Juan B. Justo
Revista Cuestionario
11/1975


Juan B. Justo es detenido, en Rosario, el 10 de mayo de 1913
 (Foto Archivo General de la Nación)

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¿Socialista o vendepatria?
Fundador del socialismo argentino, Juan B. Justo es hoy, para el común de la gente, poco menos que desconocido. Quienes se han ocupado de su obra, por otra parte, han caído en la diatriba o el panegírico. Prócer para unos, vulgar liberal para otros, Justo tuvo el mérito de comprender, en términos generales, el fenómeno de la dependencia; y el desmérito de no haber advertido — e inclusive, haber defendido — algunos de los mecanismos que establecen esa dependencia.
Hace 47 años moría, en la chacra de Los Cardales ubicada en Exaltación de la Cruz, provincia de Buenos Aires, el político y escritor socialista Juan B. Justo. Su vida estuvo íntimamente ligada a la formación y surgimiento del movimiento socialista en nuestro país. Figura polifacética, reunió al hombre de ideas con el militante y fue definido por Macedonio Fernández como "economista-sociólogo eminente y prosista magistral; la más completa de las personalidades del socialismo argentino contemporáneo, tierno y generoso en la adustez de su obra disconformista".
En los últimos diez años Justo ha sufrido una crítica despiadada de parte de la llamada "izquierda nacional" y su personalidad produce una polarización sin atenuantes que va desde la diatriba al panegírico.
Para sus detractores, Justo habría sido un liberal cosmopolita, positivista y librecambista que, como tal, estuvo de acuerdo con la oligarquía y el imperialismo inglés.
Por su parte, muchos de sus discípulos cayeron en la recordación retórica y sacralizada, integrándolo a la galería de próceres liberales. Ambas posiciones están signadas por los excesos del pasionismo militante.

Socialismo e Imperialismo
Se ha dicho que Justo miraba la realidad a través del interés inmediato de un sector: el de la clase obrera; y que sin embargo, desde esa óptica, no habría sabido comprender los fines nacionales ni los propios intereses de los trabajadores.
Por el contrario, Justo trató de defender a los trabajadores de la explotación inhumana a la que eran sometidos, tanto por el capitalismo extranjero como por la llamada "burguesía nacional". Y si bien no tuvo acceso a una teoría general del imperialismo, no perdió de vista el conjunto del país, especialmente frente a la acción del capitalismo monopolista. En Teoría y Práctica de la Historia diagnosticaba: "Los rieles no han sido tendidos en este suelo para el cambio de productos y para llevar los frutos del país a los puertos de explotación. Y los rieles continúan avanzando, para anexar nuevos territorios al dominio del capital". En 1896 había sostenido: "Lo que no pudieron los ejércitos, lo ha podido entretanto el capital inglés. Hoy nuestro país es tributario de Inglaterra". Postuló la nacionalización de los ferrocarriles como solución: "No menos evidente es la nacionalización de los ferrocarriles que sólo en la sorpresa y la improvisación de su primer desarrollo han podido establecerse como empresas privadas".
En 1926 denunció en el Parlamento nuestra condición de país colonizado por el capitalismo monopolista, y luego de señalar las vinculaciones de la Compañía General de Tabacos, de Gath y Chaves y de la Casa Vasena con esos intereses, manifestó: "Oí con verdadera pena hablar tanto de la independencia del Perú cuando aquel país, como el nuestro, señores diputados, son más tributarios del extranjero que en 1810. Aparecemos con una independencia y una libertad política de forma, pero en el fondo dependemos hoy más que hace un siglo de la autoridad y del poder extranjeros; y no hay más poder absoluto, más absorbente, más tiránico que el poder del monopolio, que el poder de las empresas capitalistas. El Perú está bajo la férula de la Peruvian Corporation, dueña de ferrocarriles y minas, acaso de la mitad de la riqueza del Perú...Nosotros estamos sujetos a grandes empresas ferroviarias del país que son todas extranjeras... Las grandes empresas son bien conocidas. Todas tienen su sede en Londres ..."
No fue otra su actitud respecto del imperialismo norteamericano. En 1926 se solidarizó con los insurgentes nicaragüenses liderados por Augusto César Sandino, y repudió la intromisión norteamericana en México. Denunció desde el Senado: "No vamos a permitir que nuestro territorio, nuestras riquezas naturales, sean una presa disponible, para que sobre ella se abatan en cualquier momento las águilas de Wall Street".
En un documento escrito en 1925 explicó, a propósito de un Congreso continental que organizaba la Federación Americana del Trabajo, donde se rechazó al delegado argentino, su posición socialista y nacional: "El movimiento obrero latinoamericano, en antagonismo con el capital extranjero, tiene que ser nacionalista; nacionalismo substancial porque tenderá, ante todo, a redimir material y moralmente al proletariado". "Enviábamos a nuestro delegado a proclamar la afinidad fundamental y la solidaridad necesaria entre el movimiento sindical y el movimiento político de la clase trabajadora; a descubrir las formas espúreas del capitalismo, como resultado de la política criolla, de las oligarquías (latifundismo, mala moneda, bancos oficiales corrompidos y corruptores, concesiones podridas a empresas nacionales y extranjeras, endeudamiento nacional galopante, iglesia oficial, fraude y violencia electoral, el juego de azar como institución pública, etcétera, lo enviábamos a demostrar que sólo son posibles y eficaces cuando los mueven vastos y hondos ideales sociales".

Los límites del justismo
Pero Justo careció de una visión global del fenómeno imperialista, y magnificando ideas no totalmente asimiladas del internacionalismo proletario, postuló para nuestro país el librecambio. Uno de sus discípulos, José Luis Pena, diputado socialista en la década del '30, revisó esa posición sometiéndola a un análisis crítico, y en su libro —hoy casi desconocido e ignorado— ¿Patrón Oro y Librecambio? planteó la necesidad de defender una posición proteccionista (*).
El propio Justo nunca cerró sus ojos ante la necesidad de fomentar el monopolio estatal cuando fuera necesario para los intereses nacionales (por ejemplo, el trust nacional de la carne, que propuso desde el Parlamento, en 1923. También sostuvo que el Estado o los municipios debían
monopolizar los servicios públicos urbanos, de transporte y de comunicaciones. En uno de sus últimos discursos, pronunciado en Tucumán, en 1926, expresó sobre el industrialismo: "En Tucumán veo con asombro que hay hombres que se dan el título de antiindustrialistas, queriendo significar que son enemigos de la industria azucarera; hay que preguntarse qué sería de Tucumán si no se hubiera desarrollado la industria azucarera. No cabe el antiindustrialismo en ninguna cabeza sensata".
"El socialismo", definía en 1902, "conduce al pueblo obrero a la conquista del poder político, a apoderarse de la fuerza del Estado para moderar la explotación capitalista hasta aboliría por completo". Pero al propiciar el sindicalismo apolítico, levantó un muro entre su partido y las grandes masas populares.
No supo Justo concretar una real vocación de poder, y esa fue su principal limitación. Lisandro de la Torre, en la dura polémica que sostuvo en 1925 con el líder socialista, puso de manifiesto esa debilidad congénita del justismo. "El doctor Justo, al cerrar a su partido el camino revolucionario y el gubernamental", expresaba Lisandro de la Torre," lo ha metido en un callejón sin salida, condenándolo a la impotencia perpetua". 
Emilio J. Corbière
(*) ¿Patrón Oro y Librecambio?, de José Luis Pena, La Vanguardia, 1936, Buenos Aires. El libro de Pena, junto con Hacia una economía socialista, de Rómulo Bogliolo, La Vanguardia, Buenos Aires, 1945, y El factor económico en nuestras luchas civiles, de Jacinto Oddone,La Vanguardia, Buenos Aires, 1937, constituyen el aporte más original del socialismo Justista, después de la muerte de Juan B. Justo.


Juan B. Justo (Il)
Recuerdos de José Luis Torres
José Luis Torres, fue un tenaz luchador que la emprendió contra los negociantes y cómplices de la entrega del patrimonio nacional al imperialismo. Periodista y ensayista, llevó a cabo esa lucha durante los años treinta, mientras transcurría lo que él califica como "década infame". Denunció al gobierno entreguista del general Agustín P. Justo, sindicó a Alvear como a uno de los participantes en el negociado de la C H. A D. E., señaló al general Márquez, por su participación en el negociado de las tierras de El Palomar, denunció la ocultación de bienes de los Bemberg, destinada a eludir impuestos, la concesión de prebendas a las empresas ferroviarias, la violación de los derechos humanos por parte de los hacendados del norte argentino, en perjuicio de los trabajadores, y enjuició permanentemente a los ministros Federico Pinedo y Miguel J. Culaciati por sus maniobras, económicas y políticas, en perjuicio del país.
En su libro La Oligarquía Maléfica hay un capítulo de recuerdos sobre Juan B. Justo, su amigo, a quien acompañó, en 1928 a recorrer los feudos de la oligarquía del norte. Esos apuntes pintan de cuerpo entero la figura de Justo, y simultáneamente al propio autor:
"En 1928, el líder socialista doctor Juan B. Justo, con quien también me ligaban vínculos amistosos, me pidió en Tucumán que lo acompañara en su gira por la zona azucarera de Salta y Jujuy. Nada había cambiado en ella de todo lo que un lustro antes viéramos con Castellanos. En el camino —brecha abierta en la selva subtropical— que une la vieja ciudad de Oran con la población de El Tabacal, donde se encuentra enclavado el ingenio de Robustiano Patrón Costas, vimos desde el automóvil que nos conducía unos grandes letreros impresos, clavados en los troncos, al borde de la senda. Justo hizo detener el automóvil, del que descendimos para satisfacer la curiosidad que había despertado en nosotros esa propaganda moderna en la selva virgen. Se trataba de un "bando" de la Standard Oil Company ofreciendo una prima de cinco mil pesos a quien entregara a los asaltantes de La Porcelana, vivos o muertos.
La Porcelana era el nombre de un lugar en donde fueron asaltados los pagadores de un campamento de la Standard Oil, que se creyó autorizada para poner en marcha, en territorio salteño, el sistema penal del linchamiento, que debía aplicarse a asesinos que no se sabía quienes eran.
Resultaba peligroso incitar a la caza del hombre o de los hombres que pudieran haber cometido el asesinato, porque, ¿cómo habría de procesarse luego a un cadáver para establecerse debidamente la culpa achacable al hombre mismo? El hecho es que la Standard Oil Company, instrumento representativo de opulenta y alta civilización, procedía en el caso como si estuviera asentada en Kenya o en Mozambique, con prescindencia absoluta de los usos, las costumbres, las autoridades y las leyes de un país independiente y civilizado.
"La Standard Oil daba, a sus peones aborígenes, certificados de trabajo redactados en inglés, negándose a proporcionarlos en castellano al peón que se separaba del servicio. Se había, pues, abolido, en la región dominada por la explotación civilizadora hasta el idioma de los nativos. Y era la regla que, cuando la mujer de un pionner había de dar a luz dentro de la jurisdicción del campamento, se evitaba que naciera un criollito, y se la mandaba a parir en el país civilizado de origen.
"Justo descolgó cuidadosamente el 'bando' de la Standard con el propósito de exhibirlo desde su banca en el Senado a la pública indignación. Pero, desgraciadamente, murió poco tiempo después de su regreso a Buenos Aires, estando el Congreso en receso. " 

Crítico de la historia tradicional
Entre los aportes de Juan B. Justo a la interpretación de la historia argentina, figura en primer término la nueva metodología que imprimió para el análisis de nuestro pasado, que se funda en el reconocimiento del factor económico como causa de la Revolución de Mayo y de la guerra civil, ligando esos acontecimientos a la formación de las clases sociales alrededor de la propiedad privada y el desarrollo técnico-económico.
Para Justo, el movimiento emancipador de 1810 había tratado de romper ataduras económicas y cambiar la dirección burocrática española por otra criolla, antes que establecer una república o una democracia. "Sobrevino la Revolución", afirmaba "con sus propósitos netos, a pesar de sus intenciones aparentes; no se trataba de realizar sueños de libertad, ni de democracia, sino de obtener la autonomía económica del país, y este fin primordial supo realizarlo la inteligencia y energía de la dirección revolucionaria. Comprendiendo la gran necesidad política del momento, los prohombres de 1810 no se ocuparon de derrocar dinastías, ni de proclamar constituciones; más aún: por mucho tiempo los principales de ellos abrigaron el propósito de mantener el gobierno monárquico; pero sin miramientos por los privilegios de la metrópoli, establecieron de hecho la independencia comercial del país".
En otro de sus trabajos, Justo explicó que los gauchos en masa acompañaron a los caudillos del campo cuando éstos no quisieron servir más de instrumentos a los señores de la ciudad, coincidiendo ese alzamiento de los gauchos con los albores europeos de la moderna lucha de clases. Para Justo el fracaso de la resistencia gaucha residió en la falta de comprensión, por parte de esas masas oprimidas, del rol histórico que jugaban, así como en la falta de una conciencia de su fuerza y significado en la lucha social argentina, que sólo intuían.
"El pueblo argentino", decía Justo, "no tiene glorias. La independencia fue una gloria burguesa; el pueblo no tuvo más parte en ella que la de servir los designios de la clase privilegiada que dirigía el movimiento. Pero pronto tuvo que luchar contra esta clase para defender el suelo en que vivía contra la rapiña y el absoluto dominio de los señores . Así nacieron las guerras civiles del año 20 y subsiguientes, que fueron una verdadera lucha de clases. Las montoneras eran el pueblo de la campaña levantado contra los señores de las ciudades. Hombres, mujeres y niños, la población campesina en masa, resistían a la dominación. López en Santa Fe, Ramírez en Entre Ríos, Quiroga en el interior, fueron los jefes de la insurrección del paisanaje contra el odiado gobierno burgués de Buenos Aires. Los gauchos defendían el terreno que pisaban; luchaban a su modo por la libertad".
Justo encontró aquellos incipientes esfuerzos de las capas populares, con el movimiento obrero y social moderno, destacando que éste, sí, estaba dotado de un programa y un objetivo histórico a cumplir el que le brindaba el socialismo científico.