Peronismo y política internacional
No es necesario recurrir a una sacralización del tercerismo para comprender lo que hay en esta posición de postura política, "oportunista", como dicen algunos, sin explicar bien qué clase de política exterior no está marcada por un sesgo oportunista —y lo que prefigura como toma de posición— que redunda finalmente en una audaz anticipación histórica: la realidad concreta del Tercer Mundo y los países que se alinean en esta postura.


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pie de fotos
- La caída del Tercer Reich, el "imperio de Mil años" hecho añicos
- Charles de Gaulle, el tercerismo francés
- Kruschev, expositor de la "coexistencia pacífica
- 1946, cuando éramos "el primer territorio libre sustentado en un poderoso Movimiento Nacional"... Perón asume la presidencia

 

 

Ya en 1952 y comienzos de 1953 comienza a perfilarse una nueva correlación del conflicto entre el imperialismo coexistente (emanado de Postdam y Yalta) y el incipiente Tercer Mundo. Las fisuras del bloque socialista (nunca bien explicadas pese a todo por los profesionales del anticomunismo de derecha), el tercerismo desde el socialismo, proclamado por China y Yugoslavia, y la emergencia de los procesos de liberación de los países árabes, de Vietnam, así como la ruptura del bloque capitalista con De Gaulle se dan en el período 1953-1964, lo que configura el tercerismo desde el capitalismo, mostrando otro costado del problema concreto de la emancipación política, al margen de cualquier contingencia ideológica.
LOS ARGENTINOS QUE QUERÍAN MORIR EN BERLÍN
Una de las falencias más increíbles de los últimos tiempos es la incomprensión política del tercerismo peronista por parte de una de las fuerzas que con mayor agresividad, a palos y cachiporrazos, ha bregado por defender un estilo de vida que cuajó en esa vibrante consigna que incorporó el peronismo a su vocabulario político; PATRIA SI, COLONIA NO. Conviene exhumar la realidad de ese "nacionalismo" ya que en los últimos tiempos —y no fortuitamente— ha vuelto a recrudecer una especie de moralina que atacó a Gelbard, no por lo que éste tenía de equívoco, sino simplemente por la ruptura de barreras ideológicas y el ensayo de apertura económica y comercial hacia los países del Este.
Si la izquierda tiene un puñado de intelectuales que añoran morir en Vietnam, el nacionalismo crítico, de capilla, también cuenta —aún en 1974— con algunos criollos que lloran por no haberse hecho "pomada" en Berlín.
En estas dos gimnasias, vacías de contenido, se agota gran parte de la joven intelectualidad argentina.
Conviene introducirse en estos análisis antes de encarar el más riguroso de la política exterior justicialista en lo que tiene de original, prospectivo y revolucionario.
En 1945 éramos el primer territorio libre, sustentado en un poderoso Movimiento Nacional, en toda América Latina. Al no transitar por los feudos del imperialismo el margen de negociación del gobierno se había reducido considerablemente. Esto explica algunas actitudes de grueso pragmatismo —inauguradas por Perón— que son una respuesta concreta a las necesidades de la argentina de postguerra.
La declaración, meramente formal —de guerra al Eje—, sólo redundó en el bloqueo de las cuentas bancarias alemanas en la Argentina, impidiendo que los vencedores pudieran hacerse de las mismas.
En aquellos momentos algunos venerables "nacionalistas" se sintieron traicionados. Uno de ellos sólo atinó a colocar a media asta la bandera argentina. Otros reaccionaron con la misma violencia con que censuraron posteriormente el ingreso de la Argentina a las Naciones Unidas o la firma de las Actas de Chapultepec.
¿Qué país se podía estructurar con el bloqueo de las grandes potencias? ¿Qué alternativa económica había para las divisas argentinas bloqueadas en los bancos ingleses? Son todas preguntas sin respuesta.
Lo concreto es que mientras esos "nacionalistas" lloraban y ocasionalmente aplaudían algunas medidas —como los embarques de trigo a España recientemente repetidos en otro contexto cuando rompemos el bloqueo norteamericano a Cuba— el país se enfrentaba en bloque a una elaborada estructura de poder económico, financiero y militar que, si bien ha sufrido contradicciones apreciables en los últimos años, no ha cesado en su enfoque característico frente a las naciones del Tercer Mundo.
Es que los procesos de liberación nacional afectan groseramente a las sociedades consumistas. Promueven entonces, (de forma defensiva-ofensiva), una imprescindible coexistencia entre los imperialismos fomentando el contenido militar de los mismos. Surge entonces, a escala planetaria un conjunto de elaboradas recetas: pactos regionales y complejos preventivos que se orientan estructuralmente a funcionar en las zonas de mayor anarquía geopolítica.
El 7 de agosto en el Colegio Militar el general Perón describe la situación argentina con un criterio absolutamente operativo. Advierte también que tanto los Estados Unidos como Rusia se ajustan a los acuerdos de Yalta; pero, paralelamente, ponen en ejecución el plan Marshall y la doctrina Kenam. La situación de defensa de esa forma estaba claramente asegurada.
En el sector soviético se daba la misma situación, pero con cierto atraso. Sólo en 1952-1955 se van concretando las pautas del Pacto de Varsovia, máximo complejo defensivo de la URSS y en 1956 Kruschew expondrá la "coexistencia pacífica" como principio estratégico. Frente a esta alternativa el estado justicialista operó con un criterio pragmático. Ya en 1946, con el fracaso de la misión Von der Becke para adquirir material bélico en los Estados Unidos, estaba claro que la derrota infligida a Braden no había sido olvidada.
En ese mismo año se reanudan las relaciones con la Unión Soviética. Un año más tarde el país asiste a la Conferencia Interamericana de Río de Janeiro donde mantiene una posición de extrema dureza.
En 1948, oportunidad en que se desarrolla la IX Conferencia Interamericana de Bogotá las consignas justicialistas y el antiimperialismo se orientan claramente hacia los centros financieros de decisión.
Un observador norteamericano, Edmund Smith, escribe acerca de la Argentina de aquellos años: "durante el período 1947-48 el gobierno de Buenos Aires puso en práctica un agresivo programa económico y financiero en América del Sur, destinado a extender la influencia argentina por toda América Latina. Los excedentes de productos alimenticios y las reservas de oro argentinas le confirieron una fuerte posición inicial desde la cual lanzarse a un programa expansionista. Perón intentaba crear una industria pesada y una economía equilibrada mediante un plan quinquenal al mismo tiempo que se esforzaba en introducir a Chile, Uruguay, Solivia, Paraguay, Ecuador, e incluso Brasil en una órbita financiera argentina, mediante acuerdos bilaterales (hoy llamado binacionales y que Brasil tan bien está explotando) de comercio y la expansión continental del Banco de la Nación Argentina".
Y acota: "el gobierno de Washington no veía con buenos ojos el plan argentino; no sólo porque el peronismo iba contra los principios del libre comercio, sino porque amenazaba con dividir el hemisferio en áreas de intereses rivales". No hace falta ser un discípulo de Savonarola o de Lutero para descifrar la virulencia de esas reflexiones ...
Pero es en 1952, solucionada la crítica definición acerca de Corea en que nuevamente el gobierno adoptó la política de limar la decisión, aclarando expresamente cuál era la verdadera voluntad del pueblo argentino (recurso inédito hasta esa fecha en el manejo de los asuntos internacionales y sólo comparable con algunas posturas del irigoyenismo) que el desplazamiento del centro de gravedad nuevamente enfila hacia el exterior.
En febrero de 1953 Perón visita Chile y con el acuerdo del presidente Ibáñez proclama a los pueblos latinoamericanos el acta de Santiago; en agosto viaja al Paraguay y encuentra el apoyo del país hermano; en octubre esa misma acta es ratificada por Nicaragua y en diciembre la cancillería ecuatoriana firma un tratado en los mismos términos. Al concretarse la X Conferencia Interamericana, reunida en Caracas, en 1954, la presión de los factores internacionales que se han movilizado es sencillamente enorme. A un año de su inminente caída, el gobierno peronista expresa la idea estratégica de la continentalización integrando a la geopolítica mundial todos los
pueblos que hasta el momento permanecían marginados. Se busca promover la unidad latinoamericana con el mismo criterio con que, dieciocho años más tarde, el tercer gobierno peronista firmará el Tratado del Río de la Plata, resolverá los convenios con Bolivia y Brasil afianzará las relaciones con Perú, Ecuador, México y Venezuela y promoverá una concepción política latinoamericana.
Pero en 1956, ya caído el gobierno nacional y tras el breve interinato de los "nacionalistas" por el Ministerio de Relaciones Exteriores, la contrarrevolución muestra su verdadero rostro. En Panamá se realiza la Primera estrategia de la coexistencia "pacífica" todo está resuelto.
La estrategia argentina no puede hallar resultados positivos si pretende pasar por las extremos.
El peronismo mostró claramente la realidad y viabilidad del Tercer Mundo. Uno u otro extremo están tan equidistantes de nuestros intereses, como lo estuvieron también en polos que se disputaron la supremacía del mundo en 1939-45. La experiencia nos demuestra que debemos desarrollar nuestra propia estrategia, aliándonos con aquellos que tienen al igual que nosotros un enemigo común.
E. A.
DINAMIS
DICIEMBRE DE 1974