Revista Confirmado
08.09.1969 |
Hace 18 años, y sin que mediara inauguración oficial alguna, Canal 7
de Buenos Aires trasmitió las primeras imágenes televisivas que
recuerde el país. Estos primeros tanteos se consumaron en junio de
1951; cuatro meses más tarde —durante los festejos del 17 de octubre
en plaza de Mayo— la emisora estatal orquestó su primera trasmisión
de importancia. A partir de ese momento la¡ TV local experimentó una
evolución sin parangones en la historia de las comunicaciones de
masas en la Argentina. Los cuatrocientos aparatos sintonizados en la
Capital y Gran Buenos Aires el 17 de octubre del 51 treparon a 650
mil en 1958, a 2.100.000 en 1963, hasta llegar a los 3.758.000 que
funcionan actualmente; es decir que el 92 por ciento de los hogares
instalados en la Capital y alrededores cuenta con televisores. Este
aluvión de minipantallas plantea varios interrogantes; los más
vitriólicos se descargan sobre los posibles riesgos que puede
acarrear al grupo familiar. Se acusa a la TV de conspirar contra la
comunicación hogareña, de malformar culturalmente a los niños, de
adormecer el intelecto de los adultos... Para respaldar esas
andanadas se esgrime la programación que ofrecen los cinco canales
(2, 7, 9, 11 y 13) que actualmente funcionan en el área
metropolitana. Las acusaciones apuntan a la especulación de los
directivos de la TV, quienes, exclusivamente preocupados por el
rating, eluden lanzar programas no tradicionales por temor a perder
público. Analizando las estadísticas confeccionadas por el Instituto
Verificador de Audiencias IPSA durante el pasado mes de julio, se
advierte que esa hipótesis no es tan infundada. De los veinte
programas más vistos en dicho lapso por los televidentes de Capital
y Gran Buenos Aires, cinco fueron cómicos, cinco shows, cuatro
entretenimientos, tres teleteatros, dos series fílmicas y un
informativo. En cuanto a los presuntos perjuicios que la televisión
entraña al núcleo familiar, los expertos en relaciones humanas
tratan de deslindar el problema. "La TV puede llegar a ser
perjudicial en la medida que en la misma familia no exista una buena
comunicación —juzga el psicólogo Jaime Bernstein, 51, dos hijos, ex
profesor en las universidades de Buenos Aires y del Litoral—. No se
puede responsabilizar a la televisión de generar problemas
familiares; éstos dependen exclusivamente de factores humanos". Para
confrontar los puntos de vista que, sobre esta cuestión, esgrimen
los profesionales directamente vinculados a la TV, SIETE DIAS reunió
los doce testimonios que siguen.
Dora Acosta
(34, dos hijos, actriz cómica)
Todo lo contrario: la televisión es el medio de difusión cultural
más importante con que cuenta el país. Actualmente los chicos están
mucho más enterados de lo que sucede en el mundo y sus alrededores
gracias a sus servicios; esta ¡impresión la recojo de mis propios
hijos: la TV los ayuda muchísimo. Los padres de hoy no disponen de
muchas horas para dedicarles a los pequeños, y aunque la televisión
no reemplace su presencia les presta una valiosa colaboración desde
el punto de vista educacional.
ELBA VILLAFAÑE DE MOLINA. CHUNCHUNA
(32, dos hijas, modela publicitaria)
Todo está condicionado a la actitud que cada persona manifiesta
hacia la televisión. Hay programas horribles, que no merecen verse,
y otros que, por el contrario, apuntalan las virtudes de ese medio
de comunicación. Si uno se lo propone seriamente, no es difícil
seleccionar espacios dignos de presenciar; muchos de los dedicados a
los chicos, que se difunden por la mañana, pertenecen a esta última
categoría. En otro orden de cosas, pienso que la calidad artística
que ofrecen los canales porteños está en pleno ascenso. Un fenómeno
que también se advierte en las campañas publicitarias que presentan
cortos de innegable calidad cinematográfica.
MANUEL DE SABATINI
(49, casado, director y actor teatral)
Todo depende de la educación de los telespectadores; es decir, de su
capacidad para discernir acerca de los programas que les convienen.
Muchos espacios televisivos rozan la más barata cursilería, como,
por ejemplo, los teleteatros. Uno de los riesgos más temibles que
entraña la TV es que en numerosas familias ha reemplazado el
diálogo, muy común en la sobremesa, por la voz de quienes aparecen
en esa pequeña pantalla instalada en algún rincón del comedor. Claro
que la culpa de esta situación no recae sobre la televisión, sino
sobre el público que no sabe dosificar el tiempo que debe dedicarle
a sus programas favoritos; una vez que esta aberración se corrija
todos comprenderemos que la TV es el medro de comunicación más
importante de los últimos tiempos.
GERARDO SOFOVICH
(32, un hijo, productor de los programas El botón y Domingos de mi
ciudad, que difunde Canal 9)
La televisión es como el fútbol, el cine o cualquier espectáculo.
Hay programas que merecen verse; otros, decididamente no. En nuestro
país, la TV está en pleno desarrollo, tiene cada vez mayores
posibilidades de extender su radio de acción, de llegar hasta los
más lejanos rincones del país. Por supuesto, existen programas
negativos, especialmente cierto tipo de series filmadas. Pero no hay
que olvidar que el elemento clave para graduar la cantidad y calidad
de lo que merece verse es la actitud de los espectadores. Si esto
falla, se corre el riesgo de que cada espectador se trasforme en un
sub-hombre, en un autómata al servicio de una pantalla.
LUIS CLUR
(47, cuatro hijos, director del departamento Noticieros de Canal 11)
No. Este medio de comunicación bien conducido no tiene que ser un
opio. La televisión es un canal de información y entretenimientos.
Cuando informa elevando el nivel de la audiencia y entretiene con
sentido estético y moral cumple con su cometido. Su importancia como
medio de comunicación es innegable; la prueba más evidente radica en
la llegada de los astronautas a la Luna; ese día yo me formulé esta
pregunta: ¿Qué es más trascendente, el alunizaje o la trasmisión
realizada por televisión? No obstante pienso que, en función del
rating, la TV está descuidando elementos esenciales —información y
difusión cultural—, llegando al entretenimiento por vías chabacanas
—el teléfono, por ejemplo, en ciertos espacios que obsequiaban
automóviles y otras yerbas—, un lamentable recurso al que, como
única y digna excepción, Canal 11 nunca apeló.
LIBERTAD LEBLANC
(30, divorciada, una hija, actriz)
La TV, como entretenimiento bien graduado, no es nociva. Sin
embargo, pienso que es absorbente: hay gente que permanece todo el
día frente al aparato, dejando de lado otras actividades más
importantes como leer y pensar. Prácticamente, yo no veo televisión,
salvo en esos días en que me siento un tanto despistada; entonces
sí, me paso horas y horas frente a la pantalla. Con respecto al
nivel de la televisión, y comparándolo con el que se observa en
otros países pienso que es bastante bueno. No soy de las madres que
cuidan puntillosamente los programas que presencian sus hijas; el
problema no reside en las características de los espacios
televisivos sino en el tiempo que se permite a un chico estar
inmóvil frente al aparato.
(62, un hijo, humorista)
En la Argentina la televisión provoca una situación contradictoria
respecto a otros países, especialmente los europeos. Aquí el público
dirige el destino de la TV, por medio del rating; los que hacen
televisión viven preguntando a los telespectadores: ¿Qué les gusta?
Se vive apremiado por la necesidad de conquistar audiencias. Otra
antinomia de la TV que muestra el fondo del problema es lo que
ocurre con los comerciales: tienen un lenguaje moderno y trasmiten
sus mensajes obteniendo cosas extraordinarias. Así es que salen al
aire programas que parecen concebidos hace 50 años, acompañados por
comerciales muy actualizados. En esto se advierte un contrasentido
del comerciante. Antes, sin embargo, existían avisadores que
prohijaban programas excelentes. Esto no es todo: los programas
culturales de la TV local fio son suficientes y los que hay no son
buenos. Esto también tiene una explicación: los hechos culturales
que produce la televisión no son promocionados ni tienen la
continuidad necesaria.
DAVID STIVEL
(38, dos hijos, director integral de programas de TV,
La televisión en sí misma no es ni buena ni mala. Todo depende de
cómo se la utilice. Resulta formidable, por ejemplo, como medio
periodístico. Pero la forma en que se la emplea en nuestro país ni
siquiera podría llamarse desequilibrada: la cantidad de programas
chatos y burdos es abrumadora. Esto no quiere decir que sus
programas deban ser totalmente culturales, sino que permitan al
público situarse en realidades auténticas.
GUILLERMO LAZARO
(35, tres hijos, conductor del programa Buenos días, mucho gusto,
que difunde
Canal 13)
Pienso que no. La televisión puede provocar efectos similares a los
de ciertas drogas que, empleadas en determinadas dosis, sirven como
curativo, y en otras, como veneno. Lo pernicioso de la TV radica en
que muchas veces está subordinada al rating, como si éste
justificara todos los medios. No obstante este inconveniente, la
calidad de las producciones es aceptable. Si bien considero que
todos los espacios no deben dedicarse a temas didácticos, creo que
es necesario elevar el nivel cultural de la audiencia. En cuanto a
los menores, no pienso que la televisión los perjudique: actualmente
ellos están mucho más informados que en otras épocas y pueden
recibir ciertas novedades con naturalidad. Hoy, pibes de seis años
describen un cohete y su trayectoria hacia la luna y nadie se
mosquea. La TV llega a dañar la integridad física y psíquica de los
chicos cuando los padres permiten que permanezcan demasiado tiempo
frente a la pantalla.
EDUARDO LUIS CASTIGLIONE
(45, un hijo, director del noticioso Redacción 7, que se difunde por
Canal 7)
Todo depende de la programación. La TV, en sí misma, es uno de los
medios de comunicación más perfectos de una sociedad organizada. Si
se la sabe aprovechar, aporta instrucción, información,
entretenimientos. De lo contrario sólo destila opio, aburrimiento e
incomunicación. Los principales responsables de esa última
(posibilidad son los directivos y funcionarios de los canales que
tienen en sus manos la elección de los programas.
MIGUEL CALO
(63, tres hijos, director de orquesta típica)
No. En ningún momento la TV puede llegar a opiar. ¿Quién puede
asegurar que la música, el canto y la alegría perjudican al público?
Las mujeres, sin embargo, han sentado malos precedentes: se pasan
horas y horas frente a la pantalla, y eso no es aconsejable.
ANDRES REDONDO
(39, uruguayo, casado, actor cómico)
El nivel de la televisión argentina es muy digno y está por encima
del que se advierte en otros países latinoamericanos. Posiblemente
no sea el óptimo, pero no hay que olvidar que la TV, como toda
empresa, trata de realizar buenos negocios de acuerdo con la oferta
y la demanda. Lamentablemente se subestima la capacidad del público
ofreciéndole cosas supermasticadas. El programa en el que trabajo
(Jaujarana) se planea considerando que el nivel intelectual del
telespectador no es bajo, sino superior al que se piensa. Otro de
los aspectos negativos de la televisión es que coartó, en numerosos
hogares, la comunicación familiar. El síntoma de este descalabro se
detecta cuando un padre chista para que le dejen escuchar el
noticiero y la madre pide silencio para no perderse la última
entrega del teleteatro. Sospecho que la televisión va a recorrer el
mismo camino que transitó el cine; este último se ha convertido en
un elemento vital, polémico, portador de mensajes. en algún momento
la TV alcanzará esa dignidad.
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