Revista Siete Días Ilustrados
01.10.1973 |
Apenas se conocieron los primeros datos del escrutinio las calles de
Buenos Aires y de todas las ciudades del país se poblaron de una
ruidosa, festiva algarabía. Los 7.380.000 votos logrados por el
Frejuli significaron el 61,85 por ciento de los sufragios
computables y el ascenso del líder peronista a la primera
magistratura del país por tercera vez en 23 años. El clima de
júbilo, sin embargo, dio un vuelco hacia el mediodía del martes 25,
cuando en el porteño barrio de Flores fue asesinado el secretario
general de la CGT, José Rucci. Ese trágico suceso se documenta en la
nota siguiente
El domingo 23 un enjambre de periodistas en la Casa de Gobierno
recibió, cada 15 minutos, puntillosos informes sobre la marcha del
escrutinio. Al conocerse los resultados, densas multitudes
peronistas celebraron la victoria en el centro porteño y en la Plaza
de Mayo (arriba). Tampoco faltaron los ingeniosos que remedaron "el
llanto de los gorilas".
Dos tercios armoniosos para que todo se haga en su medida
Los
pronósticos electorales, se sabe, suelen ser casi tan difíciles de
acertar como el Prode. No obstante, en su edición numero 331, Siete
Días dijo: "Conforme a este planteo, Perón debe arañar los 7
millones de boletas. Esto significa un 60 por ciento de los
sufragios, a mitad de camino entre el 56 por ciento obtenido en 1946
y el 66 por ciento de 1951, en sus anteriores victorias (...).
Pareciera ser que los radicales sólo mejorarán muy levemente su
anterior porcentual (...). Manrique se beneficiará con sufragios de
la derecha liberal, pero ha sufrido la sangría de varias de sus
apoyaturas." Y, en efecto. Perón sacó algo más del 61 por ciento,
Balbín apenas subió un 3 por ciento respecto del 11 de marzo y
Manrique bajó su votación, especialmente en los lugares donde lo
abandonó parte de sus fuerzas (por ejemplo Tucumán y La Pampa).
Pero el triunfo de Juan Domingo Perón no se limita a los 7 millones
360 mil votos cosechados. Desde su regreso al país, el caudillo
había movido los hilos presuponiendo la existencia de dos fuerzas
decisivas: el justicialismo y la Unión Cívica Radical. Por eso
algunos creyeron que si el manriquismo desplazaba a Ricardo Balbín,
ese eje determinado por Perón sufriría, inevitablemente, serias
modificaciones. Y la UCR se ubicó, cómodamente, como segunda fuerza,
doblando los sufragios del ex ministro de Lanusse (2 millones 900
mil radicales contra menos de un millón y medio del manriquismo). De
ese modo, radicales y justicialistas cuentan con el aval del 86 por
ciento del electorado, lo que confiere al futuro gobierno un gran
margen de maniobra para intentar la puesta en marcha de su proyecto
de país.
Lo que se afirmó el 23 de septiembre, en fin, fue una propuesta de
desarrollo neocapitalista, autónoma —aunque a la vez negociadora— de
todos los centros de poder mundial. Y la UCR está dispuesta a
secundar, en esencia, ese plan que guarda muchas similitudes con su
propia plataforma partidaria (ver Siete Días número 302).
En la arena electoral rodaron derrotados —al menos momentáneamente—
los proyectos de la derecha liberal y la izquierda clasista. Los
primeros intentaron nuclearse en torno de Francisco Manrique, quien
retrocedió casi el 3 por ciento respecto de su performance del 11 de
marzo; fue, por otra parte, él único candidato que no acrecentó su
caudal. La izquierda marxista exhortó al votoblanquismo (grupos
maoístas), al voto anulado (ERP) o al apoyo a Juan Carlos Coral, que
pasó de 83 mil a 188 mil sufragios y casi triplicó sus votos de la
anterior elección. En conjunto, las propuestas izquierdistas no
llegaron al 3 por ciento del total.
¿Significa esto que izquierdas y derechas sólo controlan la
escuálida franja que suponen los resultados comiciales? Afirmado
sería caer en un análisis simplista. La derecha, por un lado,
aparece desconcertada: el 11 de marzo canalizó muchos más sufragios
a partir del propio Manrique, Ezequiel Martínez, Julio Chamizo y
Américo Ghioldi. Hoy, en cambio, sus adherentes engrosaron las
boletas de Manrique, pero también las de Perón y Balbín. El discurso
de Perón del viernes 21, por ejemplo, subrayó las necesidades de
"orden y seguridad", dos valores caros a las clases media y alta;
así, el 23 Perón ganó también en el coqueto Barrio Norte porteño. A
su vez, la UCR, con su crítica violenta contra la guerrilla, intentó
captar a sectores moderados.
Las izquierdas, por su parte, tienen fuertes contingentes que
votaron por Perón: desde el Partido Comunista y las huestes del
alendismo hasta las falanges de Ja Juventud Peronista y las
formaciones especiales. Idéntica situación se plantea en el
radicalismo, donde el Movimiento de Renovación y Cambio que lidera
Raúl Alfonsín sustenta una línea centroizquierdista, pero apoyó a
Balbín. No hay que olvidar, por último, que la práctica política no
sólo transcurre por los apacibles carriles de las urnas, sino que
también se expresa en las manifestaciones y protestas cotidianas de
los ciudadanos, que muchas veces secundan a las izquierdas en
diversos reclamos sociales.
Las pasadas elecciones también exhibieron su costado pintoresco: el
FIP —último en los cómputos del 11 de marzo, con 46 mil votos— trepó
el 23 de septiembre a las 800 mil boletas. Según sus dirigentes, el
asombroso salto refleja a los peronistas que buscan una "patria
socialista". Lamentablemente para el FIP, la izquierda peronista
(Juventud Peronista, Juventud Trabajadora Peronista, UES, JUP,
Peronismo de Base, Montoneros, FAR y FAP) optó por las boletas del
Frejuli. Los dirigentes justicialistas llegaron a la conclusión de
que los votantes tomaron las boletas que rezaban Perón-Perón, sin
dar importancia a la sigla que la precedía. De todos modos, nadie
puede negar el agudo sentido de la propaganda y la autoconservación
de los discípulos de Jorge Abelardo Ramos: reflotaron un partido que
el 11 de marzo había cosechado tantos votos como afiliados decían
tener y, además, recaudarán 50 pesos viejos por voto, de acuerdo con
las leyes vigentes. Son dos poderosas razones, si se tiene en cuenta
que se trata de un núcleo primordialmente estudiantil, que logró
crecer levantando la figura de Perón en la época en que las
agrupaciones peronistas no concurrían a elecciones de claustros.
Ahora, los universitarios peronistas comienzan a rever su actitud,
lo que acarrea un serio riesgo de supervivencia para el tipismo.
En cuanto a las expectativas de la ciudadanía que respaldó tan
categóricamente a Perón, mostraron una gran heterogeneidad. La clase
obrera y los campesinos sufragaron con la esperanza de lograr
reformas importantes; la clase media moderada buscó un gobierno que
erradique los brotes de violencia; el empresariado nativo ansió
medidas que lo protejan de los monopolios internacionales y que
alivie la tensión social; por su parte, los sectores juveniles creen
que su jefe iniciará un proceso revolucionario que culminará en el
socialismo. ¿Logrará el General contentar a todos estos sectores?
Para concretarlo, el país debe superar una difícil situación
económica. Perón propone un camino para ello y dos tercios del país
le han dado su aval para intentarlo.
SANTIAGO: UN PLEITO CONCLUIDO
Casi un 80 por ciento de sufragios en favor del Frejuli acreditan a
Santiago del Estero como la provincia más peronista del país. Pero
el 23 de septiembre los santiagueños tuvieron doble responsabilidad:
fueron los únicos que, además, debieron elegir a su gobernador. La
excepción es secuela de un hecho ocurrido el 11 de marzo: ese día,
Carlos Arturo Juárez, un justicialista disidente, presentó su
candidatura con la boleta del Frejuli, mientras que el peronista
ortodoxo Francisco López Bustos, respaldado por la juventud y la
conducción oficial, lo hizo bajo la sigla del MID. Juárez venció
entonces sin lograr la mitad más uno de los sufragios, no obstante
lo cual fue proclamado gobernador electo. Su oponente apeló el fallo
y la justicia decidió que era necesaria una segunda vuelta. El
ballotage del domingo 23 decretó un rotundo triunfo juarista: venció
por 120 mil votos a 64 mil. El candidato electo (foto) ya había
ejercido la primera magistratura provincial entre 1949 y 1951.
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Carlos Arturo Juárez |
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