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Lo que eligió el país - Editorial de Mariano Grondona

Pie de fotos: Senador Blanco en el Comité de la UCRP: Desaliento / En casa de Bramuglia, él con Tecera: Euforia. / En busca de los resultados.

Arriba: Paulino Niembro en TV: Nada de exilados.
Abajo: Caricatura de Flax (Lino Palacio) que versa:
Mientras son confirmadas
las noticias más frescas
durante sus veladas
hace sombras chinescas.

 

Dos partidos
Por Mariano Grondona
Esta elección no debe ser comparada con la del 7 de julio de 1963, sino con la del 18 de marzo de 1962. Entonces también, dos partidos, uno que representaba al gobierno y otro a la más extrema oposición, canalizaron al grueso del electorado. Y entonces, igual que ahora, uno de esos partidos era el peronismo mientras el otro tenía en común con el actual su posición oficial, su origen radical y su arraigo en los votantes de clase media. Si ponemos a la UCR del Pueblo de hoy en el lugar de la UCRI de 1962 y, más aún, si proyectamos hacia atrás nuestra vida política y nos acordamos de 1946 y de 1958, tendremos que concluir que, más allá de la anécdota v el desvío transitorio, la Argentina real tiende a dividirse, desde la revolución peronista, entre una corriente media y otra popular. Hoy, la derecha tiene que inclinarse, al fin, por el partido medio, aunque lo haga a disgusto y bajo protesta. Los dueños del juego están ahí y las cifras de anteayer lo demuestran: el peronismo, el radicalismo que fue la UCRI en 1962 y es la UCRP ahora. Y los argentinos tenemos que tomar en cuenta esta estructura.
La estructura: No hay iniciado en política que desconozca la superioridad teórica del sistema bipartidista sobre el pluralismo. Democracias avanzadas como las anglosajonas funcionan sobre este engranaje sencillo y claro. Aquí, por más que eludamos el bulto y queramos domar la realidad, la voluntad de los ciudadanos nos enfrenta y nos golpea con una estructura bipartidista. 1946; 1958; 1962; 1965: ¿no está dispuesta ya la Argentina electoral para un sistema de dos partidos? Evidentemente, sí. ¿Pero está dispuesta la Argentina política, psicológica y social a admitirlo? Y esto es lo que, estando en duda desde que se levantó entre nosotros la espada peronismo-antiperonismo, todavía no hemos definido. Sin embargo, las cifras del domingo nos urgen. La democracia es gobierno de mayorías pero también es rotación de mayorías, puesto que inexorablemente ha de llegar el día de la oposición. Y un sistema democrático bipartidista supone, para funcionar, la mutua tolerancia de las dos corrientes centrales. Puede haber un sistema plural con una agrupación proscripta: el juego se da entre las demás. Pero no puede haber un sistema bipartidario con intolerancia: porque entonces la democracia tiene muletas y caerá al primer cambio electoral.
La Argentina de anteayer nos mostró su rostro bipartidista. Radicales y peronistas. Sectores medios y sectores populares. Y ahora, la cuestión es ésta: ¿están dispuestos a tolerarse uno al otro? ¿Están dispuestos a convivir? ¿Están dispuestos a rotar en el poder y en la oposición, dentro de un clima de mutuo respeto? Si esto es así, y la disminución de la pasión "gorila" en uno y en otro sector que se observó durante
la campaña es un adelanto del tiempo nuevo, la democracia argentina y la estabilidad institucional están salvadas: a partir de hoy navegaremos plácida y rápidamente con el impulso alternado y dual de dos fuerzas populares y representativas y, aunque esto nos cueste en una primera etapa mucha demagogia y muchos errores, daremos nuestros primeros pasos en el ejercicio efectivo de una democracia sin mandones ni conspiradores. Pero si subsiste, como un fuego apenas cubierto, la fuerza disociado de nuestro encono, entonces esta elección servirá para demostrar un hecho terrible: que no existe la posibilidad de una Argentina cabalmente democrática, por lo menos a corto plazo. Porque la fuerza electoral del peronismo nos pone ante una evidencia clara y rotunda: mientras las cifras electorales nos gobiernen, el peronismo no podrá ser excluido del comicio. No lo logró Aramburu, no lo hicieron ni Frondizi ni Illia: nadie pudo ni podrá hacerlo porque, votando por candidatos propios o ajenos, la presencia electoral del peronismo es demasiado importante para ser soslayada. Y esta verdad tiene su revés: el peronismo de la revancha y del retorno debe comprender que las cifras antiperonistas, que también son importantes y vigorosas, están indicando que así como es imposible seguir en democracia sin el peronismo, como se intentó entre 1955 y 1965, tampoco es posible aplastar al antiperonismo, como se ensayó entre 1945 y 1955. Estas dos décadas dieron todo de sí. Y ahora los dos gigantes tienen que enfrentar la realidad: o conviven y se respetan, o no habrá democracia en la Argentina.
Las perspectivas: Si el peronismo aprovecha sus cifras para acentuar su prédica agresiva, pondrá en guardia al antiperonismo, resucitará el temor de otros días y sufrirá, al fin, el manotazo de una nueva acción preventiva. Y si el antiperonismo pierde la serenidad y quiere volver a los años de la proscripción, tendrá que admitir que la alternativa de los comicios del domingo ya no es "el milagro de las minorías" que la proporcionalidad obró en 1963, sino el liso y llano abandono de la vía constitucional.
A partir del domingo, la Argentina se abre a una democracia bipartidaria o a un nuevo enfrentamiento entre facciones. Esta, y no otra, es la cuestión.
Página 5-PRIMERA PLANA
16 de marzo de 1965

Noventa y tres votos para Unión Popular. Ochenta y seis para la Unión Cívica Radical del Pueblo. El asombro agitó algunas caras cuando concluyó el escrutinio. No era para menos: en esa mesa, la Nº 13 de Cruz del Eje, había sufragado el Presidente de la República.
A más de diez mil kilómetros de esa población cordobesa, la misma desde donde Arturo Illía bajó a Buenos Aires para sentarse en la Casa de Gobierno, Juan Domingo Perón caminaba por los jardines de su villa madrileña, cerca de los siete policías que custodian la casa.
El domingo comenzó a extinguirse. A medianoche, mientras las radios continuaban desatando toneladas de cifras, quizá Perón no conocía la fuerza que sus partidarios acumularon en las urnas de casi todo el país. Pero el Presidente de la Argentina gozaba de información más exacta.
A las dos de la mañana del lunes 15, el ministro del Interior anunció los que fueron últimos cómputos oficiales de la jornada, pero lo hizo de manera aséptica: la primera mayoría quedó adjudicada a la UCRP por 2.202.862 votos, contra 2.171.544 de la Unión Popular. En el olvido de los partidos menores cayeron, entonces, las otras siglas que el peronismo utilizó en algunas provincias; Partido Provincial (Chubut); Justicialista, Tres Banderas y Movimiento Popular Mendocino (Mendoza); Blanco (Río Negro); Acción Popular Sanluiseña; los Justicialistas de Santa Cruz y Santa Fe, Tres Banderas de Santiago del Estero, y Alianza Provinciana, de Tucumán.
Una constelación demasiado importante para ser pasada por alto; pero convenientemente compleja como para obstruir la elaboración de los resultados brindados por el doctor Palmero a las dos de la madrugada. Los diarios de la mañana —la palabra que, por lo general, deja la primera y definitiva impresión de los comicios coincidieron en respetar la tabla oficial: sigla por sigla, la UCRP encabezaba la elección.
Una vez más, la aspiración de lograr cómputos rápidos se frustraba. Seis horas después de clausuradas las urnas, las cifras eran titubeantes y fragmentarias. De todos modos, esos números dispersos permitían extraer una conclusión: la de la primacía peronista (a través de Unión Popular y sus demás refugios) sobre el partido gobernante, en el nivel nacional. Y la ubicación del Movimiento de Integración y Desarrollo (el MID frondicista) como tercera fuerza política, lejos de UP y UCRP.
Más concretamente, los resultados señalaron que:
• Los radicales del Pueblo vencieron en la Capital Federal, Entre Ríos, Santa Fe, Misiones y Santiago del Estero, y perdieron ante el peronismo en Buenos Aires y Córdoba, antiguos bastiones de Balbín e Illia.
• Los conservadores retuvieron Mendoza, Corrientes y San Luis.
• El frondicismo vio escapar de sus manos La Pampa, una de las dos provincias, con Jujuy, donde había ganado en 1963. En cambio, ocupaba el segundo puesto en San Luis y Corrientes, gracias a las alianzas anudadas con sectores heterogéneos.
• Los solitarios hermanos Aldo y Ángel Cantoni (San Juan) y Ricardo Durán (Salta) refirmaron su hegemonía en esas dos provincias.

Una energía cinética
"Lo primero que haré en el Parlamento es exigir a Illia que modifique su política económica y social y que haga de la Argentina un país sin exilados", clamó Paulino Niembro en la madrugada del lunes, por televisión. Pero era sólo una mirada leve al porvenir que se abre con el ingreso del peronismo en el Congreso, ingreso que no deja de constituir un problema para el propio peronismo:
• Al salir del llano hacia la Cámara, comienza la participación del peronismo en una de las ramas del gobierno, pero si el gobierno produce éxitos no los aquilataré sino la UCRP; después de un tiempo, tal vez el peronismo ya no pueda reaccionar contra el régimen de una manera revolucionaria; podrá promover interpelaciones y escándalos pero no la subversión; una variante menor, la presión, seguirá a cargo de la CGT; pero también es posible que la organización gremial y la política se bifurquen, encarnando una al costado revolucionario del movimiento y la otra al ala pequeño-burguesa.
• En las Cámaras costará distinguir , entre los métodos y programas del radicalismo y los del peronismo: los sistemas estatistas empleados en la administración los acercan. Sólo los distinguen los fines, pero esto es apenas válido para el sector revolucionario.
Los resultados conocidos rompen con las especulaciones de los sectores partidarios que trataron de desobedecer a Perón (neoperonismo), perspectiva que adelantaron con gusto los ortodoxos; según Delia Parodi y Tecera del Franco, "una vez que se ha demostrado la abrumadora autoridad de la junta de los Cinco, éstos serán amplios y hasta corteses con los pocos neoperonistas que busquen retornar al cauce grande". 
La Unión Cívica Radical del Pueblo bordeó el abismo en que se precipitó Frondizi en 1962 cuando quiso enfrentar al peronismo con un caudal propio que suponía iba a ser engrosado por los otros votos antiperonistas; acaso lo haya hecho con más fortuna: nunca hasta ahora tuvo tan auspiciosas perspectivas de éxito un aglutinamiento del tipo de la Unión Democrática. También es privilegio exclusivo suyo el haber hecho entrar al peronismo en el régimen, en la legalidad, aunque las causas que persiguió no fueran del todo románticas y la perspectiva contraria no pareciera más bien un desafío mayor.
En la confusa situación post-electoral a que da lugar un resultado que debiera calificarse de empate, el acceso del peronismo no puede representar lo mismo que su permanencia en el poder hacia 1955; es posible que pronto quede en evidencia que la unidad programática del movimiento deberá ser recompuesta; como constantes, pocos podrían asegurar que mantuvieran otra cosa que la esperanza flamígera del retorno de Perón y la reedición de ciertos mitos encarnados en la Plaza de Mayo. Más bien parecería que el peronismo es una fuerza informe, una pura energía cinética, que anda a la búsqueda de un encauzamiento.
Una fuerza peligrosa, en primer lugar, para quienes lo han desatado: la UCRP vivirá quizá en los meses inmediatos la satisfacción de un challenger que empató una pelea con el campeón mundial de todos los pesos. Pero para el combate siguiente (gobernaciones, mayorías parlamentarias), las condiciones pueden cambiar; dentro de algunos meses, el júbilo se habrá trocado, casi seguramente, en desesperación.

"El hombre sufre"
A las 22 del domingo, Ricardo Balbín descendió las escaleras del Comité Nacional de la UCRP; Sarmiento al 1700, en medio del silencio de un escaso centenar de personas. El senador Rubén Blanco admitió: "El hombre sufre." Su amigo Balbín no se despidió ni formuló declaraciones; prefirió arrebujarse en su automóvil, mientras a 50 metros, en la esquina de Rodríguez Peña, policías armados con lanzagases apuntaban hacia grupos peronistas reunidos ante un local de la Unión Popular.
Esa precaución liberó al jefe de la UCRP de una posible agresión, pero no le evitó una ola de abucheos. La partida de Balbín era el epílogo de cuatro horas en las que alternaron la sensación de la derrota, un pasajero regocijo y cierto conformismo. Los cómputos desfavorables de Córdoba provocaron las mayores tribulaciones en el comando oficialista. Se sugirió que el desastre cordobés llevará a una irreflexiva oposición, dentro del partido, al sector de Intransigencia Nacional (sabattinismo) y, consecuentemente, al presidente Illia.
Blanco argumentó que el orgulloso gobernador Justo Páez Molina no podría sobrellevar el revés político y amenazaría con renunciar. Una comunicación entablada desde el Comité Nacional con el hermano del presidente de la AFA no consiguió levantar los ánimos: Perette aconsejó insistir en el argumento de que el gobierno demostró "un coraje democrático sin precedentes" al permitir el acceso del peronismo a las urnas.
Los momentos de regocijo fueron estimulados por algunos resultados de la provincia de Buenos Aires y la sensación de dispersión peronista en zonas como Tucumán. Arturo Mor Roig, presidente de la Cámara de Diputados, desalentado con la representación proporcional, argumentó que sobre la base de mayoría y minoría la polarización hubiera favorecido a la UCRP, sumándole votos de partidos antiperonistas, que ahora aparecieron desperdigados. Enrique Vanoli, de la comisión de propaganda, se conformó con menos: se enfervorizó porque la UCRI y el MID no lograron ningún diputado por la Capital y porque Américo Ghioldi "que nos llevó la contra, también se embromó".
Una sensación de desamparo, sin embargo, flotaba en Sarmiento al 1700; antes de irse, Balbín conversó con sus adláteres de la plana mayor y acordó con ellos dos pasos provisorios: 1) convocar a un plenario del Comité Nacional para discutir con los líderes partidarios en los distritos los resultados de los comicios; 2) reunirse con los legisladores nacionales de la UCRP y cambiar ideas sobre las tácticas a seguir frente a la incorporación de diputados de la Unión Popular. De uno y otro encuentro Balbín espera lograr suficiente respaldo para llegar con un planteo al Primer Magistrado.

Detrás del pasaporte
Los Cinco se esparcieron durante los comicios. En la Unión Obrera Metalúrgica se informó que Augusto Vandor había salido, a mediodía, para "comer un asadito en casa de un amigo" y que regresaría entrada la noche. Alberto Iturbe fue inhallable en la Capital, y Andrés Framini estableció su comando en un domicilio de Monte Grande, Buenos Aires. Carlos Lascano también desapareció; en cambio, Delia Parodi siguió el escrutinio en el semiderruido local justicialista de Talcahuano al 400.
Carlos Atilio Bramuglia y Rodolfo Tecera del Franco instalaron una atalaya en la lujosa residencia que el primero ocupa en Juncal 1600, pleno barrio Norte. Allí invitaron a los periodistas a "tomar una copa, después del triunfo". Sin embargo, a la medianoche la copa permanecía aún en las botellas. No así las apreciaciones de estos dirigentes, que brotaron por encima de la euforia y el cansancio de la jornada.
Parodi estimó que las cifras arrojadas por las elecciones "demostraban el éxito de la línea oficial". Bramuglia y Tecera del Franco (diputado electo) entienden que "no pasará nada" con respecto a la supervivencia del gobierno. Según explicaron, el triunfo del peronismo no obedece al suceso de una línea política o gremial, sino al hecho de que "el movimiento interpreta una voluntad de cambio que es notoria en todo el mundo".
Pero el comando real del peronismo metropolitano se aposentó en la sección Capital de la Unión Obrera Metalúrgica, San José al 1500; entre paredes tapizadas por boletas y planillas, trabajaron grupos de militantes jóvenes y dirigentes de parroquias. Paulino Niembro —secundado por el novel concejal Rogelio Cedrón y el abogado de la CGT Alberto Mayansky— controló desde allí las alternativas de la elección.
Hacia las 22, el diputado electo Niembro estimó que la supervivencia del gobierno se vincula con un profundo plan de reformas que deberá llevar adelante. "Caso contrario, encontrará la más obstinada resistencia del peronismo", dijo a PRIMERA PLANA.
—¿Deja vacía una trinchera revolucionaria en el llano, el ingreso del peronismo en la Cámara?
—Al contrario. El peronismo va a la Cámara para combatir al sistema desde su mismo corazón. Será, entonces, una trinchera más, otro frente de lucha como lo fueron hasta ahora las comisiones paritarias de discusión de convenios, la CGT con sus huelgas, etcétera.
Niembro descuenta que harán agitación política en el Parlamento: "Los diputados estamos decididos a reclamar que se le devuelva a Perón su pasaporte para que regrese a la Argentina con toda comodidad." A falta de referencias "frescas", supuso que un acercamiento de Perón era inminente, ya que los resultados del comicio constituían un desagravio.

Sobre ciertas camionetas
"Se vio que el pueblo quiere votar", comentó antes del cierre de los comicios el general Juan Carlos Onganía, Comandante en Jefe del Ejército (y comandante electoral del país). Horas más tarde, al describir el desarrollo del acto, lo definió como "una prueba elocuente de la educación del pueblo". Sólo frases formales escaparon de los labios de Onganía; las Fuerzas Armadas no emitieron otros comentarios.
No obstante, los observadores militares repitieron que cualquiera fuera el resultado de las elecciones no habría reacción exterior alguna en las Fuerzas Armadas. Más todavía: trasmitieron un diálogo que el general Alejandro Lanusse habría sostenido, el domingo, con un civil:
—¿Le aflige que gane la Unión Popular?
—Más me afligiría que ganara el gobierno. Creerían que todo les sale bien...
El general Jorge Shaw, Jefe de Estado Mayor, habría refirmado la existencia de esa atmósfera de retracción: "Es hora de que se den cuenta que las Fuerzas Armadas no opinan más sobre política." Esa atmósfera reinó durante los días previos a los comicios, apenas rasgada por una duda: ¿sería proscripto el peronismo? La presentación del Partido Revolución Libertadora ante la Justicia sembró el dilema. Pero, en ese instante, los altos mandos no creían en la erradicación del peronismo.
Quienes creían —lanzando así una expresión de deseos— eran algunos sectores colorados. "Los jefes del Ejército —sentenció el martes en el Centro Naval un oficial retirado— tienen que darse cuenta de que si vencen los peronistas nos van a cortar la cabeza a nosotros y a ellos." Tesis parecidas pudieron escucharse en los grupos que frecuentan los coroneles Manrique Mom, los Menéndez —hijos del general Benjamín— y los generales Franklin Rawson y Fernando Elizondo.
La Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE) se inclinó por un recurso más directo, ya empleado en 1958. Diseminó varias estancieras con altoparlantes por las calles de Buenos Aires para pregonar que la orden de Perón era votar en blanco. Una de ellas, color verde claro y blanco, estacionó en la acera del Banco de la Nación, en plaza de Mayo, cerca de la SIDE. El conscripto de Marina que se hallaba de guardia en la puerta de la SIDE informó a un oficial que entraba: "En la esquina hay una camioneta tocando la marcha peronista." "No te preocupes, pibe, que es nuestra", respondió el superior. Aparentemente, los desvelos motorizados de la Secretaría no lograron modificar los cómputos.

revista primera plana
16 de marzo de 1965