El texto del presente fascículo ha sido preparado y redactado por Diego Dávila. El asesoramiento general estuvo a cargo de Haydée Gorostegui de Torres.

17 de octubre
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Alfredo Palacios. Caricatura publicada en la revista Atlántida en 1937


Juan B. Justo


Agustín P. Justo y Federico Pinedo en una tapa de Caras y Caretas


Nicolás Repetto


"mande otro telegrama a San Juan diciendo que no tolero ninguna clase de fraudes" Roberto Ortiz y el fraude electoral. Caras y Caretas 10 de junio de 1939


 

Perón, militar y político
Es entonces cuando puede apreciarse la sagacidad política y las particulares condiciones para interpretar el momento y operar sobre él del coronel Juan Domingo Perón. Perón venía forjándose trabajosamente una carrera dentro del Ejército, al cual ingresa el primero de marzo de 1911. Una rápida mirada sobre su foja de servicios permite extraer los siguientes datos significativos:
1918-Campeón militar y nacional de espada. 
1925-Redacta "Moral Militar" para el Manual del Aspirante.
1926-12 de marzo: a la Escuela Superior de Guerra. 
1930-12 de setiembre: a la Secretaría del Ministerio de Guerra.
1939-6 de febrero: integra la Comisión que prepara el Reglamento de los Comandos Superiores.
17 de febrero: misión de estudio en el extranjero, con residencia en Italia. 
1940-Viaje a España, Alemania, Hungría, Francia, Yugoslavia y Albania. 
1943-10 de diciembre: es designado titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión. 
1944-4 de mayo: Ministro de Guerra.
7 de junio: Vicepresidente de la Nación.
25 de agosto: Presidente del Consejo Nacional de Postguerra.
(Datos extraídos del libro 'Perón, preparación de una vida para el mando', de Enrique Pavón Pereyra, Edic. Espino, Bs. As., 1953).
Su participación en el movimiento del 4 de junio de 1943 es de suma importancia, y allí conquista el puesto desde el que se catapultará hasta la cima máxima del poder: recibe el nombramiento de Secretario de Trabajo y Previsión.
A esta altura, Perón era un oficial influyente dentro del ejército, que detentaba la dirección del G.O.U. y contaba con la amistad de muchos jefes como el general Avalos, el coronel Mercante y otros. Importa detenerse a considerar los rasgos centrales del gobierno surgido del 4 de junio, ya que, a nuestro juicio, allí se encuentran no sólo los embriones del movimiento que continuaría Perón tres años más tarde, sino las manifestaciones más evidentes de las contradicciones que animaban la obra de quienes, portavoces del interés de los sectores burgueses y terratenientes, debían soportar el peso de moverse en esa zona de transición que sería cerrada por la "revolución peronista". Es decir, la heterogeneidad política de los triunfadores de 1943 apenas era zurcida por el cuerpo ideológico del G.O.U., el que incluía desde cierta disimulada simpatía por el fascismo hasta consignas de tinte nacionalista, partidarias de un acelerado desarrollo industrial y una política social basada en la conciliación de clases y en un Estado que resolvía "neutralmente" los conflictos entre ellas. A esta carencia se sumaba el hecho de que en el seno del nuevo gobierno coexistían personajes como Jorge Santamarina, Giordano Bruno Genta, Gustavo Martínez Zuviría y el propio Juan D. Perón.
Una idea, por lo menos, era profundamente errada en la concepción de los dirigentes del golpe del 4 de junio: el creer que la ampliación del mercado interno, la industrialización sustitutiva, en fin, la puesta al día de la economía nacional podía ser cristalizada sin alterar la relación de dependencia con Inglaterra y, lo que es más, desacatando las directivas que la altivez norteamericana dirigía sin rubores a los gobiernos americanos. Aquí Perón comienza a intuir que la carta británica ya no produce dividendos políticos y elabora las líneas centrales de su posición en torno a la crítica de la dependencia inglesa, haciendo blanco preferido en los sectores oligárquicos más cerriles, empeñados a toda costa en continuar bajo la influencia de Inglaterra.
En un discurso pronunciado en 1944 ante una concentración de empleados de comercio, al darse a conocer el decreto de jubilación, Perón esboza esta línea cuando dice: "Existe una absoluta relación entre la economía interna y la política y la realidad internacional. De ello surge la necesidad de poner en coincidencia las necesidades y posibilidades de ambos campos. Es menester aprovechar al máximo el poder de los intereses económicos paralelos y tratar de neutralizar las corrientes de los intereses contrapuestos o negativos". En suma, el pragmatismo capaz de cambiar la tutela inglesa por la estadounidense o combinar ambas si fuese posible. Y respecto al problema agrario: "Es menester pensar en que el Estado ha de empeñarse a fondo para salvar el agro y estabilizar la vida y producción de más de medio millón de productores y sus familias. Ello entraña un problema de fondo, sin cuya solución no podrá seguirse sosteniendo el orgullo de ser el «granero del mundo». El problema de la tierra debe ser encarado en serio, pues la ley 12.636 es una irrisión y un escarnio más del pobre chacarero. El problema argentino está en la tierra: «Dad al chacarero una roca en propiedad y él os devolverá un jardín; dad al chacarero un jardín en arrendamiento y él os devolverá una roca». La tierra no debe ser un bien de renta sino un instrumento de producción y de trabajo. La tierra debe ser del que la trabaja y no del que vive consumiendo sin producir a expensas del que la labora".
Sintetizando: especulación con las contradicciones entre las potencias imperialistas y ataque a fondo a las rémoras agrarias que trabaran el despegue industrial. Esta posición será una de las vigas maestras de la gestión peronista y un importante elemento propagandístico hacia las masas.

Partidos políticos e intereses de clases
La manera en que van a interpretar el 17 de octubre los partidos políticos, las posiciones que ocupen en el ruedo, la dureza o la flexibilidad de sus juicios, su mayor o menor ceguera, en fin, las expresiones de los respectivos intereses de clase a que sirven, no pueden ser analizados tan solo sobre el momento. Así como hay todo un largo y complejo encadenamiento de hechos estructurales que confluyen ese día, hay también la necesaria contrapartida política de los partidos, sus reacomodamientos y pujas internas, su participación en los diversos momentos en el poder, etc. Es por eso que ocuparemos algún espacio en definir las líneas mayores en las trayectorias de los principales partidos políticos, para que sean mejor entendidas las posiciones expresadas el 17 de octubre.

Conservadores
El viejo tronco del patriciado argentino, desde Saavedra hasta nuestros días, ha gravitado de manera permanente en la historia nacional, demostrando que, más que un partido, representa a una corriente: es la expresión constante de los terratenientes, de la antigua oligarquía feudal aferrada a la posesión agropecuaria y circunscripta a los núcleos selectos que dominaron la vida económica, política y cultural de la nación desde sus orígenes hasta el primer gobierno radical (1916).
Pero es arbitrario pretender ponerle fechas de nacimiento y defunción a un fenómeno político que, en la historia de cualquier pueblo, demuestra no desaparecer nunca totalmente mientras no sean alteradas las relaciones de producción capitalistas. En efecto, si no es desde el control económico, en los momentos en que pierden su hegemonía, los conservadores se han manifestado como corriente en los más diversos planos de la vida nacional. Es así que impregnan desde el nacimiento a la Unión Cívica Radical, formando su ala pro-oligárquica. Del mismo modo, su concepción elitista, aristocratizante, sirve de base a la aparición de los diversos grupos de nacionalismo local de derecha. Así también participan de diversos equipos gobernantes al margen del matiz antioligárquico que impriman éstos a su gestión. Es así, en fin, como en 1946 sus votos se reparten entre la Unión Democrática y la coalición peronista, sin afectar para nada su integridad: tanto unos como otros son nítidamente conservadores aunque se expresen en el voto por Braden o por Perón (para utilizar el slogan preferido del peronismo en esas elecciones). Dice Gustavo Ferrer en su libro inédito 'Los partidos en la Argentina', que hemos podido consultar: "Además, el conservadorismo en nuestro país tuvo siempre una particular estructura partidaria, que le permitió considerables márgenes de maniobra. Partido de grupos selectos, sin una irrupción de masas que molestara los acuerdos de trastienda (las "trenzas"), su articulación orgánica fue débil mientras la ideología liberal predominante permitía el libre juego de las contradicciones en ella contenidas. De sus hijos nació el nacionalismo local y la asociación con los ingleses más descarada, el robo de urnas y el Teatro Colón. Por eso aparecieron tendencias fuertemente simpatizantes de uno u otro contendiente en ambas guerras mundiales, etc.". Y prosigue el citado autor: "Es esta misma estructura la que permite que el partido sea esencialmente una federación de grupos provinciales. De esta manera, además de los anchos márgenes que acabamos de recordar, cada grupo local puede enraizar con viejas tradiciones de los sectores dominantes, representar sus intereses tanto en su coincidencia como en sus conflictos con los terratenientes y burgueses urbanos de Buenos Aires, y levantar en ciertos casos banderas sentidas por algún sector de las masas. Desde luego, tal variedad permitió también que mientras en una provincia dominara algún matiz, en la otra se destacase el matiz contrapuesto, sin afectar la integridad del conservadorismo como corriente".
Con el golpe del 30 retornan al poder, expresando ya en su propio seno la aparición de los sectores industrialistas que buscan en el mercado interno la colocación de la producción agropecuaria. La "década infame" los muestra descarnadamente como el poder antipopular por excelencia, pero también como una fuerza en proceso de debilitamiento al recibir el impacto de los cambios ocurridos en el país que ellos diseñaron en el 80. Es cuando Manuel Fresco declara públicamente que el voto secreto es. .. ¡fraudulento! En 1943 deben resignar los puestos visibles en el gobierno, sin perder por ello su influencia ni su poder "real". Nunca, hasta hoy, han dejado de influir ni de detentar las palancas estatales. Y cuando en el 46 se dividen entre "democráticos" y peronistas, están expresando la capacidad de supervivencia de una corriente que se halla profundamente enclavada en nuestra estructura económica y que acompañó como la sombra al cuerpo a cuanto proyecto político ensayaron las clases dominantes de la sociedad argentina.

Mensaje de despedida a cincuenta mil obreros concentrados en la Secretaría de Trabajo y Previsión
Trabajadores: Termino de hablar con los empleados y funcionarios de la Secretaría de Trabajo. Les he pedido, como mi última voluntad de secretario de Trabajo y Previsión que no abandone nadie los cargos que desempeñan, porque se me habían presentado numerosísimas renuncias. Yo considero que en esta hora el empleo en la Secretaría no es un puesto administrativo, sino un puesto de combate, y los puestos de combate no se renuncian: se muere en ellos.
Esta casa, fundada hace un año y medio se ha convertido en la esperanza de los hombres que sufren y trabajan. Esa esperanza no debe ser defraudada por nadie, porque acarrearía las mayores desgracias a nuestra patria. Despojado de toda investidura, hablo hoy a mis amigos los trabajadores expresándoles, por última vez desde esta casa, todo lo que mi corazón siente hacia ellos y todo lo que he de hacer en mi vida por su bien.
Si la revolución se conformara con dar comicios libres, no habría realizado sino una gestión en favor de un partido político. Esto no pudo, no puede, ni podrá ser la finalidad exclusiva de la revolución. Eso es lo que querrían algunos políticos para poder volver; pero la revolución encarna en sí las reformas fundamentales que se ha propuesto realizar en lo económico, en lo político y en lo social. Esa trilogía representa las conquistas de esta revolución que está en marcha y que cualesquiera sean los acontecimientos, no podrá ser desvirtuada en su contenido fundamental.
La obra social cumplida es de una consistencia tan firme que no cederá ante nada, y la aprecian no los que la denigran, sino los obreros que la sienten. Esta obra social que sólo los trabajadores la aprecian en su verdadero valor debe ser también defendida por ellos en todos los terrenos. La Secretaría de Trabajo y Previsión acometió hace un año y medio dos enormes tareas: la de organizar el organismo y la de ir, sobre la marcha, consiguiendo las conquistas sociales que se consideraban más perentorias para las clases trabajadoras. Sería largo enumerar las mejoras logradas en lo que se refiere al trabajo, a la organización del trabajo, a la organización del descanso, al ordenamiento de las remuneraciones y a todo lo que concierne a la previsión social. Esta tarea realmente ciclópea se ha cumplido con este valioso antecedente: las conquistas obtenidas lo han sido con el absoluto beneplácito de la clase obrera, lo que representa un fenómeno difícil de igualar en la historia de las conquistas sociales.
En el campo de la previsión social hemos comenzado, por realizar una propaganda sobre el ahorro —posible con los mejores salarios— y luego propugnamos por el incremento de las mutualidades. Se ha aumentado el número de los argentinos con derecho a jubilación, en cifras verdaderamente extraordinarias, y a este respecto cabe destacar la iniciativa de la Confederación de Empleados de Comercio, que constituye un triunfo y un motivo de orgullo para la previsión social argentina.
Hemos defendido desde aquí a todas las organizaciones obreras, las que hemos propugnado, facilitándoles su desenvolvimiento. Desde esta casa no se ordenó jamás la clausura de un sindicato obrero ni se persiguió nunca a un trabajador, por el contrario, siempre que nos fue posible pedimos a las autoridades la libertad de obreros detenidos por distintas causas.
A diferencia de lo que ha sucedido en otras partes o en otros tiempos, las autoridades han defendido a las organizaciones obreras en lugar de molestarlas o perseguirlas. Es así que terminamos de dictar un decreto-ley referente a las organizaciones profesionales. Cuando llegué a la Secretaría de Trabajo, el primer pedido que recibí de los obreros fue la derogación de un decreto del año 1943, en el que se establecía para las asociaciones gremiales un régimen de tipo totalitario. El primer decreto que firmé en esta Secretaría fue la derogación de ese reglamento; y tengo la satisfacción de decir que el último que he firmado es el nuevo régimen legal de las asociaciones profesionales, que difiere fundamentalmente del anterior. Y con respecto al cual puedo asegurar que es lo más avanzado que existe en esta materia. Bastaría decir que bajo este cuerpo legal, el gobierno, que puede intervenir una provincia o una asociación de cualquier orden, no puede en cambio intervenir los sindicatos obreros. También dejo firmado un decreto de una importancia extraordinaria para los trabajadores. Es el que se refiere al aumento de sueldos y salarios, implantación del salario móvil, vital y básico y la participación en las ganancias. Dicho decreto, que he suscripto en mi carácter de secretario de Estado tiene las firmas de los ministros de Obras Públicas y de Marina, y beneficia no solamente a los gestores de la iniciativa —la Confederación de Empleados de Comercio—, sino a todos los trabajadores argentinos.
Y ahora, como ciudadano, al alejarme de la función pública, al dejar esta casa que para mí tiene tan gratos recuerdos, deseo manifestar una vez más la firmeza de mi fe en una democracia perfecta, tal como la entendemos aquí. Dentro de esa fe democrática fijamos nuestra posición incorruptible e indomable frente a la oligarquía. Pensamos que los trabajadores deben confiar en sí mismos y recordar que la emancipación de la clase obrera está en el propio obrero. Estamos empeñados en una batalla que ganaremos porque es el mundo el que marcha en esa dirección. Hay que tener fe en esa lucha y en ese futuro. Venceremos en un año o venceremos en diez, pero venceremos. En esta obra, para mí sagrada, me pongo desde hoy al servicio del pueblo y así como estoy dispuesto a servirlo con todas mis energías, juro que jamás he de servirme de él para otra cosa, que no sea su propio bien.
Y si algún día, para despertar esa fe, ello es necesario, me incorporaré a un sindicato y lucharé desde abajo.
Al dejar el gobierno, pido una vez más a ustedes que se despojen de todo otro sentimiento que no sea el de servir directamente a la clase trabajadora. Desde anoche, con motivo de mi alejamiento de la función pública, ha corrido en algunos círculos la versión de que los obreros estaban agitados. Yo les pido que en esta lucha me escuchen. No se vence con violencia; se vence con inteligencia y organización. Por ello les pido también que conserven una calma absoluta y cumplan con lo que es nuestro lema de siempre: del trabajo a casa y de casa al trabajo. No debemos por ninguna causa exponer la tranquilidad de un obrero o la felicidad de una familia. Hemos de luchar con inteligencia y organización, y así, el triunfo será nuestro. Debo decirles que he hablado con el excelentísimo señor Presidente de la Nación, quien me ha prometido que la obra social realizada y las conquistas alcanzadas, serán inamovibles y seguirán su curso. Pido, pues, el máximo de tranquilidad a todos los trabajadores del país. Tranquilidad y calma es lo que necesitamos para seguir estructurando nuestras organizaciones y hacerlas tan poderosas que, en el futuro sean invencibles. Y si un día fuese necesario he de formar en sus filas para obtener lo que sea justo. Mientras tanto que sea la calma y la tranquilidad lo que guíe los actos de los obreros para que no se perjudique esta magnífica jornada de justicia social. Pido orden para que sigamos adelante en nuestra marcha triunfal; pero si es necesario, algún día pediré guerra. Y ahora quiero que demos una vez más ese ejemplo de cultura que han exhibido en esta ciudad las masas de trabajadores. Les pido a todos que llevando en el corazón nuestra bandera de reivindicaciones piensen cada día de su vida que hemos de seguir luchando inquebrantablemente por esas conquistas que representan los objetivos que han de conducir a nuestra República a la cabeza de las naciones del mundo. Recuerden y mantengan grabado el lema "de casa al trabajo y del trabajo a casa" y con eso venceremos.
Para terminar no voy a decirles adiós. Les voy a decir "hasta siempre", porque desde hoy en adelante estaré entre ustedes más cerca que nunca. Y lleven, finalmente, esta recomendación de la Secretaría de Trabajo y Previsión: únanse y defiéndanla, porque es la obra de ustedes y es la obra nuestra.

Ante cincuenta mil obreros y empleados concentrados ante la Secretaría de Trabajo y Previsión el atardecer del 10 de octubre de 1945, el coronel Perón les dirige un mensaje de despedida al abandonar la función pública. (Octubre 10 de 1945.)

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