"El Hogar" de los pueblos veraniegos
Belgrano


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El éxodo veraniego se acentúa cada vez más en nuestra gran capital.
Y ya no son las playas, ni las serranías de Córdoba ó la región andina los sitios preferidos para buscar aire y luz por los que pasan la mayor parte del año en el enrarecido ambiente de nuestra metrópoli.
Son los pueblos próximos á Buenos Aires, que ofrecen al par que las comodidades de rápido transporte en ferrocarril, todo el confort moderno en las habitaciones amplias, llenas de luz y aromatizadas por las emanaciones de parques y jardines que las rodean.
Y esta aspiración no se circunscribe sólo al burócrata que ha ubicado allí su quinta de recreo, ni del comerciante ó el rentista, sino al mismo empleado y al obrero que van á buscar en esos pueblos el medio de vivir más cómodamente, sin tener que oblar tan enormes alquileres.
Entre esos pueblos, ricos en panoramas y múltiples bellezas, está Belgrano, que no es sino una prolongación de Buenos Aires, unido á él por dos líneas férreas—la del Central Argentino y la del Buenos Aires y Rosario —que á no dudarlo, han sido el factor principal de esa rápida transformación y su progreso.
Porque Belgrano, actualmente no es un pueblo, sino una ciudad que surge coquetamente sobre las lujuriantes barrancas del río, transformadas en un bello paseo, en un panorama sugestivo de sonada poesía. Allí es el sitio obligado de las familias y hasta de las mismas que residen en Buenos Aires, en noches , de retreta, cuando la música diluye en el ambiente sus impalpables armonías, y el ambiente pletórico de luces y perfumes, parece cantar un sugestivo "ritornello" á la apoteosis triunfal de la belleza femenina.
De allí, parten sus avenidas amplias, bordadas de arboledas, por encima de las cuales se destacan sus viviendas señoriles ya con el aspecto de pequeñas villas ú hotelitos, ó bien con la majestuosidad de los modernos palacetes ó chalets, rodeados de jardines y de parques hermosos.
Y el panorama se extiende desde las Barrancas, donde está la estación del ferrocarril Central Argentino, hasta más allá de las avenidas Cabildo y Cramer, donde se cruza otra vía férrea.
De ese modo, con ciento y tantos trenes diarios que corren con pequeños intervalos por las dos líneas, se explica fácilmente la preferencia que se tiene por ese ambiente lleno de luz, de aire y de espacio, que tanto difiere del que caracteriza el de nuestra metrópoli.
Cada tren que llega, vuelca sobre ambas estaciones una avalancha, de damas, caballeros y gente del pueblo que tiene allí su residencia, mientras los que pasan hacia Buenos Aires, reciben igual contingente á todas horas del día y de la noche.
El día domingo el tráfico se multiplica en una forma inverosímil.
Por otra parte, Belgrano ofrece la característica de gozar de una tranquilidad proverbial.
Las autoridades policiales —representadas por el comisario don Alberto Dellepiane—han puesto todo su empeño en extirpar de su seno elementos que pudieran ser un motivo para quebrantar esa normal quietud de que gozan allí las familias.
De ahí que no obstante tener Belgrano todo el aspecto señorial del "fauburg", hasta ahora no ha tenido que lamentar los golpes audaces de los amigos de lo ajeno.
En una palabra, se disfruta allí de todas las comodidades de la metrópoli, con más el espectáculo de sonada belleza que ofrece el ambiente y de una pureza de aire y de luz que confortan el espíritu y restauran el cuerpo, apercibiéndolos para la lucha diaria.
Por las notas gráficas que acompañan á estas líneas podrán darse una idea nuestros lectores de los espléndidos panoramas que ofrecen sus Barrancas, del aspecto elegante de sus viviendas, y amplias avenidas, y del no menos pintoresco que ofrecen las estaciones del ferrocarril, convergiendo en medio de una lujuriante vegetación cuando no animada por un público que ponen en ella una nota llena de vida y alegría.
Antes de terminar esta nota, señalaremos la importancia de esta localidad por su población y sus adelantos edilicios; el último censo le asignaba 50.000 habitantes que actualmente se habrán multiplicado enormemente dada la subdivisión de la propiedad que allí, como en otras partes ha alcanzado un desarrollo máximo. Sus instituciones de beneficencia, sus centros recreativos y sociales, su prensa constituida por dos diarios de gran importancia y sus conservatorios de música y otros centros de cultura propios, hacen del Belgrano una pequeña capital trasplantada á las inmediaciones de Buenos Aires, con todo cuanto puede ostentar ésta; aunque en menor escala.
Y si esto no es suficiente, debemos agregar que el comercio local autónomo en todos los ramos, está representado por casas que giran grandes capitales y que expenden lo mismo el exquisito comestible unos, que las valiosas indumentarias femeninas otros, ó las variadas telas y monerías que se exhiben en sus amplias y artísticas vitrinas.
Esto hace que no haya casi necesidad de recurrir á los grandes almacenes, de la metrópoli, y al propio tiempo que economiza tiempo y molestias, favorece y fomenta de ese modo la implantación de capitales y de industrias.
Dentro de muy poco, la solución de continuidad que hay entre Buenos Aires hasta este pueblo, consistente en un pequeño suburbio, desaparecerá completamente, quedando unido á aquél por las hermosas avenidas Cabildo y Alvear.
E. A. A.
Revista El Hogar
1910