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crónicas del siglo pasado

 


Cine
Los jóvenes "inconstantes", frustrados y neuróticos:
¿Tiene razón Kuhn?
Revista Primera Plana
20.11.1962

La política no existe. Es improbable que Dios tenga algún sentido; peor aún: no importa si lo tiene o no lo tiene. La patria, los problemas morales, las luchas de clases y la vida de los demás hombres son temas ridículos, a cuya sola mención uno puede desfallecer de aburrimiento. Está prohibido hablar de la familia, si es que alguien tiene una familia en este mundo; a lo sumo, se dirá que "usted vive en Martínez, en una casa grande y con pileta", sin que tampoco esa frase signifique algo. Lo único que cuenta es estar libre, pero libre de absolutamente todo; libre para amar durante una tarde completa e ignorar —apenas cae la noche— al ser que fue amado; libre para dejar que el tiempo pase blandamente, sin que en él quede ninguno de nuestros rastros.
Esas son, poco más o menos, las Tablas de la Ley con que se manejan los personajes de "Los inconstantes", la película que Rodolfo Kuhn está realizando en Villa Gesell y Buenos Aires. La primera obra de Kuhn se llamó "Los jóvenes viejos" y obtuvo una repercusión internacional que sólo muy pocos films argentinos conocen: en el IV Festival de Mar del Plata recibió el premio al mejor argumento y una mención del jurado de la crítica; en la muestra latinoamericana de Sestri Levante (junio 1962) obtuvo la distinción de la Fipresci.
"Los jóvenes viejos" era una vivisección de cierta fauna porteña que Kuhn conocía y a la que estaba integrado de algún modo: más que una historia de amor, quería ser un estudio sociológico de la generación que ahora tiene 30 años y que suele justificar su indolencia moral "echándole la culpa a Perón".
Si hay que creerle a Kuhn, esos jóvenes son sentimentalmente unos inestables, para quienes la relación sexual sólo se da a través de la trampa y la mentira. El grupo descripto en el film es el de alta y media burguesía y está formado por hijos de profesionales, de comerciantes y de industriales; vive y piensa de una manera snob, lee la "Justine" de Lawrence Durrell y frecuenta a las modelos de televisión; pierde sus noches en los night-clubs de Olivos, jugando
a los cambios de parejas o disparando ironías fáciles sobre sus padres y los padres ajenos; a veces, siente también la necesidad de comunicar esa desidia en un film o en una novela, pero las estructuras industriales y las componendas de los más viejos les opone todas sus murallas. No es una generación de rebeldes, porque la rebeldía empuja ciegamente hacia adelante y esta gente es demasiado cómoda para hacerlo. Es, eso sí, una generación deteriorada, carcomida, castigada.
Más profundamente, el primer film de Kuhn quería ser también una revulsiva visión de la Argentina actual, cuyos jóvenes son incapaces de lanzarse a la acción porque pierden el tiempo discutiendo si lo harán o no, porque les es más cómodo alimentarse de proyectos.
Semejante examen de la realidad está referido, seguramente, a casos límites, aunque muchos europeos que vieron "Los jóvenes viejos" y luego frecuentaron algunas "jam-sessions" en Buenos Aires aseguraron que las descripciones de Kuhn no eran exageradas y que el país podía mirarse en ese film como en un espejo. Uno puede preguntarse si esas opiniones no generalizan demasiado: suele tenderse a transformar en síntoma todo hecho violento. Recuérdese que "L' Obsservatore Romano" afirmó que el suicidio de Marilyn Monroe era representativo de la corrupción de Hollywood y consecuencia de la hipocresía que rige a las civilizaciones industriales de este tiempo.
Según Kuhn, "Los inconstantes" no tiene nada que ver con "Los jóvenes viejos" ni con la Argentina que conocemos. Si hay algún dato sociológico en este nuevo film, está exclusivamente referido a Villa Gesell, una playa ubicada a 450 kilómetros de Buenos Aires y frecuentada por veraneantes noreuropeos. Allí viajó Kuhn unas tres veces, entre enero y marzo de este año; a la segunda visita, averiguó que, al margen de los turistas, había una suerte de pequeña población estable que se quedaba en la playa hasta comienzos de abril con poco o ningún gasto. Era gente de la pequeña burguesía, joven, solitaria, que durante el año entero sólo vivía pendiente de sus vacaciones estivales. "No he descubierto cómo son ellos mientras permanecen en Buenos Aires", dice Kuhn, "pero supongo que ganan su dinero como mecánicos o dependientes de tienda". En Gesell, limpian bares o cantan en boites a cambio de la comida y de un lugar dónde dormir. El verano es para ellos una especie de catarsis: llegan a la playa resueltos a liberarse de todo prejuicio y compromiso, persiguen una relación amorosa que dure solamente horas, parecen ansiosos por escandalizar a los burgueses, por demostrarles que ninguna convención ni ninguna costumbre establecida les importa. "Quizá por eso, porque se esfuerzan en ser distintos e independientes, resultan demasiado convencionales", afirma Kuhn.
Lo curioso es que los habitantes estables de Gesell piensan que todo cuanto ocurre a su alrededor es normal; dice Kuhn que si un hombre y una mujer viven una semana o tres días de amor clandestino en un hotel cualquiera, el dueño de ese hotel dará por sentado que la pareja es un matrimonio. Más que averiguar qué pasa exactamente con la vida ajena, a la gente de Gesell le preocupa que se guarden cuidadosamente las formas de la educación: está mal visto, por ejemplo, que las mujeres se adelanten a los hombres durante una cabalgata o que se trate a los mayores con excesiva familiaridad. En esta playa suele haber un par de suicidios por verano, pero hay mucha más gente dispuesta a eliminarse ante el menor contratiempo erótico. Es como vivir envuelto en una cáscara de neurosis.
En enero de este año Kuhn traba amistad con una muchacha de 16 años, adinerada y de alta posición social. Esa muchacha vivía con un bañero que estaba al borde de los 40, en una precaria casa cercana a la playa. Al director de "Los jóvenes viejos" le consta que ambos estaban hartos de estar juntos, que se mostraban mutuamente hostiles y que quizá se aborrecían. Sin embargo, no estaban dispuestos a separarse. En "Los inconstantes" hay una pareja que repite punto por punto ese proceso.
Cierto personaje del film —una pintora fracasada— define a Gesell como "una gran colonia de sadomasoquistas. Hay dos chances —dice—: integrarse o mirarlos de afuera. Si te integrás, te volvés loco. Si los mirás de afuera, te aburrís". Kuhn procuró que algunos de sus conocidos de Gesell se interpretaran a sí mismos en "Los inconstantes'": dos de ellos consuman en el film una payada surrealista, un juego de asociaciones libres que se parece a la escritura automática. La escena fue puntualmente improvisada, y el realizador confía en que ella puede dar una ajustada idea del clima de Gesell.
A esta altura, uno puede preguntarse si la historia de toda esta gente quizá snob, quizá insignificante, quizá talentosa, quiere decir algo, si apunta hacia alguna dirección crítica. Kuhn está seguro de que la playa descripta por él es una suerte de isla dentro del país, un mundo de casos límites gobernado por la neurosis, e informa que mientras filma no reflexiona sobre las finalidades o el significado de su obra, que es incapaz de afirmar qué está bien o que está mal, que se siente sólo como una gran piel percibiendo el olor, el color y el sabor de las cosas. De cualquier modo, "Los inconstantes" pretende aludir a una realidad (una realidad argentina) en términos casi documentales; lo curioso es que esa realidad está como estilizada, desde que ningún personaje habla de su familia o de sus ideas. Según lo ve Kuhn, el mundo de su film es una fotografía en negativo de nuestra época, una esfera vaciada de anécdotas y de significados, dentro de la cual sólo queda la avidez por vivir a cualquier precio, de vivir aunque sea esperando el momento propicio para suicidarse.
"Los inconstantes" es una obra hecha por jóvenes, y la edad promedio de sus responsables es la del propio Kuhn: 27 años. El productor se llama Marcelo Simonetti ("Los de la mesa 10", "Tres veces Ana"), que acaba de cumplir los 25. En el elenco están Elsa Daniel, Alberto Argibay, Virginia Lago, Luis Medina Castro, Jorge Rivera López, Gilda Lousek, Héctor Pellegrini y la adolescente Mónica Sanz (17 años), elegida por Kuhn mediante un concurso televisado.
El realizador dice que si en "Los jóvenes viejos" había una anécdota escasa, en este nuevo film no hay prácticamente ninguna: lo que se relata son situaciones sueltas que se adicionan sin progresión dramática. Es un método narrativo que quiere copiar la fluencia natural de la vida.
"Los inconstantes" tiene un prólogo de pocos minutos, sin relación aparente con el resto del film: allí una criatura descubre que Santa Claus es su padre y se aviene a simular que no lo sabe. Esa escena quiere mostrar cómo la mentira rige, desde sus primeros años, la vida del hombre contemporáneo; pretende, además, formular una crítica contra la educación burguesa.
En otras zonas, "Los inconstantes" observa puntos de contacto con "Los jóvenes viejos": allí también dos muchachos salen hastiados de una fiesta porteña y resuelven desintoxicarse en la playa. Ese proceso de desintoxicación acaba en desencuentros amorosos, en conversaciones vacías, en un conato de suicidio. Según Kuhn, la clave de su film debe buscarse en la despreocupación que cada personaje siente respecto de los otros, en la inacción que los envuelve, en su necesidad de que el tiempo pase sin más. Son, pues, seres mellados, neuróticos, sensoriales, melancólicos. Y aunque Kuhn insista en que su historia y el Clima que se vive en Gesell son hechos aislados, irrepetibles en otro sitio, hay algunos textos del conde de Keyserling (sus "Meditaciones", sobre todo) en las que esas características se definen como determinantes del modo de ser sudamericano: "La sexualidad frenética y reptil del hombre de estos países —decía Keyserling— es una de las raíces de la profunda melancolía sudamericana. Es un hombre telúrico, el polo opuesto al hombre condicionado y traspasado por el espíritu".
Aun así, la sexualidad de los personajes de "Los inconstantes" equivale más a una evasión que a una vocación telúrica. Evasión: de eso se trata. Buena parte del cine argentino último (del que Kuhn es parte) parece empeñado en mostrar seres que se escapan de sí mismos, que procuran aventar la realidad, como si esa realidad los atemorizase: en "Alias Gardelito", un pequeño cuentero se engaña creyendo que su traición a un amigo no le acarreará ningún castigo; en 'La cifra impar", un matrimonio descubre que el recuerdo de un hermano muerto les impide ser felices, y destruyen su último resto de comunicación al intentar la destrucción de ese recuerdo. Estamos, pues, ante un mundo donde el aislamiento y la huida son los valores supremos, y donde la mentira es el camino más rápido para alcanzar cualquier fin.
La película de Kuhn estará lista alrededor del 10 de enero; en vísperas de Navidad hará algunas tomas complemetarias de vidrieras porteñas y gente con regalos. A esa altura. Villa Gesell tendrá ya toda su población de verano y Kuhn podrá verificar hasta qué punto "Los inconstantes" es una crónica, un testimonio, una falacia o meramente una obra de ficción.

 

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Película Rodolfo Kuhn
Rodolfo Kuhn (en el centro, de bruces) con sus ayudantes, en un alto de la filmación en Villa Gesell
Mónica Sanz
Mónica Sanz, de 17 años, fue elegida mediante un concurso televisado
Elenco
Gilda Lousek, Alberto Argibay y Jorge Rivera López encarnan a "casos límite" que vierten en claroscuro la incertidumbre de una generación
Elenco
Elsa Daniel, Héctor Pellegrini y Luis Medina Castro.