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pie de fotos
-Oscar Alende con Primera Plana el martes 10 en su rincón banfileño
-Con A. Frondizi, cuando sonreían mutuamente: eran otros tiempos
-En La Matanza, "Todo irá bien"
-En Bariloche, hora de decepción
-Con su mujer, su libro y su hijo

 

Frenético, el historiador Jorge Caldas Villar se lanzó ciegamente a cruzar la calle Rivadavia —frente al Congreso Nacional, donde casi se trueca en avenida— desafiando los bocinazos y la canícula meridiana del miércoles 3 de febrero. Pronto llegó a su objetivo; un redactor de PRIMERA PLANA, al que sujetó de las solapas. "¡Alende me ha hecho una injusticia, Alende se está convirtiendo en un dictador de la UCRI...!" —bramó jadeante, señalando el texto de un comunicado que firmaba la Comisión de Acción Política del partido para condenar la campaña antiucrista de Clarín.
Dijo que el organismo, responsable tan sólo ante la Convención Nacional, le ordenó redactar esa minuta, que Alende había dado el visto bueno y que, finalmente, había contraordenado: la nota fue retirada de las manos de. los periodistas mellando así su prestigio como jefe de prensa. Para Caldas Villar,, únicamente la Convención pudo ordenar la revisión del texto; por eso, al despedirse puso una copia de su renuncia en el bolsillo de su interlocutor.
Otros problemas domésticos agitaron a la UCRI en la misma época; quince días antes el dirigente santafecino Augusto Bayol denunciaba que en su provincia "una burda parodia de elecciones" había favorecido la lista de Agustín Rodríguez Araya, "que careció de contra porque en algunos casos los comicios se realizaron en el domicilio de los propios candidatos". Acusaba de todo al Comité Nacional que preside , Oscar Alende. El 25 de enero renunció Oscar López Serrot,: dirigente de la Capital Federal; el 27, la nave ucrista fue abandonada por el mismísimo vicepresidente del partido, el influyente Lucio Racedo, quien fue escoltado por su estado mayor en el barrio de Belgrano; Miguel Padula, Nicolás Frega, Esteban Frontera, Nicolás Turró y Emilio Balabanian. También el espectable Miguel Mastropasqua, de la Boca, y el ex precandidato Miguel Rosemberg.
"¡Me voy de la UCRI para luchar contra ese galleguito!" —anunció indignado Oscar López Serrot. El galleguito es Alende, a quien otros afiliados congratularon luego porque "con López Serrot se libera el partido de los últimos vestigios de la Unión Democrática".
De todas maneras, la conmoción llegó a la calle, y al trascender en el ánimo público, el Comité Nacional la acompañó con una oficiosa explicación: los renunciantes se alejaban disconformes porque no consiguieron integrar las listas partidarias en puestos de privilegio. Contrariamente, éstos argumentaban que Oscar Alende intervino para digitar a los primeros candidatos, forzando así una ley del partido: las elecciones internas. Finalmente, cierta resolución partidaria le confirió a la Convención Nacional la potestad de designar una porción de los candidatos legislativos en cada provincia y el derecho a indicar el nombre de los candidatos para las gobernaciones. Se decía inspirada por Alende.
"¡Todo esto es una infamia, una mentira!" —declaró el propio Oscar Alende a PRIMERA PLANA mientras su familia en pleno (celebraban el 28º cumpleaños del primogénito Jorge Alende) y el mismo redactor rodeaban un bien provisto almuerzo, al medio día del miércoles 10 de febrero. Según él, Caldas Villar lo consultó para sacar a publicidad una nota defendiendo la libertad de prensa. "Luego comprobé que se trataba del ataque a un diario y, lógicamente, ordené retirar el texto." y luego: "López Serrot se va porque yo no puedo inventar candidatos; la intervención del Comité de la Capital dio lugar a elecciones internas antes de oficializar la lista definitiva; ¿por qué no presentó la suya? La resolución de la Convención será revisada, lo aseguro. Racedo está ofendido porque me opuse a permitir la candidatura de Padula, es cierto, pero Padula tuvo una condena hace cuatro años, y usted comprende..."
—¿Por qué entonces mandó intervenir el Comité de la Capital? Después de todo, las cosas hubieran ido de la misma manera sin que su amigo Tomás Arana tomara cartas en el proceso. 
"Fue porque las autoridades del Comité renunciaron, y el Comité quedó acéfalo."
—Sus críticos dicen que usted mismo provocó las renuncias para luego poder intervenir el distrito. ¿No impuso usted la candidatura del economista Aldo Ferrer, en la lista de la UCRI metropolitana?
"En absoluto —centelleó Alende, describiendo un amplio zig-zag en el aire con el índice enhiesto de su mano derecha—; sólo conecté a los dirigentes de la Capital con Ferrer, que se encontraba veraneando."
Si Alende obró como lo dicen sus iracundos enemigos, si realmente tuvo que ver con la designación de los primeros candidatos en los distritos más importantes, fue para mejorar las listas; de otro modo, ellas habrían congregado solamente a los modestos trabajadores de comité.
Porque la UCRI libra una ardorosa batalla para competir con la UCRP (el antiperonismo) y la Unión Popular (el peronismo) es que los amigos de Alende echaron a volar cierta "Operación Jerarquía" hacia fines de 1964, con el fin de seleccionar a los mejores candidatos. 

La rebeldía
Esas intenciones habrían sido buenas; con todo, cualquier actitud personalista de Alende vendría a desfigurar la imagen que él mismo se preocupó en exhibir en 1963, cuando se rebeló contra las decisiones de Arturo Frondizi y Juan Domingo Perón, que ordenaron uncir a todo el Frente Nacional y Popular tras el zarandeado Vicente Solano Lima, y aún más, cuando desacató la orden de retirar, las listas de los comicios y promover el voto en blanco que aquellos impartieron al ser proscripta la fórmula Solano Lima-Sylvestre Begnis.
Entones, Alende surgió como el defensor de las estructuras de la UCRI, el sostenedor de sus cuerpos colegiados frente a "la usuraria participación de Frigerio, Perón y sus personeros", y, en último término, como un baluarte de "las instancias naturales del Frente Nacional, donde existía el compromiso entre el Justicialismo y la UCRI de deliberar entre sí, previamente a las decisiones sobre programas y candidatos".
En el fondo de aquel sendero Alende se encontró con un millón y medio de rebeldes como él: ciudadanos anónimos que no se resignaron a perder el voto. "Conquistamos esos votos con sólo siete palabras —explica ahora Alende, y pasea rápidamente el dedo pulgar por los otros de su mano mientras va escandiendo—: Votar-en-blanco-es-votar-por-Aramburu." De acuerdo con su teoría, si la UCRI no hubiese sacado electores, el radicalismo del Pueblo habría aumentado sus sufragios; pero la abstención, además, habría henchido también las alforjas de los partidos liberales, prestos a formar una tensa malla para sujetar la candidatura de Aramburu.
En el crepúsculo del 7 de julio de 1963, aquel largo millón de votos pujando por Oscar Alende fue una sorpresa para muchos; ¿cómo había llegado este cirujano a competir por el liderazgo de la UCRI con Arturo Frondizi? Sólo un reducido número de sus amigos y, seguramente, sus adversarios lo sabían porque sólo ellos habían presenciado la paciente urdimbre con que Alende logró bordar su apellido en el paño de la UCRI.

Civiles y militares
El año anterior, cuando un golpe de Estado terminó con el gobierno de Frondizi, su correligionario Oscar Alende marchaba hacia el ocaso del mandato como gobernador de la provincia de Buenos Aires. Durante los años que corrieron desde 1958 había tenido varios choques con la administración central. "Como usted sabe —filosofa hoy Alende—, los gobernadores de Buenos Aires tienen siempre las sospechas del Poder Ejecutivo, porque el presidente ya ve en él a un rival."
Uno de aquellos encontronazos lo llevó a discutir la explicación del Plan Conintes; otro, a enfrentar la hegemonía de Rogelio Frigerio en el plano económico. "'Discutía sus enfoques porque era un economista frío", arguye el ex gobernador.
"Mi gobierno habilitó 406 escuelas, instaló 3.151 nuevas aulas, nombró 9.024 nuevos maestros. O lo que es lo misino; una escuela cada tres días, más de dos aulas por día, más de siete maestros por día", subrayó repentinamente a PRIMERA PLANA, midiendo con los dedos de sus manos las cifras de este último párrafo.
Hacia marzo de 1962, su actuación lo indicaba como uno de los más importantes directivos de la UCRI y quizás el más influyente para gobernar un partido cuyo jefe estaba recluido en Martín García. Algunas otras actitudes de Alende —casi privadas— le iban a reunir ideológicamente con los militares que luego formarían el comando azul: en 1959 había disputado con el general colorado Carlos Túrolo (que reemplazó por la fuerza al jefe provincial de Policía aprovechando su condición de jefe del antiperonista Plan Conintes); también en 1959 habría criticado amargamente la orden de Frondizi que detuvo a los tanques legalistas del general Julián García, cuyo objetivo era aniquilar al sublevado general Severo Toranzo Montero.
"Frondizi intentaba poner en práctica con los militares sus tácticas políticas, y en ese mundo desafecto a la intriga sólo obtuvo un resultado negativo", sentenció la semana pasada.
Por conducto del mismo Julián García —hoy un entusiasta dirigente de la UCRI—, Alende se vinculó con los oficiales de caballería de Campo de Mayo; en abril de 1962, apoyó sus pronunciamientos al criticar la indecisión de José María Guido —sucesor de Frondizi y presidente de facto— para aceptar el apoyo que le ofrecía Enrique Rauch con el fin de remover a los militares golpistas; los acompañó también en agosto de 1962, cuando el mismo Guido obligó a Eduardo Señorans a que concediese una tregua al insurgente Federico Toranzo Montero.
En abril de 963, las huestes del C. 10 —un regimiento de tanques que tomó la base aeronaval rebelde de Punta Indio, al mando de Tomás Sánchez de Bustamante— llevaban en sus filas al voluntario Alfredo Oliva Day, un militante de la UCRI que ofició luego de amable promotor de Alende ante el propio Sánchez de Bustamante, el coronel Manuel Reimundes o el general Alejandro Lanusse.
"Hace más de dos años que no veo al general Lanusse", afirmó recientemente Alende. Sigue mostrándose muy reservado en lo que concierne a sus relaciones castrenses. Otras fuentes, sin embargo, coinciden en adjudicarle una estrecha amistad con el jefe azul. "En realidad, sólo mantengo con él un trato cordial", llegó a admitir en su entrevista con PRIMERA PLANA.

La Convención
Casi con sigilo, el 29 de marzo de 1982, un diminuto senador nacional por la provincia de Río Negro ingresó al Salón de Honor de la Corte Suprema de Justicia: allí, José María Guido prestó juramento como presidente constitucional de los argentinos ante la mirada benevolente de Julio Oyhanarte, juez de la Corte. Automáticamente, dos tendencias se diseñaron en la UCRI:
• La línea conciliadora pretendió que la instalación de Guido tendería un puente, aunque débil, hacia nuevas elecciones. Bajo la conducción de Julio Oyhanarte, Héctor Gómez Machado, Roberto Etchepareborda, Emilio Perina y Carlos Bermúdez Emparanza, estaba ofreciendo un estrecho pasillo hacia la legalidad.
• "El presidente Frondizi no ha renunciado; para destituirlo se hace preciso el juicio político. El interinato de Guido es ilegal", bramaban los líderes de la línea combatiente. Buscaban la guerra total con los militares, y se revestían de hábitos revolucionarios. 
"Yo hubiese querido que el 29 de marzo se instalase una Junta Militar que llamara a elecciones", teoriza, hoy Alende. Lo cierto es que entonces optó prudentemente por integrar el grupo conciliador, aunque exigiendo el abandono de las posiciones públicas, la distinción entre UCRI y Gobierno y "el enfrentamiento de las medidas represivas y reaccionarias de Guido". Fundamentalmente, promovería una consulta, a las bases partidarias para evadir, con apoyo masivo, las decisiones colegiadas de los corrillos de ex dirigentes, cuya representatividad aparecía ahora más dudosa. En tres reuniones sucesivas de la Convención Nacional, Alende conquistó la voluntad de los delegados y el gobierno del partido.
• En Tandil (junio de 1962) hizo abuchear al vacilante presidente de la UCRI, Alfredo García; aunque García renunció y el alendismo tuvo mayoría de convencionales, no contó con número suficiente para instalar una Junta Ejecutiva encabezada por Alende.
• En Rosario (julio de 1962), la UCRI se declaró independiente del gobierno, pero la línea combatiente impidió otra vez la elección de autoridades.
• Sólo en la Capital Federal (agosto de 1962), Alende pudo, ser ungido líder de la UCRI, al abrirse con el santafecino Sylvestre Begnis y el entrerriano Uranga. Pero entonces debió enfrentar al enemigo externo: los efluvios castrenses marcaban una decidida tendencia a terminar con los restos de legalidad, e instaurar una dictadura. La única alternativa parecía ser la candidatura de Pedro Eugenio Aramburu, apoyada por los partidos.
"Era la falsa opción —escribiría luego Alende—, porque la verdadera fue: o sale Campo de Mayo o no habrá elecciones." Advertido quizá de que los azules se pronunciarían, pudo eludir los ruegos de Héctor Gómez Machado para que apoyase a Aramburu.

El Frente Nacional
Es verosímil que la idea frentista haya nacido en el despacho del ministro Rodolfo Martínez, quien ejercía la cartera del Interior; con todo, se desparramó hacia la UCRI desde el estudio jurídico de Remo Entelman, un socio de David Blejer y del mismo Martínez y, por otras vías, hacia las mesas de arena del Comando Azul. Básicamente, consistía en regular la presencia peronista por medio de un pacto que lo comprometiese con otros partidos y con las mismas fuerzas armadas. Así, conciliando peronismo y antiperonismo se buscó evitar otra catástrofe política como la de marzo de 1962.
En la práctica, el frentismo tuvo diversos significados: para la UCRI era el cauce ideal de retorno al poder; la reedición del acuerdo con el peronismo de 1958. A su vez, el peronismo lo concibió como una manera de ingresar en la legalidad, y los partidos liberales comenzaron a temerle cuando vieron que podrían reeditarse en las urnas, los guarismos de 1958; la UCRP, por ejemplo, congregó la Asamblea de la Civilidad: una reunión de dirigentes políticos donde los acólitos de Balbín se esmeraron en señalar las contradicciones doctrinarias entre la UCRI y el Justicialismo.
"Hoy, como ayer, sigo creyendo que la solución argentina surgirá de un gran acuerdo conciliador —otorga Alende—, pero sin caracteres espúrios, como la defensa de contratos petroleros."
En los primeros meses de 1963, hasta la mano del ministro del Interior apareció mezclada en la gestión del Frente; Rodolfo Martínez debió renunciar y, rápidamente, las posibilidades del peronismo se redujeron: el 17 de mayo, un decreto vedaba la presencia de Unión Popular en candidaturas ejecutivas (presidente, gobernadores, senadores).
También la UCRI había proclamado su fórmula —Alende-Sylvestre Begnis — y procuraba imponerla en el Frente. "¡Despiértese, Alende —tronó por teléfono Héctor Gómez Machado, el 24 de mayo—, ha llegado la orden; la fórmula es Vicente Solano Lima-Carlos Sylvestre Begnis!" Notoriamente, la fórmula fue elegida en conversaciones directas de Perón y Frondizi, por sobre el cónclave del Frente. "No objeto ni excluyo", disimuló el defraudado Alende, pero en la noche del 25 ya maldecían públicamente sus aliados la candidatura de Solano Lima.
"Yo descartaba la decisión abstencionista que Perón ubicaría al final de esa carrera." Entonces, si la UCRI acataba la fórmula del Frente, debía apoyar, en consecuencia, la abstención que la mayoría de los partidos decretaba: sería su liquidación en las Cámaras y en los Colegios Electorales.
Según los frondicistas, Alende presionó sobre la UCRI con sus vinculaciones militares: en una reunión secreta de los convencionales que debían sesionar en Córdoba, el 3 de abril, él habría exhibido una tarjeta del general Alejandro Lanusse felicitándolo por su rebeldía y advirtiendo que la fórmula encabezada por Solano Lima sería vetada. Pero la Convención no llegó a sesionar porque Raúl Uranga y Carlos Sylvestre Begnis ya optaban por seguir las indicaciones de Arturo Frondizi. Formalmente, allí se dividió la UCRI.
"¡El asunto de la tarjeta es una vieja patraña frigerista!", negó Alende la semana pasada. "¡Falso! —respondan sus adversarios del frondicismo—; en ese momento no estaba decidido aún el veto a Lima en los estrados oficiales, pero Alende movió ese trapo rojo para arrastrar junto a sí a los dirigentes que ya eran candidatos. Así rompió la UCRI porque se lo indicaron sus amigos militares; entonces sí, el ministro Osiris Villegas pudo vetar fácilmente al debilitado Vicente Solano Lima."
"Si el radicalismo intransigente hubiera actuado unido, el triunfo hubiera sido suyo en el orden nacional y, por lo menos, en catorce provincias", es la respuesta de la UCRI que capitanea Alende.

Los frutos
—¿Cómo llegó usted a conocer de antemano la decisión abstencionista de Juan Perón?
"Tenía datos. Pero dejemos eso — sugiere Alende—. La UCRI está llena de futuro."
—¿Qué opina de los próximos comicios de marzo?
"A un mes de las elecciones es imposible formular un juicio definitivo."
—¿Espera modificaciones sustanciales del panorama electoral?
"Espero y no espero —murmura evasivamente; y luego—: Vamos a jugar corajudamente en todas las hipótesis."
—¿Qué hipótesis prevé?
"Pienso que la UCRP pondrá en marcha el plan que Carlos Aleonada Aramburu propició en 1958: utilizando los recursos del poder, los oficialistas crearán en el peronismo una gran confusión con órdenes cambiantes destinadas a quebrantar la voluntad comicial de ese sector." No dice más, pero sus fieles, que escucharon su exposición del 16 de enero, cuando señaló la estrategia del partido a los convencionales nacionales, resumen así esa opinión; "Perón no quiere diputados, senadores, intendentes ni concejales que una vez en el cargo vayan a enhebrar sus deslealtades en la trastienda del Gobierno; esto lo sabe Arturo Illía, que sembrará la confusión en el peronismo para que el mismo Juan Perón aproveche estas oportunidades y decrete la autoproscripción del movimiento."
Si Perón no se apura a retirarse del campo, el Gobierno le tenderá tres lazos:
• La proscripción del Partido Justicialista, que hará vacilar sobre la Unión Popular, hasta último momento, la posibilidad de una sanción similar, por tratarse de una agrupación paralela a ese partido.
• La proscripción lisa y llana de Unión Popular.
• La concurrencia de Unión Popular, que sólo ocurrirá si el oficialismo se ve muy fuerte como para triunfar sobre un peronismo debilitado.
A su vez, el peronismo tendría dos opciones, según Alende.
• La campaña electoral sorda, para no provocar una proscripción, con órdenes difundidas al oído. Nada de actos ni concentraciones: esto indicaría una verdadera decisión de concurrir a las urnas.
• Una campaña vocinglera y, aún más, de agitación revolucionaria. Tal cosa estaría señalando que el peronismo busca la proscripción.
—Y para la UCRI, ¿qué destino espera?
"Aspiramos a ganar —adelanta con un suspiro formal—. Pero las elecciones son un accidente; la Argentina debe reconstruir su vida política con un acuerdo básico de pacificación: por de pronto, precisamos un programa de emergencia nacional, discutido y aceptado por todos, que la UCRI promoverá antes y después de los comicios.
Mientras tanto, esos comicios le ofrecen a la UCRI perspectivas muy diferentes a las de 1963: servirán para demostrar si la rebeldía ha dado frutos perennes o si, únicamente, fue una cálida llamarada en medio del invierno.
PRIMERA PLANA
16 de febrero de 1965