Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


CIENCIA Y TECNICA
UNA PILDORA NO HACE VERANO

Revista Periscopio
20.01.1970

La moral — la moralina, mejor dicho — suele acometer las empresas más insólitas. Hacia 1920 se denostaba a los automóviles porque eran "burdeles sobre ruedas"; veinte años más tarde le llegó el turno a la penicilina: como era un arma filosa contra las enfermedades venéreas se creyó que iba a desatar la orgía, asumir al mundo en la euforia. La década del 60 no careció de un presunto responsable de la agitación sexual: mientras millones de mujeres norteamericanas cumplían el rito de tragar hormonas 21 de cada 28 mañanas por mes, científicos y legos aseguraban que la novedad abría las puertas a un erotismo casi pagano.
Ahora, sin embargo, los más serios investigadores de USA insisten en que se trata nada más que de una fantasía; que la píldora, al fin, jamás impulsó a nadie hacia una relación que, de todas llaneras, no hubiera tenido. Un diminuto fármaco no parece constituir un arma tan poderosa como para precipitar una revolución sexual femenina.
El intento más reciente y completo de conocer los efectos reales de la píldora sobre el comportamiento se inició hace apenas un mes, cuando el Commonwealth Fund donó 240 mil dólares a la División de Estudios Familiares de la Universidad de Pennsylvania. Harold Lief —director del Instituto y responsable de que la cuestión sexual fuese incluida en los planes de estudio de las escuelas médicas— opina que los efectos psicológicos y sociales de la píldora no están aún develados. "No se ha hecho una investigación de fondo sobre el tema —dijo Lief hace quince días—, pero mucha gente que trabaja en mi especialidad tiene la impresión de que la píldora no ha modificado la conducta sexual. Tratamos de combatir el difundido prejuicio de que induce a la promiscuidad: mi propia experiencia me indica que la mayoría de las muchachas que piden anticonceptivos no son vírgenes".
El escepticismo de Lief es compartido por Paul Gebhard, director del Instituto de Investigación Sexual (fundado por el célebre Alfred Kinsey) y polla doctora Mary Calderone, una experta en el campo de la educación sexual. Ambos sostienen que —por suerte o por desgracia, aquí se invade el campo de la filosofía— la falta de anticonceptivos jamás alejó a la gente de la cama: simplemente fue motivo de preocupaciones posteriores.
Ira Reiss, de la Universidad de lovva —quizá la máxima autoridad norteamericana en cuestiones sexuales premaritales—. hace un poco de historia. ''Ni el uso generalizado del preservativo masculino y el diafragma vaginal femenino —alega— convirtió a la sociedad en un hato de conejos despreocupados y alegres; no hay razones para creer que la píldora vaya a conseguirlo ahora."
De todas maneras, no existe todavía información estadísticamente confiable sobre la manera en que el nuevo recurso afecta el comportamiento sexual. Hay ocho millones de mujeres que toman anticonceptivos orales en USA, pero nadie sabe qué proporción de casadas, solteras, adolescentes o maduras componen este batallón. Tampoco si han disfrutado más en su vida erótica desde que consumen el específico.
Pero no falta mucho tiempo para que la duda se ilumine: los sociólogos William Simón y John Gagnon, ex staffers del Instituto Kinsey, publicarán dentro de poco el resultado de sus investigaciones. Su hipótesis principal, avalada ya por algunos datos primarios: la píldora, contra lo que se cree, no ha desatado una ola de desorden sexual. Los expertos entrevistaron a 1.200 estudiantes universitarios (el doble del grupo original de Kinsey), y trataron de localizar los cambios operados en la conducta sexual entre la década del 40 y los últimos años de la del 60. La conclusión más importante:
se ha producido una revolución —es cierto— en cuanto a lo que la gente dice acerca del sexo; pero sólo una lenta evolución en la conducta real. Las relaciones premaritales entre los estudiantes, por ejemplo, apenas aumentaron en las dos últimas décadas; la mayoría de las chicas se acuestan, cuando lo hacen, con sus proyectados o futuros maridos.
Gerald Sanctuary ejecutivo de SIECUS (Consejo de Información y Educación Sexual de los Estados Unidos), observa que "en las clínicas de control de la natalidad se ven pocas vírgenes, a menos que tengan planes de casamiento".
Pero no todos son favores. "'Hay un probable efecto pernicioso de la píldora —advierte Sanctuary—: en los últimos cuatro años se ha producido un aumento del 26 por ciento de las enfermedades venéreas y en gran parte eso podría deberse a que la píldora no las previene, como los profilácticos."
Dentro del matrimonio, hay quienes sostienen que se trata de una panacea. "La píldora priva a una mujer de su mejor excusa para rechazar al marido —exalta el trabajador social Cameron Dightman—. En general los anticonceptivos orales tienen un efecto positivo sobre las parejas casadas." Pero Lief cuestiona este optimismo: "Algunas mujeres tienen un miedo patológico al embarazo —reconoce—. Pero con frecuencia no es más que la racionalización de otras inhibiciones: eliminar el temor es algo que puede o no modificar el comportamiento. Lo que sí sabemos es que las actitudes de una mujer y su relación con el marido son los factores más importantes que determinan su respuesta sexual. La píldora sólo puede operar sobre esta base de actitudes y sentimientos".
PERISCOPIO Nº 18 • 20/1/70

 

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