Revista Periscopio
21.07.1970 |
El Conde Schutz, un personaje funambulesco con sus bigotazos y
antiparras, enfila el Fokke Wulf contra la camioneta; le arroja
bombas, pasa rasante sobre el techo, ensaya un tirabuzón horizontal,
un toneau, pero la pick up sigue su marcha tan campante; de pronto
el avión se destartala sobre el furgón, derrotado. Todo eso ocurre
en un corto publicitario de Top Level, para Ford, que transita por
la televisión; el aviador ganó 250.000 por emprender tantos
desaguisados, pero ni por diez veces esa suma se hubiera hallado un
temerario como Santiago Germanó, un veterano que a fin de mes cumple
sus bodas de oro con el aire, a los 68 de edad; sólo él podía
atreverse a desplegar un sin fin de piruetas con un aparato
rescatado del museo.
Durante dos décadas, desde 1939 cuando se filmó Alas de mi Patria,
las acrobacias aéreas del cine argentino estuvieron protagonizadas
por el doble Germanó, un pionero, además, de la publicidad en Mar
del Plata, de los aviones pintados con las leyendas de Tienda Los
Gallegos y Geniol; por cada faena sobre las playas cobraba 2.000.
Hoy, con un buen pasar, se mantiene activo gracias a un
entrenamiento de treinta maniobras por día; prefiere —lo confiesa—
las pasadas a dos metros del suelo.
Los accidentes hace tiempo que dejaron de atemorizarlo; por lo
menos, acumula quince, algunos memorables como el de 1928: su Avro
rozó el de un compañero, Jorge Abraham, en un vuelo en escuadrilla y
fue a caer en una quinta de repollos; otra vez, en 1932, en la
búsqueda de un aparato de Panagra extraviado en la Cordillera de los
Andes, su avión con los relojes de a bordo congelados por 40 grados
bajo cero, tuvo que descender en Los Cerrillos; allí los chilenos lo
detuvieron porque no llevaba su brevet y por cargar una máquina
fotográfica. "Creyeron que era un espía argentino y como las
cárceles estaban llenas me internaron en un cabaret del lugar."
Hace una decena de años Germanó decidió casarse por segunda vez;
eligió a una de sus alumnas, Amparo Charito Maneyro Segado, 37, que
oscilaba entre su vocación de aviadora y algunos aprestos para
refugiarse en un convento; ella derrumbó el record femenino, en
1951, con 857 loopings y luego el de su marido, con 963. "La dejo
porque es mi mujer y la quiero", se jacta Germanó. Ambos participan
de todos los festivales aéreos en el país.
Quizás el comienzo de la historia de Germanó como piloto se remonte
al
14 en San Rafael (Mendoza), su ciudad natal; por entonces, el
italiano Mario Sartini apareció con un Bleriot que debió descender a
causa de una emergencia; Sartini siguió su camino pero el aparato
quedó arrumbado en un galpón; Germanó, un chico de 12 años, solía
jugar en la cabina de la máquina. "En el aire he pasado casi toda mi
vida", rememora.
También pasó por el Ejército, desde donde salió con el simple grado
de cabo; tiempo después hace sus armas en Aeronáutica y se convierte
en piloto de pruebas de la Fábrica Militar de Córdoba. Comandaría
allí el prototipo AEMO de construcción nacional, un monoplano de ala
baja, en una demostración, hacia 1936, ante el Presidente Agustín P.
Justo.
La mayor gloria de Germanó es una copa tallada en quebracho que ganó
en un festival en Chaco; su mayor frustración la conoció en
Baginton, Coventry (Inglaterra), hace 15 años, cuando se realizaba
la selección de los pilotos aspirantes al título mundial de
acrobacia. Llegó con un viejo Fokke cedido por el Aero Club
Argentino muy encima de la competencia, sin tiempo para ajustar la
máquina y con un intérprete que no hablaba español; con todo,
"acumuló el mayor número de maniobras en una sucesión de tiempo
admirable", reseñaba Flyng, revista especializada; pero el jurado lo
descalificó.
Rodeado de copas, banderines y anécdotas, que Charito ha distribuido
por todos los estantes y paredes de su casa, en Miller al 3700, en
el barrio de Saavedra, Germanó sabe que él es la historia viva,
romántica y aventurera de una etapa de la aviación argentina que se
obstina en sobrevivir. Con un Bucker vetusto, recorre cotidianamente
las páginas de su álbum personal; lo hace a su modo: con tirabuzones
y una combinación de looping y toneau.
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Uno de los quince accidentes |
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