Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


ARAMBURU
A MITAD DE CAMINO
Revista Periscopio
14.07.1970

El viernes último, La Nación sospechaba: "El caso Aramburu a punto de aclararse". La Razón, de tarde, fue menos dubitativa: "El secuestro del general Aramburu se estima hoy virtualmente esclarecido". En cuarenta horas, el misterio de cuarenta días (cumplidos el 8 de julio) empezó a ser rasgado por los diarios de Buenos Aires.
La misma Policía Federal se encargaba, el viernes, de fortalecer lo que hasta entonces sólo eran conjeturas periodísticas o informaciones oficiosas (las autoridades, incluido el Juez Raúl de los Santos, se resistieron a suministrar cualquier detalle). Dos comunicados señalaban la bondad de las pistas seguidas, "que permiten aguardar un buen resultado de las investigaciones actuales", y el nombre de los detenidos. Son siete: cuatro se hallan en Córdoba (Carlos Alberto Soratti Martínez, Ignacio Vélez, Cristina Liprandi de Vélez, Luis Alberto Lozada Caeiro), los demás en Buenos Aires: Carlos Alberto Maguid, Nora Nélida Arrostito de Maguid, Ana María Portnoy. Un octavo murió el miércoles: Emilio Ángel Maza, alumno del sexto año de Medicina.
La pesquisa intentaba ahora el arresto de otros inculpados y determinar "la ubicación física" de Aramburu.

EL VUELCO DEL DESTINO
De buenas a primeras, una luz vigorosa iluminaba el sórdido atentado; la oscuridad, la ignorancia, la falta casi absoluta de evidencias, se habían adueñado de este episodio hasta borrarlo de la actualidad. Los amigos de la familia y los simpatizantes políticos de Aramburu se hartaron de solicitar que una Comisión Nacional, dotada de facultades extraordinarias, tomara a su cargo las averiguaciones. Recurrieron, luego, al dinero: 50 millones de pesos viejos por datos firmes acerca del ex Presidente: Jornal do Brasil, de Río, opinaba el martes 7 que el silencio público y oficial sobre el rapto de Aramburu era "una triste demostración de la falta de respeto por la vida humana".
¿Cómo iba a imaginar el editorialista que mientras él escribía, en Buenos Aires se daban pasos en una nueva dirección? No lo imaginaban, siquiera, los propios argentinos, apenas repuestos de dos acontecimientos insólitos: el motín de la Policía rosarina y el asalto a La Calera, un ensayo de guerrilla urbana sin precedentes en la Argentina. Es cierto que los señoritos cordobeses se identificaron, en su operación de julio 1º, como montoneros, y adujeron —para asombro de todos— una fiera militancia peronista. Sin embargo, el uso de un sustantivo no era prueba suficiente para vincular a los muchachos de La Calera y del Barrio Los Naranjos, con los victimarios del ex Presidente. Desde el punto de vista técnico, el rapto de Aramburu fue una obra certera, sin fallas; la toma de La Calera, un rotundo fracaso. ¿Qué necesidad tenían los autores y mandantes del secuestro, de lanzarse a una aventura más?
No obstante, la Policía Federal no desestimó la posibilidad de hallarse ante una sola organización.
El domingo 5, los diarios consignaban la existencia de diez detenidos (en poder del Juez Federal, Marcelo Tomás Barrera), la empeorada salud de Maza y Vélez, ciertas deducciones sobre la literatura requisada. La Razón, que tachó a la célula de nacionalista, añadía esta frase sugestiva: "Puede llegarse a curiosas situaciones [si se ahonda la pesquisa], ya que hasta no hace mucho «los servicios» actuaban dentro de lineamientos de extrema derecha".
El lunes 6, el Juez Barrera declaraba: "Es prematuro referirse a cualquier conexión [con los raptores de Aramburu]". Pero un comunicado de los Montoneros pretendía establecerla: amenazaba con castigar a los responsables de las detenciones "en la misma forma" que al ex Presidente.
El vuelco se insinúa dos días después. El miércoles, a las 10.15, expira en la sala 4 del Hospital San Roque el estudiante Maza; al caer tarde, su cadáver es despachado hacia Buenos Aires, en un avión de la Fuerza Aérea. Entre tanto, los vespertinos suponen que la Policía encontró la máquina de escribir empleada por los secuestradores. Sólo el jueves trasciende la ceremonia lúgubre realizada, la noche anterior, en la Morgue Judicial: el cuerpo de Maza, vestido con uniforme de capitán del Ejército, es mostrado a la esposa de Aramburu, Sara Herrera, y a dos mecánicos del garaje de Montevideo al 1000, donde los raptores embarcaron al ex Presidente en un Peugeot 504 blanco.
En ese trámite nocturno basaron los periodista sus lucubraciones. En síntesis: Sara Herrera "habría" reconocido en Maza a uno de los dos hombres a quienes franqueara la entrada de su casa, el 29 de mayo; el otro, que llevaba uniforme de mayor, "sería" Vélez. Ningún periodista se detuvo a pensar que Maza nunca fue interrogado desde su captura e internación, el 1° de julio: su salud no lo permitía. Tampoco recordaron que los familiares y admiradores del ex Presidente jamás revelaron que los dos falsos militares tenían acento cordobés, tan fácil de detectar. Olvidaron, en fin, que Maza estaba desfigurado por el curso de su enfermedad —perdió unos diez kilos—, y que hay diferencias notables entre el rostro de un muerto y el de un ser vivo.
"Daba miedo", contó uno de los garajistas, Luis Benedetti. Él y su colega, Ángel Viamonte, se pronuncian en forma negativa. Gloria Querciola, de una boutique vecina, y Teresa Lobos, ex sirvienta en lo de Aramburu, sólo observan fotos del cadáver: "Se parecía mucho", según la primera; la segunda advirtió "cierto parecido". ¿Qué dijo la esposa de Aramburu? Según el capitán Aldo Molinari, descubrió "un parecido", sin ir más allá de esa apreciación.
Pero también el miércoles 8, después del mediodía, circula la versión de que dos personas vinculadas con el secuestro están en el Departamento de Policía; el Juez de los Santos pasa allí unas horas. No hay información de ninguna especie. Se insiste, en cambio, en que la máquina de escribir requisada es una Olivetti, "con una particularidad en la letra í". El día siguiente, los diarios hablan de cuatro detenidos, entre ellos un sacerdote. ¿Quién brindó los entresijos a la Policía? Al parecer fue Soratti Martínez, en Córdoba; de acuerdo con otras fuentes, un redactor y fotógrafo del Canal 11, en cuyo laboratorio de Villa Urquiza apareció el negativo de una foto del llavero-medalla de Aramburu. El viernes y el sábado los diarios ofrecieron esta tesis:
La Policía descubre en los efectos personales de Maza un certificado para autorizar el manejo de un Renault Dauphine, gestionado en la Comisaría 49ª de Buenos Aires. El papel y la máquina con que ha sido escrito es idéntico al de los comunicados Montoneros; figura allí un domicilio: Bucarelli al 1700, Villa Urquiza, donde vive el matrimonio Maguid. El lunes 6, Maguid es apresado en el Canal 11, y su esposa en el colegio de Uriburu entre Charcas y Santa Fe, donde trabaja. Marido y mujer, con otras dos personas, robaron del garaje de Emilio Lamarca el Peugeot y la camioneta Chevrolet, utilizados para trasladar a Aramburu desde Montevideo al 1000, hasta la Facultad de Derecho, y desde ese lugar hasta las cercanías del Aeroparque, donde fue trasbordado a un Renault 4L.
Un sacerdote —La Razón arriesga el nombre de Alberto Fernando Carbone— habría facilitado la vigilancia de los movimientos de Aramburu desde el Instituto Champagnat, ubicado frente a su casa (los hermanos Maristas, que rigen esta escuela, negaron que alguno de sus integrantes estuviese mezclado en el rapto). Prestó, además, una sotana a uno de los comandos, para que así vestido distrajera al agente de facción en las inmediaciones. Maza y Vélez son quienes enfrentan al ex Presidente y lo obligan a salir con ellos, so pena de matar a sus nietos y otros familiares. Un tercero los aguarda en el Peugeot. La esposa de Maguid planchó los uniformes; luego se dedica a la distribución de los comunicados. Se ignora el papel de la señorita Portnoy, 20.
Si bien se mira, la historia es demasiado perfecta. ¿Sería auténtica? Vélez tampoco ha sido interrogado, culpa de su gravísimo estado. En cuanto a Maguid, su madre aseguró a los periodistas que inventaron —o recibieron— la historia, que mal pudo su hijo conducir automóviles, "porque no sabe guiar, no tiene auto y padece de una afección a la vista"; su marido, Isaac Maguid, fue funcionario menor durante el Gobierno Aramburu: se pondrá en contacto con Molinari y el general Bernardino Labayru, para "aclarar la posición en que se encuentra Carlos Alberto Maguid, 27, lleva ocho años casado con Nora Nélida Arrostito, 28; en 1969 publicó un libro de versos, Gorrión en la jaula, y su madre asegura que jamás militó en política o religión.
Las informaciones periodísticas adolecen, sin duda, de flaquezas e incongruencias: la definitiva versión oficial habrá de aventarlas. El Juez de los Santos resolvió el viernes conferir a la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Federal y Contencioso-Administrativo, la intervención prevista en la Ley 18670 (subversión), que establece la oralidad en la etapa del plenario. El secuestro de Aramburu, así como los hechos de La Calera, también se encuadran en la de la Ley 18701 (pena de muerte).
A fines de semana, anunciaba Molinari que más de 200 ciudadanos solicitaron, una vez más, la formación de un Comisión Nacional "que lleve las averiguaciones hasta sus últimas consecuencias y no tenga reparos ante la presencia de personalidades de sólida posición económica o con alta graduación militar". De estas palabras se deduce que los familiares y amigos de Aramburu no sólo piensan en los ejecutores del rapto sino en sus instigadores. "Los detenidos son jóvenes, y detrás de los jóvenes siempre hay alguien", comentó Labayru. Molinari recordó los entretelones, nunca develados, del asesinato de John Fitzgerald Kennedy.
Para La Razón, según se ha visto, podrían estar mezclados los servicios. El Economista de julio 3 daba cuenta de una reunión celebrada en casa del mayor retirado Hugo Miori Pereyra. "conflictivo hombre de confianza del ex Ministro del Interior y ex Gobernador de Buenos Aires". Miori "participó el mes pasado en la Utrella Mundial de México, una especie de conferencia internacional del cursillismo. Enterado de las acusaciones vertidas durante su ausencia del país por sectores liberales que le atribuían supuestas vinculaciones con el rapto del teniente general Pedro Eugenio Aramburu, expresó su indignación por ese hecho y por las versiones que asimilaban su viaje a un intento de abandonar el país para rehuir eventuales investigaciones". El Hermano Septimio —a quien otrora solía colocarse entre los allegados al Gobierno Onganía— aseguró a Crónica no tener "la menor relación" con el caso.
También el viernes, al entregar el mando de la Gendarmería a su nuevo director, el titular del Ejército manifestó agudos conceptos. "Creo que constituye un deber destacar muy especialmente que, en contraposición a lo sucedido en algunas instituciones que tienen la misión de garantizar la seguridad pública, que han sido colocadas por la errónea actitud de un núcleo de sus funcionarios en situaciones dispares a las del normal juego de su mecanismo social, la imagen de Gendarmería Nacional ha adquirido vital importancia". ¿Aludió Lanusse a la Policía Federal anterior al 8 de junio?
A la misma hora, un millar de personas acompañaba los restos de Maza —ex alumno del Liceo Militar General Paz— hasta el cementerio de San Jerónimo, en Córdoba. Esa mañana, cuatro individuos habían asaltado la sucursal del Banco del Interior y Buenos Aires en Laguna Larga (54 kilómetros de la capital de la Provincia); se llevaron 27 millones de pesos, que servirán "para vengar a Maza". "Somos montoneros", gritaron al dar el golpe.
El sábado por la tarde, en busca de la ayuda popular, la Policía Federal divulgaba fotografías y filiación de tres actores principales del secuestro: Esther Norma Arrostito, 30, cuñada de Maguid; Mario Eduardo Firmenich, 22, y Fernando Luis Abal Medina, 23, director del operativo. Estos datos corrigen las versiones en boga: Firmenich y Esther Arrostito asaltaron el garaje de la calle Emilio Lamarca, y ambos participaron del rapto, ella como "campana", él vistiendo uniforme policial; Firmenich, además, efectuó observaciones previas, desde un edificio vecino a la casa de Aramburu.
En cuanto a Abal Medina, que "recibió adiestramiento comunista especial en Cuba" (también Esther Arrostito) y fijó la fecha del secuestro para que coincidiera con el primer aniversario del cordobazo, fue quien acompañó a Maza, enfundado en ropa militar.

 

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