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pie de fotos
-Kairuz (izq.) al dorso de retiro, luego Elena (Centro, der.) en la boca, en seguida, los conservadores
-MID, en Flores. Hasta los niños
-Av. del Trabajo y Miralla, hortigas peronistas en el jardín de Rabanal
-Vinciguerra, al pie del padrón

 

"¿Quiere que le diga una cosa?: nosotros 'afanamos'." Santiago Rodríguez empinó su copiosa humanidad sobre el mostrador hasta desbordar con su pronóstico, casi secretamente, junto a los oídos de PRIMERA PLANA. Luego, con un molinete, el filoso cuchillo que empuñaba cayó tajando otra vez la entraña roja de la sandía.
—Ustedes... ¿y quiénes?
"Y... nosotros, los peronistas", musitó. Para Rodríguez (32 años, casado, una hija, cesante naval), la confesión resultaba bastante difícil: su quiosco —una barraca improvisada para vender sandía por trozos, frente al parque Almirante Brown en Avenida Roca y Timoteo Gordillo— le había sido otorgado por el mismísimo Francisco Rabanal, intendente de Buenos Aires y caudillo de la Unión Cívica Radical del Pueblo en la sección primera.
Sensiblemente, evaluaciones como la suya —o totalmente contrarias—, vertidas con interés verdadero o con indiferencia en los clubes de barrio o en las sofisticadas reuniones de moda, sirvieron para formar la opinión de otros votantes: los comicios del 14 de marzo último santificaron la incomunicación entre los dirigentes y el electorado. A la inversa creció la consulta mutua entre los ciudadanos que —por lo menos en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires— hacían uso recíproco de las impresiones recibidas frente al televisor y la radio.
Dos razones trataron de explicar la decadencia del contacto directo entre los políticos y sus bases: 
• Aparentemente, los comicios tenían poca importancia entre los sectores medios y bajos de la población: "¿Es que lograremos detener el aumento de los impuestos municipales?", ironizó Luis Hernández (46 años, casado, tres hijos, almacenero en el barrio de Palermo), evitando opinar acerca del tema.
Con certeza, la renovación parcial de diputados nacionales y provinciales adquirió máximo interés a nivel de los dirigentes políticos, que intentaban medir el poderío de sus respectivos partidos, y quizás en los medios empresarios, donde el resultado serviría para orientar las inversiones de 1965.
Lo cierto es que muy pocos actos callejeros lograron exhibir una cantidad apreciable de público: el 12 de marzo las banderas peronistas languidecieron en Plaza Miserere, de la Capital, frente a sólo siete mil activistas de esa tendencia. Al mismo tiempo, en el estadio del Luna Park, la UCRP conseguía a duras penas que ocho mil espectadores presenciaran la clausura de su campaña electoral.
• Mientras tanto, algunos observadores especulaban con la resolución que los peronistas aprobaron un mes atrás —en cónclave secreto, ante Jorge Antonio, en Asunción—, cuando decidieron evitar toda concentración masiva de simpatizantes que pudiese brindar pretextos para la proscripción. También los radicales eludirían así cualquier incidente desagradable donde pudiese quedar malparada, ante los sectores castrenses, su habilidad para conservar el orden. Según esta teoría, la ausencia de multitudes junto a los candidatos resultaría de intenciones previas en los comandos de las agrupaciones más importantes.
Al margen de las altas jerarquías partidarias, más allá de las oficinas de publicidad —en muchos casos verdaderos laboratorios donde se improvisaron recetas políticas—, fuera del influjo hipnótico de los televisores, el sabor real de la campaña hubo de paladearse a través de los efluvios agridulces que las noticias cotidianas iban produciendo en la opinión, o bien en los comités seccionales donde se cumplían las tareas menores:
• Los peronistas tendieron una triple malla para apresar el voto de sus prosélitos. Seguramente, sus hilos más fuertes surgían de las 62 organizaciones sindicales —el bloque de gremios peronistas mayoritarios en la CGT—. En la noche del martes 9, el triunvirato gremial que se integraba en la comisión de propaganda justicialista (Américo Cambón, Carlos Gallo y Anteo Poccione) consideró totalmente movilizado el aparato, operando por pasos sucesivos desde los sindicatos hacia las seccionales y luego hasta las comisiones internas de fábricas. Sin embargo, este trajín no resultaba inusitado: forma parte del sistema cotidiano de relaciones internas en cada
gremio. Además, el mensaje que llevaron los 'chasques' se limitaba a pedir fiscales para controlar las mesas de la Capital y los alrededores.
En forma paralela, los sectores femeninos y políticos se habían lanzado a atrapar sufragios. Hasta en el reverso del barrio Norte, más allá de los muros de la estación ferroviaria de Retiro, donde se pierde la estela luminosa de la avenida Santa Fe, había militantes que trataban de engarzar a la aristocrática sección 20ª (Socorro) como otro diamante en el pectoral peronista.
"Yo me tengo confianza en los circuitos 208 y 209 (Puerto Nuevo), y sé que haremos buen papel en otros dos: el 206 y el 207, que abarcan la circunscripción desde Esmeralda hasta el Bajo", presumió el jueves pasado Antonio Kairuz utilizando la jerga electorera. Luego transitó con PRIMERA PLANA por las calles de tierra de la villa miseria situada entre la estación Retiro y Dársena Norte. 
Kairuz (55 años, soltero, empleado) —que pertenece a una legendaria familia de la zona, puesto que su tío fue allí lugarteniente de Hipólito Yrigoyen— recogió la simpatía de la villa estrechando manos con expresión zahori ("No crea, la mayor parte de esta gente es boliviana") y luego endilgó un breve discurso para prometer que, si resultaba electo concejal, traería la luz al barrio. No la tiene, aún cuando dista sólo mil metros de la Casa Rosada.
Mucho más allá, casi en las antípodas pero en el mismo barrio Norte, a metros de José F. Uriburu y Las Heras, un antiquísimo local conservador hervía de gente joven que difunde sus creencias empleando otros sistemas: tanto Paulino Viñas, presidente de la seccional 20ª del partido Demócrata Conservador de la Capital, como Eduardo Palacios Molina (candidato a concejal) o Marta Vengerow de Varela y Nélida Bosetti se empeñaban, ante todo, en llegar con la boleta partidaria hasta el domicilio de cada votante. Para eso debieron escribir el nombre de éstos en más de cincuenta mil sobres que más tarde se encargaría de repartir el Correo. Al margen, por cuenta de los camiones provistos con altavoces corría una pequeña batalla que otros afiliados del partido libraron con los carromatos similares de la UCRP o el MID hasta casi terminar con la paciencia de los habitantes de la zona.
Una actuación menos ruidosa pero más indeleble había cumplido, a fines de la semana pasada, la seccional 5ª del MID (Floresta), que exhibía orgullosamente un record de 536 paredones embadurnados por las brochas de los entusiastas acólitos de Raúl Rabanaque Caballero, el líder frondicista de la zona que encabezó la lista de diputados nacionales de la Capital. Junto a Rabanaque, también se movían diligentemente —en el local de Rivadavia 7281— más de veinte personas de ambos sexos, afiliados y simpatizantes que terminaban los sobrescritos a mano, y se encargaban luego de repartirlos a domicilio.
Fue necesario interrumpir lo que empezaba a ser un discurso tardío del líder ucerrepeísta de la sección 4ª (San Juan Evangelista: la Boca), el diputado Reinaldo Elena, para convencerlo de que importaba más verlo trabajar entre sus electores.
A los 66 años, Elena computa medio siglo ganando fama de caudillo en la Boca; su alianza reciente con Francisco Rabanal le dio el segundo lugar en la lista de candidatos a diputados y una reelección segura, pero también le ha dado el acceso a las vacantes municipales.
Según él mismo lo explicó a PRIMERA PLANA, "lo que busca la gente es trabajo." En seguida desliza una queja aparentemente increíble: "Desde hace tres meses que no consigo un puesto, esta vez, la oposición no podrá decir que hemos hecho una política de reparto."
El caudillo fue concejal desde 1932 a 1936 y desde 1938 a 1941, cuando se disolvió el Concejo Deliberante. En 1963 fue electo diputado, y desde entonces no pasa una semana sin que lo agasajen en alguna cantina del barrio. Nuevamente, el jueves 11 compartió una cena con el presidente del Club Boca Juniors, Alberto J. Armando, y el pintor Benito Quinquela Martín. Cuando terminó de hablar, muchos comensales aseguraron que Elena había llorado imaginando la fastuosidad de la futura Ciudad del Deporte, un proyecto legislativo suyo, cuya piedra fundamental se colocó el 12 —dos días antes de los comicios— en una boya sobre las aguas que espera ganar al río.
El lugarteniente de Elena es el vicepresidente de Boca Juniors, Raúl Gagliardi (25 años), que al mismo tiempo regentea el comité de la UCRP en Suárez al 400. Allí recibe pedidos de trámite de expedientes jubilatorios y de préstamos para la vivienda, de colocación de teléfonos, de puestos de maestra y, sobre todo, de empleos públicos. Elena, en cambio, abre puntualmente, a las 15.30, su oficina de rematador en Rivadavia al 800; en los pasillos y descansos de la escalera se renuevan grupos de todas las edades. Gagliardi, a quien Elena llama "el intendente", no decide: todo se resuelve desde la oficina de Rivadavia donde el caudillo emerge de su escritorio —atiende a puertas abiertas, de modo que cada uno se entera de los problemas del otro—, y los llama a voz en cuello: "A ver, pasa vos..." Así, al acto del partido en el Luna Park, el viernes 12, arribaron desde la Boca 1.500 personas en camiones contratados por el comité.
Cuando promediaba la última semana, en Jonte y Nazca, sentado en un viejo banco de escuela, Rómulo Vinciguerra extendió un plano de la sección 15ª (San Bernardo) y marcó los lugares por donde, en la noche del viernes 12, desplegaría el último de los ritos: las leyendas a brochazos. El caudillo ucrista (62 años) aconsejó una diablura dictada por su experiencia: escribir en los muros de las escuelas.
Hace 32 años, Vinciguerra montó la Universidad Popular de Villa del Parque y, al mismo tiempo, en los altos de esa esquina, el comité. Se enseña mecánica dental, dactilografía y contabilidad. Debajo de todos los pupitres hay paquetes de engrudo, y en cuadernos de taquigrafía, que han quedado inconclusos, figuran los nombres de un centenar de punteros: equivalen a despersonalizados caciques cuyo centro de operaciones es el café.
Rómulo Vinciguerra admite, apesadumbrado, que sonó el toque de queda para los caudillos. Padre de dos hijos, y abuelo, su esposa lo recrimina porque, desde hace doce años, no la lleva al cine. Él se siente en sus mejores momentos cuando conversa con la gente del barrio —diariamente unas sesenta personas—, pero luego confiesa: "Prometen votar por Oscar Alende, se llevan la boleta de los candidatos nuestros y, sin embargo a muchos de ellos les miro a los ojos y me doy cuenta de que no lo harán. Antes era distinto: me pedían que sacara un preso, que consiguiera una plaza de barrendero, que rescatara una perrita... Uno hacía un favor y lo agradecían ..."
Luego, Vinciguerra se enfrascó en recuerdos. Hay uno imborrable: hacia la década del 20, el casi legendario Francisco Beiró lo llevaba, en las madrugadas de invierno, al paredón del cementerio de Chacarita para jurar por la memoria de los muertos radicales que sería fiel al partido.
En la madrugada del viernes, Vinciguerra preparó la lista de sobrios almuerzos, con el agregado de un paquete de cigarrillos para 1.300 fiscales. Después, quizá como en sus mejores épocas, salió a pintar paredes por las escuelas de Villa del Parque. 

Campaña
Donde mueren las palabras
Facundo Suárez susurró al oído del mozo: "Pídales un tango, por favor." El mozo se acercó al palco de la orquesta: "El presidente de YPF quiere oír un tango." Entonces, en esa concurrida confitería de Mendoza, el cantor Daniel Quiroga arrojó sobre las mesas una letra desconocida: .
Te apuraron bien debute.
Al saberte candidato, 
te hiciste el compromiso
de salvar a la Nación.
Una ola de estupor secundó los versos de Quiroga. Facundo Suárez tuvo que forzar una mueca de atención, "Todos se quedaron petrificados", relató un testigo. Y el tango se esfumó entre aplausos y silbidos:
Aunque bronquen los gorilas
con crueles revoluciones, 
en próximas elecciones, 
Frondizi, ¡primero vos!
Acababa de estrenarse 'Frondizi, ¡primero vos!', texto y música de Daniel Quiroga, que el Movimiento de Integración y Desarollo (MID) mandó grabar en discos del tipo Fonorama, de 33 revoluciones, para su difusión en el interior. Pero el episodio fue solamente una anécdota de la campaña propagandística anterior al 14 de marzo, la más costosa, que se sepa, de la historia argentina.

Las reglas del juego
El torrente se despeñó en los últimos días de enero, cuando las huestes del Partido Demócrata Progresista tatuaron las paredes de la ciudad con su escueto 'Thedy o nada'. El paso del tiempo no hizo sino magnificar esa tempestad, tirarla contra la mayor cantidad posible de habitantes. Si toda ofensiva proselitista es una guerra, la del verano de 1965 quedará marcada como la más prolífica en armas. También, como la menos rica en formulaciones políticas.
La explicación parece simple: el 14 de marzo interesaba antes que ganar bancas medir fuerzas, recuento que el 7 de julio de 1963 no permitió. Entonces, el retiro —obligado— de algunos movimientos, los cambios y el clima pesimista atosigaron al electorado, lo hicieron dar virajes casi en el mismo instante de depositar los sufragios. Ahora, la inclusión del peronismo, la presencia de Frondizi, el año y medio de gobierno del partido triunfante en 1963, prestaron un marco diferente a los comicios.
Esta vez, la sensación fue una sola: 220 agrupaciones desperdigadas en el país trataron, en su mayoría, de retener el electorado conseguido, de ampliarlo o de formarlo. Por lo tanto, convenía desbordar a los once millones y medio de votantes, acecharlos desde las calles hasta las casas, no darles respiro, impedirles pensar; no en vano, una característica de la campaña consistió en presidir cada frase con el rostro y el nombre de los líderes: el
de los candidatos podía esperar.
Ciento cincuenta millones de pesos (un millón de dólares, el 3 por ciento de lo que gastaron demócratas y republicanos para promover a Johnson y Goldwater en 1964) insumió esa guerra, según la estimación más cautelosa pesquisada en estaciones de radio y TV, medios gráficos, empresas de pintura y costos confesados por los partidos en pugna. Ciento cincuenta millones que deberán añadirse, en buena medida, a los 600 millones que, de acuerdo con el Poder Ejecutivo, insumió el acto electoral.
Más que la danza financiera, quizá interesen las características externas que se desprenden de estos ajetreados cincuenta días:
• El destierro de los mítines públicos se acrecentó de modo fulminante, salvo en el interior. En la Capital, sólo la Unión Popular confió en el antiguo método; los demás partidos se inclinaron por las reuniones en comités o las visitas a los domicilios de los afiliados.
• El uso de la televisión fue abrumador. Para la exposición de sus plataformas y reportajes a los candidatos, se consumieron en los canales de Buenos Aires unas 50 horas, dos días en total (en el cuadro adjunto se detallan los espacios empleados por doce agrupaciones). Una cifra menor correspondió a la zona exclusivamente pulicitaria, la de los jingles, placas y films. La radio se convirtió, también, en un eficaz aliado, 
• El casi masivo rechazo de créditos por parte de los medios gráficos, donde sólo el pago al contado aseguró la publicación de los avisos. La costumbre era ceder derechos sobre los fondos que provee el Estado, si bien ese hábito amontonó deudas. Unión Popular llegó a reservar tres páginas para la edición 122 de PRIMERA PLANA: golpeada por la falta de dinero, debió cancelarlas, pues este semanario fue el único que rechazó el pago con documentos o cesión de derechos. Los precios de los diarios resultaron elevados para los partidos pequeños: una página destacada (la 3 o la 5), en La Prensa, costaba 380.000 pesos, o 930 pesos por centímetro; en La Nación, 475.000 pesos, o 920 pesos por centímetro; en La Razón, 495.000 pesos, o 1.100 pesos por centímetro. Sin embargo, 70.000 centímetros se volcaron en la prensa de la Capital. 
• En contados casos acudieron los partidos a las agencias de publicidad: Pueyrredón Propaganda, como en 1963, atendió a la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP); Moreno MacDonnell, a la UCRI; Fernández Balsa, a la Democracia Cristiana (DC); IAN, a la Unión Popular. El resto de las agrupaciones descansó en los afanes y la imaginación de sus dirigentes y afiliados.

El poder de las cámaras
Suele adjudicarse, a la Capital y Gran Buenos Aires, 800.000 receptores de televisión. Si la audiencia potencial es la más vasta a que un partido puede aspirar, los dirigentes no consiguieron domeñar la vieja ley argentina que destierra los ciclos periodísticos a los horarios posteriores a las 22.30,
El Estado, en cambio, quebró esa norma. Muchas agrupaciones se quejaron por la ubicación de los espacios gratuitos concedidos por la Comisión
Administradora de Radios y TV (cuatro espacios de 5 minutos a cada partido, 320 minutos en total). "Después de leer la resolución gubernativa, apenas nos quedaba tiempo", dijo un representante del MID. "Los ofrecieron en los momentos más raros; al principio de la tarde, por ejemplo", explicó Miguel Bucetta, de Unión Popular. La UCRI debió resignarse a dos mensajes; de 0.30 a 0.35 y de 14.30 a 14.35. 
Reconstrucción Nacional (RN), UCRP, UDELPA, la Democracia Progresista (DP), Unión Popular y la UCRI fueron las agrupaciones decididas a utilizar la televisión de manera coherente y constante, Alvaro Alsogaray, de RN, planificó seis emisiones de una hora: por Canal 9 ("Serie explicativa de nuestro programa", definió el ex ministro); el oficialismo contrató media hora semanal en la misma estación, los jueves. En ambos casos, hubo que desembolsar $90.000 por cada treinta minutos.
UDELPA también aprovechó el 9, y utilizó como moderador al ex periodista Oscar García Rey. La DP se valió de esa emisora para instalar 5 disertaciones de 12 minutos cada una, a cargo del primer candidato a diputado, Horacio Thedy; y Unión Popular compró cuatro media horas. Finalmente, UCRI diagramó una decena de audiciones, cuya duración osciló de 25 a 50 minutos, en varios canales, y que aportó una novedad: Oscar Alende, jefe del partido, se transformó en 'showman' y dialogó con postulantes y autoridades de la agrupación.
La insistencia en circular por las ondas del 9, cuyos ratings son escuálidos, obedece a dos motivos: 1) una programación vacilante que permite la inclusión de nuevas emisiones; 2) tarifas menos agobiantes.
Pero tal vez el mayor impacto — por su espectacularidad— lo logró UDELPA el jueves pasado: el candidato Francisco Manrique, con un micrófono colgado sobre la corbata, respondió a preguntas del público (las dos primeras coincidieron: ¿Está conforme con los fusilamientos de junio de 1956?) y fue puesto en aprietos por el escribano Raúl Urtizberea, como si reeditara su exitoso ciclo '¿Cuál es su duda?'.
El cierre televisivo de RN fue más doméstico: "Parecía una reunión de los Alcohólicos Anónimos, que cuentan cómo llegaron a la bebida y cómo la abandonaron", bromeó un crítico del ingeniero Alsogaray. El jefe del partido y los candidatos Avala, Zaefferer de Goyeneche, Crivelli y Siracusano produjeron cálidas autobiografías. Curiosamente, el candidato de RN más familiarizado con la televisión, el libretista Aldo Cammarota, nunca se asomó en el ciclo; apenas hizo una intervención en radio.
Pero la proximidad de las elecciones era un imán al que las oficinas de programación no podían resistir: el 13 lanzó Antes de marzo; el 11, 'Que el pueblo juzgue' (utilizaron a los ex Grandes del Buen Humor, Guillermo Rico y Zelmar Gueñol). La Fundación de la Bolsa de Comercio entregó dos audiciones a todos los partidos.
Sin embargo, la persistencia quedó en manos de los reclamos publicitarios, que erizaron de frases las trasmisiones radiales y llovieron con paulatino incremento en la TV.
El oficialismo esparció cinco films realizados con actores profesionales y al costo de 70.000 cada uno. Giraron alrededor del slogan preferido: 'Hay un gobierno. Cuídelo', las cuatro palabras más sensatas que haya imaginado Ricardo Balbín. Tratan de mostrar un clima de paz, mediante pantallazos sensibleros: la madre y su hijo soldado, el salario familiar, etcétera.
El Partido Revolución Libertadora se sirvió de la figura del gorila que constituyó su comentado 'deus ex machina'; confeccionó dos spots de diez segundos cada uno, que pasaron dos veces por día: "La televisión es muy cara, y nosotros debemos cuidarnos con la plata que gastamos; quién sabe si sacamos los 30.000 votos que nos adjudicó el gobierno para entregarnos fondos", se disculpó Jorge Fauzón Sarmiento. El PRL recibió 600.000 pesos y participa por primera vez en comicios; los spots mermaron en 100.000 pesos esa magra suma; la radio arrancó 60.000.
El Partido Demócrata Conservador apeló a placas de 20 segundos con fotos de los candidatos y slogans en off, que en los últimos días se proyectaron unas 20 veces. Más cuidados fueron sus films de 10 segundos en los que un mecánico cambia una rueda, una señora aparece en una pescadería, un obrero trepana el asfalto ("Merecían ser de Unión Popular", comentó un directivo del Canal 11), una dama sale de una perfumería o un caballero desciende de un avión. Tomados de la realidad, tres palabras los hermanaron: 'Vote por usted'. La televisión demandó 5 millones de pesos al conservadorismo.
Uno de los más repetidos anuncios previno de la UCRI: lo rodó en Pacheco el cineísta Gabriel Senderowicz y exhibe un par de escenas de descontento hasta dar paso a un enhiesto Oscar Alende, despeinadas sus escasas canas, que promete: Exigiré al gobierno el cambio... "La parte de Oscar no salió muy bien porque se anduvo a los apurones", admitió un líder de la UCRI. Los demócratas progresistas prefirieron los alegres ritmos de la cumbia para ensalzar a Thedy en su jingle televisivo.
La música y el canto, gracias a una cinta magnetofónica, lo tornaron viable para la radio, aunque sólo lo propagó LS5 Rivadavia: las estaciones oficiales no pueden trasmitir marchas, según disposición estatal, con el objeto de evitar problemas con la Unión Popular. La canción de la DP habla de 'colimba' y rima 'votar con Ley A'; la Democracia Cristiana recurrió al slogan que desencadenó tras la victoria chilena de Frei en 1964: 'Se viene, se viene...' El autor: un miembro de la Junta Capital cuyo nombre nadie quiso proporcionar.
El celuloide no sólo fomentó la preponderancia televisiva: algunos partidos enrollaron en él sus ambiciones. El MID echó mano del documental 'Acero y desarrollo', filmado por una empresa privada. La UCRI introdujo 60 segundos en el Noticiero EPA: Alende baja de un automóvil, la gente lo rodea, él sube a una tribuna y se dirige a la multitud. La UCRP hizo rodar 4 minutos (150.000 pesos) donde reseña la obra del gobierno: se exhibe junto a otro informativo cinematográfico.

Del papel a los globos
Las modernas técnicas no vencieron a las tradicionales; en realidad, ayudaron a demolerlas. No obstante, florecieron los afiches y las leyendas pintadas. Y los 'pasacalles' (letreros colgantes), esas espadas de Damocles de tela o aluminio suspendidas sobre el electorado.
Hugo Werder, de UDELPA, informó que su partido contrató con agencias la pintura de paredes. La compañía SEGBA quitó de la zona norte de la Capital varios pasacalles que la UCRP colgó —200— con letras fluorescentes (los de tela cruda, 5.000, costaron 200 pesos cada uno). El ingeniero Alsogaray innovó al hacer pender su apellido en chapas negras y amarillas, en distintas avenidas: estos 82 pasacalles insumieron 600.000 pesos; otros 500.000 pesos se pagaron por 1.000 placas rectangulares.
El record de pinturas corresponde a los infatigables afiliados demoprogresitas; embadurnaron 2.000 paredes, unos 50.000 metros, repartidos entre Buenos Aires, Mar del Plata y rutas de acceso a la Capital, que insumieron alrededor de 40 pesos el metro, según calculan, eufóricos, los líderes del movimiento. Los hombres del Partido Socialista Argentino se enorgullecen, también, del bajo costo y la abundancia de sus pinturas murales. En cambio, el partido de Alsogaray y Revolución Libertadora respetaron la cara de la ciudad.
Claro que son los afiches los más codiciados y rápidos medios: en Nueva York, a fines del año pasado, la única empresa dedicada a pegatinas cosechó una elevada cantidad de dólares, como demostrando que el arcaico procedimiento no pasará de moda. En Buenos Aires, las organizaciones especializadas cobran un promedio de 3 pesos por colocar cada cartel.
RL imprimió veinte mil ejemplares de sus dos comentados afiches, en los que campea un ominoso gorila dibujado por un adherente. "Cuatro corresponsales norteamericanos vinieron a pedírnoslos porque los consideran lo mejor que han visto en campañas políticas'', sostuvo Fauzón Sarmiento. "Son un gol —refirió el pegador Aníbal Cortínez de 32 años—. Casi tan buenos —añadió con una lúgubre ironía no buscada— como la carta de la hija del general Valle que pegamos en el 63."
Unión Popular, ubérrima en carteles, también cazó su gorila; lo sobrepuso a la figura de un niño y remató la imagen con cinco palabras: "Una sombra amenaza esta sonrisa." Este cartel marcó un cambio de orientación
de la campaña peronista, que se inició con burdas apelaciones a Juan D. Perón: su perfil y el de Eva Duarte adornaban el ángulo de uno de los primeros afiches; en otro, el ex presidente —caricaturizado por un dibujante que monopoliza avisos de teatros de revistas y films nacionales— blandía una escoba con la cual "limpiaremos el país".
Esta hornada inicial respondió a las directivas de Santiago Leme, un cacique justicialista que entró en la fama hacia 1962, cuando Perón lo distinguió enviándole una carta en la cual proponía una salida revolucionaria (que un periodista bautizó como el giro a la izquierda). Las ideas de Leme disgustaron al alto nivel del movimiento, y fue defenestrado. Desde entonces, los carteles tuvieron un "tono más pacifista".
La UCRI aguardó hasta el lunes 8 para iniciar la aplicación de 500.000 afiches, después de haberse encarnizado con la pintura mural (le significó, según el dirigente Carlos Knopoff, 500.000 pesos). Los demócratas progresistas imprimieron 360.000 carteles, de cuatro tipos: aseguran que cada uno les insumió 8 centavos, pues emplearon papel de diario y los hicieron en rotativas, no en máquinas planas. Como los propios afiliados los pegan, la colocación de cada afiche entrañó un gasto de 1,10 pesos. La DC, que inició tarde su pegatina, también reclutó a los adherentes para ubicar sus 50.000 carteles, por los que pagó 100.000 pesos. Jorge Mariano Almada (PDC) vio su nombre repetido en 100.000 afiches.
El rasgo más curioso corrió a cargo del PDP; cartelones en español y en idisch distribuidos en las cercanías de Plaza Once y algunos barrios de densa población judía.
En cuanto a los denominados medios gráficos, no abundaron los avisos de página entera, en los diarios de la ciudad. Pero cuajó una constelación de espacios pequeños (dos columnas de ancho, en general), con una variante: servían para reforzar la tromba televisiva, para recordar al lector los horarios de programas y sus participantes. "Es carísimo hoy en día anunciar en los periódicos", se quejó el bigotudo Almada.
En la UCRI —no se sabe si por motivos proselitistas— hubo protestas, pero de otro tenor: "La Nación no nos tomó avisos por las fuertes deudas que dejó la campaña de Acuña Anzorena —reveló Knopoff aludiendo a la ofensiva de principios de 1962, en la que el actual presidente del MID se postulaba para la gobernación de Buenos Aires—. Hemos tenido que soportar embargos por diez millones de pesos." Si bien no accedieron a La Nación, dejaron caer sus avisos hasta en Radiolandia y Canal TV.
Reconstrucción Nacional prefirió los diarios a las revistas; su líder y primer candidato a diputado fue el autor de los textos.
En guerra tan disputada, todo resorte pareció poco; la UCRP, como para acentuar más la imagen angelical de su gobierno, contrató tres aviones que trazaron con humo sus slogans o los derramaron con altoparlantes; ya sobre la tierra, utilizó camiones dotados de altavoces. No fueron los únicos: Alsogaray contó con sus "autos con megáfonos" (así los llama), que son de afiliados jóvenes; los conservadores alquilaron cinco camiones.
Las canciones y marchas, tan manipuladas en otros tiempos, tuvieron leve cabida en los 50 días de la campaña. El peronismo desempolvó 'Los muchachos' ("Es nuestro himno", solemnizó Miguel Bucetta) y puso en circulación '14 de marzo', creada por un desconocido, Antolín Amejeira. El MID dispuso del tango 'Frondizi, ¡primero vos!' y un chamamé de rosarina incumbencia para el candidato a concejal Luis Cándido Carballo. Víctor Bucino contribuyó a su partido, UDELPA, con una brevísima partitura. Parecía obvio que Revolución Libertadora reverdeciera la Marcha de la Libertad, con el recitado de Arturo García Buhr. Tan obvio como la ingerencia del feraz Rodolfo Sciamarella, de 62 años, que se inició como músico político en 1928, para Yrigoyen.
De vacaciones en España, regresó a la Argentina con la campaña ya desatada. No obstante, alcanzó a pergeñar cuatro canciones (para UDELPA, Unión Popular, MID y UCRI); su hijo, en cambio, surtió al oficialismo.
El viernes pasado, por la noche, tanta gimnasia se detuvo. Salvo el partido gobernante y Unión Popular, con sus mitines de Plaza Miserere y Luna Park, otras agrupaciones prefirieron cerrar sus campañas —el común denominador llegó hasta los tramos finales— por televisión y radio.
El balance otorgaba una vez más a los demócratas progresistas el tope de la insolitez: durante el Carnaval aguaron los ajetreos proselitístas del intendente Francisco Rabanal, al entregar en el Corso oficial 15.000 globos con la leyenda 'Thedy o nada'; otro globo, pero de 5 metros de diámetro, iluminado por dentro y montado sobre un camión, fatigó la ciudad seguido por un Ford 1925 desde donde se distribuían boletas y panfletos. 
revista Primera Plana
16/03/1965