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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


José María Paolantonio
Apuntes de un director de televisión

La incorporación de un hombre de cine y teatro a la televisión no es habitual. Tampoco si los canales transitados anteriormente por este hombre le conferían una etiqueta intelectual. Además está el éxito obtenido durante 1980 dirigiendo los programas especiales interpretados por Osvaldo Terranova cuya repercusión convirtiera al veterano actor en la revelación de la temporada. José María Paolantonio, el director en cuestión, surge de la mañana a la noche en un medio donde hasta ayer era un desconocido. Los interrogantes que puede plantear esta incursión que se prolongará otra vez este año con la producción de cinco especiales basados en autores argentinos como Bioy Casares o Mallea, por ejemplo, son interrogantes así: ¿Es posible hacer buena televisión? ¿Puede un intelectual entrar a la televisión y aportar su experiencia sin contaminarla? ¿Cómo se produce y en qué condiciones este aporte? A todos ellos tratará de responder Paolantonio a través de la charla. Para él mismo no deja de ser casi una sorpresa su incorporación a este medio: "De todas las artes que ambicioné o intenté o soñé hacer, la televisión era la más ajena, la que más lejos de mí estaba".

Revista Mercado
30 de abril de 1981

un aporte de Riqui de Ituzaingó

 

 

 

 

Es lógica esta reflexión: Paolantonio, nacido en Santa Fe, abogado de profesión inicial, fue y es, sobre todo, un hombre de teatro y también de cine. "Dirigí mi primera obra en Santa Fe a los quince años y desde entonces nunca dejé de hacer teatro. Aun cuando me fui a trabajar al exterior, continué ligado a él en Caracas y luego en Europa bajo las órdenes de Linsay Kemp." Anteriormente organizó en el desaparecido Instituto Di Tella la parte de extensión cultural en los años 68 al 72. Luego hizo cine: es autor del libro y dirigió la película "Quebracho" y escribió y encabezó la producción de la película "La Raulito". "Mi último trabajo fue 'La película', después el 'Rodrigazo' y la crisis apuraron mi frustración y mi desaliento frente al cine." Ahora la televisión parece haberle devuelto otras motivaciones: las repercusiones de "Mateo" y "Yo he visto a Dios", programas dirigidos por él, acentuaron su prestigio en un medio al que él durante el diálogo calificará sin eufemismos de "consumista", "industrial" o "fugaz".
MERCADO -¿Podría contar cuáles son las diferencias que usted ve como sustanciales o cuáles son los impactos más difíciles de asimilar en este traspaso de la dirección teatral o cinematográfica a la de televisión?
PAOLANTONIO -Sí, dos: una, el acoso del tiempo; la otra, la fugacidad. Y quizá una tercera, la diferencia entre un equipo permanente de trabajo como se hace en el teatro o el cine, contra lo impersonal de una planta de televisión.
Cuando me propusieron trabajar en este medio yo no sabía nada acerca de él, nada en profundidad, desconocía la cara oculta de le televisión. En una palabra: no tenía oficio. Terranova fue el que me sugirió ante las autoridades de ATC, así que tuve que crecer aceleradamente, a golpes. Uno de esos golpes fue el enfrentarme con la premura de este medio que ha hecho una sentencia de esta frase: Si no está listo para ayer, es tarde. Me ha costado aceptarlo y he tratado de hacer una semiadaptación. Es decir, cumplir con esa premisa inevitable y a la vez mantener ese ritmo sin descuidar la profesionalidad, el esfuerzo en profundidad; esa manera de trabajar, que tanto a Terranova como a mí nos vienen de nuestra experiencia teatral. Para que esto fuera posible nos ayudó la característica de estos especiales que nos permiten, caso único, ensayar tres semanas y grabar durante una, que es lo más prolongado que se conoce.
MERCADO -Si se le propusiera hacer tiras diarias, ¿cómo encararía el trabajo?, ¿podría seguir sosteniendo esas modalidades?
PAOLANTONIO -No, claro. Pero por eso mismo yo no haría nunca una tira diaria. Es un problema de elección personal. Creo que una tira diaria es, por naturaleza, superficial. Tiene que ser así: entretenimiento puro, sin ninguna sustancia. Hay directores que son eficientes en este tipo de programas, pero eso no altera lo que afirmo acerca del contenido. Quiero retomar un poco mi enfrentamiento con la premura; quiero decir como contrapartida, que ese choque me sirvió para ganar en el ejercicio de mi función más experiencia en un año que durante toda mi vida en el teatro. Uno acá en este canal de ciencia ficción se hace a la idea de que es lo más parecido a lo que debieron ser aquellos gigantescos estudios de Hollywood de la época dorada. Es como una fábrica, de aquí salen productos industriales que como tales tiene que estar bien hechos, a bajo costo, competir con otros productos en el mercado, etcétera. Si hasta los que trabajamos aquí lo hacemos como en una gran planta industrial.
MERCADO -¿Usted quiere decir, sin la intimidad, sin la afinidad
grupal o conceptual que existe entre los integrantes de un proyecto teatral o de cine?
PAOLANTONIO -Sí. Aquí hay que aceptar que no existe eso del equipo permanente. Aquí el utilero que clava un clavito en un decorado de mi puesta, al rato está en otro estudio en otra obra, con otro director. Todo es rápido, fugaz, impersonal. Fíjese que uno hace un programa y ese programa se exhibe y ya no existe. Todos los sueños del director, del autor, de los actores, de los técnicos son tragados en cuarenta y cinco minutos de proyección. Uno entonces se queda con una sensación de vacío, de haber sido despojado de algo. Y lo terrible es que para seguir en esto hay que volver a soñar para volver a despertar y así continuamente. En cambio cuando una prepara una obra teatral tiene tiempo durante los tres a cuatro meses de ensayos de gozar ese sueño. Después durante las funciones, que duran meses, se lo sigue gozando con las críticas, con los aplausos, aun viéndolo desde la platea como espectador. Con la televisión esto no sucede: un programa que pasó está muerto.
MERCADO -¿Qué alcances tiene esa última reflexión? ¿Quiere significar que la televisión sólo produce o puede producir cosas perecederas? ¿Qué pasa con el arte frente a la televisión? ¿Puede ser posible?
PAOLANTONIO -Para mí, la televisión es, dentro de las artes, la que corresponde más a la sociedad de consumo. Consume nervios, talento, esperanzas, tiempo y también matrimonios. Sin embargo, también produce arte. Le doy dos ejemplos posibles: uno, "Ensayo de orquesta" de Federico Fellini. Otro, "Escenas de la vida conyugal", de Bergman, ambas filmadas para la televisión."Esto prueba que se pueden obtener resultados artísticos como los que se producen en el cine. Pero para que esto nos pase a los argentinos hay que sacarse muchos prejuicios de encima. Uno de ellos es el que cree que lo masivo es siempre fácil y degradante. Entonces apunta hacia abajo sin observar que hay otro tipo de espectador que ha crecido y que es tan valioso desde el punto de vista, si se quiere, del consumidor como aquel otro. De lo contrario, ¿cómo se explica el fenómeno de que Bergman sea taquillero en Buenos Aires o de que espectáculos musicales de la jerarquía de los del Colón sean cada vez más resonantes?
MERCADO -Habló de prejuicios. Se dice que los intelectuales tienen muchos acerca de la televisión, ¿cómo observa usted esa actitud?
PAOLANTONIO -Estoy tratando de escapar de esa actitud que yo también tuve. Rechazar lo masivo a priori es tan nocivo como aplaudirlo sin pensar. A los medios masivos hay que entenderlos, sí o sí; o uno se queda afuera para siempre. Los intelectuales suelen frenar cualquier fenómeno o propuesta espontánea que se da en el país. Recordemos si no el cine intelectual de la década del sesenta, que perdió en diez años el mercado latinoamericano que había ganado el cine argentino hecho por Sandrini, Libertad Lamarque o Niní Marshall. Yo no digo que haya que volver hacia atrás, digo que hay que revisar conceptos, retomar aquella línea de autenticidad a partir de la vida misma y no de una elaboración intelectual.
MERCADO -¿Cuando usted dice intelectual dice también cultural?
PAOLANTONIO -No; se confunde precisamente cultural con intelectual. Aclaremos que intelectual es para mí el pensamiento. Que cuánto más complejo, más rico. En cambio cultural es todo el quehacer humano, desde una vasija de barro hasta escribir un libro. La cultura entonces es el estilo y la manera de vivir de una sociedad. De modo que un programa cultural no tiene por qué ser intelectual ni difícil. En el ciclo que hicimos y seguimos haciendo con Terranova buscamos obras que muestren la problemática de esa sociedad. Porque no solamente los intelectuales tienen problemas. Y autores como Armando Discépolo o Dartés y Damel saben contar esa problemática sin que haya que enturbiar las aguas para que parezcan profundas. Y eso no le quita profundidad a la propuesta.
MERCADO -¿Cuando usted hace un programa piensa en el espectador o trabaja independientemente de su probable juicio?
PAOLANTONIO -Pienso en tres millones de espectadores, que son más o menos los que vieron mis anteriores programas. Pienso que una buena cantidad de espectadores para una película son doscientos mil. Pienso que tres millones son muchos como para olvidarlos y que tengo una gran responsabilidad. El fenómeno entonces justifica la existencia del ráting. No es que esté a favor o en contra, pero el ráting existe porque en televisión es la única manera, por ahora, de que la gente que hace un programa se realimente con los resultados. En el teatro o en el cine uno ve la sala vacía o llena, uno escucha las críticas o los aplausos cada noche durante semanas o meses. En la televisión eso está más allá, es invisible, inapresable. No basta con preguntarle a una tía o un amigo. ¿Cómo saber quiénes vieron nuestro trabajo, cómo saber si con cada programa aumentamos o disminuimos la audiencia? Esto no significa que sea sólo el ráting el único medio para mantener un programa sino que es un complemento necesario.
MERCADO -¿En qué medida la nueva tecnología de los canales podrá mejorar las propuestas actuales?
PAOLANTONIO -Creo que todavía ese aporte no influyó, pero que las nuevas cámaras portátiles servirán para salir hacia afuera a buscar la realidad donde está. Para eso habrá que hacer una televisión adulta, sin tabúes, sin mentiras. Porque uno no debe engañarse, este edificio que parece la NASA, no es nuestra realidad. El peligro será seguir creyendo que el material con que hacemos los programas está dentro de estas paredes. No: esto es la fábrica. El material viene de afuera, de la gente, de la calle, de la vida. Los tomates no crecen en la lata, crecen en el surco. Equivocarse es esperar que un día nos encontremos con la lata pero sin los tomates.