Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

Peronismo
Marchas y contramarchas

Revista Primera Plana
12.11.1968


El viernes pasado, hacia la medianoche, la Policía interrumpió un banquete peronista que se realizaba en la Cantina López, en Alvarez Thomas al 2100 (Capital Federal): del gaudeamus, los vigilantes arrastraron al calabozo a Jorge Paladino, un lugarteniente de Juan D. Perón.
Pareció raro, porque tanto Paladino como su oráculo, Jerónimo Remorino, formaron hace un mes una dirección justicialista enemiga del rebelde Raimundo Ongaro y, según fue notorio entonces, dispuesta a contemporizar con el Gobierno,
¿Qué enturbiaba el viernes último el idilio entre Perón y el Poder Ejecutivo? Ante todo, una flamígera instrucción —condensada en 20 carillas, escritas a un espacio— que la Puerta de Hierro difundía el jueves 7 entre sus adictos: ordena reanudar la lucha porque "a esta altura de los acontecimientos —gruñía El Líder— es ya indudable que la llamada 'revolución argentina' no es otra cosa que una continuación del 'gorilismo', nacido en 1955".
Otros datos: el martes 5 regresó de Europa Ana María 'Morita' Green, una sobrina política de Onganía —hija de Federico Green Urien, antiguo edil peronista en Merlo— quien, durante su escala madrileña, habría intentado, sin éxito, franquear la Puerta de Hierro. Idéntica suerte corrió —se cuenta en España— otro mensajero del Ministerio del Interior. Nadie cree posible que Juan C. Onganía, hijo, visite ahora el chalet de Navalcarnero 9 durante su luna de miel europea.
Los motivos que interrumpieron las negociaciones entre el peronismo y el régimen acaso sean los siguientes:
• Existieron conversaciones indirectas de Perón con abogados del sector "nacionalista" del Gabinete y del Ejército, que ve al justicialismo como una fuerza popular y todavía cristiana. La esencia del acuerdo habría consistido en que Perón facilitara sus bases sindicales para que sirvieran de apoyo al grupo "nacionalista" cuando llegue el "tiempo político" y, al menos, se efectúe un referéndum que legitime a Onganía.
• Ciertamente, la tendencia "nacionalista" parapetada en la fracción política del Gabinete cree que esa etapa producirá la definitiva ruptura entre sus líderes y el "liberal" Adalbert Krieger Vasena. Los "nacionalistas" piensan que en tal coyuntura los acompañará Onganía: estiman, desde luego, que la única arma positiva para vencer a los "liberales" consiste en el apoyo del pueblo organizado, tal cuál lo ofrece Perón. Este, a su vez, exige que se le entregue un pasaporte argentino, que se revisen las "fábulas" de la literatura social argentina "tramadas en mi contra" y, básicamente, pide la entrega al peronismo de ciertos puestos clave en la administración. Aunque parezca extraño, no está en juego "el retorno".
• Mientras los "nacionalistas" rumiaban esta situación, el ex Presidente habló muy bien del "Plan Europa", concebido por el general Eduardo Uriburu, en una carta que envió a Francisco Amerise, un dirigente sindical de La Plata que suele entrevistarse con ese oficial. Perón dijo estar dispuesto a facilitar todo su apoyo a las Fuerzas Armadas si sobreviene "la cuestión con Chile"; ocurre que el desterrado afirma tener datos sobre una fantástica invasión a la Argentina, ordenada por La Moneda (páginas 15 a 18).
• Perón hizo más: suspendió los actos conmemorativos del 17 de Octubre, dio luz verde al bando conciliador de Remorino y Paladino, y abandonó a su suerte a los huelguistas petroleros de Ensenada, quienes no recibieron su aliento. La negociación exhibía progresos, pero El Líder hizo dos cosas capaces de desalentar a sus interlocutores: pidió que no se interfiera en el proceso de unidad sindical, e intentó colocar al seudomarxista Héctor Villalón en el pináculo, junto a Paladino. Si bien la "unidad" entrega maniatado el sindicalismo "rebelde" a las fauces de Augusto El Lobo Vandor —esto es, a las del Gobierno—, los "nacionalistas" interpretaron que la coalición obrera puede ser peligrosa para la Casa Rosada. El designio de Perón, con todo, fue adelante: la semana pasada, siete entidades "rebeldes" (Ceramistas, Telefónicos, Calzado, Obras Sanitarias, Plástico, Hielo y antivandoristas de Luz y Fuerza) coincidían con Vandor en una junta central que integran Armando Cabo, Bernabé Castellano y el propio Paladino.
• Por fin, los "nacionalistas" hicieron saber a El Líder que no aceptarían la dirección de Villalón en el justicialismo, no sabían que el desterrado lo incluyó en el nuevo comando sólo por gratificarlo; es que el dirigente, que pertenece a una cofradía internacional del "tercer mundo" donde se sientan los representantes de Charles de Gaulle, consiguió hace cinco meses al desterrado un permiso permanente para visitar Francia.

Veraneo en "Punta"
Perón, de inmediato, montó en cólera; hace diez días, por orden suya, Jorge Antonio y Pedro Michelini alquilaron en Punta del Este un ala del edificio Opus Alpha, donde aposentaría el ex Presidente este verano, para amenazar con su presencia al Gobierno argentino. "Los neoperonistas, en conexión con los traidores sindicales —despreció El Líder hace una semana—, harán posible la maniobra de la dictadura, que busca la integración de una fuerza política formada con quiénes ya apoyan su existencia, y los «recortes» que logren obtener de las diversas fuerzas políticas disueltas, en especial del peronismo."
Por su parte, el desobediente Raimundo Ongaro continúa sin admitir la fusión de las células obreras ordenada por Perón: afirma que se intenta "otro pacto de dirigentes", y que la unificación de la CGT será el fruto verdadero de las bases proletarias.
Los amagos de Perón, sus movimientos en torno del Gobierno, acumularon tensión en los exhaustos círculos políticos: se pensó que el "nacionalismo" y el Ejército, aliados a Madrid, volcarán al Gobierno hacia un cauce "populista". "Las fuerzas Armadas van a entender en este asunto y tenemos ahora una magnífica oportunidad para realizar una revolución incruenta, pero revolución al fin", exclamó el general en retiro Adolfo Cándido López, el martes último, tras una persecución policial por las calles de Buenos Aires que hubiera envidiado Charlot, en las épocas del cine mudo.
Por su parte, el domingo 3 y el lunes 4, Ricardo Balbín, Arturo Illia y el general jubilado Carlos Jorge Rosas realizaron furtivas apariciones en sendos actos gastronómicos librados en Mar del Plata y Miramar.
Visiblemente, Perón mantiene también en esta oportunidad su vieja táctica política: con una mano castiga, con la otra hace señales de paz. De todos modos, hace un mes, el aparato subversivo que edificó Raimundo Ongaro estaba suficientemente deteriorado como para ensayar la ruta amistosa. Apenas comenzada la huelga petrolera, Perón creyó posible mostrarse como un mediador en ciernes; de paso, si el oficialismo aceptaba el convite, sería posible quebrarlo, volcar hacia Madrid la tendencia "nacionalista", acaso conquistar a Onganía y, por fin, derrocar al "gorilismo" que rezuman las imágenes de Adalbert Krieger Vasena y Alejandro Lanusse, el Comandante en jefe del Ejército.
Con todo, los pares resultaron nones: Perón, que se maneja con informes de la Argentina enviados por corresponsales no siempre expertos en cuestiones del poder, tal vez confió demasiado en la fractura entre "nacionalistas" y "liberales".
De hecho, el Gobierno es bastante más sólido de lo que se supone en la Puerta de Hierro; aunque existan funcionarios dispuestos a acordar con Perón, el hecho real es uno solo: Onganía no pacta con nadie. Probablemente tampoco lo necesite, por ahora: las contradanzas de los opositores, su mediocridad y la anarquía que reina en el antioficialismo facilitan un amplio margen a las maniobras del Ejecutivo
El defecto de esta proposición consiste en calcular solamente los peligros que amenazan al Gobierno en el corto plazo; más hacia el futuro, la incomunicación del Presidente con los sectores reales del país, y la ambición de ciertos líderes del Gabinete, son capaces de generar fricciones, aunque quizá todas ellas puedan ser evitadas por el previsor Onganía. Sin duda, en estas rencillas poco contarán López, Balbín y el mismísimo Perón.

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Balbin, Perón, López. Bailan pero no avanzan

 


 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

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