Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

Televisión
La quinta pared

 

Revista Siete Días
13 de octubre de 1966

Futbol por TV
El "boom" de 1966

por José María Jaunarena
En este mes la T.V. argentina cumple 15 años. El balance arroja curiosos resultados. Su contra: la quinta pared que se interpone en el diálogo familiar. Su pro: una sorprendente revolución en la cultura popular.

Fue en 1951, El 17 de octubre. La Plaza de Mayo repleta de gente, con estribillos y estandartes. El rostro ya macilento de Eva Perón ensayó una triste sonrisa, reproducida con bastante fidelidad por los 2000 televisores existentes en el país: la televisión argentina quedaba inaugurada oficialmente. Ese día se inauguraba también una polémica que creció ininterrumpidamente a lo largo de 15 años. "La T.V. es mala porque no tiene competencia", se decía en los tiempos en que LR3, Canal 7, reinaba desde su trono de Ayacucho y Posadas y el Palais de Glace. Y el slogan fue cierto durante 9 años: en 1960 entran a competir los canales 9 y 13. En 1961 el 11. Y en 1966, el 2. Naturalmente, ya no se habla de falta de competencia: 24 teledifusoras cubren casi todo el país, servidas por 1.800.000 aparatos. Tres de cada cuatro hogares poseen en la actualidad televisor. También tres de cada cuatro personas siguen sosteniendo que la televisión argentina no se renueva, que sus espectáculos se fabrican en serie, que sólo atiende a las exigencias comerciales, que se preocupa únicamente por distraer, olvidando su misión cultural.
El televisor, amo y señor del living, del comedor y hasta del dormitorio, se ha levantado como una "quinta pared", que miran silenciosos y fascinados todos los miembros de la familia. "La T.V. fomenta la incomunicación", sostienen no pocos psicólogos. "Es fuente de neurosis infantiles", alegan los pediatras. Los lingüistas también tienen sus quejas: el tiroteo pasó a ser "balacera", los policías "polizontes", el familiar "querida" se convirtió en "cariño", la heladera en "nevera" y el auto en "carro", invariablemente "aparcado".
Se dice también que el "boom" de la T.V, se desinfla y que ya el público ha dado inequívocas señales de cansancio, manifestado en los dos últimos años a través de una sensible retracción: los cines parecerían haber recobrado su antigua hegemonía en las distracciones del pueblo.
Todo esto se dice. ¿Pero es cierto? "7 DÍAS" se propuso realizar un balance de los 15 años de televisión. Para ello, analizó prolijamente las programaciones, hizo encuestas a directivos, directores, artistas, funcionarios y público. Aquí, los resultados.

T. V. or not T. V.
En noviembre de 1951, el Canal 7 maravillaba a tos asombrados televidentes con una programación de seis horas diarias: Tardes de Vosotras, Pampa y Cerro, Ritmo y Color, que reproducían obsoletos esquemas inspirados en los programas de radio. El primer "show" se llamó Tropicana, verdadero suceso de 1952 que impuso definitivamente a un morocho que renegó de las corbatas largas: Guillermo Brizuela Méndez. Otro memorable suceso lo constituyó la primera transmisión de fútbol: River-San Lorenzo, a cargo de los legendarios hermanos Sojit. Hoy, todos recuerdan con emoción y cariño los tiempos heroicos del Canal 7, donde las cosas se hacían "a ponchazos" y con buena voluntad. "Entonces no existía el video-tape — recordaba Luperena, actual director de Teleonce— y en las tandas comerciales pasaban cosas increíbles: licuadoras que no funcionaban o que derramaban su contenido sobre el desprevenido locutor eran cosas de todos los días, que se capeaban con una sonrisa y una buena cara de cemento".
Pero eso es la prehistoria. La época de oro que empinó a nombres como Nelly Prince, Salinas, Pura Delgado, Gerbolés, comenzó a diluirse con la aparición del "tape" y de un imprevisible enemigo del locutor: el "jingle", subliminalmente penetrante, que los chicos cantan antes de decir "mamá". Cuando parecía que la televisión se eclipsaba definitivamente, explota la novedad: los canales 9 y 13 obtienen la concesión y revolucionan a la fatigada teleplatea. En 1961, se les une el 11. Nace así una complicada estrategia de programación, en la que el público hace oír su voz a través de los "ratings". (Cómputos de audiencia, realizados en la actualidad por dos empresas: IPSA, que emplea un diario semanal a llevar por el espectador, e IVA, cuyo sistema se basa en encuestas telefónicas.)
Los "ratings" demostraron varias cosas: que el público consagra lo que le hace reír (casos Biondi, Bores, La tuerca, Telecómicos), la fácil distracción (los Sábados, Casino), las emociones epidérmicas (4 hombres para Eva, El amor tiene cara de mujer), la apacible problemática familiar de la clase media (Familia Falcón, Mis hijos y yo).
Julia O. de Baldrich, jefa de Videómetro de IPSA, suministró al cronista algunos datos que muestran las distintas preferencias del público de acuerdo con sus niveles socio-económicos. Tato Bores, por ejemplo, tiene más audiencia en las clases alta (35) y media (23). En cambio, en la clase modesta sólo obtiene 16. Asimismo, el programa más consagrado en la clase alta es "Las tres caras de Malvina". Allí también ocupan lugar preferencial programas como El Reporter Esso, La caldera del diablo, Telecataplum. Por su parte, los estratos modestos otorgan preferencia a los teleteatros, La feria de la alegría, etc. El ''rating" general del mes de julio último (elegido por ser el período de mayor audiencia), coincide con los gustos de la clase media. Inexorablemente encabezado por Biondi (31.3), lo siguen: La tuerca (27,8), Sábados circulares (27.7), 4 hombres para Eva (26.6), El amor tiene cara de mujer (26.3), la Familia Falcón (25.8), Casino (25.4), Cándido Pérez (24.4), Batman (24.2), Mis Hijos y yo ((24.2), La revista dislocada (23.6), Telenoche (23.1), Disneylandia .(22.6), Tato Bores (21.8), El Agente de CIPOL (21.7). Con "ratings" inferiores a 20 siguen Violeta y Néstor, La nena, El Special, El fugitivo, Teatro del Aire, y Telecómicos.

El nuevo personaje
Analizando los programas de los últimos años, se advierte las variaciones en el gusto del público. 1960 y 1961 constituyeron el "boom" de las seriales. 1962 es el año de los grandes programas cómicos: el 63, de la música nuevaolera; el 64, constituye el escenario de las batallas de los Sábados, espacios de inusitada extensión; 1965 señala la resurrección de los teleteatros y la aparición de algunos afortunados "Shows" europeos.
En 1966 irrumpió en las pantallas un nuevo personaje: el fútbol. El encuentro de River-Peñarol registró una de las más altas audiencias de la historia de la T.V.: 48.4. (El récord absoluto lo obtuvo en 1961 una transmisión simultánea del 9 y el13, "El Show del cincuentenario de Esso: 76.6 de "rating". Las exitosas transmisiones del Campeonato Mundial, efectuadas por el Canal 2, llevaron a las demás emisoras a ofrecer albergue a este "vendedor" personaje y hoy pueden verse encuentros de tercera, primera B y primera división, en transmisiones directas y "tape".
"La gente que vuelve a su casa luego de 15 horas de trabajo no busca problemas profundos. Quiere distracción, evasión, sonrisas. La T.V. se lo da" —reflexionaba días pasados Antonio Carrizo—. Sin embargo, todos los directivos de los canales capitalinos salen al paso frente a la acusación "de la falta de inquietudes culturales". "A nosotros no nos importan los 'ratings'. Nuestros Conciertos del Domingo lo tienen bajísimo (alrededor de 1). Pero eso equivale a 18.000 espectadores: seis veces la capacidad del Teatro Colón" —dice el Dr. Pedro Simoncini, de Teleonce. Por su parte el Sr.. Picos, de Proartel (que produce los programas de Canal 13 e incluso los exporta al resto de América) dice: "Es injusta la acusación de que somos una mera fábrica de programas. Tenemos espacios educativos e instructivos con 26 horas semanales (Teleescuelas, Universidad del Aire, Enciclopedia en T.V., etc.).
En medios extraoficiales circula insistentemente la versión de una inminente reorganización del canal estatal, otorgando verdadera preeminencia a las actividades educacionales, culturales y artísticas. Sin embargo, durante una conferencia de prensa del Sr. Santa Cruz, entonces director del Canal (al día siguiente fue reemplazado), el monitor de la sala ensordecía sus "aspiraciones culturales" con una "balacera" de antología. Tal vez su sucesor tenga mejor fortuna y el canal del Estado pueda llenar un sensible vacío de la T.V.
Marcelo Simonetti, ejecutivo de Tevedós, sintetiza el espíritu que animará sus programaciones: "Programas adultos para público adulto".
¿Y los niños? Destinatarios de media docena de programas cuyos "ratings" oscilan entra los 6 y los 2 puntos, parecen haberse cansado del abrumador acopio de diminutivos que presiden tales programaciones Y entonces miran los programas para mayores. El daño no es tanto como se pretende. Una reciente encuesta demostró que el niño sufre más al contemplar a un niño perdido, una herida de Lassie que presenciando los fragorosos asesinatos del Far West o los contratiempos sentimentales propuestos por Nene Cascallar.

La T.V. en órbita
Hubo dos grandes inventos que revolucionaron las costumbres: el auto y la televisión. "Ford sacó a la gente de su casa. La T.V. la hizo entrar". Esta reflexión sale al paso de las presuntas influencias nocivas de la televisión en las relaciones familiares. Sin duda la gente se hizo más casera. Pero también más silenciosa. "Y Ud. cree que la televisión tiene la culpa. No. La gente estaba incomunicada de antes. El. televisor simplemente ofrece una buena excusa", decía al cronista Gregorio Santos Hernando, jefe de prensa de Canal 13. Todos los argumentos en contra pueden volverse a favor. Sin embargo, nadie pudo justificar la mala fortuna de los programas periodísticos, conocidos en la jerga profesional como "los malditos". En Europa y Estados Unidos constituyen los puntales de la T.V. En la Argentina, terminan mal. Por lo general, violentamente. Cuando pasa algo la gente pone la radio. Difícilmente la televisión. Al margen de los cuatro noticieros (El Repórter Esso, Noticiero 13, Noticiero 7 y Telenoche) la actividad periodística es casi nula (Expediente 13, Argentina en este siglo). Una confusa maraña de encontrados intereses decretó la desaparición de programas interesantes, a pesar de estar casi siempre relegados a las últimas horas. Muy poca renovación puede esperarse en la T.V. Reticentes en materia de programación futura, los directivos parecen decididos a "no innovar". Se mantendrán los éxitos y se experimentará en el verano con las cosas nuevas. Sin embargo, la investigación espacial puede contribuir inesperadamente a renovar las programaciones argentinas: a fines del corriente año, el lanzamiento de nuevos satélites de comunicaciones, permitirá ver en nuestro país — no se sabe aún cuándo—- transmisiones europeas, norteamericanas, africanas, japonesas, etcétera.
Estás transmisiones simultáneas podrían constituir, junto con la televisión en colores, un poderoso atractivo. (Los expertos prefieren denominarte "estabilización", es decir, un fenómeno natural de equilibrio entra el "boom" inicial y la saturación consiguiente.)
De todas maneras, nadie puede negar que la T.V. ha influido profundamente en la cultura popular. Muchos de los que te reprochan su falta de inquietudes culturales, piensan inconscientemente en una cultura de minorías: Claro, la T.V. no se interesa por la música de Schoenberg, por la poesía hermética o por conferencias sobre el budismo Zen. Pero cualquier maestra primaria sabe que la televisión "hizo a los chicos más despiertos". Y cualquier ama de casa sabe que su panorama cultural, su visión del mundo es mucho más amplia ahora que hace veinte años.
No obstante, podría hacerse mucho más. 'No es suficiente seguir los gustos del público. Hay también que orientarlos. Los chicos conocen mejor la historia y las costumbres de USA que las argentinas. Los temas nacionales permanecen tercamente ajenos de las series. En cambio, se vuelcan en los teleteatros, la mayoría insustanciaImente lacrimosos.
Es obvio que una poderosa industria que mueve 6.000 millones de pesos anuales en publicidad tiene sus exigencias. Pero los diez millones de espectadores también.

 

 

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