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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


El otro lado de la imagen
Pedro Luis Raota

Revista Mercado
4 de mayo de 1979

un aporte de Riqui de Ituzaingó

 

 

 

 

 

Cuando se menciona algún nombre acerca del arte de la fotografía es habitual que el de Pedro Luis Raota aparezca en primer término. Aun sin entrar en valorizaciones que sólo competen a los jurados o críticos de la especialidad, hay que reconocer que se trata de una cita obligada. Pocas veces, tal vez nunca, un fotógrafo argentino radicado en nuestro país atravesó las fronteras de un círculo reducido de entendidos y adeptos para conquistar la atención de un frente más vasto; tan diverso, como los que suelen frecuentar otras individualidades de profesiones o actividades más populares que la fotografía. Cuando alguien observa o contempla una fotografía de caballos en un campo despoblado o un hombre agobiado caminando por una llanura en el crepúsculo asociará las imágenes al nombre de Raota. "Ocurre que yo he podido trascender porque me he dedicado totalmente a mi oficio. Habitualmente la fotografía es un hobby de fin de semana o una actividad periodística, y en ambos casos, las posibilidades de hacer algo en profundidad tienen el obstáculo de la impericia (si se trata de un hobby) y de la premura, en el caso de los reporteros".

Es cierto que Raota ha conquistado unos mil trofeos y distinciones en todo el mundo; que ha expuesto en países tan lejanos como Rusia, Filipinas, Tailandia, Australia y con mayor continuidad en Estados Unidos y Europa. "Es posible que los premios puedan ser obra de la casualidad o de la suerte, pero yo ya empiezo a dudar, porque si uno obtiene los más importantes y los ve acumularse..." Viajero incansable, cazador solitario de imágenes "he llegado a estar borracho de fotografías", recuerda permanentemente sus comienzos en Villaguay, Entre Ríos, su tierra adoptiva, ya que él es chaqueño.
En el litoral encontró y encuentra siempre motivos poéticos y líricos que abundan en sus imágenes. "Acaso, como me han dicho, Entre Ríos sea una tierra especialmente poética. Allí han nacido poetas como Mastronardi y Ortiz, que le han cantado al paisaje y al hombre de una manera particular". A los cuarenta y dos años ostenta algunos privilegios: en los últimos tiempos obtuvo los primeros premios de los salones de Baltimore, Southampton, Bangkok, Moscú, Lisboa, etcétera.
Ahora, proponiéndose un desafío inédito, inaugura en el Barrio Parque próximo al estadio de River, una galería permanente de exposición fotográfica cuya primera expositora será la Marquesa Saint Amour Di Chanaz y el próximo invitado el famosísimo Sam Hanskins. Considerado en el grupo de los ocho fotógrafos más premiados del mundo, Raota suele sorprenderse de una extraña paradoja: "cuando era muchachito, soñaba con ser campeón de atletismo y era bastante bueno en los 1.500 llanos. Nunca me imaginé llegar a campeón en este oficio donde la única que corre es la cámara". Y además otra paradoja: esta vez, Raota tuvo que aceptar ser el fotografiado.
MERCADO — Hay una posición que convendría aclarar de entrada, Raota. ¿Cuál es el verdadero valor de una foto? ¿La espontaneidad, la escenografía, el laboratorio?
RAOTA — Esa es una pregunta con trasfondo, porque precisamente a mí se me atribuye un armado excesivo, una preparación, digamos, artificial de la foto. Y eso es absurdo. Cuando gané un concurso con una foto de un caballo galopando en el horizonte a alguien se le ocurrió fabular que ese animal era de cera y que la escena no era real. Bueno, ningún jurado, ningún critico serio puede equivocarse y esa foto ha sido elogiada en numerosos países. Pero en tren de aclaraciones, yo nunca negué que esa foto tenia un montaje y que el sol que aparece en la imagen fue agregado después para lograr una perfecta armonía con el caballo y lo que proponía la escena. Entonces, admito que se
me califique de escenógrafo, si se entiende por esto mi afán de trabajar la fotografía como un cuadro, despojándola de elementos perturbadores e incorporándoles otros, que sirvan para rescatar o enriquecer lo esencial. Porque todo eso forma parte de la técnica, y, más aun, de un hecho estético. Lo otro, falsificar una situación es absurdo porque la fotografía es sobre todo, realidad, testimonio. De lo contrario bastaría con sentarse en la platea de un teatro y ver metamorfosearse a un actor que vaya produciendo situaciones.
MERCADO — Supongo que un fotógrafo está expuesto a una mayor cantidad de críticas que un pintor, por ejemplo, o que un músico. Hay mucha cantidad de gente aficionada a la fotografía que cree entender lo bastante como para juzgar técnicamente un trabajo.
RAOTA — Bueno, es verdad eso. Pero a mí me interesa sobre todo el juicio de un jurado verdadero —donde sí son gente experimentada— o el de quienes contemplan una foto, entregándose libremente a sus emociones. No me interesa en cambio la opinión de alguien, que, desde los suburbios de la fotografía, porque tiene tres o cuatro conocimientos elementales, pretende juzgar un trabajo que lo supera siempre. Hay gente que ante una foto determinada anda buscando la negación, en cambio de gozar del hecho estético. Quiero decir, que con la fotografía todos quieren opinar y me parece bien, siempre que no utilicen argumentos librescos que ni siquiera están bien aprendidos. Porque a nadie se le ocurriría, por ejemplo, observar en un cuadro maravilloso si hay un molino de viento que no corresponde a ese tipo de campiña o si el cielo nublado no coincide con el estado de ánimo del molinero. Tampoco a nadie puede importarle, cuando disfruta de una pintura, sí el pintor estaba borracho o sobrio cuando la pintó. Lo único válido es lo que está ahí, la belleza del cuadro.
MERCADO — En Europa, en Estados Unidos, ¿cómo se ve ese proceso? ¿Ellos cuestionan acaso la escenografía, la técnica, el montaje?
RAOTA — Pero si precisamente hay libros donde los más grandes artistas confiesan que para lograr una foto usan dos y tres negativos y otras especulaciones más complejas y todo eso es considerado un mérito de búsqueda de la perfección. Curiosamente, hay aquí un viejo maestro, Pedro Otero, un precursor que hace ya muchos años usó también la técnica de tres y hasta cinco negativos para conseguir una imagen plástica. Y también recuerdo que él un día sacaba una espiga, otro día un zapato, otro día un reloj basta que finalmente componía una foto estupenda uniendo esos elementos. Es que la fotografía es sólo un medio que sirve para expresar plásticamente en una idea o un sentimiento y cada protagonista tiene su propia visión, su propio lenguaje y cualquier elemento lícito si eso se convierte en una obra auténtica. ¿O acaso cuando Berni hace collages se le debe recriminar que use tuercas y trapos en vez de pintura?
MERCADO — Habría tal vez que explicar cómo es el trabajo de un fotógrafo que no confía únicamente en el hecho espontáneo. Un fotógrafo que se dedica exclusivamente a eso, que lo vive como un estado de ánimo permanente, no como un entretenimiento o como un trabajo comercial.
RAOTA — Puedo contar mi experiencia. Yo cuando voy a sacar una foto ya llevo una idea prefijada. Si me dicen por ejemplo: —usted va a viajar a Israel— yo no espero a enfrentarme con ese escenario sorpresivamente para que se me venga encima o para ir apretando al azar el disparador. Seguramente en ese caso me perdería muchas oportunidades. Yo pienso qué es lo que me interesa a mí del lugar, qué es lo que puedo integrar a mi espíritu. Pienso quizá, por decir algo, en un soldado joven en la frontera del desierto, en un viejo sabra curtido por el sol y el viento, en el contraste entre el Israel de ayer y el de hoy; pienso en un camello entre dunas solitarias... Entonces, comienzo a dibujar una escena con esos elementos, los voy estampando imaginariamente, tal como me gustaría encontrarlos. Después, trazados los personajes y la situación viajo al lugar y busco esa imagen, la busco hasta que la encuentro. Esto no quiere decir, que, súbitamente no se produzca otro hecho que me interese, pero sin olvidar esa columna vertebral que yo mismo me he propuesto. Porque, me ha ocurrido cuando no tenía experiencia, cuando creía sólo en el valor de la intuición, que iba a un lugar y terminaba borracho, aturdido de fotos y cuando las revelaba me daba cuenta que había perdido aquella oportunidad, la del soldado parado en la frontera con su fusil, recortado en el crepúsculo.
MERCADO — Eso se parece mucho a la actitud de un novelista. Un novelista no sólo tiene imaginación, además tiene un plan. Mediante ese plan bosqueja las situaciones, sabe cuál personaje va a morir, cuál va a casarse, en qué capítulo se produce la guerra. Además corrige un obra varias veces, y esto que para muchos podría parecer falta de espontaneidad, es precisamente la mejor forma de lograrla.
RAOTA — Es que se trata de una actitud lógica, profesional. Hasta un reportero gráfico serio, alguien que no sólo haga el trabajo por rutina, sabe que tiene que estar preparado. Sí va a un partido de fútbol debe imaginar gambetas, goles, posiciones y enredos. Una vez fui a un partido de polo donde nunca había ido. La mayoría, todos los fotógrafos, estaban en sitios más o menos cercanos al campo, más o menos habituales. Yo me propuse sacar una foto desde lo alto, imaginé que subido a un cartel de propaganda iba a hacer una toma total, donde los caballos produjesen el efecto de un ballet en movimiento. Hice la foto y gané varios premios con ella. Creo que es una cuestión de interés: yo prefiero una sola foto que me exprese a sacar cien escenas intrascendentes.
MERCADO — ¿Qué es lo que se siente cuando se aprieta el disparador?
RAOTA — El hecho de usar una cámara, un elemento mecánico, daría la impresión de que existe un obstáculo que enfría la sensación del fotógrafo. Una cámara no tiene la calidez del óleo o de la arcilla que son elementos que están consustanciados por el pintor o el escultor. La cámara es para mí una prolongación del brazo, y mi brazo soy yo. Con esto estoy diciendo que no sólo no es un elemento perturbador sino necesario para que yo exprese eso que siento y que no podría expresar ni con la arcilla ni con el óleo, que para mí sí serían perturbadores. Además el fotógrafo empieza a palpitar cuando está frente al negativo. ¿Cómo deja escritas sus cosas un fotógrafo? A través de la impresión y esa impresión debe coincidir con lo que él siente. Es tan importante la técnica como el sentimiento estético. Yo no doy nunca mis fotos a revelar a ningún laboratorio porque nunca podrían hacerlas como yo. Porque soy yo el que las ha sacado, el que sabe exactamente cómo y lo que he sentido al sacarlas. Tampoco a un pintor se le ocurriría que otro lleve a la tela el cuadro que él ha imaginado dentro de sí. Yo lo he imaginado dentro de la cámara.
MERCADO: Esta es una época de adoración casi pagana por los objetos. La sofisticación de las cámaras, de los elementos, entusiasman a muchos aficionados, ¿Cuántas cámaras son necesarias para tener un buen equipo?
RAOTA: Mire, hay un fotógrafo, el más famoso de Italia... no me viene el nombre pero no importa, que trabaja con una vulgar Rollei Cord, del tiempo de ñaupa. Una cámara que tiene dos filtros comunes, un lente normal... ningún chiche. De todos modos, creo que un buen fotógrafo debe tener una Nikkon a una Rollei Flex con una lente de 135 para que tenga la posibilidad de captar una determinada escena desde cierta distancia sin tener el problema de moverse o acercarse hasta el objetivo que a veces, resulta fatigoso o imposible. Ahora, con respecto a esos vicios contemporáneos, yo también los he tenido alguna vez. Actualmente me manejo con tres o cuatro cámaras y prefiero una Hasselblad con la que ya actúo por actos reflejos, a la que conozco mejor que a mi mano y sé incluso cómo va a salir el negativo antes de revelarlo. Pero aclaro que el hábito no hace al monje y en esto lo que importa es el monje.
MERCADO: ¿Cuál es la foto que define a Raota? Entre tantas... entre miles.
RAOTA: Ahora, haciendo un inventario, he notado que muchas de las que en su momento me impresionaron ya no me producen ninguna emoción. Ocurre que uno va aprendiendo, va exigiéndole más a una fotografía. Hay una que me gusta mucho y sacó once premios, se llama "Por un pedazo de pan" . Iba con el coche por la Panamericana y me bajé para sacar a unos hombres que trabajaban con pesados martillos rompiendo el viejo pavimento. Puse el motor para sacar una serie de secuencias y mientras las sacaba suponía que la imagen que yo me había propuesto la iba a dar el hombre en el momento de golpear el martillo sobre el cemento. Sin embargo, curiosamente, cuando revelé el rollo me di cuenta que la foto importante era la que mostraba al hombre en actitud de pausa, con el martillo, entre ambas manos, con gesto de desaliento. Pero no para allí la cosa. Yo quería la imagen de desaliento y el cielo era diáfano, y frente a un cielo diáfano se diluye todo dramatismo. Entonces, allí interviene lo que uno sabe de técnica. Me puse con un hisopo y cianuro a tratar directamente sobre el negativo para oscurecer el cielo, darle un tono de humo y de niebla, para integrar al hombre a un escenario oscuro y dramático. Esa foto, que es ésta, creo que me representa. Y claro, también guardo el recuerdo de mi primera foto premiada en Villaguay; ésa, con un campesino regresando de sus tareas al atardecer. Entre ambas hay veinte años de días enteros encerrado en el laboratorio y veinte años de observar hombres y lo que hacen los hombres.