La tumba sin sosiego

 

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pie de fotos
-El miércoles, se retira la bancada peronista y una manifestación agita los pasillos del Congreso
-Niembro, huellas de una misa
-De los rezos (plaza Martín Fierro) a los choques (en Belgrano)

 

 

En el principio fueron tan sólo unos pimpollos que el alba descubría, aquí y allá, junto a los solares que tiempo atrás Eva Duarte presidió con su nombre, o en el regazo multicolor de los parques donde una hoya mal cerrada suele indicar todavía la ausencia del pedestal que soportó su efigie, o coronando a manera de guirnalda los muros de una calle que ya no se llama como ella.
Lentamente, hace quince días, el recuerdo de Eva Perón comenzó a rescatar del anonimato a sus innumerables fieles: sólo en la Capital Federal y su cinturón conurbano se programaron cuarenta y un homenajes a la memoria de la segunda esposa de Juan P. Perón.
Entonces, mientras las agrupaciones sindicales, los comités del Partido Justicialista y las cohortes juveniles convocaban al fervor peronista, ancianas enlutadas convirtieron las unidades básicas en capillas, y el arder de los velones y el aroma de la cera se mezclaron con el rumor de las plegarias.
Otros fuegos, sin embargo, parecieron surgir de sus rescoldos: muchos argentinos que ya recorrían Buenos Aires sin sobresaltos, volvieron a percibir inquietos el acre olor de la chamusquina cuando atravesaron la cuadra de Florida al cuatrocientos, por la vereda huérfana del Jockey Club; también en la semana pasada los militantes socialistas creyeron ver con renovada nitidez las llamaradas de tizne que aún encarnecen el rostro de la Casa del Pueblo, y los viejos radicales alzaron sus ojos de improviso, hasta los muros lacerados de su reducto partidario. Era la sombra de la mujer muerta.
Por fin, el jueves 29 de julio, esa fúnebre silueta enlutada subió la escalinata del Congreso Nacional, de la mano de sus creyentes que reclamaron para ella un homenaje. La mayoría de los sectores parlamentarios se negó a rendirlo, expresamente: la Cámara de Diputados, no obstante, dejó de lado las peroratas formales que son armas cotidianas en la política y acaso porque, adversarios o admiradores, la figura de Eva Perón despierta intensos sentimientos en los hombres políticos, el cuerpo supo brindar en las opiniones de los jefes de sus bloques una instantánea cabal del estado de ánimo que embarga a cada una de las banderías, un testimonio real sobre la marcha de la ansiada pacificación.

El eterno revulsivo
El justicialismo se empeñó en trasladar el 13º aniversario hasta el terreno donde cultiva sus más tiernos laureles: las Juntas Vecinales, los Concejos Deliberantes, las Legislaturas provinciales, el Congreso Nacional. En pocos lugares contó con la benevolencia del oficialismo y en casi todos con la hostilidad manifiesta de los conservadores, los socialistas democráticos y el aramburismo.
En Mendoza, los radicales que colaboraron pasivamente en el tributo que rindió el Concejo Deliberante de San Rafael, fueron acusados por sus correligionarios; el comité provincial del conservadurismo señaló su disidencia con el procedimiento. En la Capital Federal, radicales, ucristas y ex aramburistas formaron quorum en el Concejo Deliberante, pero no permanecieron en las bancas para escuchar el florilegio que recitó la concejal María E. Vargas. En la Cámara baja de la provincia de Buenos Aires, un tumulto terminó, prácticamente, con la sesión.
"Yo soy capaz de enfrentarme con cualquiera, menos con las cuatro diputadas de mi sector", habría dicho Paulino Niembro, el miércoles 28 al mediodía, cuando insistió ante sus colegas presidentes de bloques en la Comisión de Labor Parlamentaria de la Cámara de Diputados de la Nación, quienes querían disuadirlo de pedir el tributo. Finalmente, todos acordaron "ser amplios" en materia de homenajes: una fórmula ambigua que impulsó al peronismo a solicitar la extensión de la media hora reglamentaría que la Cámara se concede para tales menesteres.
Pero en el curso de la sesión, Arturo Mor Roig denegó esa extensión, porque fue, precisamente, un Diputado peronista, el chubutense Raúl Riobóo, quien de manera inconcebible ocupó casi todo el tiempo estatutario con una evocación de los primeros colonos galeses. "Yo perdí las elecciones del 14 de marzo por 528 votos —argumentó, al parecer, el terco Riobóo—. Me interesan más los galeses."
Librados a su inexperiencia legislativa, los peronistas se resignaban ya a postergar el homenaje, cuando el habilidoso Héctor Gómez Machado, del MID, recordó el compromiso contraído en la comisión de Labor: quiso extraer de él la prórroga deseada, pero sólo consiguió originar una disputa sobre la naturaleza del acuerdo. Sin embargo, dio lugar a que el peronista Jorge Casas pidiese que la Cámara (art. 108) se apartara del reglamento. La moción fue rechazada y el peronismo se retiró afirmándose en el testimonio de Gómez Machado. "No se cumplen los compromisos contraídos en la Comisión de Labor", pretextó Niembro.
Fuera, en las pasillos, los esperaba a los Diputados peronistas el verdadero tribunal: una multitud de activistas del movimiento que reclamaba con acritud el homenaje. "Les prometo que si no se rinde el homenaje no volveremos nunca al recinto", les endilgó Niembro desde una tribuna improvisada. "Los radicales sólo han logrado postergar el problema 24 horas", presumió con agudeza el democristiano Salvador Bussacca. "Fue impedido el homenaje a Evita", tituló el matutino Crónica, de Buenos Aires.
Recién el 29 por la tarde, no bien se inició la media hora reglamentaria de homenajes, la peronista Teresa Riande leyó una ceñida apología de Eva Perón: la comparó, sorpresivamente con la emperatriz Julia, hija de Augusto, cuya extraordinaria belleza conmovió a los excavadores renacentistas y aun al pueblo romano, hasta el punto de que los sacerdotes destruyeron el cadáver.
En cambio, para Raúl Alfonsín (UCRP) el homenaje era tan sólo la expresión de la soberbia peronista, un pretexto para "consolidar una mística que tiende a cubrir el déficit ideológico" de ese movimiento. Camilo Muniagurria demoprogresista supuso que los homenajes no deben ser controvertidos porque así dejan de serlo: "Este homenaje no contribuye a la pacificación de la vida argentina", dictaminó. Según Emilio Jofré, conservador, las honras fúnebres asumen una magnitud hogareña, privada; sólo pueden trascender ese ámbito cuando ha transcurrido por lo menos una generación.
Irritado porque Riande responsabilizó a Aramburu por la suerte de los despojos de Eva Perón, el udelpino Eduardo Avila negó su apoyo porque "fue únicamente la esposa de un ex Presidente, no una heroína de la ciencia o el arte." El autonomista Ricardo Harvey intuyó que es necesario "dejar cicatrizar esta herida. Con todo, como cristianos hemos de pedir que haya paz en su tumba". No adhirió, pero las mismas razones espirituales sirvieron a Teodosio Pizarro (PDC) para sumarse al peronismo.
Para el frondicista Gómez Machado la Historia no ofrece vacíos ni eslabones: desde la perspectiva que brinda el tiempo, las posiciones antagónicas son únicamente formas de la totalidad patria. Acaso por ese motivo —señaló entre pullas del radicalismo —quienes le retacean un homenaje a Eva Perón con tanto empeño sólo contribuyen a remarcar la vigencia popular de su figura. "Así como ustedes— dijo dirigiéndose a los unionistas de la UCRP— combatieron a Yrigoyen y ahora le rinden honores". "Es pronto aún para hacer un juicio definitivo, pero es evidente ya que Eva Perón está situada definitivamente en el proceso argentino", concluyó, con la emocionada adhesión de las cuatro legisladoras peronistas.
El único legislador que intentó arrancar de su pecho el nudo de la emoción fue Américo Ghioldi, el socialista. Narró los orígenes del mito en la Historia, advirtiendo que su experiencia le induce a no discutir las maneras de la adoración. "Pero esto es algo diferente; se trata de conseguir efectos políticos inmediatos con la figura de la esposa del ex Presidente." Otro socialista, Ramón Muñiz, dividió al país entre el pasado y el futuro: situándose en la segunda margen eludió respaldar al peronismo porque estima que aquella es una herida del pasado nacional.
¿Qué indujo al peronismo a romper la concordia, a saltar sobre el abismo proponiendo un homenaje que conspira contra su potabilidad?" se preguntó Luis Amura. "'Los pueblos que no miran al pasado tampoco pueden avanzar hacia el porvenir", le respondió Paulino Niembro, que se dio por satisfecho con la ceremonia, aunque no con las opiniones vertidas.

La barra y la "buena letra"
Más profundamente, las honras tributadas a Eva Perón fueron analizadas como una necesidad irracional e íntima del movimiento. Perseguido desde 1955 a la fecha, trata de retornar a la superficie mediante avances por tramos. Golpeando y obligando a ceder, a veces; negociando en otras oportunidades el Justicialismo ha llegado al Congreso desde la proscripción. Y si los próximos escalones, teóricamente, lo impulsan hacia las Gobernaciones en 1967 y hacia la Presidencia en 1970, sus conductores entienden que no podrá ascender solo sino a la cabeza de todo el pueblo.
Estas razones imponen la tregua, esa buena letra que sus opositores suelen calificar de cobardía, aunque también puede ser el camino para la integración de un solo bloque unido frente al régimen. "Además —lo explicó un mítico caudillo sindical pocas horas antes del homenaje— la tregua implica reposar las armas, pero no alejarse de los altares."
Esos altares estuvieron por un rato en las galerías de la Cámara de Diputados; eran los simpatizantes peronistas, los mismos que protestaron a Niembro y su equipo por la frustrada ceremonia del miércoles 28, los mismos que organizaron una manifestación estruendosa en los corredores del Congreso. Los legisladores peronistas también debían responder a ese reclamo, aun a costa de quebrar su actual etapa conciliadora.
Con todo, el recuerdo del 13º aniversario se convirtió en la noticia de la semana; porque, además, el gobierno no sólo opinó en la Cámara de Diputados: la Policía —que depende del Ministerio del Interior— fue de alguna manera su portavoz aguerrido en un par de incidentes.

En la calle
Una gran parte de las ceremonias con que el Justicialismo agotó su homenaje a Eva Perón fueron semi-privadas; consistieron en misas al abrigo de edificios sagrados o en ofrendas florales depositadas colectivamente al pie de túmulos erigidos en los cementerios y también en actos realizados en locales políticos o sindicales.
Al margen de estas reuniones y de los reclamos que golpearon a las puertas de las legislaturas y el Congreso (ver nota), los peronistas volvieron a tener problemas cuando trataron de definir las imprecisas fronteras que los unen a la legalidad: numerosas exhortaciones para disolver las citas públicas fueron aceptadas; otras, dieron origen a trifulcas como ocurrió el 25 de julio en la Plaza Martín Fierro (legendaria porque allí se inició la Semana Trágica en enero de 1919).
Los dirigentes de la Junta Metropolitana habían obtenido permiso para efectuar en ese lugar un funeral y misa de campaña; solo 24 horas antes, cuando los carteles ya estaban fijados en todo Buenos Aires, se advirtió que los concurrentes no podrían rebasar el local cerrado. Un compromiso circunstancial entre el Diputado Paulino Niembro y el titular de la comisaría 20ª —el público no impediría la circulación de automóviles— fue desconocido por la Guardia de Infantería que depende directamente de la Jefatura. El escuadrón rodeó a las escasas doscientas personas y las disolvió con lujo de gases lacrimosos, palos y tiros al aire. El Diputado Niembro y el Concejal Rogelio Cedrón fueron heridos; de igual manera, el Crucifijo que presidía la ceremonia fue destrozado a garrotazos, y corrió la misma suerte un pequeño busto de Eva Duarte. La violencia sólo se detuvo ante una orden surgida del gabinete del Ministro Palmero.
Pero un día más tarde, cuando el público abandonaba la tradicional misa que se oficia todos los años en la Inmaculada Concepción de Belgrano, la Policía volvió a repetir su actuación. El público no abrigó dudas: la represión habría sido ordenada por el gobierno.
03/08/1965
revista Primera Plana