Revista Periscopio
24.03.1970 |
Como lo admitieron los agentes de turismo (que invadieron el verano
porteño para imaginar proyectos que concretarán desde sus países),
Buenos Aires es quizá la ciudad que alberga más cantidad de
restaurantes y casas de comida. Se sorprendieron con las
estadísticas (más de 8 millares se desparraman hasta un radio de 15
kilómetros) y también con una realidad que escapa al cómputo.
Diariamente el ramo gastronómico se acrecienta para alimentar más
que nada una fiebre enhebrada de pizzerías, sofisticados comederos,
nuevos bodegones e inevitables parrillas.
Randoph Mateo, 47, un italoamericano entusiasmado con mandar hacia
el Plata contingentes de turistas, admitió —la semana pasada— que lo
que más le sorprendió fueron las pizzerías. "La calidad y las
distintas variantes que he conocido me fascinaron. Incluso los
diversos tipos de locales, desde los más suntuosos hasta los más
modestos." Recorrió cuarenta y tres de ellos; todo un desafío a
prueba de vesícula.
Desde que hacia fines de la década del cuarenta desaparecieron los
últimos vendedores ambulantes de la Boca (banqueta en mano y 'tacho
in testa') las pizzerías asentadas en locales se multiplicaron.
Fueron célebres (y aún hoy aglutinan predilecciones) el Tuñín de la
Boca y Las Cuartetas, más tarde Los Inmortales. Pero la buena pizza
apareció en lugares donde se contrataron los mejores maestros de
pala, los cocineros más encumbrados. De esa manera los empedernidos
de la pizza siguieron los itinerarios laborales emprendidos por los
maestros de cocina. Una razón por la que existen insistentes
habitués de El Guerrin (Corrientes al 1300) o el local de Pililo en
Defensa al 800.
Pero el boom del año ha sido sin duda La Citadella, a instancias del
uruguayo Gregorio Gordon, 37. casado, que erigió todo un palacio
gastronómico a la vera de la avenida Juan B. Justo al 5700. Allí
reina la pizza por metro. A treinta centímetros de ancho, el metro a
la muzzarella equivale a dos pizzas y media de las normales y cuesta
900 pesos viejos. El precio se acrecienta en proporción al metraje
consumido. También si se incursiona por las 13 increíbles variantes.
La especial de la casa —basamentada sobre crocante masa— está
abarrotada de jamón, palmitos, anchoas, huevos duros, morrones de
Murcia, aceitunas gigantes y hasta mayonesa. Este delirio se ofrece
a 18 pesos nuevos el metro.
El local —donde suelen impacientarse los clientes que esperan mesa—
es
un anchuroso comedero donde bullen curiosos pedidos: "Marchen 2
metros de pizza y 102 centímetros de pancho", vocean los mozos. Es
que también se despachan centenares de panchos gigantes. Miden 34
centímetros cada uno y se sirven grillados con panceta y luego
gratinados al horno con tomate, orégano y queso. El Zepelín —que así
se llama— significa un desembolso de 300 pesos viejos pero equivale
a un opíparo e inacabable almuerzo. Claro que es sólo parte del show
pantagruélico que despliegan los responsables de Citadella. Están
los pebetazos, una suerte de sandwich-ómnibus que cuesta 180 pesos
viejos e integra la lista de 20 variedades. Son tan apetecibles como
la copa Raquel Welch, una delicia para culminar el agasajo y con la
que se relamen los más sibaritas. Claro que tienen otros 25 helados
diversos y no menos de 10 variedades de shakes que son verdaderas
creaciones batidas.
Este país de la maravilla gastronómica da trabajo a 80 empleados (50
por ciento uruguayos). El más mimado es Carlos La Paz, 19, soltero,
que amasa junto con la pizza el recuerdo de sus dos años de medicina
cursados en el Uruguay. "Nosotros hemos hecho gestiones ante el
consulado argentino en nuestro país para conseguir la radicatoria de
muchos de mis empleados", argumentó Gordon, que espera consolidar
aún más su negocio. El edificio de 3 plantas y tres mil trescientos
metros cuadrados de superficie albergará novedades: "Inauguramos en
la Navidad de 1968, y a un año de eso estrenamos el primer piso para
salón de fiestas", se jactó Gordon. "En abril inauguramos una cancha
de bowling con jardín, fuente y techo corredizo. Para el año 71 en
el segundo piso reinará el Gran Palacio de la Ensalada. Allí se
podrá consumir parrilladas y asado. Veinte tipos de ensaladas
(gratuitas) llegarán carrozadas hasta la mesa. Pero el delirio,
comenzó —hay que admitirlo— con la pizza."
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Zabala Ameghino |
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