Revista Siete Días Ilustrados
30.03.1970 |
A las 10.34 del miércoles 25, cuando el presidente Alfredo
Stroessner estrechaba la mano de su colega argentino en el
Aeroparque capitalino, el país acababa de ingresar en el asombro, en
la segunda mitad de una semana insólita: Menos de 24 horas antes, un
autodenominado Comando de Liberación Nacional capturó a un
funcionario de quinta jerarquía, el cónsul paraguayo en Ituzaingó,
Corrientes, Waldernar Sánchez, en prenda de rescate por dos rehenes
de la policía, hasta entonces desconocidos: Carlos Della Nave y
Alejandro Baldú, aparentemente vinculados con el comando subversivo.
• En la mañana de ese mismo día (martes 24), una operación
espectacular cuidadosamente preparada por Coordinación Federal y la
policía política, culminaba con el descubrimiento de un aguantadero
terrorista en Luján, perteneciente al grupo armado que el 5 de abril
de 1969 asaltó un puesto de guardia en Campo de Mayo.
• Por la noche, un Comet IV de Aerolíneas Argentinas que volaba de
Córdoba a Jujuy pasaba a ser el segundo avión del país capturado por
un grupo comando para el consiguiente desvío a Cuba.
• A todo esto, la provincia de Corrientes colmaba la dosis de
estupor con un ruidoso incidente que culminó en una orden de
detención contra el arzobispo, monseñor Francisco Vícentín, y en un
decreto de excomunión, firmado por éste, contra el cura
tercermundista Raúl Oscar Marturet.
• Por supuesto, nadie percibía noticias como la que se originó en
esa misma provincia a raíz de la designación del profesor León
Horacio Gutnisky como ministro de Educación y Salud Pública, acusado
de malversar fondos por el ex rector de la Universidad del Nordeste.
Es que la repentina precipitación subversiva que anegó las primeras
páginas de todos los diarios también relegó al ostracismo la visita
del presidente paraguayo y su safari, en los lagos del sur
argentino. No sólo eso: ambos mandatarios, durante el almuerzo que
los reunió en la Casa Rosada al mediodía del miércoles, tuvieron que
dejar de lado los temas previstos en una agenda informal (las
suspendidas importaciones de productos cítricos paraguayos en el
mercado argentino, las innecesarias compras de yerba mate a los
productores guaraníes en virtud de burocráticos acuerdos de la
ALALC, y la cada vez más improbable construcción de la represa
energética Saltos de Apipé que suministraría electricidad a ambas
márgenes del río Paraná) para abocarse casi exclusivamente al
estudio de la actitud a adoptar frente al secuestro del diplomático,
una "bomba" capaz de originar imprevistos, ríspidos rozamientos
entre los dos países (ver recuadro con reportaje al canciller
paraguayo, Raúl Sapena Pastor).
Primera secuela: el país pareció quedar a merced de comandos
extremistas. En la tarde del miércoles 25 una bomba de alto poder
hizo volar la mitad del séptimo piso de una casa de departamentos de
la calle Julián Álvarez 2481, donde se suponía que moraba el
dirigente izquierdista Jacobo Tieffenberg, presidente de la
Federación Universitaria Argentina, segando la vida de una mucama de
veinte años e hiriendo de gravedad a otra. El atentado, perpetrado
por un grupo de extrema derecha —a cuyo frente militaría un marino
retirado— que se identificó como Comando de Represión, no sólo
arrojó la primera víctima mortal de la onda subversiva: acababa de
nacer en la Argentina una réplica simétrica del temible Escuadrón de
la Muerte que actúa en Brasil. Hay otras simetrías no menos
alarmantes: el método utilizado por los raptores del cónsul
paraguayo es idéntico al utilizado por los terroristas brasileños
(iniciadores del sistema) en el caso del embajador norteamericano
Charles Burke Elbrick, en setiembre del año pasado y el más reciente
del que fue víctima el cónsul japonés en ese país. Simultáneamente,
el mismo día que Buenos Aires vivió los sobresaltos (la simple
aparición de un cartel tipo "sandwich" en la hipersensibilizada zona
bancaria causó alarmas y corridas), los extremistas de Santo Domingo
lograban el canje de 21 presos políticos por el agregado militar
norteamericano, capturado el martes 24. Pero el caso argentino
aportó una innovación tan imprevista como los propios sucesos:
cuando en la noche del miércoles un comunicado oficial emitido desde
el Ministerio del Interior hizo saber que el gobierno no entraría en
ningún tipo de negociaciones para rescatar al cónsul, por primera
vez el método perdió infalibilidad. Así, el gobierno jugó a un
precio muy alto su prestigio internacional, pero los raptores
ingresaron en un callejón sin salida.
LA ANDANADA
Más allá de la seguidilla de comunicados metidos en retretes de
bares y recintos eclesiásticos el anuncio de cuya existencia comenzó
a azotar a las redacciones en la noche del martes, aparecía cada vez
con mayor nitidez un comando vacilante y sensible a presiones.
Porque el primer plazo anunciado junto con la noticia del rapto
vencía a las 10 de la noche del martes 24. Inmediatamente, a partir
de la prórroga que se extendió hasta la misma hora del día
siguiente, el drama adquirió ribetes de una carrera descontrolada
cuyo signo principal, por parte de los raptores, fue el
aplazamiento. Ello le dio tiempo al gobierno para montar una
contraofensiva en dos frentes: en la tarde del miércoles se inició
una serie de "razzias" en procura de posibles implicados, junto con
una acción concertada de los organismos de seguridad o inteligencia
para la búsqueda sistemática del "aguantadero" del cónsul; el
segundo instrumento puesto en juego fue un ardid: desplazar a la
esfera de la justicia el eje de las decisiones que hasta ese momento
fincaba en el despacho de Juan Carlos Onganía.
Fue el modo elegido por el gobierno para respaldar su decisión
política: no negociar con los extremistas. Con todo, durante el día
miércoles, el oficialismo aún parecía no tenerlas todas consigo: por
la tarde, un alud de versiones aseguraba que también había sido
secuestrado el agregado militar de los Estados Unidos. Pero lo
principal era que los captores reclamaban la libertad de dos presos,
mientras la policía aseguraba que sólo tenía a Della Nave y que el
segundo, Baldú, se hallaba prófugo. Al mismo tiempo, una gestión del
embajador norteamericano John David Lodge parecía comprometer al
gobierno en la búsqueda de una salida negociada. Cuando, al término
de la visita de Lodge, el canciller Juan B. Martín se encaminó hacia
la residencia de Olivos para consultar con el presidente, debió
aguardar durante más de tres horas hasta ser atendido. Juan Carlos
Onganía departió en privado con un grupo de periodistas capitalinos
hasta cerca de la medianoche, sin admitir interrupciones,
cumplimentando una invitación que había sido cursada dos semanas
atrás. AI emerger, por fin, de la residencia, Martín declaró
insólitamente que él se hallaba dispuesto a conversar con los
raptores si ello contribuía a encontrar una solución, "ya que
también son argentinos". El propio gobierno parecía albergar
márgenes de confusión.
EL CERCO
De ahí que la primera actitud de la Cámara Federal, al tomar
conocimiento de que le había sido endilgada la responsabilidad por
el destino de los detenidos, fuera resolver su libertad —en
principio— para posibilitar el canje. Pero a las 3 de la mañana del
jueves (los extremistas habían anunciado una nueva prórroga hasta el
mediodía del 26 que luego se extendió a la medianoche y más tarde a
las 8 de la mañana del viernes, batiendo records de suspenso y
desconcierto) hubo otro vuelco inesperado: en la sede de la
Dirección de Investigaciones Políticas Antidemocráticas el juez
Jorge Luque, titular del Juzgado Nº 3 con asiento en San Martín,
provincia de Buenos Aires, exhibía ante los periodistas una
declaración de Della Nave según la cual renunciaba a ser canjeado,
manifestándose "respetuoso de la justicia y de las leyes de su país"
y el deseo de enfrentar "las eventualidades del proceso". Entonces,
las denuncias de torturas de que habrían sido objeto Della Nave y
Baldú (a este último se lo dio
por muerto) parecieron cobrar cuerpo: Della Nave no fue exhibido en
la conferencia de prensa, mientras su padre era virtualmente
extraído del asedio periodístico por presurosos agentes. Resultaba
contradictorio que un convicto de "conspiración para la rebelión y
el robo", manifiesta actitud de rechazo no sólo de las leyes
vigentes sino del orden constituido, se acoja repentinamente a
ellas. Dos horas después, sin embargo. Della Nave era exhibido ante
las cámaras de televisión.
Lo cierto es que esta vuelta de tuerca desconcertó aún más al
comando del aplazamiento, como se dio en llamar al grupo subversivo.
Los comunicados que afloraron el día jueves se desentendían de los
hechos y amenazaban, en cambio, con iniciar una matanza de "gerentes
de empresas norteamericanas"; una desesperada apelación al absurdo.
Pero en medio del fárrago y la tensión de los sucesos tampoco
quedaban en claro los resultados del espectacular procedimiento de
Luján, que arrojó el descubrimiento de un galpón donde se ocultaban
tres vehículos robados (uno de ellos camouflado presumiblemente para
aplicar un golpe de mano contra la Fuerza Aérea), explosivos,
algunos uniformes de fajina del tipo utilizado en dicha arma y tres
cajas de medicamentos con preparados vitamínicos y 75 ampollas de
morfina, sin que se pudieran practicar detenciones a pesar de que
una nutrida dotación de Coordinación Federal habría acechado las
inmediaciones del galpón desde una semana antes del operativo. Sólo
en el mediodía del jueves 26 se conoció la captura de otro miembro
del grupo, Juan Cibelli, y la identificación de los demás.
Es que la captura de Della Nave, producida seis días antes de que la
noticia apareciera escuetamente sumergida en las páginas interiores
del matutino La Prensa en su edición del martes 24, fue el hilo que
pareció conducir hasta la organización que asaltó el vivac de Campo
de Mayo el 5 de abril de 1969. Entonces, las siglas con que se
identificaron sus autores fue FAP (Fuerzas Armadas Peronistas),
después trasformada en M-5. Pero el comando que capturó al cónsul
responde a las siglas FAL (Frente Argentino de Liberación), con el
agregado de "Grupo Operativo Táctico Emilio Jáuregui" (periodista
ultimado en junio del año pasado en disturbios callejeros). Sucede
que, para algunos organismos de Inteligencia, Della Nave y Baldú
responderían a tendencias de izquierda peronista, mientras que el
FAL encarnaría una clara orientación marxista. Sin embargo, parecía
confirmarse el hecho de que los rehenes pretendidos por los raptores
pertenecen al Partido Revolucionario de los Trabajadores, de
orientación trotzkista. Sea como fuere, lo que resulta claro es que
hay más de un grupo en danza, y tanto la captura y el desvío del
avión, como el reducto lujanero parecían abarcar un espectro de
organizaciones subversivas que buscarían unirse o coordinarse para
la acción armada.
Pero desde la mañana del jueves era evidente que el "comando del
aplazamiento" se hallaba asediado. Poco antes de las 11 sus miembros
reclamaron la mediación del obispo de Morón, monseñor Miguel
Raspanti, quien se aprestaba a intervenir en medio del mayor
desconcierto porque ni siquiera le fueron proporcionadas bases de
negociación. Mientras la tensión cedía paso a una curiosidad entre
dramática y deportiva, la Cancillería albergaba una reunión entre el
ministro del Interior, el jefe de Policía, general Mario Fonseca, el
coronel Luis Máximo Premoli y el dueño de casa —motivo: la variante
surgida con el obispo de Morón— que se prolongó hasta bien entrada
la noche del jueves. El "comando", a todo esto, había incurrido en
errores desde el primer instante. Waldemar Sánchez era víctima por
equivocación: el verdadero objetivo de los terroristas había sido el
cónsul general del Paraguay, Mauro González, a quien éstos
calificaban como "activo miembro de la CIA". Al cierre de esta
edición de SIETE DIAS se aguardaba, con expectativa, el resultado de
la gestión de monseñor Raspanti, última alternativa de los
secuestradores.
NUNCA ES TARDE PARA ACTUAR
Minutos antes de ocupar el asiento 9 B en el aparato de Braniff que,
en la mañana del jueves 26, lo llevaría de regreso a su patria, el
canciller paraguayo Raúl Sapena Pastor fue reporteado, en forma
exclusiva, por SIETE DIAS:
—¿Qué novedades tiene sobre el secuestro del cónsul?
—Si no lo sabe usted, que es periodista ... Las últimas noticias las
leí en los diarios y son del dominio público.
—¿Cree en la posibilidad de que Waldemar Sánchez sea ejecutado, de
mantenerse la decisión del gobierno argentino?
—No creemos que le haya ocurrido nada, ni que le ocurra, aunque
venzan los plazos fijados. Por lo demás, sería insólito que un grupo
que se llame de "liberación" presione sobre el gobierno argentino
con algo tan grave, que afecta a un ciudadano inocente de otro país
a quien no se puede culpar de nada.
—¿Qué actitud tomaría el gobierno paraguayo de mantenerse la
negativa del gobierno argentino y se ejecuta a Sánchez?
—No podemos adelantar nada al respecto. Tampoco prever nada, cuando
se están barajando cien posibilidades. Pero, en cualquiera de los
casos, es un problema argentino, no internacional.
—Este episodio, en la forma en que está planteado, ¿puede acarrear
problemas de política internacional a su país?
—Creo que no, pero es; imposible predecir nada definitivo.
—¿El gobierno paraguayo ha iniciado por su cuenta algún tipo de
gestión, al margen de las realizadas? ¿Por ejemplo, conectarse con
los raptores del cónsul?
—De ninguna manera. Le repito que este es un problema que le incumbe
al gobierno argentino; él tiene que resolver sobre los hechos
ocurridos, cuidando que no haya lesión para ciudadanos paraguayos.
—¿Es el primer caso de secuestro que sufre su país?
—No es el primer intento. Es el primero que se concreta.
—¿El presidente Stroessner habló con el general Onganía sobre el
tema?
—Casi con seguridad. Pero, si han acordado algo, no podría decir
nada. Es una decisión político-gubernativa del más alto nivel.
—La actitud del gobierno argentino ¿fue consultada con el gobierno
paraguayo?
—Fue una decisión argentina.
—¿Qué ocurriría si ejecutan al cónsul?
—Obligaría a ambos gobiernos a tomar medidas drásticas.
—¿Por ejemplo?
—La calificación de drástica es suficiente.
—¿Por qué cree que se eligió secuestrar a Sánchez?
—Para presionar al gobierno argentino durante la visita de
Stroessner.
—¿Qué opina de la subversión en América latina?
—Las transformaciones que está sufriendo todo el mundo determinan
que se cometan algunos excesos. Yo no pienso que lo que ocurre sea
el resultado de una crisis, ni que ésta sea la forma de solucionar
los problemas de la democracia.
—¿No pensó en aplazar su regreso, luego del secuestro?
—No. Yo aquí no podría ayudar en nada. Tengo tiempo de actuar desde
el Paraguay mucho mejor que desde aquí.
—Quizá, en este caso, su ayuda llegue demasiado tarde.
—Nunca es tarde para actuar. Tengo fe en que este asunto se va a
resolver en forma favorable.
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Monseñor Vicentin:
un ruidoso affaire |
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