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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


Las protagonistas de Martha Mercader

revista mercado
6 de noviembre de 1980

un aporte de Riqui de Ituzaingó


 

 

 

Es una mujer escritora, y esto, más que una calificación o limitación literaria implica adjudicarle una actitud frente a la vida. Martha Mercader es una platense educada "entre dos extremos", confiesa, "mi familia de clase media con sus roles y hábitos tradicionales y mi posterior formación en la Europa de posguerra cuando todo el sistema social sufría una transformación inevitable". Ahora, la aparición de su última novela, "Juanamanuela mucha mujer", editada por Sudamericana ha generado una inusual difusión de su nombre y el libro ha agotado ya su primera edición en menos de un mes. Anteriormente había publicado un volumen de cuentos, "Octubre en el espejo"; dos novelas, "Los que viven por sus manos" y "Solamente ella" por la que recibiera el primer Premio Municipal Ricardo Rojas y en cuyas páginas la protagonista resume el pensamiento de la autora, en esta reflexión: "Ser una mujer en Buenos Aires en 1975, pavada de proyecto..." Hubo también una incursión de la autora en la investigación de argumentos para la televisión como lo fueron los de "Cosa Juzgada" y "La Raulito", luego filmada en el cine. Un libro de cuentos infantiles titulado "Conejitos con hijitos" lleva ya varias ediciones y este verano una obra de Martha Mercader titulada "Todos los humores, el amor" será representada en el teatro Larreta de Belgrado. Extrovertida, diáfana, sin abandonar su natural seducción de mujer frente al reportaje, insistió en recorrer diversos temas inherentes a esa condición: el feminismo, la situación histórica, los porqué en la elección del último personaje.

MERCADO —En su última novela, el personaje principal, Juana Manuela Gorriti, es rescatado de un olvido histórico o por lo menos de una cierta indiferencia. En el libro el personaje surge apasionado, contradictorio, pero rico. ¿Por qué lo eligió?
MERCADER —Porque soy mujer y pude meterme en el personaje. Porque me interesó la problemática social que la acosó durante su vida y porque valoro su coraje para sobreponerse. La época en que transcurre la vida de Juana Manuela Gorriti es 1830. Hay que tener en cuenta la ideología romántica imperante en aquellos años en el país y en toda esta América. Aquí desembarcaba el eco de un romanticismo europeo con su carga de costumbres y filosofía. Byron, el autor quizá más representativo de esa escuela, era leído ávidamente por los pocos lectores cultos que había en estas tierras. Y a través de sus páginas desembarcaban sueños inalcanzables para quienes aquí vivían entre el polvo y la barbarie. Sueños de heroínas almibaradas y principescas, de palacios de inmensos salones dorados, de héroes entorchados con penachos rutilantes que conquistaban a sus mujeres con exquisitas esquelas o duelos desafiantes. Esos sueños se despertaban aquí en medio de una sociedad todavía pobre, desordenada, clavada en la Edad Media y en la soledad. Por eso mi heroína paga las consecuencias de haber nacido distinta en ese entorno. De los hombres de aquí ninguna mujer podía esperar ser tratada con aquel romanticismo que luego pintaría José Mármol en su "Amalia".
MERCADO —Pero sucedió hace 150 años. ¿Qué la empujó a retomar aquella problemática?
MERCADER —Hay situaciones que cambian de ropaje pero no de importancia ni de sentido. Creo que en esencia la lucha de la Gorriti puede muy bien ser trasladada a nuestro tiempo aunque con las notables diferencias que existen. En los años en que transcurre la historia, el destino de una mujer era uno solo y excluyente: ser la sombra del hombre. Como esposa o amante. En el caso de convertirse en amante, como lo fue por ejemplo, Manuelita Sanz de Simón Bolívar, su desventaja social era aún más notoria. Fuera donde fuera, brillante o llena de coraje, era nada más que la amante del prócer. Con Juana Manuela ocurrió otro tipo de injusticia. Sospechando su esposo que ella andaba en amoríos con el presidente de Bolivia, Ballván, tramó una revolución con asalto a la casa de gobierno para descubrirla y humillarla públicamente. No la encontró, es cierto, pero el escándalo la persiguió toda su vida. Lo que quiero decir es que, una mujer antes o ahora está sola si decide ser libre. Juana Manuela Gorriti pudo hacer como tantas y buscar la protección de un hombre. Prefirió sin embargo su independencia, se fue al Perú y allí fue maestra y fundó una escuela. Lo que sabía era por ella misma. Y luego hace otra cosa increíble para el época: se convierte en escritora profesional en momentos en que aquí nadie vivía ni de la cultura ni de la literatura.
MERCADO —¿Usted es feminista?
MERCADER —Soy una escritora mujer y me interesa esta problemática. Sufrí bastante personalmente durante mi juventud cuando a raíz de una beca que me otorgó el Consejo Británico, en 1949 salté, por así decir, de un pueblo como era La Plata a una ciudad como Londres, agitada y revuelta con los coletazos del término de la Segunda Guerra Mundial. Allí, en Londres y París me encontré frente a un nuevo movimiento social e intelectual. Aunque ya la mujer había ido cambiando sus roles luego de la Revolución Industrial del siglo pasado, la guerra había acelerado esos cambios. Hombres y mujeres habían luchado a la par, se confundían en un abrazo. Recuerdo que yo leía a Margaret Smith en 1948/49 y ahora está de moda, que leíamos a Erich Fromm y a Sartre y Camus antes de que fueran difundidos tan intensamente en Buenos Aires. Cuando volví ya no era "aquella buena chica" que según los parámetros de entonces había sido educada para ser profesora de inglés y casarse con un "buen partido". El choque me costó años resolverlo bien. Usted había hablado del feminismo, ¿verdad?
MERCADO —Si.
MERCADER —(sonriendo) ¿Usted no cree que todavía impera en nuestra sociedad el eco distante de aquellos dictados machistas y Victorianos?... Todavía muchas mujeres llevábamos o llevan las influencias provenientes de abuelas y aun de madres que les fueron transmitiendo un rol, una actitud determinada. Por eso que haya o no haya movimientos feministas organizados, es una cuestión casi aleatoria. Lo real es que más allá de esos movimientos, que a veces tienen fines estrechos o personales, existe otro gran movimiento general que barre y transforma diariamente el mundo y que es incontrolable. La mujer ahora se mueve a instancias de un oleaje en el mundo entero y eso está ahí y el que lo quiere ver no tiene más que mirar a su alrededor.
MERCADO —¿Volvemos al campo literario? En su novela, Martha, hay sin duda un elemento clave: el histórico. Desde el Facundo de Sarmiento ha habido no muchos autores que intentaron suerte con la historia novelada. Recordamos un caso actual, el de Enrique Molina con "La sombra donde sueña Camila O'Gorman".
MERCADER —Lo recuerdo, sí. También en mi novela aparece Camila, ya que es un personaje igualmente clave en nuestra historia, desde el punto de vista del cuestionamiento de la sociedad de hombres. Mi libro es una biografía novelada. He leído mucho, he investigado mucho para tratar de que el relato no alterara ni la cronología de los hechos, ni la veracidad, ni los lugares en que acontece la acción. De todos modos sé que hay lagunas históricas que no he podido evitar. Por supuesto está el proceso de creación psicológica de los personajes y allí es donde está el matiz de la biografía novelada. Sé que corría un gran riesgo, el que Borges suele advertir: que cuando se escribe es mejor no situar tan fielmente al lector en lugares ni personajes que pudieran ser reconocidos y uno se evita que haya alguien que descubra un error o que diga, "Fulano no era así, tal lugar tampoco". No sé cuáles serán mis posibles errores en el libro: he tratado de evitarlos con un esfuerzo que me demandó más de dos años y medio de escribir y leer.
MERCADO —En usted se nota, lo dice, un afán por la investigación. Algo no tan común en los escritores argentinos, más afectos quizás a la invención fantástica.
MERCADER —Cuando escribí La Raulito también lo hice. Recuerdo que me topé con una muchacha, deformada ya por sus continuas idas y venidas de esos institutos, deformada por la vida, por quién sabe qué cosas. Ahora estoy investigando algo que no puedo anunciarle por cábala. Pero lo que sí sé es que además de investigar me gusta contar. Contar historias, narrarlas, divertirme o conmoverme con ellas. En eso de contar soy bastante mujer.
MERCADO —Cuando usted recalca lo de mujer, recorriendo sus respuestas Martha, cabría una pregunta: usted habla de lo que ha ganado la mujer, pero ¿cuánto es lo que ha perdido?
MERCADER —Por supuesto: todo cambio ocasiona pérdidas irreparables. Cualquier transformación de la sociedad barre con algo que antes existía. Un antibiótico barre con un microbio y para el microbio es una pérdida, claro. La vida es un cambio. Y esta es una sociedad nuclear donde no existe la inmovilidad y en la cual hay una revulsión total de los roles tradicionales de cada uno de los que la componen. Sé también que lo que ha sido dado por la naturaleza es imposible que cambie. Hay una biología femenina que reconoce datos precisos fisiológicos y psicológicos. Pero eso no impide a la mujer asumir su identidad sin necesidad de que ésta le sea dictada por el hombre como ocurría hasta hace unos años. De lo que se trata, finalmente, es de la libertad. No hablo de las libertades parciales — política o social— hablo de otra clase de libertad, la que viene de adentro. La que elegimos nosotros para vivir con nosotros mismos.