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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


Agustín Alezzo entre bambalinas

Agustín Alezzo es un hombre de teatro, no solamente porque así lo atestigua su trayectoria como director y actor, sino porque además lo definen su carrera de maestro de actores, su manera de vivir, rodeado de amigos actores, y su propia casa: decorada, acomodada de tal manera que al entrar en ella uno no puede menos que recordar una puesta en escena o un rincón cualquiera de un teatro, entre bambalinas. Agustín Alezzo es joven, sin embargo es quizá uno de los dos o tres directores teatrales más reconocidos y requeridos de la actualidad. Es también un hombre de ideas, más que de confesiones personales, acepta el diálogo siempre que las preguntas sean precisas y responde de una manera también precisa, a veces excesivamente rigurosa. Dice, por ejemplo, respondiendo a una pregunta sobre el fenómeno de las escuelas teatrales que aparece como acentuado en los últimos años: "No, siempre el teatro fue un fenómeno que interesó a los jóvenes". O dice cuando se le pregunta por un actor que admira: "Marlon Brando", y deja que el interrogador se quede pensando.

Revista Mercado
5 de febrero de 1981

un aporte de Riqui de Ituzaingó

 

 

 

Alezzo dirige como maestro su propia escuela de teatro en Córdoba y Jean Jaurés donde asiste más de un centenar de alumnos en los diversos años. Ha conseguido distinciones como actor y director mientras estuvo radicado en Perú dos años. Ha obtenido éxitos tan meritorios como el haber trabajado dirigiendo a Alfredo Alcón en Las brujas de Salem y luego a la actriz Hedy Crilla, quien fuera precisamente su maestra durante casi seis años. Su último éxito, "Sólo ochenta", se mantuvo dos años en cartel y su último trabajo al que él define como "fracaso o no logrado" fue 'Llegó el plomero'. Aunque para Alezzo sigue importando el futuro: "Este año haré las dos cosas: seré actor y en otra obra director".
Convaleciente de una operación no demasiado complicada, todavía más predispuesto a recuperarse que a elaborar teorías acerca de su trabajo o del teatro, no obstante se dio ánimo para el diálogo.
MERCADO —En muchos comentarios acerca del teatro y de las escuelas se hace unánime la idea de que han proliferado los alumnos, las clases, y los maestros de teatro. ¿Es cierto esto, por qué?
ALEZZO —¡Qué rara esa apreciación! El fenómeno existió siempre. Yo recuerdo que para entrar a estudiar teatro tuve que pasar una selección y finalmente ingresamos 55 alumnos, nada menos. Y esto sucedía en 1955. Creo que el teatro siempre ha prendido fuertemente en la juventud. Los motivos pueden ser diversos: o porque quieren ser estrellas; o porque llegan a él a través del psicoanálisis; o, sencillamente, porque tienen una vocación real.
MERCADO —En su caso, Alezzo. ¿Por qué se dedicó al teatro?
ALEZZO —Porque sentía deseos desde muy chico. Mi familia me llevaba a ver mucho teatro y por eso me sentía inclinado a meterme en esa atmósfera. Cuando empecé tenía 17 años y tuve como compañeros a Augusto Fernández, actualmente dirigiendo en Alemania
y a Pepe Novoa. Sin embargo mi verdadera carrera comienza cuando me encuentro con Hedy Crilla, mi maestra. De ella aprendí todo lo que después empecé a usar como actor y director.
MERCADO —Sería interesante que usted pudiera definir qué considera ser actor y qué director.
ALEZZO —Son cosas diferentes y ninguna es más o menos que la otra.
MERCADO —Pero, digamos, ¿cómo describiría usted a un buen actor?
ALEZZO —Habría que determinar dos características: una, la de los actores que trabajan con su personalidad; otra, la de los que hacen trabajos de composición. Entre los primeros hay muy buenos actores, tomemos un caso: Paul Newman. Entre los segundos pongamos otro caso: Alec Guinnes. Ambos son excelentes, cada uno actúa de diferente manera. Guinnes puede desdoblarse con facilidad desde y hacia cualquier personaje. Newman cuando actúa trasciende por su carácter, por su innata personalidad.
Entre nuestros actores, Federico Luppi está entre los que componen sus personajes; Alfredo Alcón, entre los que le imprimen carácter personal.
MERCADO —¿Y en cuanto a la dirección teatral?
ALEZZO —Yo nunca pensé en ser director, más bien fue un proceso, una evolución personal que atribuyo a la influencia que ejercieron sobre mí, tanto Crilla como Carlos Gandolfo. Un director de teatro no es lo mismo en la Argentina que en Estados Unidos, por ejemplo. Allá es el productor el que imagina, el que prepara, el que concentra todo el proyecto de un espectáculo. El director teatral es contratado después, cuando ya ha sido elegida la pieza, el elenco, la sala, el vestuario. Lo único que hace es vender su talento para lograr que ese espectáculo tenga coherencia. Aquí en Buenos Aires, el 95 por ciento de los casos requiere un trabajo total del director no del productor, que sólo pone el dinero. Aquí yo elijo mi elenco, mis colaboradores, pienso y elijo la obra que conviene, etcétera. Esta diferencia tiene una ventaja con respecto a la profesionalidad de los norteamericanos: nosotros imaginamos, pensamos el espectáculo en su totalidad. El director es el responsable, no el productor de teatro que, en general, no tiene por qué saber nada.
MERCADO —Es evidente que en la última década la función del director teatral ha adquirido otra valorización. Es como si en el teatro estuviese sucediendo lo mismo que en el cine, donde puede identificarse una película por el nombre del director antes que por el del actor.
ALEZZO —Sí. Hay una tendencia en el teatro moderno a realzar la importancia del director. En Europa, principalmente en Alemania, las obras se publicitan en base al nombre del director. Eso no disminuye en absoluto la importancia o la influencia que pueden tener los grandes divos, que aun en declive, suscitan la admiración del público en especial.
MERCADO —¿Existe un cambio visible, definible, entre el teatro que se veía hace veinte años y el actual?
ALEZZO —Usted seguramente se plantea si este nuevo teatro, donde impera sobre todo la imagen, es una novedad. Yo recuerdo que hace veinte años eso ya se veía. Es cierto que la importancia que ha adquirido la imagen, el movimiento del actor sobre el escenario, los recursos visuales, han transformado e inquietado aparentemente el movimiento teatral. Pero sigo creyendo que el teatro es sobre todo el texto, el autor. Sin buenos autores no hay buen teatro. Y creo que hay una carencia de autores en todo el mundo. La realidad es que no aparecen obras significativas y que seguimos nutriéndonos de las clásicas, de las que el tiempo ha dejado como perennes.
MERCADO —Es curioso lo que usted plantea. En nuestro país, por ejemplo, hay por lo menos una excelente narrativa, una cuentística y novelística valoradas internacionalmente. ¿Por qué esa ausencia de nombres en la dramaturgia? Es decir de los nombres que aparecen en la narrativa literaria.
ALEZZO —Yo también me lo pregunto. ¿Por qué ni un Borges, ni un Sábato, ni un Cortázar, por citar a los más célebres, han escrito para teatro? ¿Es que les resulta difícil, árido, menos prestigioso? Yo no lo sé. Es posible que escribir para teatro requiera un conocimiento previo y profundo del teatro. No es casual que grandes autores de obras de teatro hayan sido actores u hombres emparentados con la tarea teatral. Allí están Shakespeare y Moliere. Y entre nosotros el más grande dramaturgo fue un hombre de teatro: Armando Discépolo.
MERCADO —¿En el aspecto económico es el teatro, ya sea para el actor o director, un medio que da beneficios? ¿Se puede vivir del teatro y para el teatro?
ALEZZO —Yo, personalmente, vivo de mis clases teatrales. Aunque he tenido éxitos como Las brujas de Salem o Sólo ochenta, nunca he ganado sino lo que obtiene un buen empleado, a veces menos. El otro día me enteré de que un miembro del elenco de uno de los sucesos de la temporada, El diluvio que viene, gana mensualmente dos millones de pesos. Quizá un divo como Alcón pueda obtener un porcentaje adecuado, pero nunca los beneficios que obtiene una vedette del Maipo o un cómico de televisión. Es por eso que a un director teatral le resulta difícil formar un elenco. Los actores jóvenes tienen que vivir y entonces recurren a la televisión. Después quieren que el teatro les pague más o menos lo mismo y eso los hace desertar del teatro.
MERCADO -Tema: la televisión. Usted opine.
ALEZZO —Ponga que me parece abominable actualmente. Ahora, como elemento técnico, como posibilidad cultural y periodística, me parece interesantísima. Quiero aclarar algo: la televisión no es un elemento, un medio artístico. No se le puede exigir lo que se le exige a la literatura o a la plástica. Es como un periódico: a nadie se le ocurre que una noticia policial o política tenga vuelo poético o plástico. Eso no quiere decir que hay un límite de tolerancia, de dignidad, de solvencia aun en lo meramente informativo.
MERCADO —¿Existe un público teatral importante en Buenos Aires? Generalmente, en los últimos tiempos se habla de crisis del espectáculo teatral.
ALEZZO —Este año fue bastante alarmante la escasez de espectadores.
MERCADO —¿Fue incidencia de la calidad de los espectáculos, de que hay más variedad de entretenimientos?
ALEZZO —Creo más bien que el teatro por sus altos costos incide negativamente en el precio de las entradas. Una entrada al teatro cuesta tres veces más, a veces cuatro, que la de un cine. Salvo los teatros de revistas, que siempre tienen un público permanente, los demás se vieron escasos de público. De todos modos tampoco la calidad de los espectáculos de Buenos Aires guarda equilibrio con la gran cantidad que se exhiben. Quizá, nuestra ciudad, fuera de Londres, París, Nueva York, sea la que más espectáculos tenga en cartel. Hay otro motivo: creo que muchos intelectuales que emigraron del país eran público de teatro.
Y también hay otra cosa: la televisión ha creado la falsa idea de que el teatro es como lo que allí se ve.
Y mucha gente desiste o no se siente atraída si tiene que molestarse para eso.
MERCADO —¿Pero cómo sabe un espectador común si la obra que se va a dar es buena, es digna, es seria?
ALEZZO —Aquí el año pasado se dio una de las mejores obras que yo he visto, dirigida por Gandolfo. Se le hicieron pocas críticas. Tampoco se la publicitó. Creo que el público no obtiene la información debida. Además, el teatro exige una inclinación, una elección y eso es un problema cultural, como el del ir a un concierto o leer un poema. El público de revistas no necesita ni informarse ni leer acerca de un autor, ni de una obra, ¿no?
MERCADO —¿Se puede predecir, elaborar un éxito en teatro? ¿Es posible que una gran producción tenga asegurada esa posibilidad?
ALEZZO —Yo podría hablar de grandes fracasos, de grandes nombres y aun de grandes producciones. Dejémoslo. Nadie puede predecirlo. A veces uno intuye que la obra está lograda ya en los ensayos. Pero, ¿y cómo responderá el público? Además los resortes que empujan un éxito no son siempre los mismos. Alguien puede argüir que una obra es actual porque trata sobre los rehenes de Irán o porque tiene tal ingrediente de sexo o violencia o desenfado; puede pensar que fue el trabajo de tal actor o de tal actriz o porque la escenografía fue revolucionaria. Sin embargo, basta tratar de imitar ese éxito para que el intento fracase. Por eso toda puesta es un riesgo. ¿Quién iba a imaginar que 'Boda blanca' iba a tener el éxito que obtuvo? Ni los propios autores. Las causas de un éxito no son siempre las mismas.
MERCADO —¿Cuál es el método teatral que usted sigue?
ALEZZO — Stalivnasky; aunque no ciñéndome estrictamente a reglas, sino en forma cambiante como él mismo propuso. Además, todo maestro impone sus propias convicciones, las adecúa.
MERCADO —¿Y cuál es para usted el mejor actor?
ALEZZO —Marlon Brando
MERCADO —¿Y qué es el buen teatro?
ALEZZO —Un buen autor, un buen actor, un buen director. Agregue: un buen público. 
Orlando Barone