El texto del presente fascículo ha sido preparado y redactado por Diego Dávila. El asesoramiento general estuvo a cargo de Haydée Gorostegui de Torres.

17 de octubre
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1- Ramón S. Castillo visita la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba
2- Spruille Braden inaugura la escuela "Estados Unidos" en Buenos Aires (1945)


 

El radicalismo
Surgido en el 90, compone el polo popular enfrentado a los conservadores a lo largo de varias décadas. Los sectores de terratenientes menores, de burguesía rural y comercial urbana que se agrupan en el radicalismo formulan un desabrido programa en torno a la libertad de sufragio y respeto a la constitución, y arrastran tras de sí a vastas masas populares —incluidos grandes contingentes obreros— descontentas con la explotación y con la falsía conservadoras. Su composición interna es ambigua y cuenta constantemente con un ala pro-oligárquica, también nacida de los sectores económicos que apoyan el movimiento. Es decir, el enfrentamiento entre Yrigoyen y Alvear en la década del 20 desnuda las contradicciones que anidan en el seno del radicalismo y que lo desgarrarían posteriormente en una serie de divisiones que culminan en la actual fragmentación de esa corriente.
Su naturaleza vacilante nace de la ambigüedad intrínseca de los sectores económicos que —insistimos—, buscando la apertura industrialista, lo hacen desde el núcleo burgués-terrateniente y no conforman nunca una fuerza liberal burguesa independiente frente a la oligarquía latifundista ni frente a la dominación imperialista. Es así que, enchalecados por la doble tenaza de su carácter de clase y su gran base de masas, los radicales asumen alternativamente la defensa de la oligarquía (como lo hace en el 30 el sector alvearista), golpean de costado al poder feudal (como en el apoyo a la reforma universitaria del 18) o llegan a acuerdos con el conservadorismo (como al implantarse la "ley Sáenz Peña").
Las variantes nacionales burguesas que se desprenden del tronco radical en sucesivas sacudidas, tales como el sabattinismo o el grupo F.O.R.J.A., marcan los momentos en que el partido se vuelca más nítidamente hacia posiciones oligárquicas o de compromiso con los terratenientes.
También el radicalismo se escinde en 1946, apoyando la Unión Cívica Radical a la Unión Democrática y pasando el sector denominado Junta Renovadora a confluir en la alianza peronista. Falta la Unión Democrática de una participación expresa del Partido Conservador, la UCR cumple dentro de la coalición el papel de defensora de la oligarquía. Y en el peronismo, para completar el cuadro, también el sector radical ocupa una posición destacada:
Hortensio Quijano, hombre de la Junta Renovadora, es el candidato a vicepresidente desplazando al íntimo de Perón, Domingo A. Mercante.

El Partido Socialista
A fines de 1892, encarnando las tendencias obreras que habían sido traídas al país con la inmigración europea, se funda el Partido Obrero, Sección Buenos Aires, germen del futuro Partido Socialista. Este se organiza en 1897 y comienza a crecer asentándose en los núcleos de inmigración proletaria, en las barriadas industriales y especialmente en Buenos Aires. Un activo grupo de intelectuales, entre los que descuellan Juan B. Justo, José Ingenieros, Leopoldo Lugones y otros, difunden las ideas del socialismo desde los diversos órganos con que cuenta el movimiento.
A lo largo de toda su actuación, el P. S. se reveló como una entidad impregnada de las tendencias del teórico alemán Bernstein (3) —ideólogo del reformismo— y cimentó su prestigio como empecinado defensor del sistema electoral y la puja parlamentaria. En este aspecto, es notable la actividad desplegada por los socialistas encabezando los forcejeos con la oligarquía para obtener reformas sociales, que luego fueron incorporadas cómodamente a los códigos burgueses demostrando así ser inocuas para el régimen e insuficientes para orientar las luchas obreras y populares. Muchas de las figuras relevantes del P. S. se escindieron del mismo en diversos momentos, ya a la derecha, ya a la izquierda, formando otros agrupamientos. Tales los casos de Lugones (acre defensor de Uriburu), Di Tomaso (aliado de los conservadores), Ernesto Giúdici y Benito Marianetti (pasan a revistar en el Partido Comunista). Y en 1946, una vez más, vemos a un partido tradicional nutriendo igualmente las filas de la Unión Democrática y del movimiento peronista. Es así como el P. S. ingresa a la coalición antiperonista y como algunos de sus miembros, entre los que se destaca el máximo dirigente sindical socialista, Borlenghi, afluyen al peronismo.

El Partido Comunista
Surge en 1918 a partir de un desprendimiento del P.S. Fue durante largos años el portador oficial de la ideología marxista-leninista, tal como ésta era retrasmitida a los diversos partidos de todo el mundo por la Internacional (Comintern, Cominform). Expresó de tal modo las alternativas del proceso de endurecimiento sufrido por el comunismo a partir de la entronización de Stalin en el gobierno de la Unión Soviética. Fue, al mismo tiempo, uno de los partidos comunistas en que más marcadamente se cristalizaron los estigmas de la burocracia, el reformismo y la ceguera hacia la realidad nacional. En su seno se producen intensas luchas entre las diversas fracciones de derecha y de izquierda, que culminan en los primeros años de la década del 30 con el retiro de la Argentina del hombre de confianza de la Internacional Comunista: Victorio Codovilla. Son años de vibrantes y aguerridas luchas obreras. "El Partido Comunista, que se ubica correctamente en el auge combativo, crece y comienza a disputar la representación proletaria al socialismo. Es el momento más brillante del P. C., que combina un creciente arraigo nacional y proletario con su internacionalismo, demostrado sobre todo en la solidaridad con la España Republicana". (Gustavo Ferrer, obra citada).
Pero todo el heroísmo desplegado por los militantes comunistas en esta época habrá de caer bajo el germen que anidaba en el corazón del P. C.: el virus del "browderismo" (Earl Browder, dirigente del P. C. de los EE.UU., quien teoriza la línea de colaboración entre la URSS y el imperialismo yanqui), que habrá de carcomer las energías revolucionarias de la organización que decía representar el marxismo-leninismo en Argentina.
Veamos cómo Victorio Codovilla, en un artículo publicado en el diario La Hora (vocero comunista) el 22 de junio de 1942, define lo esencial del browderismo: "La extraordinaria significación de la alianza de guerra y post-guerra entre Inglaterra y la Unión Soviética y del simultáneo acuerdo de ayuda mutua entre la URSS y los Estados Unidos reside en que, a más de representar la garantía de la victoria militar de las Naciones Unidas sobre el Eje fascista, representa la garantía de que, después de la victoria, surgirá en el mundo una nueva ordenación política basada en el respeto a la soberanía nacional y a los intereses de todos los pueblos, en su libertad para darse el régimen social que más les convenga, en el libre desenvolvimiento de la economía de cada país".
"La firma de la alianza anglo-soviética no sólo terminará de convencer a los más timoratos y vacilantes del inevitable triunfo de las Naciones Unidas, sino que, al mismo tiempo, desvanecerá los temores infundados —hábilmente fomentados por los agentes y cómplices del Eje fascista— en el sentido de que el triunfo de Estados Unidos e Inglaterra —como integrantes del bloque de las Naciones Aliadas— pudiera reforzar la situación de dependencia económica de la Argentina con respecto a esos países". Frente a esto, cuidadosamente sepultado por la cúspide del P. C., no hace falta explicar más por qué los comunistas argentinos confluyen en 1946 en la Unión Democrática. Sólo cabe la reflexión sobre la inexistencia de una organización auténticamente comunista, en momentos en que la clase obrera crece numéricamente y se ve obligada a optar entre la coalición burguesa-oligárquica y el frente peronista.

El anarquismo
Muy poco hay para decir sobre el movimiento anarquista. Desgarrado por las formas de violencia individual con que sus adeptos trataron de enfrentar a la burguesía, encarcelados, deportados o asesinados sus militantes más arrojados, tal vez baste con reproducir aquí el balance crítico que realiza La Protesta en el año 1926: "Pocos son los motivos de exaltación que nos ha dado el movimiento anarquista en 1926; el año entero puede calificarse como una prolongación de la crisis de energía y de entusiasmo proselitistas que comenzó con las decepciones del subversismo puramente biológico que siguió a la terminación de la guerra y al estallido de la revolución rusa... Descontando los atentados, en el terreno de las luchas proletarias no podrían señalarse más que nuevos desastres, nuevos abandonos de las posiciones adquiridas a costa de grandes esfuerzos en muchos años de lucha, nuevos triunfos de la reacción y del reformismo traidor. .." (Citado por J. L. Moreno en el prólogo al libro de Osvaldo Bayer, Severino Di Giovanni, Ed. Galerna, Buenos Aires, 1970). También los anarquistas se fracturan ante la opción de 1946 y un sector adhiere al peronismo mientras el movimiento como tal se borra de la escena política hasta casi desaparecer por completo.

La clase obrera en el escenario político
La clase obrera se desarrolla y crece con la formación de la sociedad capitalista, de cuyo modo de producción constituye la fuerza principal de trabajo.
En Argentina esta afirmación se cumple en los marcos del deformado proceso de desarrollo capitalista dependiente que hemos descripto. La cantidad de obreros, que en 1897 era de casi 135 mil, pasa en 1941 a ser de casi 730 mil. Los contingentes de inmigrantes ultramarinos nutren las filas de la clase obrera de manera importante, siendo en un primer momento lo fundamental de la mano de obra empleada en la industria. Las cifras del cuadro número (5) demuestran la afluencia inmigratoria en el país. Pero avanzado el siglo XX, cuando la caída de los precios mundiales de los productos agrícola-ganaderos y la suspensión de las exportaciones tradicionales golpean la estructura del campo argentino, masas de chacareros y obreros rurales desplazados por la crisis llegan a los centros urbanos de la zona del litoral y hallan empleo en la naciente industria (ver cuadro número 1). Estas explosiones demográficas, producto de dos tipos de inmigraciones —la europea y la del interior del país—, acrecientan enormemente el contingente proletario, siendo su presencia notable en las luchas que cruzan la primera mitad del siglo XX. Habrán de influir también decisivamente en los enfrentamientos políticos haciendo notar que ya su presencia no puede ser ignorada ni jugada su fuerza con comodidad a favor de los diversos proyectos burgueses como antaño. La organización sindical de los orígenes, predominantemente anarquista, socialista y comunista, aún aprisionados estos movimientos por las limitaciones que hemos señalado, despliega una diadema de combates y consolida fuertes componentes de conciencia de clase en los trabajadores. La dificultad de la composición predominantemente extranjera (en 1895 el 60 % de la Capital Federal estaba compuesto por extranjeros) y la ausencia de una política nítidamente revolucionaria limitan la fusión de esas luchas y esa conciencia con la realidad nacional y frustran los esfuerzos abnegados de miles y miles de combativos sindicalistas. Su acción incorpora de todas maneras el sello de esas jornadas memorables, de los altivos homenajes a los primeros de mayo, de la solidaridad internacional, al escenario argentino. Su influencia ha sido imborrable para la clase obrera, y todos los intentos populistas o reformistas de distinta vertiente han tropezado una y otra vez con ese sello, con esa tradición que sobrevive a despecho de las marchas y contramarchas de la clase obrera en busca de su liberación.
La afluencia de las masas rurales a las industrias urbanas introduce nuevos elementos que alteran la situación preexistente, pudiendo sintetizarse de la siguiente manera: 
—Aumenta considerablemente el número de obreros. 
—Contingentes sin experiencia de lucha sindical enfrentan la explotación. 
—El trasvasamiento a un medio nuevo genera en los nuevos obreros una actitud de apertura, de expectativa, que será importante para comprender su adhesión al peronismo.
—Los antiguos sindicatos, agotados por las prácticas burocráticas y reformistas, son incapaces de absorber a esta masa.
Sobre este lienzo van a colorearse las variantes que llevarán al grueso de los trabajadores al movimiento peronista.
La coyuntura económica, favorecida por la situación internacional, era ventajosa para los sectores poseedores. Dos elementos sirven de apoyatura para este florecimiento: 
1) la guerra mundial aflojó relativamente la presión del imperialismo e impidió su mayor control; 
2) las necesidades bélicas colocaron los productos del suelo argentino en una inmejorable situación. 
Esto va a permitir "un mayor juego propio para las capas burguesas" al tiempo que tensa las contradicciones entre la clase obrera y sus patrones. Era urgente la gestación de una corriente reformista que interpretara para los obreros las necesidades del estado en ese período de transición. Es en esta zona que Perón comienza a desarrollar su gestión hacia los trabajadores desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Su acción se basa en la captación de la voluntad de los sindicalistas distribuyendo algunas mejoras en los salarios, en las condiciones de
trabajo y en la previsión. Para el caso en que no pudiera lograr la anuencia de alguna dirección sindical reacia al diálogo o demasiado aferrada a principios clasistas, Perón utiliza el método de la división, creando sindicatos paralelos apoyados por el Estado. Es por eso que, mientras en 1941, 441.412 obreros estaban agremiados en 356 sindicatos, en 1945, 528.523 obreros formaban parte de 969 organizaciones gremiales. Es notorio que las cifras de crecimiento de obreros afiliados no tiene correspondencia con el enorme crecimiento de los sindicatos. Allí es posible advertir la mano de la Secretaría de Trabajo, produciendo nuevas organizaciones a ritmo acelerado. El mismo Perón lo dirá con mayor claridad que nosotros mismos, ante la Bolsa de Comercio, el 25, de agosto de 1944: "Por esta nosotros hemos propiciado desde allí un sindicalismo, pero un verdadero sindicalismo gremial. No queremos que los sindicatos estén divididos en fracciones políticas, porque lo peligroso es, casualmente, el sindicalismo político. Sindicatos que están compuestos por socialistas, comunistas y otras agrupaciones terminan por subordinarse al grupo más activo y más fuerte. Y un sindicato que cuenta con hombres buenos y trabajadores va a caer en manos de los que no lo son: hombres que, formando un conjunto aisladamente, no comulgarían con esas ideas anárquicas".
De esta manera los obreros son ganados para la acción en común con la Secretaría de Trabajo y Previsión. Y a esta acción inteligente, cuidadosa, que goza de la comodidad que brinda disponer del Estado, se opone un bloque de fuerzas reaccionarias, presididas por la oligarquía, levantando inoperantes acusaciones de fascismo, trenzando con la reacción a nivel internacional, dando la espalda a los obreros y pretendiendo que voces como "libertad", "democracia", tuvieran algún valor para quienes bien conocían qué habían hecho de la libertad y de la democracia los sucesivos gobiernos cuyos hombres formaban la Unión Democrática. Por eso, ante el desborde imprevisto del 17 de octubre, se sintieron confundidos, creyeron estar viendo visiones y hablaron del "aluvión zoológico", de los "cabecitas negras", de la indignidad de esa gente que se bañó en las fuentes de la Plaza de Mayo y, desde luego, del fascismo. ¿Qué fue, en síntesis lo que ocurrió ese 17 de octubre de 1945?


1- Edelmiro J. Farrell y Juan D. Perón en abril de 1945
2- El General Ávalos se hace cargo del Ministerio de Guerra en octubre de 1945 reemplazando a Perón
3- El coronel Perón y el General Ávalos en agosto de 1945
4 y 6 - Dos vistas de la Plaza de Mayo del 17 de octubre de 1945
5- Los manifestantes avanzan por Avenida de Mayo el 17 de octubre de 1945

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