El frondicismo
Entre la realidad y la utopía

 

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Amanecía el lunes 22 de febrero, y toda la húmeda claridad del Litoral pareció atropellarse en la cabina del pequeño Cessna. Desde su asiento, vecino al comando, Arturo Frondizi extendió la mano casi perezosamente para detener el incesante parloteo de la radio que iba transmitiendo los cómputos de las elecciones formoseñas.
"Ya es bastante..., pasaremos los ocho mil votos", ¿así le siseó a Raúl Gargione, otro pasajero del aerotaxi. Luego se arrebujó en un pesado poncho radical y quedó adormecido, mientras el piloto seguía atento a la innumerable cinta plateada del Uruguay, una ruta que venían devorando desde Concordia para llegar bien temprano a Buenos Aires.
Horas antes, el frondicismo ocupaba el tercer lugar en los comicios de Formosa. Aunque la diferencia entre el MIR (una versión local del Movimiento de Integración y Desarrollo) y el segundo partido, Unión Popular, era bastante cuantiosa, un hecho resultaba evidente: el partido existía, se ubicaba de un golpe en la red de posibilidades electorales de la Argentina.
Quizá esta certeza del lunes 22 no aparecía tan clara, hace veinte meses, al hombre de cabeza rapada que atravesaba la provincia de Buenos Aires al volante de su automóvil: retornaba de un exilio en San Carlos de Bariloche para ponerse al frente de la UCRI.
Entonces, las humillaciones del derrocamiento, la prisión angustiosa y la espina del reciente fracaso desaparecieron súbitamente de Arturo Frondizi, por lo menos para los visitantes que fluían sin cesar hacia la mansión de Julio Nisensohn, un industrial que lo aposentó en San Isidro. Con aquellos, el antiguo jefe reanudó sonriente los viejos lazos; charlando en los atardeceres hasta bien entrada la noche, recompuso antiguas alianzas.
Por eso, porque venía a disputar una hegemonía que Oscar Alende obtuvo laboriosamente, al promediar el invierno de 1963 el comité de Banfield Oeste abrió el fuego contra Frondizi: pedía que se lo expulsara de la UCRI, Sin embargó, la primera granizada de plomo no lo tocó; llegó en forma de intervenciones a las provincias dominadas por el frondicismo o como expulsiones a los amigos de Frondizi. "Jamás una ráfaga de expulsiones semejante destrozó al partido —se queja ahora el ex presidente, y agrega—: Ni el unionismo se atrevió a expulsarnos cuando luchábamos contra él."
Fue cuando el sector adicto a Frondizi optó por peregrinar a Mar del Plata buscando soluciones: en el Hotel Sardi, el 7 de setiembre de 1963, se miraron las caras sectores diferentes hasta el día anterior. Los ortodoxos de Héctor Noblia saludaron a los rojos de Olegario Becerra y con los oyhanartistas, ex, socios de Alende, concluyeron un acuerdo previo para fundar un nuevo partido: el MIR. Al día siguiente, las adhesiones comenzaron a concentrarse sobre los insurrectos: Santa Fe, los combatientes de Alfredo Vítolo, el bloque de senadores de la provincia de. Buenos Aires. En fin, una docena de provincias y luego, veinte diputados nacionales.
Alguien que todavía permanece en las sombras no vio con buenos ojos al MIR: el 13 de agosto de 1964 una ráfaga de proyectiles hizo peligrar la vida de Arturo Frondizi en el curso de una cena en el barrio de San Telmo, en la Capital Federal. En principio la policía detuvo al hijo de un dirigente sindical cercano al líder peronista Augusto Vandor, pero las primeras pericias lo exoneraron de culpa.
"Tenemos noticias fidedignas de que esa banda fue pagada por un servicio de informaciones del Estado", acusó entonces Frondizi. Los radicales del Pueblo hacían correr la versión de que el atentado fue una maniobra del propio Frondizi para provocar una rebelión militar que derribase al gobierno.
Otros núcleos más visibles —la UCRI y a veces la UCRP— se apoyaron en la semejanza de las siglas MIR con las iniciales del viejo Movimiento de Intransigencia y Renovación del radicalismo, para exigir el retiro del nombre partidario: los apoderados frondicistas recurrieron a las siglas MID, que significa Movimiento de Integración y Desarrollo.
El 21 de febrero pasado, un año y medio después de la hégira desde Bariloche, las huestes frondicistas elegían en Rosario al primer presidente del nuevo partido: Guillermo Acuña Anzorena. Frondizi tenía ya en sus manos una nueva arma política lista para ser lanzada en todo el país.
Esa nueva, felina, imagen de Arturo Frondizi se detuvo ciento sesenta y cinco minutos ante PRIMERA PLANA, el martes de la semana última, para resumir su teoría relativa al desarrollo argentino. Con una seguridad que no tiene resquicios profetizó la futura alianza de clases. ("Usted ve: la experiencia de Formosa, donde el peronismo cayó derrotado, no hace sino confirmarle desde un microscopio, que las fuerzas nacionales necesitan unirse para triunfar.") Con el marco de su famosa biblioteca, derramó frente a su interlocutor las últimas perlas de su joyería: sendos acuerdos con núcleos peronistas. En San Luis, con el sector que acaudilla el ferroviario Martín Lozano, y en La Rioja, Tierra del Fuego y Corrientes.

El desarrollo
Era el mismo Frondizi de siete años atrás —sólo más canoso—, el mismo que triunfó el 23 de febrero de 1958 con un slogan que bien pocos comprendían: "Acero es igual a petróleo más carne."
Quizás por eso su contrincante —el oficialismo de entonces — aprovechó para mezclar su imagen desarrollista con la del comunismo, "Es comunista, es comunista...", sostenían los defensores de la Revolución Libertadora. "Balbín o Bulganin", rezaban los volantes más efectivos de la Unión Cívica Radical del Pueblo, "Básicamente —explica ahora Frondizi—, somos un país subdesarrollado, porque somos incapaces de financiar nuestro crecimiento económico con el producto de nuestro comercio exterior. Las soluciones consisten en revertir el proceso de empobrecimiento, pues si no tenemos divisas para comprar en el exterior, debemos esforzarnos por explotar nuestros propios recursos materiales; debemos convertirnos en una nación integrada, de creciente y diversificada producción agraria y minera y de autosuficiente base industrial en los rubros de energía, siderurgia, química pesada y los servicios de infraestructura."
Desde su refugio —un escritorio en el contrafrente de su domicilio particular, cerca de Pueyrredón y Santa Fe—, Frondizi suele disparar sus fleches, tanto , más incisivas cuando la pregunta se desliza hacia los vitrales más apedreados de su administración: "El autoabastecimiento petrolero no constituye el fin en sí mismo; es uno de los medios que empleamos para disponer de suficientes divisas para financiar la siderurgia, es decir, industria pesada. Entretanto, la tecnificación y la mecanización llevadas al campo nos darían más carne para exportar: así tratamos de apresurar el proceso siderúrgico."
Como Kwame Nkrumah, como Ben Bella y Nasser, Frondizi se ha mostrado partidario de recurrir también al capital extranjero. "La cooperación internacional para el desarrollo no es la panacea para reemplazar nuestro esfuerzo —escribió recientemente—, pero es el elemento dinámico para acortar el proceso de modernización y financiar obras de base de lenta amortización." Los ejemplos del jefe desarrollista pivotean sobre los acuerdos logrados durante su gobierno: créditos del Banco de Importación y Exportación para SOMISA, créditos del Banco Mundial para ACINDAR y Propulsora Siderúrgica, créditos del Banco Interamericano para caminos, inversiones norteamericanas en petróleo y petroquímica.
Porque es el profeta de una transformación que parte de la promoción de las industrias de base, el hieratismo de Frondizi se quiebra cuando comenta la administración de la UCRP, su Plan de Desarrollo. "Es exacto que el actual gobierno es artífice de una nueva variante en su política de estancamiento, cuya idea central es: promoción de la industria de transformación y abandono de la de base. El plan existe, cuenta con el apoyo de técnicos extranjeros que asesoran al actual gobierno."
Según el jefe del MID, "es previsible la agravación de la crisis que vive el país desde el 29 de marzo; se notarán los síntomas en el aspecto monetario y cambiario. Y también se notará lo que es la verdadera causa de la situación: el abandono de la política de desarrollo y la paralización de la inversión reproductiva en los sectores básicos".

La integración
La crisis se manifiesta, en síntesis — sostiene el ex mandatario—, por la paralización del aparato productivo, la desocupación y el aumento del costo de la vida. Es necesario, entonces, poner en funcionamiento el aparato: otorgar créditos que vayan a movilizar la economía nacional. Así aumentará la producción, se estabilizarán los precios, desaparecerá la desocupación y, a partir de ese momento, se podrá iniciar la desburocratización del país; los empleados públicos volverán a canalizarse hacia empleos mejor remunerados.
Pero ésta es la tarea que Frondizi le asigna al movimiento nacional: la unidad de los sectores dinámicos, de la clase media y el peronismo, de los obreros y los empresarios. Según él, las condiciones a que todo el país será sometido por la crisis consolidarán aquella alianza, la elevarán al punto de convertirla en única solución nacional.
"El movimiento nacional existe: llegó al poder cada vez que hubo en el país deficiencias de fondo —explicó Frondizi a PRIMERA PLANA el pasado 23—. Lo que es necesario es su unidad, que no se da siempre, como sucedió en 1962 y como sucede ahora."
Con razón, la idea de unidad en el movimiento nacional evoca los sucesos de 1962, cuando el formidable golpe del ariete peronista, al triunfar en los comicios, puso a Frondizi junto al abismo adonde terminaron por empujarle los militares colorados.
"1962 fue el resultado de un error de estrategia de los sectores que integran el movimiento nacional —indicó Frondizi, reteniendo sus anteojos por la patilla—; sólo sirvió para que a todos los derrotara la reacción que triunfó el 29 de marzo. Hoy creo que nadie puede dudar de que lo que sucedió entonces fue la victoria de los enemigos del peronismo y de las fuerzas que se agrupan hoy en el MID."
No obstante, desde las plazas públicas, en los sindicatos y en sus reductos partidarios, los peronistas aseguran que el 14 de marzo "derrotarán al gobierno de Illia, como derrotaron antes a Frondizi". Su estrategia parece limitarse a una lineal sucesión de golpes aplicados en el plexo solar del sistema liberal, hasta obligarlo a caer.
Esta es la realidad actual, mejor expuesta por un teórico del peronismo, John William Cooke, cuando escribió en 1964: "El integracionismo plantea que los trabajadores puedan agregarse a una conducción de la burguesía; la clase industrial ha demostrado su incapacidad frente al imperialismo; la clase media, librada a sí misma, sólo es apta para la lucha cívico-electoral, pero no para la clase de batallas que exige una política antiimperialista en serio." Quizá porque muchos sindicalistas del peronismo comparten estas ideas, aquí y ahora, las posibilidades de una alianza de clases parecen más bien una utopía.
Una utopía que no es tal para Arturo Frondizi: hay ciertos indicios que le permiten sondear un cambio en la mentalidad peronista de 1965. Uno de ellos está condensado en el folleto que resume las conclusiones de la central obrera ante la cuarta etapa del Plan de Lucha, especialmente cuando sus redactores apelan al esfuerzo de todos los sectores, en particular al de los industriales, para solucionar los problemas argentinos.
"El peronismo fue, en su momento, un verdadero movimiento nacional, y hoy sigue siendo la fuerza política mayoritaria — opinó Frondizi en la entrevista—. Pero no es ya todo el movimiento nacional. Jamás podría triunfar sin aliados. Desde luego que considero al MID parte del movimiento nacional, pero el problema para el peronismo no debe plantearse en función de un acuerdo con el MID, sino con todos los argentinos no peronistas que están dispuestos a trabajar junto con ellos para labrar el futuro, pero que no tienen por qué compartir las anécdotas de un pasado que para los peronistas es legítimamente propio, pero que, sencillamente, no es propio de otros argentinos."
Entonces es cuando se llega al meollo de la solución frondicista —una alianza de sectores disímiles cuya demostración se proyecta sobre el futuro. 
La lucha de marzo es sólo una etapa de afirmación partidaria, un momento similar al que vivió la UCRI en 1957, cuando la elección de convencionales constituyentes le adjudicó el tercer lugar en los comicios.
Un tercer lugar mucho más anhelado en estos momentos, porque de esa manera el peronismo deberá tender la mano hacia el MID si desea preparar el triunfo de 1970: el triunfo que Frondizi quiere para el movimiento nacional, para esa alianza similar a la de 1958 y a la que se frustró en 1963, y cuyas condiciones objetivas se repetirán sólo si los dirigentes alcanzan a comprender "los intereses comunes de la clase obrera y los empresarios, los técnicos y los intelectuales en el proceso de transformación de un país en desarrollo".

Cinco opiniones
Entre los actuales jefes políticos de la Argentina, sólo Arturo frondizi ejerció la más alta forma del poder por vía de comicios. Quizá por eso se acumula sobre él una nube de acusaciones. PRIMERA PLANA pidió su opinión respecto de los principales cargos que se le formulan. Estas son sus respuestas literales:
• Los cambios: "Si se pretende recoger la habitual imputación contra Frondizi, de que escribió una vez una cosa y luego hizo otra, he de responderle que no tengo reparo en rectificar un punto de vista cuando comprendo que estoy equivocado. No tengo el orgullo pueril de aquellos que sostienen que siempre han estado en el mismo sitio; ésto traduce o una total ignorancia de la realidad, o una actitud reaccionaria ante la evolución de las cosas.
"Creo que esos cambios se deben, en parte, a que he aprendido algunas cosas, y en parte a que otras cosas son fundamentalmente distintas hoy. Efectivamente, me opuse al negociado de la CADE en 1936 y luego suscribí un arreglo con la empresa en 1959; lo que en 1936, en plena vigencia del crédito internacional de la República, era una mala operación llevada a cabo tortuosamente, en 1959, cuando había que obtener la contribución del mundo financiero para un país estancado, era una necesidad. .
"En cuanto a la política de petróleo, no vacilo en reconocer que el conocimiento de la realidad me hizo cambiar de instrumento —no de objetivo-—; los resultados son hoy tan conocidos que me parecen inútiles los comentarios."
• El pacto: "Pensaba en 1958, como ahora, que el peronismo tenía que ser integrado en el país y, más aún, que el sector de los obreros industriales peronistas constituía un elemento clave. Por eso existió algo mucho más importante que una anécdota, a saber: el acuerdo para promover una política de transformación del país, cuyo punto de partida era la reintegración de la clase obrera a la comunidad argentina por la vía de la Ley de Asociaciones Profesionales y la devolución de los sindicatos. El segundo aspecto era el levantamiento de las inhabilitaciones políticas; y el tercero, la legalidad para el peronismo. Esto se cumplió en el curso de los cuatro años.
"Ahora digo, con toda franqueza, que en la batalla de fondo triunfamos plenamente. Piense usted la mentalidad argentina de 1955 y compárela con la de hoy. ¿Quién discute que el peronismo debe ser integrado en el país? ¿Quién discute que hay que promover un acelerado desarrollo sobre la base de una gran industria y con el recurso de la cooperación internacional? ¿Quién se atreve a respaldar en los hechos la abolición de la Ley de Asociaciones Profesionales? ¿Quién niega que la Argentina debe tener una política independiente adecuada a la coyuntura de la coexistencia pacífica entre las grandes potencias? Estos temas de fondo eran novedades inmensas en 1958; por luchar por ellos caímos en 1962."
* Los contratos: "Ya ni la UCRP insiste en que el precio de los contratos era superior al internacional. El presidente de YPF declaró en la Comisión Investigadora de los Contratos Petroleros que el costo del petróleo producido por YPF por administración en Comodoro Rivadavia llegaba a 12,30 dólares en boca de pozo. La retribución de YPF a la Panamerican es de 9,32 por un petróleo similar en la misma zona, pero con la diferencia de que el petróleo es entregado en Puerto Caleta (Córdoba). La verdad es mucho más trágica.
"El beneficio está en el autoabastecimiento: petróleo nacional significa salarios para obreros argentinos, regalías para sus provincias, fletes para su flota y los ferrocarriles nacionales, seguros para las empresas argentinas.
"Petróleo importado significa que costos directos, gastos generales y ganancias se van al extranjero. Pídale a mis críticos que muestren las cifras del balance de pagos a ver cuáles son las remesas por ganancias y gastos generales de las compañías, y vamos a ver si superan el diez por ciento del costo de la importación.
"Tenga también en cuenta las reinversiones y, finalmente, el hecho da que los equipos quedan en el país, qua las técnicas se difunden y que muchas actividades marginales se promueven. Por otra parte, los contratos serán renegociados por el actual gobierno, y mi única curiosidad es la de conocer cuál será el estilo de la dialéctica que empleará para justificarse."
• Filocastrismo: "En la conferencia de Cancilleres de Punta del Este (1961), la Argentina no jugó aliado del Brasil, sino que defendió su punto de vista nacional, como lo había hecho siempre. Era Brasil el que daba los primeros pasos en una política independiente, que en la Argentina tiene la tradición de Sáenz Peña, Yrigoyen y Perón. No es cierto que Kennedy nos hubiera pedido hacer un puente con Cuba. Lo que Kennedy compartía era nuestro juicio de que el problema cubano debía resolverse mediante la negociación, y no creo que existan muchos que aconsejen hoy la invasión de la isla, como pasaba durante nuestro gobierno.
"La visita de Guevara obedeció a su deseo de cambiar ideas que pudiesen facilitar la convivencia de su país con las repúblicas del continente. Le sugiero que reflexione en lo ridículo que queda, a la perspectiva del tiempo, la agitación que promovió aquel episodio, en sí totalmente intrascendente."
• Los militares: "Las críticas a mi política militar parten de la cómoda perspectiva de proyectar a 1958 la imagen del Ejército de 1965. Debo decirle que muchos de los jefes azules estaban impactados por la guerra psicológica que había difundido una imagen del presidente «peronista, comunista y deshonesto». Ellos representaban, además, un sector legalista que era minoritario en los altos niveles militares. Es, en cambio, exacto que yo no estaba dispuesto a que la defensa de mi gobierno se hiciera a costa de derramamientos de sangre, y de allí mi decisión cuando la crisis de Toranzo Montero ( Esa decisión consistió en ordenar el regreso a Campo de Mayo de las tropas blindadas que venían a sofocar el alzamiento de Carlos Severo Toranzo contra Frondizi, en setiembre de 1959), de la que debo agregar un dato suficientemente ilustrativo; ante la perspectiva del enfrentamiento armado, los jefes de la Marina se hubieran puesto decididamente de parte de los insurrectos, como lo, hicieron luego en abril de 1963.
"En rigor de verdad, nunca tuve otra alternativa viable que la negociación, y si hay algo de que no me arrepiento es de haber persistido en esa línea de acción. Pregunte usted a las madres argentinas su opinión al respecto." ?

PRIMERA PLANA
02 de marzo de 1965