Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


EN BUSCA DE PERSONALIDAD
Sylvia Kersenbaum
Revista Periscopio
12.05.1970

 

Como en los folios de alguna vieja abadía, La Nación de Buenos Aires asentó en su edición del 3 de noviembre de 1958 el bautismo de la recién nacida. "En el Concierto número 1 de Beethoven —rezaban los textos de la liturgia— se ha podido apreciar en calidad de solista a una joven instrumentista cuyas dotes, manifiestas en modo inequívoco, nos permiten incluirla entre los más serios valores pianísticos de su generación." El documento registraba la primera actuación pública de Sylvia Kersenbaum, una egresada del Conservatorio Nacional y de los claustros del más afortunado hacedor de pianistas que tuvo la Argentina: Vicente Scaramuzza. Era la aparición de una adolescente alta, delgada, de gesto reconcentrado, que volcaba sobre el teclado una elaboración técnica y temperamental que difícilmente podía sospecharse en su magra figura.

A 12 años de distancia el retoño floreció. Cuando dejó el país en 1966, becada por el Gobierno italiano, alentaba el propósito de seguir estudiando, "pero por encima de todo, vivir Europa, que es la mejor enseñanza que puede recibir un artista, sobre todo cuando es joven" —subrayó Sylvia cuatro años después, ya de vuelta, para debutar en el Colón y rendir el segundo examen de su carrera: una prueba de fuego que superó anoche con la Filarmónica y Pedro Ignacio Calderón.

En casi un lustro de vivencias europeas, Sylvia Kersenbaum transitó por las aulas veteranas de la Academia Santa Cecilia de Roma, donde trabajó bajo el ala del vecchio Carlo Zecchi. También asistió a los cursos de la Academia Chigiana de Siena. En Ginebra trabajó más tarde con Nikita Magaloff, un maestro que ya probó la fibra de los pianistas argentinos cuando, entre otros casos, condujo a Martha Argerich antes de su consagratorio Premio Internacional. Pero las vivencias de Sylvia no se limitaron a las gimnasias académicas. Aceptó el reto de su juventud y se comprometió con su vocación de pianista. Tocó en Berlín y en Viena, en Madrid, en casi toda Italia, fue invitada a las Semanas Haydn, que tuvieron como marco espectacular la sala de espejos del Palacio Esterhazy en Eisenstadt, cerca de la frontera con Hungría, de donde es oriunda su familia paterna.

Su primera experiencia internacional es un anticipo de su futuro. En noviembre próximo volverá a repetirla: ha firmado contrato para tocar en Roma, Viena y más de 20 ciudades españolas. En Alemania la esperan para el 72. Toda una bola de nieve que se agranda y avala el prestigio que están cobrando los pianistas argentinos. Una realidad que consignó el diario Unterhaltungs Blatter de Zurich: "Es notable el número de jóvenes y calificados artistas argentinos que en los últimos años conquistaron al público europeo. Después de Argerich, Gelber, Barenboin, hay que agregar el nombre de Sylvia Kersenbaum, que en su debut en Zurich obtuvo un resonante éxito".

Primero, el bautismo. Ahora es la confirmación. Una línea trazada que está en marcha y espera. "Hay muchos pianistas —memoró la semana pasada—, pero faltan personalidades." Un teorema que roza el enigma y que sólo el tiempo, por auspicioso que sea, podrá dilucidar como lo viene haciendo hasta ahora.

 

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Sylvia Kersenbaum
Sylvia Kersenbaum: las cosas la decide el tiempo


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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