Revista Extra
marzo de 1970 |
¿Quién olvidará jamás la entrada imperial de Julio Cortázar en
la gloria de nuestra literatura? Vino como un arrebato sorpresivo
con el auge de las revistas semanales de noticias que comenzaron a
proclamarlo nuevo dios de las palabras. A nadie le había importado,
entre todos aquellos que lo vitoreaban, el tema de su ausencia del
país. De la Argentina. Una ausencia perfecta hecha en el plano
físico con un muy claro esquive de exiliado. Realizada en sus
creaciones, también ausencia perfecta, a base -ahora sí- de
imperceptibles esquives.
Como si cada uno de sus libros dibujara una lección de huecos donde
podían deshilacharse las andanadas de vida, pasión y muerte de los
argentinos reales, fantaseados y nonatos. Pero la cosa cambió.
Alguna gente pareció dejar de estar perpleja con Julio Cortázar.
Cada vez más gente menos perpleja, menos devota de Cortázar. Hasta
hubo un periodista, que llegó a considerarlo "un pequeño burgués con
veleidades castristas". No se sabe ya cómo terminará esto, y si cada
día habrá más gente para empezar a cachendiarse por culpa de él.
¡ARACA PARIS!
(Proceso a Cortázar)
Y así pareció comenzar el virtuosismo de la guerra a Cortázar. Lo
cierto es que apenas este escritor, nacido en Bélgica de padres
argentinos, que eligió ser argentino al menos en su documentación
personal y que además vive en Europa desde hace más de dos décadas,
dijo pío en materia política, algunos argentinos se le arrojaron
encima. Y lo acusaron desde el vamos de acordarse de Cuba y
olvidarse de la Argentina.
Y como tras las imputaciones convocadas por el reciente libro de
Julio Cortázar, "Ultimo Round", parecía estar trazándose en la
opinión nacional la exigencia de un juicio público, EXTRA decidió
procesar al infrascripto. El contexto de las acusaciones contra
Cortázar ya era como la respiración de una esponja. O sea de una
esponja de 'la que entran y salen en lugar de peces de requiebros
todo tipo de bichos agresivos.
Para empezar las precisiones procesales, como acusador fiscal fue
elegido Arturo Jauretche. El mismo que ha pasado tanto tiempo
entretenido en el cultivo analítico del medio pelo y creando nuevas
unidades de medida para lo antinacional y no nacional. El mismo
Arturo Jauretche que se ha pasado su vida rescatando la
sustancialidad argentina, ese estar vivo nacional que falta tanto en
el país.
Se habrá advertido hasta ahora que algunas citas llueven y otras se
secan y se van. Pero no importa. El personaje que hablaría con toga
de defensor sería Manuel Antín, provocador de filmes y amigo del
Julio. Llegó al lugar del proceso —en un acondicionado salón del
Sindicato de Luz y Fuerza— como una nube gris, es su cabello, casi
solitario. Miró de reojo por si el mistral, digamos el pampero, de
Jauretche ya estaba soplando de antemano y se sentó.
El juez irrumpiría con porte de Dalmiro Sáenz. Entró a la sala como
si viniera de revolcarse (su piel estaba casi negra) bajo el sol y
sobre mejorana silvestre, orégano puro, tomillo, verbena, hojas de
mirto junto con tres hojas de nogal y tres tallos pequeños de
hinojo. Nadie le preguntó si así era, y Dalmiro no dijo nada. Eso
sí, las flores de su camisa querían denunciar que está en la lucha
contra la vitrificación solapada.
Pero qué importa si hubo o no proceso. Después de todo, quien lea
estas páginas quizá quiera que lo fantástico se desgaje de lo real o
se inserte en él. Para pasar un buen momento. ¡Qué juicio ni que
juicio! La misión bien puede estar en producir extrañamiento al
lector.
SILABAS DE UN COMBATE
Con familiaridad, tal vez buscando que el jurado de hombres y
mujeres terminara por inclinar la balanza por el lado de las
excepciones, Dalmiro Sáenz entregó la disponibilidad de las sílabas
a Jauretche.
Todo cuanto el Arturo dijo se fue traduciendo como una diferencia
escandalosa entre lo sólito y lo insólito. Cierto es que lo
escuchado allí se vertió de esta manera, en un principio. ¿O fue
ilusión?:
"No quisiera arremulgarle a Julio Cortázar un acario ni un suño,
tampoco un rotundo mofo. Sin amperio, le marivoleo que su
desapresencia de los pagos lo ha desporronado y ello se prolapsa al
vocifugio que inmoluye desde Europa."
Después Jauretche largó otras abroncojantes bocinomias tales como
"Cortázar se fue de Buenos Aires con una sensibilidad característica
de la intelligentzia de aquella época, o sea con la incapacidad de
comprender el proceso peronista. Su prolongada ausencia le ha
impedido asimilar los hechos históricos posteriores. Sin embargo se
ha solidarizado con transformaciones mucho más profundas como las
que han ocurrido en Cuba, pero no ha cambiado su punto de vista
sobre los cambios con acento social que se han dado aquí."
Jauretche aclaró que no quería flamencar las mecochas literarias del
Julio. Después mandó sobre él una plica de miercolamas a media resma
y cuatro peticuras como éstas: "Como aún no somos una Nación
construida sino una Nación en construcción, se le puede pedir a
Cortázar que hable, que escriba con un lenguaje nuestro. Pero eso no
es posible mientras se tenga la actitud mental que tienen los
habitantes de un suburbio sin prestigio, situado al sur de la
esfera. Precisamente por las condiciones excepcionales de Cortázar,
yo lo culpo, porque él puede percibir perfectamente esto. No es el
caso de Borges. Borges no lo puede percibir porque está aferrado a
un mundo perimido. Borges está contento de ser una dependencia del
mundo imperial de la época victoriana y lamenta que aquella haya
terminado. Ahora está esperando otra Victoria y ya viaja hacia
ella."
Mientras Jauretche cronaba, algunos miembros del jurado comenzaron
sujetirizarse las desmecrenzas y otros a fratenuliar a baja estrofa,
al mismo tiempo que se acomodaban las nalcunias. Todo ello sin
interruptarlo. Así que el Arturo siguió manucrujiendo el silabario:
"De los cuatro grandes de la literatura argentina —Borges, Marechal,
Sábato y Cortázar— sólo Sábato y Marechal tienen sensibilidad
nacional. No sé si coinciden con mi sensibilidad, pero sienten los
problemas desde acá. Lamentaría que Cortázar, atraído por su
prestigio mundial, siguiera iluminando desde afuera cuando puede
iluminar desde acá, y al hacerlo, iluminarse interiormente. Quiero
señalar una diferencia entre Cortázar y otros escritores argentinos
que tampoco han comprendido el acontecer nacional. No es Cortázar el
caso de Martínez Estrada. Estrada era un rico propietario que se
hacía el pobre y la víctima y protestaba como proletario con tono de
profeta bíblico. He traído este ejemplo para dejar establecida la
diferencia entre culpabilidad dolosa y culposa. El caso de Martínez
Estrada es doloso. El de Julio Cortázar culposo. La pena que pido es
muy leve. Sencillamente la de hacerle presente esto. Seguramente se
va a defender muy bien porque tiene recursos.
Al terruptar su inmiscusión el fiscal, se estaba viendo al defensor
arremulgándose.
CASI NADIE DE TANTOS
Está bien que Manuel Antín no fue inane. Había visto precivenir los
cafotos de Jauretche en plenas tetamancias de la obra cortaziana.
Sin amperio su contracarga no supo de crimeas. Tampoco se puede
decir que haló con rotundas mofos o expertos suños. Pero la verdad
que el alanchufar de sus contragofias estuvo al estar de un
bocifugio alicaído. Y si no, lean nomás lo que el Manuel haló:
* "Todo esto más que un problema de Cortázar me parece un problema
argentino. Los argentinos tenemos la manía de construir monumentos
para después tener blancos donde disparar."
* "Cortázar era, a comienzos de la década del sesenta, un escritor
casi desconocido en la Argentina. Sus libros "Bestiario" y "Las
armas secretas" figuraban en algunas bibliotecas de profesores
universitarios de literatura o en las de gente muy informada. Pero
él vivía en París totalmente desconocido. De pronto comenzó una
época pro Cortázar de todo el periodismo. Con un apoyo tan unánime
que hasta le chocó al propio Cortázar. Creo que es un hombre que
vive totalmente al margen de este tipo de consideraciones. Luego
vino esta última época en la que Cortázar ha pasado a ser blanco de
los mismos que lo lanzaron en 1961."
* "Cortázar se fue del país. Es cierto. Antes produjo un memorable
estudio sobre Marechal y podemos decir que fue su descubridor
público. En aquella época nadie se animaba a elogiar a Marechal.
Dejó esa herencia, que consideró una prueba irrebatible de su
sinceridad. Luego se instaló en París, no sé por qué motivo. No creo
que sea lo importante saberlo. De allí asiste a fenómenos populares
latinoamericanos con criterio francés, con información francesa.
Allí comenzó a descubrir latinoamérica a través de Cuba."
Aquí Jauretche optó por flamencarlo al Manuel con un acario. Eso sí:
con vista del floreado Dalmiro: "Los intelectuales latinoamericanos
están informados como Cortázar, sobre todo los de Buenos Aires."
Antín se hizo más nube solitaria todavía y sin demunarse continuó
inclótumo:
* "La cuestión es que Cortázar comienza a ver Latinoamérica a través
de Cuba. Además en París logró un mejor equilibrio para desarrollar
su obra literaria. Su poética revolucionaria."
* "Recuerdo que cuando regresó de Cuba en su primer viaje y dio en
la Unesco su primer conferencia, inició su disertación con estas
palabras: "los que han venido a escuchar hablar mal de Cuba, pueden
irse."
* "Mi tesis y lo que propongo es que no hay ninguna razón, seria y
profunda para juzgar a Cortázar. Pueden haber razones de índole
emocional como las expuestas por el Dr. Jauretche, que yo comparto."
Este recompalmeo y fraternulia del defensor con el fiscal asombró al
jurado, pero la cosa siguió polichatando perplejidades:
* "Sí, comparto los cargos de Jauretche. Creo que son cuestiones de
índole emocional. Es simplemente lo que ocurre entre quienes se han
quedado en el incendio y los que se han ido. Es mucho más fácil
hacer algo por la cosa cuando se está adentro con la manguera. Como
Cortázar es un escritor relativamente argentino, yo no sé porqué le
pedimos que se porte como un argentino cabal."
TURISMO ACONSEJABLE
Que vachaché, Cortázar estaba ahí aunque no supieran mucho qué hacer
con él. Ni el fiscal, ni el defensor, tampoco el juez. Menos el
jurado. Así porque sí, ahora está el tema de Cortázar hasta en la
leche, en cada coche. En cada bache, pero no en el bocho de los más.
Si en la leche de los menos, dicen. Lo mismo no vendrá aunque lo
acechen y lo enjuicien. Y lo procesen a troche y moche. Y el estará
en París. ¿Desde lejos estará con el que luche y el que espiche?
Mientras él se agranda y se repecha. Me cachendió. ¿O no?
Alguien pregunta por ahí por qué nos obstinamos en estas tonterías y
no nos dignamos contestarle porque la incomprensión nos descorazona.
¿Será posible que todo el mundo no acepte que Cortázar puede
cachendiarse?
Sobre estos reflexiones que cronaban silenciosamente algunos en la
sala, pero se sabía, se sabía, vino otra vez la voz de Jauretche
para decir que Cortázar y otros más que no sienten esta Argentina de
hoy son "los que se han tirado a chanta en la estrofa del himno".
Como al Dalmiro le pareció que tanto el Arturo como el Manuel
estaban manipuleando algo extraño, exigió con galana bravura una
definición de argentino a los dos.
Jauretche: Lo que pide no lo pediría a un inglés o a un francés. Lo
que quiere decir que no está definido lo que significa ser
argentino. Y ese es el trabajo que tiene hacer la 'inteligencia'
argentina. Cortázar no es el argentino cabal. Es el argentino de la
inmigración que no se logró. En cambio, si se logró con Sábato y
Marechal. Mi cargo contra Cortázar es que con su inteligencia
privilegiada, con sus extraordinarias condiciones literarias, no sea
uno de los que defina que es esta Argentina. Hay una Argentina que,
literalmente tomada, sólo fue comprendida en su pasado por el
sainete de Vacarezza. Mi dolor es ver que Cortázar, indicado para
comprenderla hoy, no lo ha hecho."
Antín: "No tenemos a Cortázar aquí y es imposible saber si él quiere
realizar esa tarea. ¿Qué diría Cortázar si le preguntáramos si se
siente frustrado por el inmigrante que no pudo ser? Estoy seguro que
contestaría que no se siente frustrado.
Jauretche: No. No me parece que diría tal cosa. Lo perderíamos
entonces para la obra constructiva. Yo ya estoy aburrido de los
laureles que conseguimos. Yo quiero conseguir laureles nuevos.
Cortázar es uno de los indicados para hacerlo. Por eso es culposo su
delito. Y así ocurrió porque hay todo un aparato cultural que no
facilita, sino que dificulta el surgimiento de los intelectuales
creadores de la Argentina. Este no es un problema de izquierdas o
derechas.
Antín: Es un fenómeno local.
Jauretche: Para mi es fundamental. Porque mi asociación con los
hombres comienza con los hombres de acá. No con la abstracción de la
humanidad, sino con los hombres de carne y hueso que conviven
conmigo y que juntos construimos un destino, el de los argentinos.
Juez Sáenz: ¿Hay un nuevo cargo?
Jauretche: No. Es el mismo. Lo culpo de no haber construido acá.
Cortázar podrá haber tomado otro plano en el mundo, pero no el de
aquí. El que nos corresponde hacer a todos.
Juez Sáenz: Sin embargo, parece más grave así presentado.
Jauretche: No, si el no se siente un argentino profundo.
Antin: No creo que se pueda enjuiciar a Cortázar porque no hace
injertos de corazón. El es un escritor que escribe con sangre
relativamente argentina.
Jauretche: Pero que sea relativamente argentino es lo que me
molesta.
Antín: Pero, ¿qué tiene que hacer? Sacar un pasaje a Buenos Aires y
entonces lo declaramos inocente?
VOCES A DESHORA
¿Qué se podía pretender sin parámetros referenciales, en este
proceso? Lo cierto es que se advertía en la sala una corriente negra
contra el Julio. Pero todavía era como un pitón sin cabeza ni cola.
Todos hablaban como en una kermesse. No tomándose demasiado en
serio. Para mejor distanciarse. Cuantas palabras para decir apenas
dos: Cortázar ausenteeeeeee...
A las sospechas sobre la ausencia y sus motivos que crecían en los
jurados rostros, ya entre refrescos y por refrescos refrescados, se
unió la aparente certeza —en un jurado al menos— de que Cortázar nos
envenena con su ausencia y que su no estar es un arma de la ruina.
Certidumbre pronto aventada por más refresco. No hubo café
mugriento. Tampoco larvas. Sí muchas colillas mezclándose con voces
a deshora. Como una resaca en la tarde del proceso.
Vino otra vez la palabra de Jauretche. Tras un pasillo de
recriminación y una puerta que se abría a otro pasillo, que se
seguía hasta perderse desde un pasaje de recriminación.
"En su libro "Ultimo round" —dijo el Arturo— escribe "quemaron a la
Gioconda a las 8.25". Eso de las 8.25 no está escrito para los
franceses ni para los turcos. Eso lo entendemos nosotros, los
argentinos. Y él con esa referencia a la hora en que murió Eva Perón
queda bien aquí con la tilinguería." Dalmiro Sáenz que por un rato
se había escapado en distracciones —siempre con hinojo, tomillo y
todo lo demás— se sacudió las flores y anunció que pediría sanciones
contra el fiscal y el defensor por "arrogarse el derecho de medir la
argentinidad". "No sé —cronó manucrujiéndolos— qué argentinómetro
usan." Entonces se derramaron los vocifungios finales.
Jauretche: Pido que Cortázar ponga su gran capacidad al servicio de
la construcción de este país y que empiece a despojarse de ciertas
cosas que le han quedado del pasado, de cuando se ausentó. Que
interprete esta argentina nueva que surgió después que el se fue. Lo
que yo quiero señalar, además, en Cortázar es la repetición de una
frecuente evasión de ciertos izquierdis-grandes diarios, la SADE,
los premios, no se asusta de esa izquierda abstracta, no se asustan
del izquierdismo de Martínez Estrada. Tampoco del de Luis Franco,
que colabora en "La Prensa", de Gainza Paz. Claro que es condición
de que ese izquierdismo no empalme nunca con los movimientos
populares argentinos. Es esa actividad de los intelectuales
argentinos que no coincidieron con Yrigoyen ni con Perón.
Juez Sáenz: Le pido al jurado que tenga en cuenta el estado mental
tanto del defensor como del fiscal. Los dos hicieron monólogos.
Cortázar fue un pretexto para cada uno de ellos volcara sus
problemas particulares.
Jauretche: ¡Cómo problemas particulares! ¡Estoy planteando problemas
colectivos!
Juez Sáenz: ¡Usted está aprovechando esta tribuna para hacer
proselitismo!
Jauretche: Y no... ¡Si es lo que hago toda la vida! No me iba a
perder ésta!
Antín: Yo no he contestado concretamente a los cargos de Jauretche.
Porque los comparto de un modo general. Pero con una ventaja: yo ya
estoy afuera de esos cargos y me doy cuenta que son emocionales. Me
pregunto cual es el cuerpo del delito en este juicio. Sería
indispensable que estuviera Cortázar.
Juez Sáenz: ¿Por qué es indispensable?
Antín: ¡Por el cuerpo del delito!
Pero el cuerpo del delito cierto o falso estaba a esa hora que
vachaché, en París. Un jurado pensó que Cortázar estaba en ese
momento releyéndose a sí mismo:
"...un escritor digno de tal nombre no puede volver a sus libros
como si no hubiera pasado nada, no puede seguir escribiendo con el
confortable sentimiento de que su misión se cumple en el mero
ejercicio de una vocación de novelista, de poeta o de dramaturgo...
incapaz de acción política, no renuncio a mi solitaria vocación de
cultura, a mi empecinada búsqueda ontológica, a las juegos de la
imaginación en sus planes más vertiginoso; pero todo eso no gira ya
en si mismo, no tiene ya nada que ver con un cómodo humanismo de los
mandarines de occidente. En lo más gratuito que pueda yo escribir
asomará siempre una voluntad de contacto con el presente histórico
del hombre, una participación en su larga marcha hacia lo mejor de
sí mismo como colectividad. Estoy convencido de que sólo la obra de
aquellos intelectuales que respondan a esa pulsión y a esa rebeldía
se encarnará en la conciencia de los pueblos y justificará con su
acción presente y futura este oficio de escribir para el que hemos
nacido..............
Otro jurado repasó su memoria de "Ultimo Round". No encontró una
foto del cordobazo. Tampoco una del rosariazo. Ni una letra sobre el
cordobazo. Tampoco una letra sobre el rosariazo. Por ejemplo.
Cronaría de nuevo el Manuel, el amigo y defensor del Julio. Solicitó
al jurado que decidiera si en verdad había lugar a proceso. Y
Jauretche revoleó su última mazoca: "Bueno, ya les dije que esta
fiscalía me cayó como peludo de regalo. Mi acusación contra Cortázar
es que no sea como yo quisiera que fuese. Lo que quiero que sea todo
intelectual argentino. Por eso lamento que, a pesar de estar dotado
del divino don de las letras, del medio para comunicarse con los
hombres, no utilice esta emoción creadora para entenderse con la
multitud argentina. Una multitud que no tiene expresión en la
inteligencia argentina. Cortázar lleva parte importante de
responsabilidad, ya que tiene el talento de los mejores. Es por eso
que los puntos le tenemos desconfianza a los cráneos. La actitud
muchas veces hostil de las masas con el intelectual obedece a que no
encuentra en él la actitud de comprensión que el creador debe tener
para con su pueblo."
Después fue increíble ver inclótumo al defensor mientras proponía:
"Sugiero que la pena para Cortázar en caso de ser hallado culpable
sea la de veinte años de radicación en la Argentina." A lo que el
Arturo contestó con un aplauso y la, advertencia: "Que venga, pero
que no frecuente los grandes diarios."
Todo en las deliberaciones posteriores del jurado se dio como el
deleite tan solo de estar y de Cortázar hablar. Los quince
magistrados del pueblo concluyeron en que sí había habido juicio.
Trece de ellos estimaron que Julio Cortázar era culpable de "no
estar actualizado en la realidad argentina, una responsabilidad que
le toca como intelectual". Dos afirmaron que Julio Cortázar es
inocente y que tiene derecho a hacer lo que le venga en gana. "Para
eso es persona", recalcaron muy plopos.
En la sala quedaron unas últimas frases rebotando contra las
paredes.
—¿Que querés, que se haga guerrillero?
—Nadie le pide eso. Sí que este al servicio de una tierra que brama.
"¿Qué pensaríamos de un escritor biafrano que no escribiera sobre
Biafra?"
Esa fue la despedida de Arturo Jauretche. En el último round. Me
cachendió.
S. P.
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