos a leyes fijas y no sepamos de dónde vienen ni dónde paran tales cuerpos cuyas reapariciones están separadas por largos intervalos? Día vendrá en que lo que hoy es misterio será puesto a la luz. Nacerá un hombre que hará ver en qué parte del cielo van los cometas, por qué se diferencian tanto de los demás planetas, cuál es su magnitud y naturaleza".
El hombre de Séneca fué Newton. Pero sus acertadas opiniones fueron dejadas de lado en la Edad Media, por no sostenerlas Aristóteles, que parecía monopolizar entonces la suma del saber. Con Regiomontano los cometas son objeto del estudio de los sabios. Mientras tanto el vulgo daba crédito a las más fabulosas historias y para él los cometas eran astros de mal agüero; tales fueron sus preocupaciones que llegaban a ver simbolizadas espadas, fuego celeste, cabezas de cadáveres, etc., especialmente cuando la aparición coincidía con algún suceso culminante, como ocurrió en 1066, durante la ocupación de Inglaterra por Guillermo el Conquistador; se decía que la estrella -cometa Halley- guiaba al conquistador y que tuvo influencia decisiva en la batalla de Hastings, significando para los ingleses la muerte de Harold. En 1456 el mismo cometa aparecía como un alfanje a los cristianos, y como una cruz a los turcos, por entonces en guerra.
Se cree que el cometa Martínez es el mismo que apareció en el año 137 a. de J.C. y que regresa aproximadamente cada 139 años. En aquella época nacía el rey Mitrídates Eupator o el Grande. De todos modos la historia de este cometa es bastante curiosa. El 24 de diciembre del año 1 a. de J.C, pasa el cometa por el Cercano Oriente, sobre Belén, sin que después puedan registrarse los regresos de los años posteriores, hasta el 837 y 975, en que apareció con una cola de 40 grados, siendo visto en pleno día. No fué advertido después hasta 1264, en que su cola tenía 100 grados; coincidió aquí con la muerte del papa Urbano IV. Volvió en 1402 y nuevamente se perdió hasta 1538, 1674 y 1810. Las diferencias de períodos calculados en 139 años se deben a la gravitación de los planetas, que aceleran o retardan el paso del cometa. Asegura Pingré que el cometa de 1264 era el mismo de 1556, del que se dice que indujo a Carlos V de Alemania y I de España a renunciar la doble corona.

LAS PROFECÍAS
Sobre las supersticiones influían poderosamente las profecías. San Malaquías, el obispo irlandés que señaló figuradamente los pontífices que han venido ocupando el sillón de San Pedro desde hace 800 años, dijo que el mundo se terminaría en 1953. La fecha coincidía con la inscripta en la Cámara Real de la Gran Pirámide, a lo cual se refirieron extensamente los sabios de Johannesburgo. Felizmente para nosotros, no pasó nada y podemos ahora contarlo. Miguel Nostradamus, el célebre profeta francés, decía en el siglo XVI: "A un eclipse de Sol sucederá un tiempo más oscuro y tenebroso que jamás haya existido; se producirá una gran traslación astronómica, de tal manera que la Tierra parecerá haber perdido su natural movimiento y se hundirá en las tinieblas eternas".
Los libros apocalípticos indicaban que en el año 1000 debía terminarse totalmente la vida en la Tierra, iniciándose un período que conduciría al Juicio Final, después del cual vendría el Reino de Dios.

EL COLETAZO
El astrónomo Demisseau había predicho que el 29 de octubre de 1832, a la medianoche, pasaría el cometa Biela por el cruce de la elíptica, es decir, por el único lugar en que puede encontrarse con la Tierra. Según parece, se trataría de un coletazo que, sacaría de su atracción a la Tierra y la arrojaría al vacío. Pero el golpe sería similar al de un golpe de dos proyectiles que chocan a una velocidad de 100.000 kilómetros por hora. El susto fué mayúsculo en todo el mundo. Los minúsculos habitantes terrestres esperaron el encontronazo de rodillas, implorantes, temerosos, aliviados de todos los bienes terrenos por los cuales habían luchado hasta poco antes. Pero el célebre astrónomo francés Arago disipó las dudas, aunque no del todo. Dijo que era cierto que el cometa Biela pasaría el 29 de octubre de 1832 por un punto exactamente ocupado por la Tierra, pero que para que se verificara el tan temido choque era necesario que también en ese momento se encontrara en el mismo punto la órbita terrestre, es decir, que para que el encuentro tuviera efecto debían encontrarse en el mismo punto del espacio y del tiempo. "Y a ese punto llegará la Tierra el 30 de noviembre por la mañana". Desde luego que ese mes fué de pánico en todo el mundo y hasta que pasó el mes de noviembre no vino la tranquilidad. Catorce años después volvió a dar que hablar este desagradable cometa: el 15 de enero de 1846 se observó que de su núcleo se separaba otro cometa más pequeño, que se distanciaba velozmente. En 1852 fué esperado nuevamente el Biela. Y apareció, pero su descendiente se había separado bastante de aquél. Después, por mucho tiempo, no volvió a verse. Es decir, no volvió a verse más. Pero, en 1872, a fines de noviembre, la Tierra tropezó con todo lo que quedaba de Biela y su hijo: un enjambre de piedras meteóricas.

OTRO ANUNCIO TERRIBLE
Los sabios de fines de siglo anunciaron que el 17 de mayo de 1910, a las 10.30 de la noche, la cola del cometa Halley tocaría la Tierra, y que todo quedaría aniquilado. La impresión fué tremenda. El fin del mundo se anunciaba y volvían al pensamiento las noches negras de la superstición y de las profecías. No ocurrió lo del año 1000, en que los ricos renunciaban a sus riquezas y los pecadores se flagelaban entre sí, en las calles, para expiar sus culpas, y los comerciantes regalaban sus mercancías, mientras las multitudes andaban de rodillas por los campos y las ciudades, golpeándose el pecho; otros, los que llegaron a la medianoche, aguardaron enloquecidos el momento final, abrazándose y besándose para entrar unidos a la muerte, en una fraternidad que suavizara la condena que suponían merecer. En 1910, aunque la predicción fué hecha con toda erudición, mucha gente no lo creyó. Sin embargo, muchos fueron los que no pudieron intervenir con vida en el acontecimiento. Hubo una epidemia de suicidios y de francachelas. Una señora muy distinguida y adinerada distribuyó sus bienes y se eliminó. En el hotel de Corrientes y Esmeralda, un hombre también se suicidó; fué el suicidio más central. Las iglesias se veían muy concurridas.
El miedo irrazonable volvió a apoderarse de los habitantes del mundo. Una fraternidad canadiense dedicó los últimos días a la oración y al ayuno.
Había gente que, ante la amenaza de la muerte, dedicó aquellos días previos al 17 de mayo a gastar dinero en comidas y fiestas, pues, si todo se acababa, por lo menos ellos pasarían bien aquellos últimos momentos.
Sin embargo, los diarios y las revistas orientaban al público hacia los preparativos de los festejos del centenario. Como por un acuerdo tácito, no hablaban de los suicidios ni de los excesos. Y sólo mediante el buen humor trascendían algunas cosas de lo que entonces tanto se comentaba. Las letrillas de canciones, cuplés y dibujos, las alusiones políticas consideraban jocosamente la predicción. Además, aquellos preparativos, la llegada de personalidades y los apuros que cada cual tenía, impedían a la gente sumergirse en el panorama celeste. Incluso se dijo que una de las causas de la demora en construir el pabellón para la exposición en Palermo se debía al ausentismo de los obreros, provocado por el temor. Se recuerda que en los últimos días se pagaba a cada obrero la suma de veinte pesos por jornada, cifra tan extraordinaria entonces que se comentaba en las grandes capitales del mundo. ¡Como que equivalía casi a la mitad del sueldo mensual! También se decía que el presidente, Figueroa Alcorta, preparaba grandes comidas a los huéspedes de otros países, antes del 17 de mayo, "para que el paso definitivo lo encontrara lleno".
Un diario de la época, horas antes de la anunciada para el cataclismo, daba el tono despreocupado en esta forma: "...El gran cometa luminoso luce serenamente su ancha y prolongada cola sobre el firmamento de nuestras noches. Sorprendido en la lejanía de lo infinito, a lo largo de su cruzar errabundo por los avizores ecuatoriales, hemos sabido de su avance a través de todo lo cósmico en demanda de nuestro propio derrotero. He ahí una bella página para Flammarión, la del magnifico cometa que cruza el vacío silenciosamente para destruir sin estrépito el minúsculo planeta que avanza también cargado de pasiones, como el barco de la clásica balada. Sin embargo, hemos aprendido a reservar el miedo para el instante supremo del contacto con el peligro. Entre tanto, tenemos la pueril petulancia de mirar al cielo para encogernos de hombros, para ensayar chistes ante la inmutabilidad reluciente del peregrino del cosmos. Un poco de curiosidad: he ahí todo el efecto logrado por el cometa Halley; a lo sumo tenemos para él la afable benevolencia que se usa para con un huésped distinguido, que no ha sabido llenar la formalidad social del anuncio previo. Realmente, pocos placeres le quedan a la raza humana, tan estragada ya que no alcanza a saborear el magnifico miedo del diluvio, el gran terror del milenio..."
Una historieta de la época indicaba por qué causas el cometa no se había acercado a la Tierra; era porque aquí, en Buenos Aires, había muchos "cometas" que no faltaron a ningún banquete. Claro, que el humor estaba un tanto rebuscado, pero sirve para dar una idea de cómo pasaban aquellos días, que para otros fueron de tanta inquietud.
El 17 de mayo no ocurrió nada, aparte de aquella gente angustiada y de la otra que prefería pasarlo alegremente.

ESCRIBA SU NOMBRE EN EL CIELO
El cometa Halley hizo su presentación de modo espectacular, surcando el espacio majestuosamente en medio de un fulgor impresionante. Se desplazó con la facilidad de una estrella fugaz y su cabellera azulada encantaba a los niños y a muchos grandes; otros de éstos estaban con el corazón en suspenso, porque podría producirse el cataclismo. Pero el cometa pasó, y se vio mucho mejor el 1º y 2 de junio de 1910. Esperemos su regreso y digamos, mientras tanto, que las colisiones son en extremo improbables.
Los cometas se designan con el nombre de quien los descubrió primero o del que calculó sus elementos; o también por el año de paso por el perihelio. Como la búsqueda sistemática de cometas nuevos requiere mucho tiempo y, en general, los astrónomos profesionales no disponen de él, se ha tratado de fomentar la dedicación de los aficionados. Ahora cualquiera puede hacerse inmortal descubriendo un cometa, es decir, escribiendo su nombre en el cielo. Así se ha creado el juego de apadrinar cometas, dando el nombre del ganador al que lo descubra. El que lo consiga, debe comunicar de inmediato el hecho al observatorio astronómico más cercano o al observatorio central para Telegramas Astronómicos del Continente. Para la América del Sur, el encargado de centralizar las noticias es el observatorio de Córdoba. Este retransmite las comunicaciones al observatorio de Harvard, en Boston. Las comunicaciones deben indicar la posición con la mayor precisión posible, la magnitud aparente y una descripción de su aspecto. Para que quede constancia, lo mejor es hacerlo por telegrama.