Reportaje al secretario general de la CGT
Gobierno, peronismo y violencia, según José Rucci
La confusa actitud de la central obrera genera todo tipo de versiones


 

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En estos días se le ha dicho de todo: traidor, dubitativo, contradictorio y, por último, agónico y a punto de ser defenestrado. No podría ser de otra manera: la estrella de José Ignacio Rucci asciende o declina al compás de los ascensos y declinaciones del controvertido sindicalismo argentino. Por eso, el exagerado torrente de epítetos que se abatió sobre el secretario de la CGT es una muestra más de la injusticia: Pepe (como lo nombran sus amigos) o Campera (para sus enemigos) no es más que el escudo, el fusible-cabeza de turco que entra en corto circuito para evitar que toda la estructura se venga abajo. Cierto: él se resiste a cumplir ese papel.
De ahí las crisis. Tal vez porque Rucci pretendió asumir un liderazgo desmedido (o porque recibió un calendario equivocado sobre la situación militar), forzó la declaración de un paro y una marcha del silencio de homenaje a Evita. En vano: poco después, la dura realidad lo llamó a sosiego. El jueves 9, a las 11 de la noche, solo en el penumbroso cuarto piso de la CGT, debió reasumir su condición de escudero y poner su cabeza en la guillotina al anunciar el levantamiento del paro y de la marcha. La figura de Rucci ingresó entonces en un cono de intrigas y el movimiento obrero atravesó un nuevo capítulo de su crisis permanente, una maraña que se analiza en detalle en la página 16.
El lunes pasado, sin embargo, el Jefe cegetista trataba de recuperar fuerzas. No le será fácil, pero el hecho de que haya aceptado someterse a un interrogatorio de 95 minutos es una demostración más de su tenacidad. O de su inteligente pragmatismo: desde sus tiempos de repartidor de sifones (que Rucci evocó por primera vez para el periodismo, en su charla con SIETE DÍAS), el caudillo ha demostrado que sabe ser tan dúctil como cualquiera de los llamados líderes de la política vernácula. A continuación, los tramos más densos del reportaje.
—¿El paro quedó sin efecto por sugerencias de Perón? Tenemos entendido que usted habló por teléfono con Perón y que éste no se pronunció al respecto. Luego, cuando Lorenzo Miguel y Paladino regresaron de Madrid, la medida se levanta. Ante lo cual queda alguien descolocado: José Rucci.
—No. Rucci no queda descolocado, ni queda descolocada la CGT. En primer término porque el General Perón no hizo ninguna sugerencia en favor ni en contra del paro. La comunicación que yo tuve con el general se limitó a informarle que la CGT había dispuesto un homenaje a la compañera Evita; lo hice más que nada por una razón de cortesía. Es decir, que el general Perón está total y completamente marginado de todo aquello en que se lo pretende embretar. Los fundamentos que determinaron el levantamiento del paro quedaron totalmente aclarados en una resolución que tomó el consejo directivo. Sabíamos perfectamente que se estaba instrumentando una violenta represión contra los trabajadores. Y todo eso iba a desvirtuar en forma categórica el sentido que el consejo directivo le estaba dando a un hecho que no iba más allá de un homenaje. Frente a tal hecho y frente a una guerra psicológica que lanzó el gobierno, la CGT consideró que lo importante era rendir el homenaje. Y el homenaje se rindió con amplitud y con sinceridad, limitándose a la misa que se hizo en la Catedral.
—Eso significa que es el gobierno quien determina los actos de la CGT.
—Nosotros hemos dicho bien claro que a la CGT no la liga ningún compromiso con el gobierno.
—¿Y con Perón?
—La CGT no ajusta su cometido a órdenes del general Perón.
—Yo preguntaba si a Perón lo liga algún compromiso con el gobierno.
—No creo que lo ligue ningún compromiso. Mejor dicho, estoy seguro que a Perón no lo liga ningún compromiso. Se lo digo porque he estado con Perón y sé cómo piensa Perón, A Perón el único compromiso que lo liga es con el pueblo.
—De todos modos, el hecho de no haberse concretado el paro originó rumores: Rucci propone una cosa, pero Lorenzo Miguel y Paladino deciden otra.
—Bueno, es que no es así. Eso es totalmente falso. En primer lugar, Rucci no es dueño de la CGT. Aquí, las resoluciones son tomadas por el consejo directivo, integrado por 21 personas. Quiere decir que acá no es una cuestión de Rucci, sino que es una cuestión de la CGT, de los cuerpos que ejercen la conducción.
—¿No cree usted que el homenaje proyectado era combativo y que al resolverse con una misa en la Catedral pasó a ser un homenaje pasivo?
—Estoy en desacuerdo. No existe el calificativo de homenaje combativo. Los homenajes deben estar revestidos de la solemnidad y el silencio.
—¿Entonces la entrega de los restos de Eva Perón no es un hecho político?
—Para nosotros, no. Para el peronismo no es nada más y nada menos que la devolución de lo que nos pertenece. Si el gobierno u otros sectores quieren calificar ese hecho como una especulación política, eso corre por cuenta de ellos. Para el peronismo, no.
—El gobierno también dice que no es un hecho político.
—Entonces para nosotros tampoco lo es. Se trata de la restitución de los restos de Eva Perón, que los responsables de 1955 hurtaron. No han hecho más que devolverlo.
—¿Es sólo un hecho emocional?
—Todo el pueblo argentino, incluso los trabajadores, lo ha vivido como un hecho que podemos calificar de emocional.
—Según el peronismo, Eva Perón es una bandera de lucha. Usted quizás suponga que ella merecía un homenaje de lucha.
—¿Qué se entiende por homenaje de lucha?
—El paro que usted había dispuesto, por ejemplo...
—No. El paro que habíamos dispuesto era nada más que un símbolo. El homenaje se puede simbolizar con un paro de cuatro horas o un paro de cinco minutos. Es decir, no se trata de un paro de protesta, no se trata de un paro de lucha por determinados objetivos. Se trata de un homenaje, que puede quedar plasmado en un paro o en una misa. Lo que nosotros no íbamos a permitir es que se pretendiera esgrimir ese paro para deformar el homenaje y que en lugar de un homenaje se constituyera en un agravio a Eva Perón.
—¿Por qué agravio?
—Un agravio, sí, porque Eva Perón merece el homenaje sincero, emocional, cristiano, compenetrado por un profundo sentimiento, y, sobre todo, silencioso. Como corresponde a un ser querido. Y no desvirtuado por actos de violencia que, lógicamente, desnaturalizarían incluso los propósitos que animó Eva Perón en vida.
—¿Usted cree que el gobierno intentó darle otro contenido a ese acto?
—Desde el momento en que lo prohíbe e instrumenta todo un equipamiento de represión, no le quepa la menor duda de que se iba a desencadenar la violencia.
—¿Usted cree que el gobierno ejerce provocación?
—Bueno, en este caso particular, con relación a la actitud que asumió la CGT, indudablemente el gobierno apareció como un factor de provocación.
—Y en sus actos en general, ¿cómo procede el gobierno?
—Si nosotros nos limitamos a valorizar la actitud del gobierno frente a la CGT, y de acuerdo a los últimos acontecimientos en relación a las demandas formuladas a nivel del ministro de Trabajo, del de Bienestar Social y de Interior, nosotros no vemos que las determinaciones del gobierno arrojen algún saldo positivo hacia los trabajadores.

CUANDO LLEGUE EL MOMENTO
—¿Una de las condiciones para que Perón retorne a la Argentina —o se sume desde Madrid al proceso de pacificación y acuerdo— era la restitución del cadáver de Eva Perón?
—Desconozco que ésa sea una de las condiciones.
—¿Cuáles son las condiciones?
—No podríamos hablar de condiciones concretas. Simplemente, Perón es un argentino y, por lógica, el gobierno es responsable de que Perón se encuentre fuera del país. El gobierno tiene que ofrecer, por ser el responsable, las garantías que permitan a Perón volver al país dignamente.
—¿El gobierno no ha dado ningún paso para que Perón regrese?
—Yo soy de aquellos que piensan que Perón es parte del pueblo. Cuando llegue el momento en que el pueblo asuma el poder, ese problema va a quedar resuelto.
—Es decir que Perón no va a volver, por ahora.
—No sé, porque yo no soy de aquellos que creen que existen garantías absolutas como para que se concreten realmente los anuncios que formula el gobierno. Existen otras condiciones que el gobierno aún no ha puesto en juego; así que, por supuesto, aún no creemos que va a haber elecciones dentro de las normas y preceptos que marca la Constitución. No solamente existe la obligación de elegir, sino el derecho de elegir a quienes queremos que ejerzan el gobierno y el poder al mismo tiempo.
—¿Quiere decir que usted no está de acuerdo con Paladino?
—Pienso que Paladino tiene el mismo concepto.
—Paladino ha dicho que habrá elecciones en 1972 y que, además, el gobierno practica el juego limpio.
—No sé. Lo que nosotros pretendemos, y lo que pretende el general Perón, es que haya elecciones en 1972. Pero yo no he oído que el gobierno se proponga convocarlas para esa fecha.
—¿Una de las pautas para lograr el acuerdo entre Lanusse y Perón es que el gobierno fije fecha de elecciones?
—Yo no he dicho tal cosa. He dicho que en el proceso que estamos viviendo se dan distintas circunstancias. Y esas circunstancias y estrategias de la conducción puramente política del movimiento peronista están bajo la responsabilidad del general Perón.
—Usted sabe que el gobierno ha demostrado interés en llegar a un acuerdo con Perón. Ha dado algunos pasos, como la devolución de Evita, el pasaporte y otros.
—Nosotros no podemos minimizar ese tipo de cosas. Perón, que tiene el pasaporte paraguayo, no tiene ningún problema para volver cuando él quiera. No se trata de que, para que Perón regrese, haya que darle el pasaporte, pagarle la pensión y otras cosas de escasa significación. El asunto es mucho más profundo y más serio.
—¿En qué consiste?
—Usted sabe perfectamente que Perón, a pesar de las cosas que se pueden decir, es el protagonista principal del proceso político del país. Nada se podrá hacer aquí nunca, como no se ha hecho en 16 años, pretendiendo marginar la figura de Perón. En este caso particular, yo creo que el gobierno ha comprendido perfectamente este fenómeno y por eso está tratando de alguna manera que Perón participe en cualquier proceso que tienda a la pacificación nacional.
—¿Y entonces por qué Perón no vuelve ya mismo?
—Perón no es Rucci, que puede ir a Madrid y volver. Por muchas cosas.
—¿Por ejemplo?
—Perón es un hombre que quiere regresar, para ponerse al servicio del país y para que su presencia constituya la definitiva pacificación y el reencuentro de los argentinos. Perón no quiere llegar al país para perturbar lo que él mismo se ha impuesto como meta: precisamente la conciliación nacional.
—De eso se deduce que si Perón regresa ahora, perturbaría al proceso y dividiría a los argentinos.
—Yo no diría "dividir". No diría que la presencia de Perón pueda dividir a los argentinos. Pero pienso que cada día que pasa neutraliza, en forma extraordinaria, todos aquellos factores que podrían haber distorsionado la significación de su presencia en el país. Para nosotros, los hombres que nos sentimos peronistas, no creo que pase mucho tiempo más antes de que Perón regrese. Todos los argentinos, incluso los propios enemigos de Perón, deberán ver la presencia de Perón como una necesidad para salir de esta encrucijada.
—Se plantea que, de haber elecciones, Perón seria candidato.
—El candidato del peronismo, yo diría el candidato de Rucci, es Perón.
—¿No cree que Perón ya está algo viejo?
—Fíjese que hay jóvenes viejos y viejos jóvenes. Yo soy de aquellos que piensan que a Perón la edad, de ninguna manera, le ha restado capacidad. Y eso es lo importante.
—Pero el hecho biológico es inexorable. Perón está próximo a los 80.
—Observe que hay hombres que han tenido participación en la historia, en grandes acontecimientos mundiales, como Stalin, Churchill y Roosevelt, y que no eran mucho más jóvenes que Perón.

CADA CUAL EN LO SUYO
—Existen sectores del peronismo que creen, como única salida, en la violencia, e inclusive han sido reconocidos por Paladino, como es el caso de los Montoneros. ¿Cuáles son las diferencias que usted podría establecer con estos grupos, que se dicen peronistas?
—Bueno, aquí no se trata de diferencias. Podrá haber grupos que cumplen con lo que ellos piensan que es correcto. Hay otros que actúan en otras esferas. Lo importante es determinar si todos son peronistas.
—¿Usted cree que lo son?
—Y... para mí, sí.
—¿Quiere decir que, de alguna manera, justifica la violencia?
—Pienso que la violencia de abajo está generada por la violencia de arriba.
—¿Entonces por qué la CGT o el movimiento obrero argentino no son violentos?
—Cada uno tiene una misión que cumplir.
—¿Y cuál es la de la CGT?
—Representar al movimiento obrero, tratar de defender sus intereses y adoptar las determinaciones. Todo, ajustado a una estrategia que, por supuesto, coloque a la CGT como un organismo que esté al servicio de los intereses del país y al servicio de los intereses del movimiento obrero.
—¿Considera que el movimiento obrero se identifica con los grupos que desarrollan la violencia?
—No se trata de identificarse con esos grupos. Se trata que la CGT es un organismo legal.
—Le hablo del movimiento obrero, no de la CGT.
—Todas las actitudes que asume el movimiento obrero se producen en el marco de la Confederación General del Trabajo, y se ajustan a las normas que establecen sus estatutos. La CGT no puede salir a tirar bombas.
—¿Y el movimiento obrero?
—No tengo conocimiento de que el movimiento obrero tire bombas.
—¿El movimiento obrero se identifica con La Hora del Pueblo?
—Eso es distinto. El movimiento está agrupado en la CGT, que tiene una estrategia, como corresponde, y no está dentro de lo que podríamos denominar "la política partidista", que hace a la estructura del quehacer político.
—¿Y Perón? ¿Se identifica con La Hora?
—No estoy habilitado para contestarle. Yo soy el secretario general de la CGT y no Jorge Paladino.
—¿Usted qué piensa de Paladino?
—Bueno: Paladino es un delegado de Perón.
—¿Y usted está identificado con...?
—Con Perón.
—¿No con Paladino?
—Paladino es un hombre con una misión a cumplir.
—Pero como Paladino es el delegado de Perón, usted tiene que estar identificado con Paladino.
—No me haga decir lo que no quiero. Estoy identificado con Perón. Paladino tiene encomendada una tarea y la cumple. Si yo le dijera que estoy identificado con Paladino, lo estoy colocando a Paladino como una especie de caudillo. Aquí no se trata de eso. Paladino tiene una responsabilidad con el movimiento peronista.
—¿Usted está identificado con Lorenzo Miguel?
—Totalmente. Pertenecemos al mismo gremio, tenemos el apoyo del gremio. No hay razones para que no estemos mancomunados con los mismos propósitos y objetivos. Nada tiene que ver Paladino en lo que respecta a actividad gremial, la que sí tenemos Miguel y yo...
—¿De qué vive usted, Rucci?
—Del sueldo que tengo asignado como secretario de la Unión Obrera Metalúrgica de San Nicolás. Gano ciento veintidós mil pesos mensuales. Es decir, el sueldo básico son setenta y algo, más las asignaciones familiares, más un viático. Eso es lo que gano como secretario general de la CGT. Lógicamente, no es tanto como para que la gente piense que vivimos rodeados de comodidades. Sin embargo, hay gente que piensa: "Rucci está acomodado, gana medio millón de pesos en la CGT".
—¿Sus hijos van a escuelas estatales?
—No. Van a una escuela privada, de mañana solamente, y no me originan demasiados gastos. Creo que mi mujer paga por los dos pibes diez o doce mil pesos por mes. Mi señora trabaja. Es modista.
—¿Es mejor la enseñanza privada que la estatal?
—Yo no diría que es mejor. Pero la privada tiene una serie de elementos que complementan otro tipo de actividades del alumno. Hay una serie de instrucciones, ejercicios... No sé cómo podría decirle.
—¿Qué hay de esa guardia pretoriana que, según se dice, lo cuida y que integra, creo, Quique el Carnicero?
—Quique es el jefe de la barra de Boca. Yo no tengo ninguna guardia pretoriana ni cosa por el estilo. Por ser el secretario general de la CGT, me acompañan, cuando tengo que salir, cuatro o cinco muchachos: vamos juntos y volvemos juntos. En Buenos Aires siempre salgo acompañado por dos o tres: están conmigo, se manejan conmigo, yo los utilizo, necesito a veces encomendarles una misión. Van y vienen. Quique sabe venir siempre acá cuando hay algún acto o algo así. Viene también con su barra. Somos muy amigos, nos divertimos mucho porque es un muchacho macanudo.

MI CURRICULUM
En el trascurso del reportaje, José Rucci repasó su trayectoria gremial y se explayó sobre su vida doméstica y sus gustos personales. Su palabra textual:
Nací en Alcorta, provincia de Santa Fe, hace 45 años. Mi padre trabajaba en el campo, con un carro. Yo era muy chico cuando nos mudamos a Rosario. Mi padre se empleó como camionero. Yo empecé a trabajar por aquella época. Repartía sifones de soda en el barrio Tablada. Después vendí chocolatines en el cine Alem. Eran años difíciles. En la escuela llegué sólo hasta el cuarto grado. Conseguí algunas changuitas en el frigorífico, hasta que me llamaron para el servicio militar. Serví en el Regimiento 12 de Santa Fe. Después me largué a Buenos Aires. Conseguí empleo en la Hispano-Argentina, una fábrica que cerró. Eran talleres donde se hacían pistolas. De ahí en más siempre fui metalúrgico. Tenía 24 años cuando me designaron miembro de la comisión paritaria. Así comenzó mi carrera corno sindicalista. Me había afiliado, por supuesto, a la Unión Obrera Metalúrgica. En Buenos Aires mi último empleo fue en la empresa Catita, que cerró. Me marché después a San Nicolás. En 1964 me eligieron secretario general de la UOM en aquella localidad. Quiere decir que soy un dirigente que viene del interior. Vino más tarde el Congreso Normalizador y, cuando la UOM es designada para ocupar la secretarla general de la CGT, fui el elegido.
Conozco la cárcel. Estuve alojado en la bodega de un barco, en Puerto Nuevo, en Caseros y en Santa Rosa de La Pampa.
Tengo costumbres sencillas. No voy al cine. Al fútbol sí, sobre todo cuando juega mi equipo, San Lorenzo. No conozco el hipódromo y jamás entré al casino de Mar del Plata. Bebo muy poco: un poco de vino con la comida, y siempre de noche, en casa. Me gusta el boxeo. La última pelea que vi fue la de Ramón La Cruz y Saldaño. En materia de música pretiero el folklore, los tangos; la música popular, en fin. No he tenido tiempo en mi vida para valorizar otro género musical, como el clásico. De los intérpretes populares prefiero a Leonardo Favio porque tiene personalidad. Sé bailar el tango. Como mi señora es de Villa Soldati, cuando éramos novios solíamos ir al club Unidos de Pompeya.
Dicen que cuido mucho mi presencia. Yo siempre he sido así: cuando iba a la fábrica también estaba bien vestido. Me ponía el mameluco siempre correcto y limpio. Me considero un tipo sencillo; a mí no me van a ver nunca de traje, todo almidonado; yo visto como cualquier hombre de la calle. Uso campera porque me resulta cómodo. La que llevo la compré antes de ser secretario general. Me costó 14 mil.
Los domingos me quedo casi siempre en casa, con mi señora y los chicos. Soy de poco comer: churrasco y tallarín, churrasco y tallarín. De ahí no me sacan.
Suelo ver algún programa de televisión. Me gustan las películas de cowboys. Trato de no ver dramas. La vida está llena de dramatismo.
Sin falsas modestias, me considero un hombre con condiciones. Admito una postura contraria cuando me convenzo de que es la lógica. Creo que, más allá de sus obligaciones, los trabajadores argentinos saben pensar.


revista siete días ilustrados
09/1971